EE.UU.: no más locomotora ni consumidor en última instancia de la economía mundial
A medida que avance el segundo semestre de 2010 o en comienzos de 2011, el intenso deterioro que se prevé de la economía norteamericana sellará el fin de la ilusión de la reactivación de la economía mundial de 2010, por otra parte muy desigual no solo entre los países centrales y los llamados países emergentes, sino también entre los primeros como es el caso de Alemania y el norte de Europa y los países mediterráneos o Irlanda en el seno de la Unión Europea (UE). En este marco, el mundo entrará en una situación inédita desde la posguerra: los EE.UU., el pilar del orden económico mundial desde hace más de 60 años afrontarán una recesión prolongada o largo periodo de crecimiento anémico. Más aún, al calor del deterioro de sus cuentas públicas, puede verse obligado a aplicar un brutal ajuste, como ya es el caso en muchos estados hoy, que puede disparar una nueva oleada de caos económico, financiero y monetario a nivel global. Ya, trimestre tras trimestre, la economía norteamericana se desacelera, el desempleo sigue creciendo, millones salen del mercado de trabajo por lo que la cifra real de desocupación es de alrededor del 20 %, la pobreza aumenta a niveles record (cerca de sesenta millones dependen ya de los bonos de alimento), el mercado de viviendas continúa deprimido a niveles históricamente bajos y se prevén nuevas caídas (consecuencia de la continuidad de los embargos inmobiliarios, que a su vez refleja un fenómeno de formidable baja del valor de los activos de los hogares estadounidenses), etc. En este marco, el rol de EE.UU. como consumidor de última instancia está acabado. Hoy en día, el famoso sobreconsumo norteamericano, que durante los últimos treinta años daba cuenta de más de 70 % del crecimiento de EE.UU., está atrapado por la insolvencia, mucho más aún para todos los estadounidenses que no tiene trabajo. Agravando el panorama económico, las elecciones de medio término, pueden agravar aún más la situación, si la creciente parálisis política de la administración Obama y el Congreso pega un salto, como consecuencia de una eventual derrota frente a los republicanos.
La crisis de sobreproducción acelera las salidas exportadoras y la pelea descarnada por los mercados
Los líderes de las principales economías mundiales se encuentran en un callejón sin salida. Al principio de la crisis, avalaron planes de estímulo impresionantes y otra serie de medidas como las bajas de las tasas de interés para prevenir la depresión. También impulsaron un estímulo monetario con el consiguiente efecto de la reducción de valor de moneda. Este fue el camino de Japón en la década de 1980 frente al estallido de su burbuja inmobiliaria y accionaria para evitar una depresión como la de los EE.UU. en la década de 1930, pero en ese momento la economía mundial podía absorber la demanda excedentaria japonesa, a la vez que exportaba su flujo de dinero creando burbujas en otras partes de la economía mundial.
Pero en un mundo inundado de exceso de capacidad al no dejar actuar hasta el final los mecanismos normales de la crisis y que por consecuencia sufre un extremo déficit de demanda solvente, esta estrategia adolece de una falla de matriz: no todos los países pueden exportar su crisis mejorando su balance exterior simultáneamente. Sin embargo, a pesar de esta realidad, los países centrales han optado por salidas exportadoras a su sobreproducción: "…como consecuencia de la crisis, el mundo desarrollado está sufriendo un déficit de demanda crónico. En ninguna de las seis mayores economías de altos ingresos - EE.UU., Japón, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia - el producto interno bruto en el segundo trimestre de este año volvió adonde estaba en el primer trimestre de 2008. Estas economías están operando hasta 10 % por debajo de sus tendencias pasadas. Un indicio de exceso de oferta es la disminución de la inflación básica a cerca de 1 % en EE.UU. y la zona del euro: señales de deflación. Estos países apuestan al crecimiento impulsado por las exportaciones. Esto es cierto tanto para aquellos con déficit comerciales (como EE.UU.) como para aquellos con excedentes (como Alemania y Japón)” [1]. En este marco de falta de oportunidades de inversión en los países imperialistas centrales, se desarrolla un flujo excesivo de capitales que buscan oportunidades de rentabilidad especulativas o reales en la periferia, es decir en los países semicoloniales o dependientes. Así, "el Instituto de Finanzas Internacionales con sede en Washington sugirió que este año el flujo neto de financiación privada externa hacia los países emergentes sería de 746.000 millones de dólares. Esto sería parcialmente compensado por una salida neta de capitales privados de estos países de 566.000 millones de dólares. Sin embargo, con un superávit en cuenta corriente de 320.000 millones de dólares, y modestos ingresos de capital oficial, el equilibrio externo de los países emergentes, sin intervención oficial, sería un superávit de 535.000 millones de dólares" [2].
Sin embargo, esta entrada de capitales no ha servido para lograr un reequilibrio de la economía mundial sino que la ha agravado, ya que los países centrales de la periferia no avanzan en buscar rápidamente nuevos patrones de crecimiento basados en el mercado interno absorbiendo el exceso de capacidad de los países centrales mediante un incremento de sus importaciones, como muestra el bloqueo político a la apreciación de su moneda que iría de la mano con semejante entrada de capitales. Esta intervención busca preservar la competitividad de sus mercancías y es muestra contundente de su aferramiento al modelo exportador. Como dice la misma nota que estamos citando: "…este ajuste natural sigue siendo frustrado por la acumulación de reservas en moneda extranjera… Entre enero de 1999 y julio de 2008, las reservas mundiales oficiales aumentaron de $ 1,6 billones a $ 7,5 billones - un aumento impresionante de 5,9 billones de dólares. Este aumento fue, se podría decir, una forma de auto-seguro después de las crisis anteriores. De hecho, las reservas se gastaron durante esta crisis: éstas cayeron 472.000 millones de dólares entre julio de 2008 y febrero de 2009. Sin duda, esto ayudó a los países a amortiguar el impacto. Pero este uso de las reservas fue un mero 6 % del nivel anterior a la crisis. Más aún, entre febrero de 2009 y mayo de 2010, las reservas aumentaron $ 1,3 billones, para llegar a cerca de 8,3 billones de dólares. ¡El mercantilismo vive! China es abrumadoramente el país interventor dominante, representando el 40 % de la acumulación desde febrero de 2009. En junio de 2010, sus reservas habían llegado a $ 2,4 billones, un 30% del total mundial y un asombroso 50% de su propio PBI. Esta acumulación debe ser vista como una enorme subvención a la exportación" [3]. No sorprende que, siendo entonces el caso que todos los países buscan el crecimiento a través del exterior, es decir, vía un aumento de las exportaciones, la OMC prevea una alza de 13,5 % del comercio mundial en 2010. ¡Jamás se había visto semejante crecimiento de los intercambios internacionales después de 1950! Siendo una torta enorme, todos los estados buscan quedarse con la mayor parte, transformándose el comercio mundial en un campo de batalla gigante.
Sálvese quien pueda: Cuando las devaluaciones competitivas se extienden a toda la economía mundial
Hasta ahora la mayor parte de las disputas comerciales se habían dado entre EE.UU. y China. Estas incluían por el momento batallas parciales arancelarias y monetarias. Así, para tomar algunos ejemplos más recientes, el gobierno chino anunció que el pollo estadounidense tendrá un nuevo arancel, acusando a EE.UU. de dumping y de perjudicar el mercado local [4]. Por su parte, al día siguiente, el Departamento de Comercio de Estados Unidos anunció que tomó una determinación final para imponer aranceles antidumping sobre las tuberías y los tubos de cobre fino sin soldadura procedentes de China y México. En el caso del primer país involucrado éste mercado movió un valor de 233 millones de dólares en el 2009 [5]. Meses antes, frente a la amenaza norteamericana de declarar a China manipulador de su moneda, ésta última hizo una gran finta flexibilizando la cotización de su moneda pero no avanzando hacia una fuerte apreciación del yuan, para evitar las sanciones [6]. A su vez, políticas similares son seguidas en todo el Sudeste Asiático, imitador de las políticas chinas y centro de gran parte del comercio internacional en la actualidad. Así, Corea del Sur, gracias al won [7] barato logró que sus exportaciones fueran el pasado julio un 31% más altas que el promedio mensual de 2007 [8]. Sin embargo, la crisis ha hecho que las devaluaciones competitivas se extiendan a lo largo de los cinco continentes. Es que frente a la política de EE.UU. de devaluar el dólar, moneda de reserva mundial, para propio beneficio y a costa de los demás, el problema se ha generalizado. Japón ha pateado la mesa con una intervención unilateral en el mercado cambiario de su banco central que busca depreciar al yen, movimiento por ahora infructuoso. Esta potencia imperialista se encuentra frente a grandes dificultades. La economía todavía no ha logrado recuperarse, y el país sigue sufriendo de la deflación y una deuda pública enorme. Normalmente, todo esto tiraría hacia abajo el valor de la moneda japonesa, pero el tipo de cambio del yen frente al dólar también está aumentando porque los chinos, por temor a que la moneda de EE.UU. siga cayendo, están invirtiendo cada vez más sus reservas de divisas también en yenes (títulos del Estado japonés). Este movimiento nipón ha generado réplicas de Corea del Sur o Taiwán, pese a sus superávit por cuenta corriente, quienes intervienen para que la apreciación del yen no mate sus exportaciones. En Europa, Suiza ve con preocupación el impacto que sobre su divisa puede tener el ingente volumen de hipotecas en francos constituidas en sus vecinos del Este y ha gastado sumas enormes en evitar – infructuosamente por ahora – que el franco suizo se siga apreciando. Los productores de materias primas como Australia o Canadá tienen sus respectivos dólares sobrecomprados y, de las monedas de los BRIC, sólo el rublo no da signos de fortaleza debido al gran interrogante que pesa sobre la clase política rusa. Hasta la en fuerte crecimiento economía peruana ha entrado en la carrera devaluatoria. El último en poner el grito en el cielo fue Brasil, preocupado por que el "beneficioso" efecto de la captación de fondos internacionales que está generando un alto crecimiento coyuntural (a costa de generar a mediano plazo las condiciones de una burbuja, que puede desatar una brusca crisis si cambian las condiciones de la economía internacional, motorizada por una rápida salida de capitales) se torne inmediatamente en un perjuicio para sus exportaciones (en especial para las que compiten con las importaciones chinas) y la estabilidad de precios, agravando la precariedad de sus déficit públicos y por cuenta corriente. Su ministro de finanzas, Guido Mantega, ha declarado: "Estamos en medio de una guerra monetaria internacional, un debilitamiento general de la moneda. Esto nos pone en peligro porque nos quita competitividad" [9]. El dólar de EE.UU. ha caído en cerca del 25% frente al real desde principios del año pasado, haciendo del real la moneda más fuerte desempeño en el mundo, según Bloomberg. La perspectiva de que se concreten los planes de nuevos estímulos monetarios en Estados Unidos frente a la aceleración del debilitamiento de su economía y la continua depreciación del billete verde y la búsqueda, por parte de los inversores, de reductos de rentabilidad adicional hacen cada vez más plausible el temor del ministro brasileño. Esto crea una dinámica devaluatoria de la moneda para que sea el otro el que pague la crisis y de esta manera mantener la competitividad en un mercado mundial que se estrecha, con consecuencias negativas para todos. Mientras tanto el euro, salvado hace poco por la intervención china, ahora se está disparando cargando sobre sus hombros una carga desproporcionada en el ajuste de los tipos de cambio mundiales, lo que podría debilitar la ya frágil recuperación de la economía de la zona euro.
Jugando pesado: las amenazas del Congreso norteamericano y de algunos periodistas oficiosos
El 29/9, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó un proyecto de ley que busca ejercer presión sobre China para que aprecie el valor de su moneda. La "H. R. 2378 — Currency Reform for Fair Trade Act" aún debe pasar al Senado y ser aprobado por el presidente Barack Obama antes de convertirse en ley, pero su aprobación inicial refleja el creciente enojo en el Congreso. Un botón de muestra. La Demócrata Linda Sánchez de California sostuvo: "Quienes se oponen dicen que este proyecto de ley iniciará una guerra comercial. Yo digo, ya estamos en una guerra comercial. Y China está utilizando cañones y nosotros estamos aquí de pie tirando (pistola de aire) perdigones" [10].
Según esta revista alemana: "Una mirada más cercana a la letra pequeña también revela que el proyecto de ley está lejos de ser inofensiva. El proyecto de ley pide que el Departamento de Comercio de EE.UU. empiece imponiendo - incluso sin la aprobación del presidente de EE.UU. Barack Obama - aranceles punitivos en algunos países. La iniciativa se dirige específicamente a los países que tienen ’una moneda fundamentalmente subvaluada’, ’persistente superávit global en cuenta corriente’ y gran cantidad de reservas de divisas - en otras palabras, China".
El proyecto de ley fue aprobado por la Cámara de Representantes por una votación de 348 a 79. "’Este es un mensaje más fuerte que cualquier otro anterior’, dice Nicholas Lardy, del Instituto Peterson de Economía Internacional" [11].
El cambio de tono de los periodistas del establishment financiero mundial, como Martin Wolf, es sorprendente. Siguiendo su última nota en el Financial Times, se podría decir que éste no está tan preocupado en la guerra monetaria, enfocándose más en cómo ganarla que en evitarla. Así plantea: "¿Cómo podría China ser engatusados o forzados a cambiar sus políticas? La negociación sigue siendo una esperanza. El resto del Grupo de los 20 principales países deben unirse para pedir estos cambios. Pero si la negociación sigue fallando, deben estudiarse otras alternativas. Un aumento de las tasas de importación es una posibilidad. Fred Bergsten, del Instituto Peterson de Washington pidió intervenciones cambiarias compensatorios en el Financial Times esta semana, y Daniel Gros, del Centro de Estudios de Política Europea en Bruselas recomienda reciprocidad en las cuentas de capital: los países afectados podrían impedir a otros países la compra de sus instrumentos financieros, a menos que éstos últimos ofrezcan acceso recíproco a sus mercados financieros. Esta idea también haría el plan Bergsten más eficaz" [12]. Wolf se pronuncia a favor de medidas de intervención en los mercados de capitales, que encuentra más atractiva que aquellas que implican represalias sobre el comercio, como la votada por la Cámara de Representantes la semana pasada. Las primeras, sostiene Wolf, son una opción mucho más preferible que las medidas comerciales, pues estos últimos son una violación contra las normas de la OMC, y muy posiblemente no efectiva.
El peligro del proteccionismo y el riesgo de conflictos comerciales abiertos
Los desequilibrios en el comercio mundial son cada vez más grandes y el sistema monetario mundial se está saliendo de control. Síntoma alarmante, estamos viendo compras masivas de oro que no se veían desde la década de 1960, justo antes del colapso de Bretton Woods. Frente a intervenciones crecientemente inefectivas en los mercados, el control de capitales es cada vez más una opción política para las burguesías, especialmente en los países semicoloniales y dependientes, frente a la política de los países centrales de aumentar su competitividad vía devaluación de sus monedas en contra de ellos. Eventualmente, esto podría escalar a una guerra de tarifas aduaneras. De generalizarse esta medidas, las consecuencias en términos de transacciones comerciales pueden ser tremendas. Esto es lo que alertan algunos sectores de la burguesía mundial. En reacción a la decisión del Banco de Japón de reinstalar tasas de interés a cero y sumarse al igual que el Banco Central de EE.UU., China y Brasil a una política de "quantitative easing" (en castellano, de impresión de billetes) y como resultado de la cual el yen se ha debilitado cualitativamente, Dominique Strauss-Kahn alertó: "Está claro que empieza a circular la idea que las monedas que pueden utilizarse como un arma política. Traducido a la acción, ésta una idea representaría un riesgo muy grave para la recuperación mundial... Cualquier enfoque de este tipo tendría un impacto negativo y muy perjudicial a largo plazo" [13]. Por su parte, las principales entidades financieras han instado a los principales países mundiales a acordar un nuevo pacto sobre divisas para ayudar a reequilibrar la economía mundial. Así, el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF por sus siglas en inglés), que representa a más de 420 de los mayores bancos y firmas financieras, advirtió el 4/10 de que la falta de ese reequilibrio coordinado podría derivar en más proteccionismo. Charles Dallara, director gerente del IIF, declaró: "Un grupo central de las principales economías mundiales debe reunirse y negociar un acuerdo". Dallara, que como político estadounidense trabajó en el Acuerdo Plaza de 1985, que coordinó una actuación internacional para revalorizar el yen frente al dólar, demandó una versión actualizada y más desarrollada de aquel acuerdo. Pero las diferencias con 1985 son importantes: a pesar de la crisis económica que sufría los EE.UU. en la década de 1980 aun jugaban un rol hegemónico preponderante en la escena internacional, comparado con el actual desgaste de su hegemonía, aunque sin sucesor a la vista, además que el peso de las economías de la tríada imperialista era muy superior al actual. Y visto desde el ángulo chino, las posibilidades de un compromiso con las principales potencias imperialistas viendo los efectos nefastos que este acuerdo tuvo para el Japón – que en el caso de China podría ser más grave aún, ya que a diferencia de Japón, que es un país imperialista, China aún tiene un carácter dependiente – no es fácilmente tragable para la burocracia restauracionista de Pekín. Una expresión de esto fueron las expresiones de Wen Jiabao, el primer ministro chino el 6/10, contra las presiones que se ejercen para que reevalúe su moneda. "Hablando en Bruselas, el Sr. Wen se defendió de las críticas internacionales de la política monetaria de China, diciendo que si adhiera a la demanda de un aumento más rápido en el renminbi [14] podría causar disturbios sociales en China. ’No trabajen para presionarnos sobre la tasa del renminbi’, dijo Wen, saliendo de su discurso preparado. Dijo que las empresas chinas exportadoras tenían márgenes de beneficio muy pequeños, que podrían ser liquidados por acciones tales como las tarifas de importación de divisas que el Congreso de EE.UU. está amenazando con imponer. ’Muchas de nuestras empresas exportadoras tendrían que cerrar, los trabajadores migrantes tendrían que regresar a sus aldeas’, dijo Wen. ’Si China ve la turbulencia social y económico, entonces sería un desastre para el mundo’" [15]. Sin embargo, a pesar de éste dramático alerta, cada vez más economistas y estudiosos como vimos se alinean detrás de la idea de ponerse duro con China, dando la cobertura intelectual para una política imperialista más ofensiva.
Aunque nadie quiere una guerra comercial con China, no está descartado o es una posibilidad que terminemos allí. Tanto los EE.UU. como China creen que sus costos son más bajos - o más bien, los costos de no seguir su curso son más altos que las otras variantes - por ejemplo algún tipo de malestar interno. Mientras EE.UU. se ve en este ultima plano más confiado, China cuya fragilidad interna es mucho mayor y es proclive a las convulsiones sociales como ha mostrado su historia en el siglo XX, tendría más que perder. Es por eso que China cree que los costos de esperar y aguantar o mantener la actual situación son menores. La situación es aún más peligrosa por la creciente amenaza de EE.UU., pero dada con pasos tan pequeños que China no ve la credibilidad de cualquiera de ellos. Esto es proclive al error ya que China cree que la situación sigue como antes, cuando los EE.UU. ven que las cosas cambiaron. En este marco una acción de EE.UU., que desde su perspectiva es considerada pequeña, puede ser para China –que ha ignorado todas las anteriores señales – un enorme salto. El riesgo de conflicto está abierto y es este nerviosismo el elemento central que tiene a toda la economía y política mundial. En conclusión, los conflictos de divisas apuntan a la intensificación de la contradicción entre la economía mundial y el sistema de Estado-nación. La economía capitalista global requiere una moneda de reserva estable con el fin de poder funcionar. Pero el dólar de EE.UU. es cada vez más incapaz de jugar ese papel. Tampoco es cualquier otra moneda, ni el euro, el yen o mucho menos el renminbi, capaces de ocupar su lugar. En este marco las posibilidades de roces y conflictos entre las grandes potencias y entre estos y los países semicoloniales y dependientes aumentan. Se vienen años tumultuosos propicios para un salto en la lucha de clases.
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