Después de la masacre de Qana y tres semanas de bombardeos aéreos y operaciones terrestres limitadas en el sur del Líbano, el lunes a la noche, el Departamento de Estado de Estados Unidos anunció un pseudo cese del fuego aéreo. El objetivo fue ganar tiempo frente a la a conmoción internacional que causó la muerte de 54 civiles (37 de ellos niños), y relanzarse en su ofensiva terrestre más importante en lo que va de la guerra. No sólo ha penetrado en el sur del Líbano sino que centenares de paracaidistas cayeron en la frontera con Siria, al noroeste del país. Israel aspira a ganar terreno, hacer que Hezbollah retroceda hasta el norte del río Litani y que, luego, una “fuerza de interposición” le garantice estas posiciones.
Esta operación estratégica y de gran escala busca revertir la relación de fuerzas, en la cual, a pesar de su enorme superioridad militar, Israel aún no ha logrado alcanzar sus objetivos: fracasó su plan en base a bombardeos para lograr detener los ataques misilísticos de Hezbollah sobre las ciudades del norte de Israel que, incluso, se han intensificado. Israel redobla la ofensiva porque se estaba deteriorando la capacidad de disuasión del Estado sionista y su imagen de invulnerabilidad, uno de los pilares -junto al apoyo del imperialismo norteamericano- de su capacidad de supervivencia. Al mismo tiempo, se viene fortaleciendo Hezbollah como representante de la causa nacional libanesa y con un enorme impacto en las masas árabes, sunitas y chiítas, del conjunto de Medio Oriente . Este último elemento, obligó a muchos países árabes como Egipto, Jordania y Arabia Saudita a cambiar su posición pública inicial -de dar rienda suelta a los objetivos de Israel de debilitar a Hezbollah- que pasaron a condenar la destrucción salvaje y deliberada del Líbano por parte de Israel. Estos gobiernos están preocupados porque la creciente agitación interna en sus territorios no se vuelva contra ellos, que son vistos por las masas de la región como cipayos de EE.UU. y de su gendarme regional, el estado sionista. Ninguno de estos dos elementos puede ser tolerado por Israel ya que afectan cualitativamente su seguridad como Estado terrorista frente a las masas y Estados árabes.
Una nueva fase de la guerra
La guerra del Líbano está entrando en una nueva fase. Israel necesita terminar la guerra con una reducción de la capacidad operativa militar de Hezbollah. Esto no significa destrozarlo como fuerza política, pero sí limitar su fuerza militar y el rol que esta juega en el entramado político y de seguridad del Líbano. Al mismo tiempo, necesita lograr este objetivo en un tiempo y con un costo en bajas que no le permita a Hezbollah reclamar la victoria, independientemente de las consecuencias para sus propias fuerzas. Por su parte, las fuerzas de Hezbollah, según distintas informaciones, se encontrarían dispersas y atalonadas en túneles y búnkeres y con pertrechos para largos períodos de combate. De esta manera, y frente a la enorme asimetría militar, buscarían resistir desde estas posiciones fortificadas a los embates de la artillería y aviación israelí y obligarlos a un combate cuerpo a cuerpo costoso en tiempo y bajas para el ejército israelí. En otras palabras, Hezbollah parecería querer forzar a Israel a entablar combates “casa por casa”, que favorezcan las acciones de guerrilla dañando a las Fuerzas de Defensa del Estado sionista, de manera que este se vea obligado a aceptar un compromiso. Si no lo logra, igualmente se juega a una victoria política en donde quede como la única fuerza árabe que obligó al ejército sionista a una lucha de desgaste. El gran interrogante no es sólo cuán bien preparados están los combatientes de Hezbollah, cuál es el estado y moral de sus fuerzas después de tres semanas de bombardeos constantes. Además, es clave si el repudio a las masacres perpetradas por el Estado sionista harán que el movimiento de masas intervenga en una forma superior a la que lo ha hecho hasta el momento. Los próximos días empezarán a despejar estas preguntas.
El tiempo corre en contra de los objetivos reaccionarios del Estado sionista
Los sufrimientos inauditos que están soportando las masas libanesas, los permanentes padecimientos de las masas palestinas - en donde se mantiene la invasión sobre Gaza que ya se cobró la vida de más de 150 personas-, están provocando un salto en el odio de las masas árabes contra el Estado sionista y un creciente repudio en el mundo entero. Un reflejo de esto es que el Ayatolá Ali al-Sistani -el líder espiritual chiíta-, la pieza clave que aún sostiene un equilibrio cada vez más delgado entre las fuerzas de ocupación norteamericanas y un total descalabro en Irak, quien dijo que los musulmanes no van a perdonar a todos aquellos que bloquean un cese del fuego en el Líbano, donde Israel ha transformado las zonas chiítas en una muestra de devastación y fuego.
La masacre de Qana puede convertirse en un punto de inflexión. Decenas de miles salieron a la calle a demostrar su repudio en Bruselas (Bélgica), en la Plaza Trafalgar de Londres miles denunciaron el apoyo de Blair a la agresión israelí, en Paris centenares hicieron un minuto de silencio en memoria de las victimas de Qana. En Medio Oriente las protestas se multiplicaron. En El Cairo (Egipto), unos mil manifestantes cantaron eslóganes contra EE.UU. en una plaza a pesar de estar rodeados por la policía. En Amman (Jordania) más de mil marcharon a las oficinas de la ONU, gritando “Muerte a Israel” y “Abajo, abajo los EE.UU.”. Docenas de chiítas tomaron las calles en varias provincias del este de Arabia Saudita, desafiando la prohibición de protestas públicas en el reino. Centenares de mujeres protestaron en la capital Siria, Damasco, algunas llevando pequeños ataúdes simbolizando los chicos muertos. En la ciudad de Kuwait, centenares se juntaron afuera de la embajada norteamericana exigiendo su cierre en protesta del apoyo de Washington a Israel. En la ciudad de Gaza, los palestinos atacaron los centros de la ONU hasta que el presidente Mahmoud Abbas ordenara a la Guardia Presidencial y a la policía dispersar la protesta. Hasta en el ocupado Irak, los manifestantes marcharon por Sadr City en Bagdad, portando ataúdes denominados “Naciones Unidas ” y “Gobiernos Árabes”. También en Israel se dieron movilizaciones acusando al gobierno de “crímenes de guerra”. Por realizar esta denuncia incluso fue expulsado del Knesset (parlamento israelí) un diputado árabe.
Hasta ahora Estados Unidos ha bloqueado todo intento de cese del fuego antes de que se logre un “sustentable” equilibrio de fuerzas en el Líbano, lo que para ellos significa -después de que Israel haya hecho lo esencial del trabajo sucio- el desarme de Hezbollah, ya sea por el ejército del Líbano o entre éste y una fuerza de interposición bajo la bandera de ONU o de la OTAN. Por ello la escandalosa sesión de la ONU en Nueva York, donde los Estados Unidos bloquearon cualquier condena a Israel por el despiadado bombardeo a Qana (ver recuadro). Sin embargo, la presión internacional sobre la administración Bush, de sus aliados europeos y árabes, puede convertirse en intolerable sobre todo si el ejército de Israel no actúa con la celeridad y eficacia en el campo de batalla que su “patrón” le ordena y desea. El correr del tiempo va en contra de los objetivos de Israel después de que dilapidara el enorme respaldo que gozó de todos los países imperialistas y de las burguesías reaccionarias árabes al inicio de esta confrontación.
El cinismo de la ONU
Después de la masacre de Qana, el Consejo general integrado por 15 naciones se reunió en forma urgente a pedido del secretario general de la ONU Kofi Annan y el primer ministro libanés, Fouad Siniora, para considerar una declaración propuesta por Qatar, denominando al ataque como “deliberado” y demandando un cese del fuego. Pero los Estados Unidos insistieron que la declaración debía ser alterada, en línea con su posición, esto es que “lamenta fuertemente la pérdida de estas inocentes vidas y la matanza de todos los civiles en este conflicto” y “ subraya la urgencia de asegurar un duradero, permanente y sostenible cese del fuego”. Por contraste, más tarde, el Consejo de Seguridad con 14 votos contra 1 aprobó una resolución apoyada por los EE.UU. amenazando con sanciones contra Irán después del 31 de agosto si no detenía el enriquecimiento de uranio y abría su programa nuclear a inspecciones internacionales. Mientras que la letra de la resolución, negociada por los cinco miembros permanentes-EE.UU., Gran Bretaña, Francia, China y Rusia- así como también Alemania, no impone sanciones inmediatas, John Bolton, el embajador norteamericano a la ONU, celebró el resultado.
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