El 3 y 4 de diciembre la presidenta CFK encabezó la Cumbre Iberoamericana número 20 en la ciudad feliz, cuya temática central planteada por el secretario general Enrique Iglesias era formalmente “la educación como forma de mejorar la competitividad de los países iberoamericanos”. Una vez más, la retórica social fue la excusa para mostrar consenso en un encuentro donde el principal acuerdo es la continuidad de la subordinación de América Latina al imperialismo norteamericano y europeo, que por estas horas enfrentan situaciones domésticas complejas ante la crisis.
Los cada vez menos novedosos “faltazos”
La cumbre que agrupa a 22 países de idioma español y portugués , tuvo importantes ausencias (además del excluido hondureño Porfirio Lobo). Como la anterior versión realizada el 2009 en Estoril (Portugal), el encuentro no contó con la presencia presidentes importantes del Bloque Bolivariano (ALBA) incluyendo a Chávez, Evo, Ortega y Raúl Castro. Si el año pasado estos faltazos se daban en el marco de la controversia alrededor de la situación hondureña y la candente tensión entre Venezuela y Colombia, ahora parecieran responder más bien a la voluntad de evitar mayores fricciones.
Sin embargo, la ausencia del presidente del Estado español Zapatero, primera en la historia de estas cumbres, fue la más significativa, ya que mientras el Rey Borbón hablaba cínicamente de educación universal y de calidad, firmaba el decreto imponiendo el estado de alarma que militarizó los aeropuertos para frenar la huelga de controladores aéreos españoles, y Zapatero anunciaba un durísimo ajuste que permitirá a la burguesía española descargar su crisis en las espaldas del pueblo trabajador (ver declaración).
Compromiso para no molestar a los norteamericanos
El principal punto de controversia fue la defensa que hizo el presidente ecuatoriano Rafael Correa de la necesidad de plantear explícitamente un repudio a la diplomacia norteamericana ante el escándalo de filtraciones Wikileaks (ver nota aparte y análisis en LVO 403), por el carácter ofensivo y divisionista de sus métodos y contenido. Estos días se dio a conocer entre los cables las enconadas presiones de la diplomacia norteamericana sobre los países latinoamericanos para aislar y poner límites a los gobiernos "díscolos" como Chávez o Evo Morales.
A pesar de lo escandaloso de los trascendidos, la controversia fue zanjada por la novedosa mancomunidad entre los presidentes más cercanos a los intereses norteamericanos (Chile, México, Colombia), el “díscolo pero equilibrado” Lula da Silva de Brasil, y nuestra anfitriona Cristina, que en el marco del giro a la derecha de su gobierno (ver editorial), esta vez prefirió librar a su suerte al caballero solitario Correa. Es que el presidente ecuatoriano sigue su cruzada retórica por capitalizar en su país el rechazo a la asonada policial sufrida recientemente – calificada como “intento de golpe” de la ultraderecha – en el marco del giro represivo de su gobierno hacia las luchas populares que se vienen desarrollando en Ecuador.
Resultados
Esta vez no hubo planteos por cuestiones que en el pasado suscitaron los más encendidos discursos. Ninguna referencia al sistemático avance militar norteamericano en la región (IV flota, bases militares en Colombia, el régimen golpista en Honduras, logística militar en Costa Rica). Esto muestra el consenso que hay en no generar nuevos frentes al decadente imperialismo norteamericano dirigido por el alicaído Obama, tras la dura derrota legislativa sufrida por su partido, el Demócrata, las dificultades de la economía nacional, los escándalos diplomáticos, el empantanamiento militar en Afganistán, la guerra monetaria con China, además de los históricos conflictos latentes como el de la península coreana, entre otros. En cuanto a Malvinas, nada más que una trillada exhortación a la negociación.
Tampoco hubo cuestionamientos hacia el imperialismo ibérico. El faltazo de Zapatero evitó cualquier exposición ante la lluvia de denuncias de negociados entre la administración K y las expoliadoras empresas españolas.
Como hemos denunciado en ocasión de anteriores cumbres, nada podemos esperar los trabajadores, campesinos y jóvenes de América Latina de estos encuentros, donde los entreguistas gobiernos del continente se reúnen con los imperialistas para garantizar los negocios capitalistas. Es la unidad de las filas de la clase obrera latinoamericana la única que puede dar respuesta a las necesidades y flagelos de nuestro continente.
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