El sabado 2 de octubre se llevó a cabo otra gran jornada de movilización contra la reforma jubilatoria que llevan adelante Sarkozy y la burguesía francesa. Entre 2 y 3 millones de personas desfilaron por las calles de las ciudades francesas. En París hubo incluso más gente que en la manifestación del 23/10 (cerca de 310.000 personas); en Marsella desfilaron 150.000 personas y en Bordeaux 130.000. Esta fuerte movilización constituye una gran presión sobre los aparatos sindicales que no se esperaban que su llamado a manifestar un sábado y sin hacer huelga movilizara a tanta gente. Esto demuestra hasta qué punto la reforma es impopular. En efecto, 70% de la población apoya las protestas; esta cifra sube a 74% entre los jóvenes de 18 a 24 años.
Al contrario de lo que había sucedido en la última jornada de huelga el 23/10, en la que el ministro del Trabajo, E. Woerth, hablaba de “desaceleración” del movimiento, esta vez el gobierno se mostró mucho más cauteloso. Mientras, por un lado, intenta dar una imagen de determinación diciendo que el aumento de la edad jubilatoria “no es negociable”, por otro, trata de parecer “flexible” tratando de incorporar enmiendas cosméticas a la reforma sin modificar lo esencial. ¿Entramos en una nueva fase de la lucha?
Luego de la “sorpresa” del 2/10, que pone en una situación incómoda a las burocracias sindicales, que contaban con un debilitamiento de la movilización llamando a protestar un sábado, lo que les hubiera permitido preparar el terreno para decretar “el fin del movimiento” junto con la aprobación de la ley en el Senado, la situación al contrario está dando signos de radicalización.
En efecto, el lunes 4/10 la CGT-RATP (empresa de transportes públicos de París: subte, colectivos), sindicato mayoritario, depositó un preaviso de huelga por tiempo indeterminado a partir del 12/10, día de la próxima jornada de huelga convocada por la Inter-sindical. De este modo, la CGT se une a los llamados de SUD y de Force Ouvrière (FO) que llaman a la huelga por tiempo indefinido desde septiembre pero sin éxito. El martes incluso la CFDT-RATP se unió a este llamado aunque indicando que “la reconducción del movimiento dependerá de la magnitud de la movilización [del 12 de octubre] y de la respuesta del gobierno”.
Este anuncio produjo un cierto efecto de contagio. En las empresas de transporte urbano de las ciudades del interior se presentó un preaviso de huelga del 12 al 30 de octubre; en la petrolera Total, la CGT amenaza con hacer una huelga por tiempo indeterminado; en la SNCF (empresa ferroviaria nacional) la CGT propone una huelga “reconducible por períodos de 24 horas” para “contribuir a un movimiento poderoso el 12 de octubre (…) y crear las condiciones para que el personal se reúna desde el 13 por la mañana en asambleas generales representativas para evaluar la situación en la SNCF y en el exterior” (Le Monde, 6/10).
Todo esto se da en un contexto en que otros sectores ya salieron a la lucha como en Marsella los empleados de los comedores escolares (122 sobre 449 están cerrados y 126 autorizan a los alumnos a venir con su comida pero no los sirven), de las guarderías y del transporte público y sobre todo los trabajadores portuarios que desde el viernes bloquean los puertos de toda Francia contra la reforma de las jubilaciones pero también contra la liberalización del sector. Otra huelga importante es la que afecta a las terminales petroleras de Fos-sur-Mer y Lavera desde el 27/9 y que ya causó la escasez de gasoil en Córcega donde las autoridades tuvieron que recurrir al racionamiento y al llamado de un barco petrolero de Cerdeña. Al mismo tiempo, 44 barcos se encuentran varados en la costa mediterránea.
Todo esto está mostrando una radicalización de la base de algunos sindicatos que empieza a darse cuenta de la insuficiencia de las jornadas de huelgas aisladas.
La burguesía se inquieta ante el espectro de 1995
Luego de que se dio a conocer el preaviso de huelga por tiempo indefinido en la RATP, se lanzaron todo tipo de declaraciones y advertencias sobre una posible “radicalización del movimiento”. En este sentido son significativas las palabras de Martine Aubry, líder del PS, quien repitiendo “el refrán de la oposición razonable” declaraba: “uno tiene la impresión de que el gobierno juega a la tensión. Éste será responsable [si se desata una huelga por tiempo indeterminado] (…) Yo llamo al primer ministro a que, ante lo que está pasando en nuestro país, suspenda el debate [sobre la reforma]. La exasperación que se amplifica en este país no es sana” (Le Figaro, 6/10).
Es que la burguesía es completamente consciente del peligro que implica para sus planes e intereses una huelga por tiempo indeterminado en los transportes que se extienda a otros sectores clave como las refinerías y que refuerce a las huelgas en curso en los puertos y terminales petroleras. Como analiza correctamente el derechista Le Figaro: “Si el movimiento es un éxito, afecta masivamente y durablemente a los usuarios, la situación podría tornarse rápidamente insostenible para el gobierno. Pero si las organizaciones más radicales fracasan en paralizar el país (…) el movimiento se desacelerará probablemente”. Así, lo que pase a partir del 12 va a ser determinante para la situación.
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