El Consejo de Derechos Humanos de la ONU resolvió el 1/3 suspender a Libia por la represión emprendida por el régimen de Muammar Kadafi. Esta resolución llegó después de los pedidos de Estados Unidos de crear una zona de exclusión aérea (como le sugirió Obama al Secretario General de la ONU, Ban ki-moon).
Luego de la salida de los funcionarios norteamericanos de Libia, el gobierno de Obama endureció su discurso, pidiendo directamente la salida de Kadafi. La secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, denunció –con un cinismo increíble–: “han empleado armamento pesado contra civiles. Se ha lanzado a mercenarios y matones contra los manifestantes”. Esto parece un chiste de mal gusto en boca de la secretaria de Estado del país que asesinó miles de personas -no se conoce el número- en Irak y que bombardea aldeas en la frontera entre Afganistán y Pakistán, donde incluso existen denuncias de uso de fósforo blanco contra la población. El sábado 26/2 el Consejo de Seguridad votó un paquete de sanciones, que incluye el embargo de armas, la prohibición de salir del país para Kadafi y su familia, y el congelamiento de los activos de la familia en Estados Unidos (30.000 millones de dólares). Las medidas ya fueron aplicadas por Estados Unidos y la Unión Europea se comprometió a hacerlo (aunque ya aclaró que no bloqueará la importación de petróleo). Mientras tanto, ya se discute entre los distintos gobiernos imperialistas la posibilidad de una intervención.
No a la intervención imperialista
En los últimos días se empezaron a barajar diferentes posibilidades: desde una “zona de exclusión aérea”, pasando por el “armamento de los rebeldes” hasta una intervención militar directa. Con la excusa “humanitaria”, Estados Unidos ya ha movilizado dos buques de guerra a las costas de Libia y de esta forma se prepara para actuar en el momento que considere necesario. Antes incluso de la votación en el Consejo de Derechos Humanos, el gobierno de Obama ya venía actuando para motorizar algún tipo de intervención, con el apoyo de la ONU y en nombre de poner fin a la represión de Kadafi. Aunque presiona por una política activa sobre Libia, la realidad es que Estados Unidos no tiene la legitimidad política necesaria para intervenir militarmente, incluso en nombre de los opositores a Kadafi.
El propio gobierno de Gran Bretaña se preguntaba si sería una buena empresa repetir la alianza sin condiciones que los llevó a Irak y Afganistán bajo el comando de EEUU: “es un camino complicado que los gobiernos en Washington y Londres deberán pensar muy seriamente antes de embarcarse en él” (BBC, 1/3). Por su parte, Francia mediante su ministro de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, dijo que “se pueden estudiar diferentes opciones” y aclaró que no apoyará ninguna operación militar sin mandato de la ONU. Esto último parece sumamente difícil ya que Rusia anunció que vetaría cualquier resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que implique una “zona de exclusión aérea”. Es que la creación de esta zona tiene como premisa la destrucción de la defensa antiaérea de Kadafi, como lo reconoció el general James Mattis (comando de EEUU en la región), lo que implica una intervención militar en el país. Esto descarta de plano la utópica declaración de la Liga Árabe (reunida el 2/3) de que apoyaría una “zona de exclusión aérea” aunque no una intervención militar.
Divisiones internas
En la última semana, los opositores a Kadafi, que venían estando concentrados en el Este del país (ver La Verdad Obrera N° 415), ganaron el control de nuevas ciudades cercanas a Trípoli (la capital controlada por Kadafi).
En Bengazi, la segunda ciudad más importante del país, donde el proceso insurreccional arrebató el control local, y el Ejército y las fuerzas de seguridad (que ya eran opositoras a Kadafi por las divisiones tribales) se pasaron en masa a la oposición, sectores del Ejército llamaron a la calma y empezaron a recuperar las armas en manos de la población. El sábado 26/2 el ex ministro de Justicia de Kadafi, hoy en la oposición, anunció en un mensaje televisado que formaría un “gobierno interino” en Bengazi, pero el vocero de la “Coalición Revolucionaria 17 de Febrero”, Hafiz Ghoga, aclaró que se trataba de la posición personal del ex ministro y llamó a conformar el “Consejo Nacional de Libia”, aunque Occidente presiona por la unificación de la oposición.
Por el momento las características del gobierno en Beganzi son las de un gobierno policlasista, que integra elementos tanto civiles como militares que defeccionaron del régimen de Kadafi. Hasta ahora no se proponían avanzar sobre Trípoli sino esperar que la rebelión se extienda sobre la capital hasta acabar con Kadafi, que ya había perdido el control de la mayoría del país (incluso algunos analistas hablan de contacto y negociación permanente entre los militares del Este y el Oeste). Al cierre de esta edición, Kadafi había intentado una contraofensiva, avanzando sobre algunas ciudades petroleras, como Brega a 800 km de Trípoli. Aunque la información de los medios es confusa, ya que está cruzada por la fuerte campaña imperialista pro intervención, el régimen de Kadafi parece haber sido derrotado por las fuerzas opositoras a su régimen.
Tras los ataques sobre Brega el “Consejo Nacional” de Bengazi declaró que se opone a “la presencia de cualquier fuerza extranjera en suelo libio”, aunque pidió “ataques específicos contra los bastiones de estos mercenarios [los enviados por Kadafi]”. Esta medida parece difícil de cumplir ya que como aclaró el responsable militar de EEUU en la región es imposible atacar a los mercenarios de Kadafi sin intervenir militarmente, lo que podría, por otro lado, avivar el sentimiento antinorteamericano. Por ejemplo, en el centro de Bengazi un enorme cartel colgado desde un edificio dice “No a la intervención extrajera. El pueblo libio puede resolverlo solo”; y hasta el propio Kadafi insinuó que de intervenir fuerzas extranjeras, Libia se convertiría en “otro Vietman” (Reuters, 3/3).
Por si faltaran pruebas de los intereses estratégicos que se juegan para Estados Unidos en la región –y no la defensa de la democracia y los derechos humanos- bastan las palabras de Hillary Clinton: “Toda la región está cambiando y será esencial una respuesta fuerte y estratégica estadounidense”.
Por otro lado, el principal interés de la Unión Europea, que recibe el 80% del petróleo libio, es garantizar sus inversiones y el flujo de crudo hacia sus países. El aumento del precio del petróleo ya ha alcanzado su tope máximo de los últimos 2 años y medio (Reuters, 3/3) por temor a que se extienda la rebelión a los países de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). El saqueo petrolero por parte de los países imperialistas hace que la demanda de la nacionalización del petróleo, sin indemnización y bajo control de sus trabajadores se transforme en una de las principales banderas en el camino de la lucha por terminar con la expoliación y el yugo imperialista.
Las masas que se han levantado contra Kadafi no pueden esperar nada bueno de la intervención del imperialismo que, como bien saben los pueblos del mundo árabe, ha apoyado y aun apoya a las dictaduras y monarquías del Norte de África y Medio Oriente. Al contrario, solo la unidad con los pueblos de la región fortalecerá la lucha del pueblo libio por terminar con el régimen de Kadafi.
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