Por Vijay Prashad
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Habrá sangre. Ninguna revolución tiene lugar siguiendo una línea recta. La contrarrevolución extiende su pista continua de Bahréin y Arabia Saudí, pasando por Egipto y hacia Libia. En Qatif, la Guardia Nacional saudí abrió fuego contra una protesta, un fenómeno que se ha convertido en lugar común en Bahréin. Dentro de Egipto, vuelan los rumores de que los ataques contra coptos y mujeres (en una marcha en el Centenario del día internacional de la mujer) fueron orquestados por los servicios de seguridad. Libia está en medio de una guerra civil asimétrica, en la cual las fuerzas de Gadafi y los rebeldes se enfrentan en un impasse sangriento en algún sitio cerca del meridiano que divide el país en sus mitades oriental y occidental. El júbilo ante la rápida partida de Ben Alí y Mubarak se asienta en una secuencia de tiempo que es menos excitante, pero a pesar de todo impresionante. Parece que la gente no se da por satisfecha con el primer sonrojo de la victoria. Quiere más, y ahí entra en juego la contrarrevolución.
Libia
En un extremo de la revuelta árabe está Libia, donde los cañones no callan y las amenazas de intervención militar desconciertan en las discusiones en Bruselas. El anhelo de invadir es un reflejo de la preparación para la guerra de Iraq en 2003, pero con los acentos invertidos: los franceses y los ingleses están ansiosos de lanzarse, mientras estadounidenses y alemanes dudan. Barcos de guerra de la OTAN navegan más cerca de la costa libia y se intensifican los rumores de las zonas de exclusión aérea. El secretario de Defensa de EE.UU., Robert Gates, advierte correctamente de que cualquier confrontación militar se vería como una declaración de guerra. La maquinaria militar exhausta de EE.UU. no es capaz de enfrentar una guerra más. Y además, los resultados políticos de una intervención en Libia no están claros.
Los ejércitos aguerridos de Gadafi y los rebeldes, dirigidos por ex ministros del régimen de Gadafi (como Mustafa Abdul Jalil), siguen combatiendo a lo largo de la carretera del Mediterráneo, entre Surt y Ras Lanuf. Un día avanzan los rebeldes, al siguiente las fuerzas de Gadafi. En sus sueños, Gadafi salva naciones. Despierto, arrasa ciudades. Ha sido la suerte de algunas de esas ciudades al borde del Golfo de Sira. Los “subsidios del petróleo” y el favoritismo de los clanes han posibilitado que Gadafi obtenga apoyo en la parte occidental de Libia. Gran parte del este está en manos de los rebeldes. A pesar de su débil capacidad militar, los rebeldes controlan Bengasi, y la clique más educada dentro del grupo de Gadafi se resiste a suponer que pueda ser recuperada por medios militares.
Probablemente sería posible que el Consejo Nacional Libio [CNL] (el gobierno del este) se declare gobierno auténtico de Libia y espere. Mientras los ingresos por el petróleo disminuyen en el oeste y si persiste un embargo de armas, la presión desde abajo contra Gadafi podría inflamar la parte occidental de Libia. La clase trabajadora de Trípoli está intranquila. Sus vecindarios, como Feshloon y Tejura, están permanentemente aislados. Los mártires yacen en las mesas de autopsias en el Hospital Central de Trípoli. Los trabajadores no son pusilánimes; esperan su hora. Una intervención militar de la OTAN sólo fortalecerá la posición de Gadafi, y le permitirá presentarse como revolucionario opuesto al ataque imperialista. Los trabajadores son también patriotas. Podrían perder su determinación contraria a Gadafi si ven a soldados de habla francesa e inglesa realizando incursiones al estilo de la Guerra de Iraq dentro de sus hogares.
Gadafi sigue insistiendo en que el CNL es la máscara de al-Qaida. La Hermandad Musulmana tiene ciertamente un antiguo linaje en la parte oriental de Libia, con su frontera con Egipto, base de la Hermandad. Secciones de la Hermandad se transformaron en combatientes mucho más endurecidos después de su estadía como parte de la guerra estadounidense-saudí-pakistaní en Afganistán en los años ochenta. Formaron el Grupo de Combate Islámico Libio (al-Jama’a al-Islamiyyah al-Muqatilah fi-Libya), y volvieron al este de Libia para enfrentarse a Gadafi. Sus fuerzas reaccionaron violentamente, sobre todo contra las principales personalidades del Grupo, pero también contra salafistas que no eran radicales (como Muhamad al-Bashti, brutalmente torturado hasta la muerte en 1981). El Grupo trató de mantener su fuerza, y se benefició del levantamiento islamista argelino. Un golpe devastador tuvo lugar en octubre de 1997, cuando las fuerzas libias mataron al comandante más importante del Grupo, Salah Fathi bin Salman (conocido como Abu Abd al-Rahman Hattab). El temprano apoyo de Gadafi a la “Guerra contra el terror” dirigida por EE.UU. le trajo rápidos beneficios. Los restantes líderes intelectuales del Grupo fueron atrapados en 2004: Abu Munder al-Saidi en Hong Kong y Abdulah Sadeq en Tailandia; desaparecieron en el agujero negro del sistema carcelario de Libia. Lo que podría haber sido la base de un levantamiento islamista había sido totalmente destruido. Lo que ahora dirige en Libia oriental no son aspirantes de al-Qaida, sino fuerzas regionales que tienen antiguos motivos de queja contra Trípoli. La contrarrevolución prefiere verlos como islamistas, y espera clavar la estaca del miedo en el corazón de la cercana Europa.
Emires
Como los medios se concentran en Libia, los sultanes de Arabia han dejado de ser el centro de atención. El dinero es el aceite que lubrica su contrarrevolución. La familia real saudí se apresuró a realizar pagos de transferencia que totalizan 37.000 millones de dólares. El Consejo de Cooperación del Golfo decidió entregar más de 20.000 millones de dólares a las monarquías asediadas de Bahréin y Omán. Muscat y Manama también han sido invadidas por el disenso. No es suficiente reciclar gabinetes ante esta revuelta popular, y las balas disparadas contra la multitud no logran el efecto pedagógico deseado. La gente no detuvo su deber para con la democracia.
Si la contrarrevolución de Gadafi se refugia en fantasías de al-Qaida en el umbral de Europa, los emires avivan los fuegos del Renacimiento Chií. Los baharnah, los chiíes indígenas de Bahréin, por ejemplo, tienen un partido político, al-Wifaq, que ciertamente habla por la clase trabajadora y la clase media chií que tiene un gran sentido de alienación de las instituciones de Bahréin. Sin embargo, esa alienación no fue siempre la misma. En otras palabras, no es una alienación sectaria cuyas raíces puedan hallarse en el Siglo VIII. Más bien la aflicción chií en Bahréin tiene raíces modernas, incluso si se refractan a través de linajes más antiguos. Es una alienación del petróleo más que una disputa teológica.
El petróleo de Bahréin se descubrió en 1932, y en 1934 fue el primer país que exportó su petróleo a Europa. Protectorado británico contra el imperio otomano, Bahréin suministró petróleo y protección a las vías marítimas contra potencias que trataban de rivalizar con la dominación británica sobre el Océano Índico. En diciembre de 1934, un grupo de bahreiníes educados redactaron una petición a su gobernante titular, Jeque Hamad bin Isa al-Khalifa (quien respondía ante Sir Charles Dalrymple Belgrave y se las daba de Belgrave de Bahréin). No se hicieron verdaderas reformas, y por ello en 1938, dirigentes chiíes y suníes (comerciantes educados e intelectuales) se unieron a los trabajadores petroleros (que se declararon en huelga) para pedir gobernantes elegidos y otros símbolos de la democracia (incluidos sindicatos legales). Fueron aplastados. Sus dirigentes fueron enviados a India. Una segunda revuelta, esta vez con la ayuda del nasserismo, entre 1954 y 1956, también se repelió (sus dirigentes fueron enviados a la celda en Santa Elena que otrora albergó a Napoleón). Hubo poco sectarismo en esos movimientos desde abajo. Querían una mejor parte de los beneficios del petróleo, y respeto.
La independencia de Gran Bretaña en 1971 fue recibida con una nueva lucha por el constitucionalismo. El gobernante al-Khalifa fue a visitar al destacado clérigo chií, el Ayatolá Mohsin al-Hakim, en su base en Najaf (Iraq) para instarlo a moderar las demandas chiíes. A los al-Khalifa les interesaba presentar como sectarias las demandas desde la base. Se estableció un constitucionalismo ineficaz. La frustración con el ritmo de la reforma aumentó después de la Revolución Iraní, y las tradiciones más antiguas (Akhbari Shia) se vieron marginadas por el chiismo político más agresivo que emanaba de Qom (Irán). Jeque Ali Salman, actual jefe del partido al-Wafiq, proviene de esta última tradición, educado en la Universidad Rey Saud (Química) y luego en el famoso al-Hawzah al-Arabiyyah en Qom (estuvo allí durante la primera Guerra del Golfo). Un nuevo intento constitucional a principios de los años noventa fue también aplastado (y Ali Salman tuvo que abandonar Bahréin). Preparó la escena para la nueva constitución de 2002 que convirtió al rey en un verdadero soberano y a los diversos organismos en puramente consultivos. El líder chií de la época, Jeque Abdul Amir al-Jamal dijo al respecto: “no es el tipo de parlamento que había exigido”. Al-Jamal murió en 2006, dejando el campo libre a Jeque Isa Ahmed Qassim y a su protegido, Ali Salman.
Como quiera que sea su temperamento, el partido Wafiq dirigido por Ali Salman no está en condiciones de crear el vilayat-e faqih, la tutela de los clérigos. En colaboración con otros seis partidos, presentó recientemente una demanda razonable: que el actual gobierno renuncie y que un nuevo gobierno de transición “cuyas manos no estén manchadas por la sangre de los mártires” ayude a “allanar el camino para la transición a verdaderas reformas”. Señalan que están impulsados por los problemas de la vivienda y los ingresos, la corrupción y los excesos monárquicos. Y hablan de discriminación, y de “exclusión de la intelectualidad nacional competente”.
Cerca de la mitad de la población de Bahréin proviene del Sur de Asia: sus necesidades no están sobre la mesa en esta revolución. Es una lástima. Muestra los límites de sus demandas. Los emigrantes angustiados de Egipto y del Sur de Asia que huyen de Libia y están varados en Túnez deberían darnos un sentido de la ecología social de la industria petrolera. Esa gente indocumentada produce la riqueza del mundo, pero ellos mismos son terriblemente descartables en tiempos de crisis (sólo están a disposición las fieles agencias de la ONU, y sus miserables recursos tienen límites). No tengo claro el motivo por el cual las nuevas fuerzas revolucionarias en Egipto no han insistido en que la frontera entre Libia y Egipto se abra para recibir a sus compatriotas.
La contrarrevolución cuenta con el sectarismo para despedazar la resistencia árabe. Durante la guerra de Israel contra el Líbano en 2006, y el conflicto chií-suní en Iraq, los clérigos suníes del establishment en Arabia Saudí se lanzaron a un desenfreno anti-chií. Clérigos como Safar al-Hawali y Nasir al-’Umar predicaron exclusivamente a través de un prisma anti-chií. ’Abd al-Rahman al-Barrak dictó una fatua en diciembre de 2006 que declaró que los chiíes son takfir, enemigos de los suníes. En los últimos meses de 2006, señala Toby Jones, las fuerzas de seguridad “arrestaron a chiíes de Qatif y las áreas circundantes, supuestamente por haber apoyado a Hizbulá”. Diez años antes, en Bahréin, el ministro de justicia y asuntos islámicos, Jeque Sheikh Abd Allah bin Khalid al-Khalifa, amenazó a “algunos movimientos islámicos” por “tomar un camino extremista”, y así permitió que sus agencias de seguridad tomaran un camino violento contra ellos, sobre todo chiíes. Fue una manera conveniente de contaminar las aguas de los agravios.
En 1845, un funcionario británico vio que la agitación se establecía en Bahréin. Escribió: “Muchos habitantes importantes y acaudalados, para evitar los efectos de la creciente anarquía y confusión, huyeron ante el comienzo de verdaderas hostilidades a Kuwait en el Golfo Arábigo, y a Lingah y otros sitios en la Costa Persa, donde se han establecido temporalmente, a fin de observar el desarrollo de los eventos, y volver ante las primeras señales de paz y de gobierno establecido, y la consecuente seguridad para la vida y la propiedad”. La contrarrevolución en 2011, de la misma manera, observa y espera que sus agentes hagan su trabajo. También quiere preservar la vida y la propiedad, pero no las de las masas; sólo su propia vida y su propiedad. Cuenta con sus aliados en el Norte para que envíen la caballería si las cosas empeoran. Todavía puede ocurrir una intervención en Libia, pero ya ha llegado a la península arábiga. El año pasado, el gobierno de EE.UU. firmó un acuerdo de venta de armas por 60.000 millones de dólares con Arabia Saudí. El paquete incluye helicópteros UH-60 Blackhawk y MH-6 Little Bird, muy útiles para la contrainsurgencia. Mientras aumenta la temperatura política en la península, esos helicópteros serán las “primeras señales de paz y gobierno establecido” en la región.
Vijay Prashad es catedrático de Historia del sur de Asia y director de Estudios Internacionales del Trinity College de Hartford, EE.UU. Su libro más reciente, titulado The Darker Nations: A People’s History of the Third World, ganó el premio Muzafar Ahmad de 2009. Las ediciones sueca y francesa acaban de aparecer. Para contactos: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/prashad03112011.html
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