El 25/2/11 el Consejo de Ministros (máximo órgano de gobierno) presidido por Raúl Castro decidió “ajustar el cronograma” de la ola de despidos masivos anunciada el año pasado. La misma constaba de una primera tanda de 500.000 hasta marzo de 2011 y un total de 1.500.000 hasta 2013.
Este duro golpe que quieren dar a una de las mayores conquistas sociales en Cuba (el pleno empleo) es parte de un ajuste más general (ver LVO 409), que incluye el recorte del presupuesto para el sistema de salud, universal y gratuito, y la reducción drástica de la libreta de racionamiento que cubre parte de las necesidades básicas mensuales.
Medidas preventivas
Ahora, la reprogramación de los despidos ha sido justificada por Raúl señalando “que la actualización de nuestro modelo no es tarea de un día ni siquiera de un año (…) Raúl señaló que el proceso de disponibilidad laboral que se ejecuta para reducir las plantillas infladas en el sector estatal no constituye un fin en sí mismo (…) Alertó que una tarea de esta magnitud que afecta, de un modo u otro, a tantos ciudadanos, no puede enmarcarse en plazos inflexibles y que su ritmo de avance dependerá de nuestra capacidad para crear las condiciones organizativas y legales que garanticen su exitoso despliegue (…) Teniendo en cuenta el retraso en el inicio de este proceso, orientó ajustar el cronograma de su ejecución, al tiempo que reiteró la voluntad de que el Estado cubano no dejará a nadie desamparado.” (Granma, 1/3).
La ola de revueltas que recorre el mundo árabe contra los regímenes dictatoriales y la carestía de la vida y que siguen cientos de millones alrededor del globo, pone en guardia a la burocracia castrista, embarcada en ese ajuste sobre los trabajadores. Para peor, la primavera árabe agarró a los Castro muy “mal parados”: apoyando en Libia al dictador proimperialista Kadafi, contra la movilización popular (ver aparte). Por eso la burocracia cubana ahora pretende “suavizar” o “reprogramar” un severo recorte que tendrá durísimas consecuencias para las masas. Esto no cambia la dinámica restauracionista del gobierno y su objetivo de descargar la crisis sobre las masas, pero trata de dilatar en el tiempo sus efectos más catastróficos como serían cientos de miles de despidos en pocos meses. Es que teme como a la peste una posible respuesta de los trabajadores cubanos. Esta enorme fuerza social que ha resistido por casi 50 años el criminal bloqueo y demás agresiones imperialistas, aún no ha hecho oír su voz en estos años desde que Raúl anunció los “cambios estructurales y de concepto” (en otras palabras, el ajuste y la liquidación de conquistas actuales). La simple posibilidad de ver a las masas en lucha es la mayor pesadilla de la casta gobernante ya que una respuesta de los trabajadores podría superar rápidamente los marcos económicos y cuestionar directamente a la dictadura burocrática y a la casta dirigente cada vez más poderosos y enriquecidos.
Es por eso que al tiempo que pospuso los despidos masivos (seguirán pero a cuenta gotas) el gobierno está tratando de mostrarse fuerte y unido reforzando su campaña casi permanente sobre la agresión norteamericana y gusana.
Incentivos al cuentapropismo
Entretanto, desde octubre de 2010 se ha avanzado en la extensión del trabajo por cuenta propia. En estos pocos meses se otorgaron unas 115.000 licencias, elevando el total a 270.000. Más de 80.000 de estas nuevas licencias incluyen la posibilidad de contratar empleados. Se calcula que un 70% de estos nuevos trabajadores por cuenta estaba desocupado o jubilado mientras que el resto no ha hecho más que blanquear su situación. Para justificar estas medidas, el gobierno se escuda en la estancada economía doméstica y su baja productividad. Pero el problema fundamental de la economía cubana no son las “plantillas infladas” o la “falta de estímulos” sino el gobierno de una casta burocrática que vive y se enriquece a costa del Estado. Lo que Cuba necesita es un plan de conjunto, democráticamente discutido por las organizaciones obreras y populares, que comience por poner fin al poder y los privilegios de la burocracia, en especial de la cúpula de las FAR que controlan el 80% de los ingresos por exportaciones y gerencian las empresas más grandes y rentables del país.
Por el contrario, el impulso al cuentapropismo y la pequeña explotación capitalista, que presentan como un paliativo a los despidos y una palanca para el “esfuerzo individual”, se está haciendo en el marco de un ajuste enorme sobre las masas y con la orientación general de introducir cada vez más y mayores reformas pro mercado, aunque coyunturalmente pueda mejorar parcialmente la situación de algunos sectores, muy especialmente de aquellos que reciben dólares de familiares en EE.UU. que ahora podrán “invertir” en alguno de los 178 rubros habilitados.
Contra la política de la burocracia, es necesaria la más amplia movilización de las masas, que enfrente el ajuste y luche por conquistar plenos derechos de organización y la libertad para los partidos que defiendan las conquistas de la revolución. Hay que poner en pie Consejos de obreros y campesinos plenamente democráticos que echen a la burocracia e instauren un verdadero gobierno de los trabajadores.
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