¡ABAJO EL PLAN DE INTERVENCIÓN MILITAR DE LOS IMPERIALISTAS Y DE SUS SECUACES (ONU, CEDEAO...)!
¡APOYO A LA RESISTENCIA DE LOS TRABAJADORES Y DE TODAS Y TODOS QUE RECHAZAN LA INGERENCIA EXTRANJERA: POR LA DERROTA DE LOS IMPERIALISTAS, EMPEZANDO POR FRANCIA!
Cerca de 200 muertos: ese es el terrible balance, desgraciadamente provisorio, de los enfrentamientos que siguieron a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el 28 de Noviembre. Ese día, Alassane Ouattara fue proclamado vencedor por una comisión electoral que se pretendía independiente, pero de hecho concebida para su causa y sostenida por la llamada “comunidad internacional”, mientras que el Consejo Constitucional, daba confianza a Gbagbo y proclamaba el triunfo de este último. Desde entonces, ambos se hacen llamar presidentes oficiales. Pero Ouattara, aunque es apoyado por la ONU y las principales potencias imperialistas como Francia y Estados Unidos, está encerrado en un hotel de lujo en Abidján. Para retomar el control y tratar de instalarse en el poder, lanzó la consigna de huelga general y una jornada de desobediencia civil que terminaron en grandes fracasos, ya que el pueblo de Costa de Marfil no respondió. Ouattara intenta, por todos los medios, asentar la legitimidad que afirma salió de las urnas, lo que avalaron los observadores internacionales a pesar del fraude masivo en su favor según denunciaron numerosos testigos. Mientras que los dos pretendientes al poder llaman a combatir al otro por medio de la fuerza, una parte de la población, empujada por el miedo y la miseria, huye del país. Una intervención militar piloteada por los imperialismos occidentales bajo la cobertura de la CEDEAO (Comunidad de Estados de África del Oeste) es inminente, con el objetivo de derrocar a Gbagbo y reemplazarlo por Ouattara y finalmente aumentar todavía más su tutela sobre este país semi-colonial ya arrasado por ocho años de guerra civil abierta u oculta.
Ouattara es un agente stipendié del imperialismo norteamericano, Gbagbo un dictador racista que durante mucho tiempo sirvió a los intereses de Francia antes de que ésta lo abandonara
Esta situación de violentas tensiones es, de hecho, el paroxismo de una crisis abierta por el golpe de Estado fallido que intentó derrocar a Gbagbo en septiembre de 2002. A partir de este episodio, el país está dividido en dos, el norte controlado por las “Nuevas Fuerzas” que responden a Ouattara y el Sur por las fuerzas oficiales bajo las órdenes de Gbagbo. Los imperialistas han intentado sostener una política de “reconciliación nacional”, imponiendo la presencia de ministros de la oposición y de la rebelión en el seno del gobierno de Gbagbo, siguiendo los pasos de los Acuerdos de Marcoussis firmados en enero de 2003 bajo la égida de Francia. Pero estas tentativas fueron derrotadas, ya que Gbagbo no hizo más que obedecer en forma parcial a las exigencias siempre mayores del imperialismo en Costa de Marfil. Desde entonces prevaleció el empleo de la fuerza, con la operación “Licorne” –el envío de 4.000 soldados franceses– que no dudaron en disparar sobre los manifestantes que protestaban contra su presencia. Es para poner fin a esta situación que obstaculiza la seguridad de los “residentes” occidentales y el botín que se reparten, que los imperialistas llegaron a ponerse de acuerdo para poner fin al reino de Gbagbo.
No sorprende que la “comunidad internacional” apoye a Alassane Ouattara. Es un liso y llano producto de los Estados Unidos donde realizó sus estudios de economía. Más tarde, Ouattara dio pruebas de su perfecta sumisión a las exigencias del capitalismo más desenfrenado. Luego de haber sido presidente del Banco Central de África del Oeste, ejerció la función de Primer Ministro de Costa de Marfil entre 1990 y 1993. Aquí cumplió perfectamente el rol de representante de un capitalismo ultraliberal, privatizando y hundiendo a la población de Costa de Marfil en una pobreza exacerbada. De la misma manera, cumplió con la institución que lleva a los pueblos a la miseria desde hace varias décadas, el Fondo Monetario Internacional y sus planes de ajuste estructural, del que fue un alto funcionario durante varios años, incluso llegando al puesto de director general adjunto.
Laurent Gbagbo, que viene de un medio más modesto que el de su rival, realizó una parte de sus estudios en Francia y luego fue profesor de historia, sindicalista activo, opositor al régimen dictatorial de Houphouët Boigny que reinó en el país desde 1960 hasta su muerte en 1993. Gbagbo además fue condenado en repetidas ocasiones y encarcelado en la década de 1970 y de 1990, cuando Ouattara era Primer Ministro. En el transcurso de los años ‘80 fundó el Frente Popular de Costa de Marfil, afiliado a la mal llamada “Internacional Socialista” de la cual es miembro el PS francés; tejió lazos en el ambiente de Mitterrand, lo que explica el apoyo que le dieron Jack Lang ou Henri Emmanuelli hasta el escrutinio e incluso hoy Roland Dumas. Sin embargo, de hecho los lazos con el PS se distendieron desde hace algunos años, de hecho después de que Gbagbo cuestionó la primacía del imperialismo francés y sus injerencias permanentes, sobre todo tomando la iniciativa de los golpes de fuerza militares contra las tropas francesas o fomentando las manifestaciones anti-francesas. Esto no hace de él un nacionalista anti-imperialista. Gbagbo jamás ha cuestionado los intereses de los grandes capitalistas franceses presentes en su país, los Bouygues, Bolloré y sus copartícipes. Por el contrario, buscó diversificar los puntos de apoyo, acogiendo las inversiones norteamericanas y favoreciendo la implantación de las firmas norteamericanas, así como también la llegada de capitales chinos.
La mayor crisis por la que atraviesa hoy Costa de Marfil (que opone un Estado semi-colonial a las principales potencias imperialistas) es una consecuencia histórica luego de toda una serie de enfrentamientos entre las fracciones de la burguesía compradora, cada una apoyada por potencias imperialistas. Porque Costa de Marfil, a pesar de la pobreza de la aplastante mayoría de su población, es rica por sus materias primas: café, cacao, madera, petróleo off shore... Sufre directamente el yugo del neocolonialismo y de la opresión típica de la “Francáfrica”. Es así como los capitalistas franceses pudieron robar, a lo largo de los años 1990 y 2000, los jugosos mercados que engendró la privatización masiva de todos los sectores clave: agua, electricidad, transportes... Además, las casi 500 PYME francesas presentes en Costa de Marfil son la consecuencia del imperialismo francés más rapaz que maneja los principales recursos económicos del país: Bolloré controla, entre otros, los transportes ferroviarios y las actividades portuarias, Bouygues los sectores del agua y de la electricidad, Vinci numerosas obras de construcción, entre las que se encuentra el Palacio Presidencial. Para proteger su dominio neo-colonial desde la independencia oficial de Costa de Marfil en 1960, Francia envió, además de sus policías secretos y las redes de mercenarios, tropas que se mantienen desde hace años –hoy, cerca de 1.000 soldados franceses ocupan el país, a los que se sumaron centenas de cascos azules.
Pero el imperialismo francés ya no está solo para acaparar las riquezas de Costa de Marfil. El capitalismo de los Estados Unidos también se instaló allí, vía ciertas firmas como Umic en el sector del petróleo off shore o Philip Brothers en el sector del cacao; las Sociedades norteamericanas Ocean Energy y Ranger Oil saben bien monopolizar las inversiones petroleras y de gas. China también está cada vez más presente, en particular en los sectores de la construcción automotriz, de la industria portuaria, de las construcciones terrestres y el sector hidroeléctrico, de las refinerías y de la telefonía. Son, simbólicamente, empresas chinas las que construyeron el Hotel de los Diputados en Yamoussoukro. China multiplicó los gestos de cooperación intensiva, por ejemplo anulando el 40% de la deuda bilateral de Costa de Marfil.
Esta situación de competencia directa de China puede explicar el hecho de que Francia le haya soltado la mano a Gbagbo hace algunos años y se haya realineado con el candidato apoyado desde hace tiempo por los Estados Unidos, Alassane Ouattara. Los telegramas de la diplomacia norteamericana revelados por Wikileaks lo ilustran muy bien: “El reflejo de suspicacia (de los franceses) respecto a la competencia norteamericana en África disminuyó particularmente a medida que la presencia y la influencia de China aumentaron”, exponen los diplomáticos norteamericanos, quienes continúan: “Esta nueva política puede dar a los Estados Unidos la posibilidad de extender su influencia en África sin encontrar resistencia (de parte de los franceses)”. Ya lo sabemos, Sarkozy pretende ser el presidente francés más pro-norteamericano que jamás haya existido. Proclamó querer romper con la política exclusiva de “Francáfrica”, para ligar de mejor manera los intereses franceses a los de los Estados Unidos, a través de una cooperación nueva, y así contra-balancear la creciente influencia de China en África. En cambio, todos los comunicados oficiales chinos desde fines de noviembre se destacan por su intención de no favorecer explícitamente a ninguno de los dos pretendientes, proponiendo “tratar, de manera apropiada, las discrepancias y las negociaciones con el objetivo de concretar la reconciliación política y de salvaguardar la paz y la estabilidad de Costa de Marfil”, como lo indicó el 30 de diciembre el vocero del Ministerio chino de Relaciones Exteriores, Jiang Yu. La posición china termina en realidad no rechazando a Gbagbo, contrariamente al resto de la “comunidad internacional”.
Lo vemos, no hay ninguna ilusión que mantener respecto de Laurent Gbagbo, que se limita a poner en juego distintas cartas imperialistas más que una sola como prevalecía antes que él. Este hecho, no satisfizo ni a Francia, ni a los Estados Unidos, cuestionando parcialmente los intereses franceses, pero sin vender verdaderamente el país a los Estados Unidos. Como Saddam Hussein en los años 1980, creyó poder jugar con los intereses divergentes de los imperialismos, pero no logró más que unirlos contra él. Dictador entre todos los que apoyan a los imperialistas, ha perpetuado el empobrecimiento de su pueblo, congelando los salarios desde hace diez años mientras los precios de los productos alimentarios se van por las nubes. También llevó adelante el desmantelamiento de la escuela, de la salud, de los servicios sociales y de todos los sectores vitales. También intentó dividir a los trabajadores de Costa de Marfil para gobernar mejor, promoviendo la política étnica y xenófoba de “blanco como el marfil” que había ideado su antecesor Henri Konan Bédié. Esta política le había permitido eliminar de la competencia electoral, en 2000, a su contrincante Alassane Ouattara y ser elegido presidente. Es esta política sobre todo la que fomenta las discriminaciones respecto de los trabajadores inmigrantes venidos principalmente de Malí y de Burkina-Faso. Gbagbo, a semejanza de sus cómplices en el poder fuera de África, también persiguió y reprimió despiadadamente a sus opositores, como lo demuestra entre otros ejemplos el asesinato de Habib Dodo, militante del Partido Comunista Revolucionario de Costa de Marfil en 2004.
¡Corresponde al pueblo de Costa de Marfil, y sólo a él, decidir su destino! ¡Esto pasa por la movilización revolucionaria de los trabajadores, imponiendo la expropiación de las multinacionales imperialistas, la destrucción del Estado burgués semi-colonial, un gobierno de los propios trabajadores!
Los trabajadores de Costa de Marfil no tienen beneficio alguno en sostener a ninguno de los dos pretendientes al poder; ninguno de los dos ha dejado de oprimirlos y explotarlos. Representan solamente dos clanes corruptos reflejando ellos mismos los intereses de los capitalistas extranjeros. Los trabajadores de Costa de Marfil se negaron a dar curso a la consigna de huelga general de Ouattara, concientes que ésta serviría sólo a los intereses de (la burguesía –NdelT) compradora. Además, los observadores estiman que los “Jóvenes patriotas” de Gbagbo tienen menos apoyo popular que en 2004, cuando habían cuestionado algunos intereses franceses enfrentándose a algunas empresas o residentes, en el marco de una operación formalmente anti-imperialista, demagógica en realidad, de Gbagbo.
Los trabajadores y el pueblo de Costa de Marfil no podrán luchar realmente contra el imperialismo y auto-determinarse, si no es a través de la expropiación de las multinacionales capitalistas que los explotan y expolian su país, a través de la expulsión de las tropas francesas y de la ONU, la liquidación de las instituciones podridas del Estado semi-colonial; en una palabra, a través de una movilización revolucionaria independiente que los lleve a un gobierno de los trabajadores. En la dramática situación política en que se encuentran, es la única salida conforme a sus intereses.
Siempre trabajando para preparar esta movilización a partir de la lucha de clases, hay que impedir inmediatamente la ofensiva imperialista que se prepara con el objetivo de someter y explotar todavía más al pueblo de Costa de Marfil. De ahora en adelante, las fuerzas imperialistas patrullan y disparan sobre los habitantes de Costa de Marfil que exigen su partida. Evidentemente, se trata de una agresión de las principales potencias imperialistas contra un país semi-colonial, bajo el pretexto de la “democracia”, mientras que hubo fraude en las elecciones de ambas partes. Los trabajadores y los oprimidos tendrán que combatir y vencer esta ofensiva a través de un frente de todas las fuerzas que participen en la resistencia para golpear todos juntos a las tropas imperialistas y sus secuaces. De ahora en adelante, nosotros estamos del lado de los habitantes de Costa de Marfil que se oponen hoy en día, puntualmente, a las tropas imperialistas. La unidad de acción contra el imperialismo supone la negación absoluta de toda división entre los trabajadores de Costa de Marfil e inmigrantes o sobre bases étnicas: alimentada desde hace años por Gbagbo, estas divisiones internas constituyen uno de los más graves peligros para la resistencia legítima y necesaria de este pueblo oprimido. Pero al mismo tiempo, la clase obrera deberá mantener toda su independencia y deberá desarrollar la lucha de clases contra los patrones, ya sean imperialistas o de Costa de Marfil, en forma incondicional y sobre la base de un programa anticapitalista revolucionario y de frente único obrero.
En cuanto a nosotros, trabajadores y militantes del movimiento obrero francés, podremos manifestar nuestra solidaridad activa con los trabajadores y la población de Costa de Marfil si combatimos con la más grande determinación a nuestro propio imperialismo y los gobiernos sucesivos que le sirven, comenzando por el “nuestro” y su representante Sarkozy. En el caso de un conflicto entre el imperialismo que se dice “democrático” y un Estado semi-colonial, nosotros no nos mantenemos neutrales: estamos incondicionalmente por la derrota del imperialismo. Por una parte, la autodeterminación del pueblo de Costa de Marfil no es posible con el revolver en la cabeza, como lo demuestra perfectamente el ejemplo de Irak donde los imperialistas no aportaron nada a la democracia, aunque sí aportaron al caos. Por otra parte, toda derrota del imperialismo es una victoria para la clase obrera mundial y los pueblos oprimidos, facilitando su movilización.
• ¡Abajo el proyecto de intervención militar de los imperialistas y sus secuaces (ONU, CEDEAO...)! ¡Apoyo a la resistencia de los trabajadores y del pueblo de Costa de Marfil! ¡Por la derrota de los imperialistas empezando por Francia!
• ¡Fuera las tropas francesas y de la ONU de Costa de Marfil! ¡Ninguna ilusión en la ONU, que es sólo una cobertura de los intereses imperialistas en los países semi-coloniales!
• ¡Abajo la “Francáfrica” y el neocolonialismo! ¡Anulación de la deuda que mantiene a los pueblos de África bajo la tutela imperialista! ¡Alto al saqueo de las riquezas por los imperialistas!
• ¡Regularización de los sin-papeles de Costa de Marfil y de todos los demás!
París, 8 de enero de 2011
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Sitio web del CTR: http://collectiftrnpa.wordpress.com
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