Después de tres jornadas de movilizaciones contra la reforma de las jubilaciones desde el final del verano europeo (7 y 23 de septiembre y 2 de octubre), el gobierno apostaba a un retroceso de las manifestaciones, más aún tomando en cuenta que el Senado terminó votando apresuradamente los principales artículos de la ley para que Sarkozy pudiera mandar un claro mensaje a la opinión pública: “ya está todo decidido, no hace falta que se manifiesten, ya se votó la ley”. Sin embargo la jornada de huelga y manifestaciones en Francia el 12 de octubre fue histórica. A pesar de las diferencias entre los datos comunicados por el ministerio del Interior y los sindicatos, ambos concuerdan en recalcar un aumento del número de manifestantes respecto al pasado 23 de septiembre, esto es 1,23 millones de manifestantes para la policía y 3,5 millones según los sindicatos, siendo la movilización más numerosa en los últimos 20 años (ver cuadro). Si el número de huelguistas se mantiene en el sector público, con un 30% de acatamiento, la gran novedad son los llamados al paro por tiempo indeterminado en varios sectores y la entrada en escena de la juventud.
La entrada en escena de los secundarios
Los estudiantes secundarios y universitarios, son un sector clave que participó en todos los grandes movimientos sociales anteriores, con un protagonismo central en 2006 durante la lucha contra el Contrato de Primer Empleo (CPE) de Villepin y cuya entrada en la lucha temía el gobierno. En varias universidades (Rennes II y Marsella, París-Tolbiac, París-8, Estrasburgo, etc.), se organizaron concurridas asambleas para decidir las acciones que habría que emprender ni bien comenzadas las clases esta semana. En más de 300 liceos secundarios hubo bloqueos o piquetes estudiantiles que permitieron que varias columnas de secundarios se sumaran a las marchas en distintas ciudades. La entrada de este sector ha sido duramente cuestionada por el gobierno, que acusa a la extrema izquierda y a sectores del Partido Socialista (PS) de manipularlos. Es que, como dice un responsable del orden público en una gran ciudad de provincia: Con los secundarios, forzosamente menos encuadrados que los adultos en los cortejos sindicales, todo se vuelve impredecible [1]. En particular, el ministerio de Educación y el Elíseo temen los bloqueos y la violencia que acompañan a menudo la movilización de los jóvenes [2]. Pero lejos de toda manipulación, la entrada de los secundarios (y posiblemente de los universitarios si el movimiento prosigue algunas semanas) responde a causas profundas. Además de la degradación de la escuela pública, los jóvenes rechazan el empeoramiento de las condiciones de entrada en la vida profesional y en la adultez. Los secundarios y universitarios saben que 23% de los menores de 25 años están sin empleo (10% más que el promedio europeo), cifras que se agravan en los barrios populares donde uno de cada dos jóvenes está en la desocupación. También saben que aquellos que tienen la suerte de tener un empleo trabajan en condiciones cada vez más precarias, a la vez que la explosión de los precios inmobiliarios en los últimos 30 años hace ilusoria la aspiración de vivir en una casa independiente. Ni qué decir de la violencia cotidiana a la que son sometidos por la policía o en los propios colegios por la obsesión por el uso de uniformes o por el endurecimiento de los reglamentos internos de los liceos y la negación de derechos de los secundarios. En éste marco, el alargamiento de la edad jubilatoria no sólo es visto por ellos como un aumento de la carga laboral para sus familiares, sino que hace a la vez más complicada y más tardía aún su entrada al mercado laboral.
Las tendencias a la radicalización: paro indefinido en sectores clave
En varios sectores laborales se lanzaron llamados al paro por tiempo indeterminado contra la reforma. Es el caso del transporte público urbano, de los ferroviarios de la SNCF, del sector de la energía y sobre todo de la química con la gran mayoría de las refinerías francesas paradas por los trabajadores, lo que podría llegar a generar un desabastecimiento de combustible en varias zonas del país. A esto es necesario sumar regiones enteras en las cuales el movimiento huelguístico contra la reforma de las jubilaciones, conjuntamente con demandas específicas por condiciones de trabajo como la reforma de los puertos, están paralizadas desde hace días y hasta más de dos semanas en el caso de Bouche-du-Rhône, la zona de Marsella (segunda ciudad del país), con paros entre los empleados municipales, del fisco, los trabajadores del puerto de Fos y de la refinería. En el puerto de esta gran ciudad, 85 buques están a la espera, con 56 buques cisterna (petroleros) y 29 buques de carga, debido al movimiento que afecta a todas las actividades portuarias. Esta situación inquieta enormemente a sectores de la burguesía que comienzan a mostrar su nerviosismo.
La determinación de algunos sectores es fuerte. Michel Denis, representante de la CGT de la refinería Total de La Mede (Bouches-du-Rhone), de 28 años, “sabe que tendrá que trabajar por lo menos hasta 2044. ‘En este trabajo, cuando pasas los 55 años se hace muy duro trabajar, especialmente por los cambios de turnos’”. El está “… dispuesto a ir hasta el final” “Si presentamos un preaviso de huelga de veinticuatro horas prorrogable, insiste, no es para divertirse en las manifestaciones, sino para mostrar nuestra determinación” [3]. Se vive el mismo clima, en el local sindical de la estación Montparnasse en Paris, en la cual con 110 votos a favor, 4 abstenciones y nadie en contra se votó este miércoles la continuidad de la huelga. “Un centenar de votantes, más que la víspera, pero nada para que uno se exalte tampoco, dice el periodista. Un tipo experimentado pone cara fea: ‘Todavía tenemos margen. En el ‘95 en las asambleas acá había 200 personas’. Esta mañana igual había ‘caras nuevas’. Algunas, no sindicalizadas. Señal, para una trabajadora ferroviaria que ‘la cosa empieza a cuajarse, hay menos resignación porque la gente comienza a comprender la enormidad que es la reforma, y a comprender que es ahora que hay que jugarse’” [4].
Localmente la vanguardia se está organizando para decidir qué tipo de acciones adoptar para proseguir con las huelgas. En aquellos sectores en los cuales nacionalmente las direcciones sindicales llaman a seguir con el paro, la huelga prosigue. Es el caso por ejemplo de las estaciones ferroviarias de la capital en las cuales los trabajadores unánimemente votaron a favor del paro indefinido en las asambleas de la mañana. Donde las burocracias no llaman a seguir con el paro, los sectores más combativos se organizan y votan huelgas prolongadas: es el caso por ejemplo de los docentes secundarios en la región parisina.
La burocracia sindical principal obstáculo para frenar la reforma y derrotar a Sarkozy
Está claro que la batalla se ha convertido en las últimas semanas en un combate político. La rabia va más allá de lo que expresa sólo la contra-reforma de las jubilaciones: hay un anti-sarkozysmo creciente, las consecuencias de la crisis que se hacen sentir más y más en el sector privado, las tensiones derivadas de una serie de reformas del Estado, tales como la del hospital, se hacen sentir, por no repetir la ya dicho en la cólera de los secundarios.
Frente a esta situación y la presión de la base, la burocracia sindical ha hecho lo imposible para seguir controlando el movimiento llamando a jornadas de acción cada vez más inmediatas, como acciones de presión, como la nueva jornada del sábado 16 (es decir, dos en una semana, y posiblemente decidan otra el jueves 14 cuando se reúnan de nuevo, lo que muestra la bronca existente), movimiento in extremis para lograr alguna salida al conflicto -por su parte cada vez más difícil y complicada- que les permita salvar la cara después de tanta lucha. Pero estas direcciones, no sólo la CFDT sino también la CGT, que deja por ahora correr la huelga a nivel sectorial para no chocar abiertamente con la base, son enemigas de la radicalización del conflicto y no hacen nada para desarrollarlo y sostenerlo a nivel nacional, aprovechando a su vez el miedo a la pérdida salarial en el sector privado -tanto en las grandes empresas industriales como en las Pymes- frente a una dirección que no quiere ir a un combate decisivo, miedo a su vez que ellas inculcan para evitar la radicalización. De hecho, estas direcciones juegan objetivamente (¿y subjetivamente?) a favor de un recambio presidencial en 2012. Si un gobierno no cambia frente a semejante reclamo de masas hay que buscar una salida política... pero por las urnas!!!, dirán los popes sindicales después que la reforma pase, eso sí con un enorme desgaste de Sarkozy.
Mientras tanto, las tendencias a la radicalización encuentran a un gobierno duro que no va a ceder fácilmente y carecen por ahora de la más mínima dirección alternativa que pueda sostener un enfrentamiento global con el gobierno. Por ahora esta es la gran debilidad del movimiento, que ni siquiera cuenta con una dirección embrionaria como la que tuvo el movimiento anti-CPE, a través de la Coordinación Nacional, que reunía a los delegados de todas las asambleas y que sostuvo la pelea por el retiro de la ley.
En conclusión, la situación está evolucionando rápidamente y los próximos días serán decisivos. Es evidente que hay un salto del movimiento social, cuya perspectiva frente a la ausencia de dirección aun es incierta. Sin embargo, los riesgos de radicalización están bien presentes, cuestión que teme el Partido Socialista, quien a través de Ségolène Royale ahora pide desesperadamente la suspensión de la reforma acusando al gobierno de ser responsable de lo que pase en la calle los próximos días. La situación permanece abierta.
|