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Movilizaciones contra la dictadura de al-Asad
por : Celeste Murillo , Juan Andrés Gallardo

31 Mar 2011 | Al cierre de esta edición se cumplían 13 días de movilizaciones y revueltas contra el gobierno del presidente Sirio Bachar al-Asad, que fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas de seguridad del régimen...

Al cierre de esta edición se cumplían 13 días de movilizaciones y revueltas contra el gobierno del presidente Sirio Bachar al-Asad, que fueron brutalmente reprimidas por las fuerzas de seguridad del régimen dejando un saldo de más de 120 muertos según los organismos de DDHH (el régimen sólo reconoce la mitad). Las protestas, que al igual que en Túnez y Egipto piden mayores libertades políticas y democráticas, se venían radicalizando y algunos sectores pedían la caída del gobierno de al-Asad, cuya familia se encuentra en el poder desde hace 40 años. Ante un escenario similar al que acabó con Ben Alí en Túnez o Mubarak en Egipto, el gobierno de al-Asad optó por hacer algunas concesiones como la liberación de más de 200 presos políticos, el aumento de sueldos en el sector público y el anuncio de una regulación más liberal para los partidos políticos y la prensa, que fueron considerados insuficientes por los manifestantes.

Ante la presión interna y el repudio internacional a la represión del régimen, el martes 29/3 el gobierno de al-Asad anunció, en medio de movilizaciones multitudinarias en apoyo a su figura, la renuncia de todo su gabinete y el posible anuncio del levantamiento del estado de excepción (que se mantiene desde el año 1963). Sin embargo el 30/3, en un discurso televisado, puso el acento en denunciar una supuesta conspiración de los opositores y aunque tuvo que reconocer la necesidad de introducir reformas, no anunció ninguna en concreto. Está abierta una intensa negociación al interior del régimen para definir si en los próximos días al-Asad avanza con una serie de medidas para intentar frenar la escalada de movilizaciones, salvando lo esencial del régimen para evitar seguir el camino de sus pares en Túnez y Egipto.

Movilizaciones brutalmente reprimidas

Las movilizaciones y acciones opositoras al régimen Sirio eran impensables hasta hace unos meses por la dura ley de emergencia que rige desde 1963 y le confiere poderes ilimitados a la policía y los servicios secretos para vigilar, censurar, reprimir y encarcelar a cualquier sospechoso de “amenazar la seguridad”. Al calor de las protestas en Túnez y Egipto que se extendieron por el mundo árabe, las movilizaciones fueron creciendo en algunas ciudades de Siria tras el arresto el pasado 18/3 de un grupo de jóvenes estudiantes que estaban haciendo una pintada contra el gobierno. A la par de la brutal represión que fue sumando decenas de manifestantes asesinados cada día de protesta, aumentaron y se radicalizaron las movilizaciones como es el caso de la sureña ciudad de Deraa (300.000 habitantes). Los funerales de los asesinados se convertían en nuevas marchas de repudio al régimen, con enfrentamientos con las fuerzas de seguridad e incendio de edificios públicos y la sede de la compañía telefónica (propiedad del primo de al-Asad, acusado de corrupción).

Las protestas dieron un salto el sábado 19/3 cuando los manifestantes incendiaron sedes del partido gobernante Baaz, destruyeron imágenes de al-Asad y de su padre, y en Deraa se empezaba a escuchar la consigna “El pueblo quiere la caída del régimen”.

Por medio de la asesora presidencial Buthaina Shaaban, el gobierno empezó a agitar el fantasma de la “violencia sectaria” contra la oposición, un argumento esgrimido durante las últimas décadas para aplastar cualquier manifestación de descontento de la mayoría sunita del país (de un total de 22 millones de habitantes) por parte del gobierno de la minoría alauita en el poder. Buscan desacreditar las movilizaciones con el argumento de que los levantamientos en distintas ciudades son parte de una conspiración de bandas armadas de militantes islámicos sunitas y de “refugiados palestinos del campo de Ramel”, vecino de la ciudad de Latakia (ABC 28/03/2011). A estas acusaciones se suma la reciente denuncia de una “gran conspiración extranjera” que buscaría desestabilizar el país.

A pesar de las movilizaciones convocadas en favor del régimen el 29/3 en la capital antes del discurso del 30/3 de al-Asad en el Parlamento, el gobierno no puede ocultar el profundo descontento con un régimen ultra represivo, donde existe un descomunal entramado de corrupción, sustentado en el enorme poder otorgado a las fuerzas de seguridad y el ejército por el estado de excepción y el unicato del partido Baaz. A esto se suma la pobreza que afecta especialmente las zonas rurales.

Más garrote que zanahoria

A principios de esta semana, mientras la asesora presidencial Shaaban anunciaba que se estaba estudiando la abolición del estado de excepción y una serie de reformas democráticas, las fuerzas de seguridad continuaban reprimiendo duramente en la ciudad costera de Latakia y las manifestaciones en la ciudad sureña de Deraa. Esta política de garrote y zanahoria de al-Asad expresa la contradicción del régimen ante los levantamientos en el mundo árabe.

El discurso del 30/3 ante el Parlamento y los anuncios previos de su asesora de gobierno muestran una política que intenta evitar un escenario donde la represión radicalice las protestas y se inicie una dinámica de enfrentamientos más agudos como se vieron en otros países árabes. Sin embargo, la posibilidad de que al-Asad otorgue concesiones más profundas, que Ben Ali y Mubarak se negaron a dar y terminaron cayendo con las masas en las calles, deberá ser negociada al interior del régimen y no es seguro que se llegue a un acuerdo (políticas de reforma similares naufragaron en los intentos previos de 2000 y 2005).

La renuncia en masa de su gabinete fue considerada como un gesto insuficiente por la oposición ya que el verdadero poder está concentrado en manos de al-Asad, su familia y el aparato de seguridad.

En medio de la “Primavera Árabe” y ante los reclamos internacionales para que abra un “diálogo nacional, que incluyó la presión de uno de sus aliados, el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, al-Asad y el régimen sirio se debatirá en los próximos días entre mantener una política represiva (como lo ha venido llevando adelante en los últimos 50 años) o avanzar en un proceso de transición detrás de una política de contrarrevolución democrática, desviando el actual movimiento. Para esto último, será necesario implementar reformas en el régimen que deberán ser negociadas con los altos mandos del Ejército, el partido Baaz y el establishment, que pertenecen a la minoría alauita en el poder durante los últimos 40 años. Los vientos de la “primavera árabe” parecen estar llegando a Siria, un país clave en el equilibrio regional.
Internacional


LA IMPORTANCIA REGIONAL DE SIRIA

Siria, a diferencia de otros países del mundo árabe, es un importante aliado de Irán, desde hace años mantiene una disputa con Israel por los Altos del Golán, y alberga en Damasco a la dirección exiliada de Hamas. Sin embargo, en los hechos el régimen de al-Asad juega más bien un rol estabilizador en la región, e incluso algunos analistas plantean que Israel no estaría dispuesto a apostar a la caída de al-Asad lo que podría signifi car la posibilidad del surgimiento un régimen confesional. Por su parte, Estados Unidos ya dejó en claro mediante su secretaria de Estado Hillary Clinton que la situación en Siria no es igual a la de Libia y que no está planteada ningún tipo de intervención. Un actor clave parece ser Turquía, aliado de Siria, a quien al-Asad busca como garante para evitar cualquier tipo de intervención de la OTAN, si deciden profundizar la respuesta represiva. Turquía por su parte, que comparte 800 km de frontera con Siria, le pidió al gobierno que “escuche el reclamo del pueblo” y avance con algunas reformas.


LA FAMILIA DE AL-ASAD

Tras la independencia de Francia en 1944, surgieron en Siria sectores con ideas panarabistas, que construyeron el Partido Baaz (Partido Socialista del Renacimiento Árabe), que tuvo equivalentes en otros países como Irak. El Baaz tenía una concepción laica del Estado, que atrajo a los alauitas (minoría de la población, que es mayoritariamente sunita) y les dio un peso importante dentro del partido. Esta sobrerrepresentación en el partido Baaz se sumó a la que ya tenían dentro del Ejército.

El golpe de 1963 impulsado por el Baaz convierte a ese partido en la principal fuerza política del país. En 1970, el entonces ministro de Defensa Hafez al-Asad (padre del actual presidente) da un nuevo golpe de Estado que lo llevará al poder hasta su muerte en 2000. El gobierno de Hafez al-Asad se mantendrá en el poder con mano de hierro y una política represiva hacia la oposición, especialmente contra los “Hermanos Musulmanes” (sunitas), que participaron de la revuelta de la ciudad de Hama, aplastada por el régimen con un saldo de 20.000 muertos.

Tras la muerte de su padre en 2000 el actual presidente asume el poder. Durante los primeros meses, Bashar despertó expectativas en la población por una posible “apertura” democrática, que finalmente solo fue una apertura económica y la introducción de políticas neoliberales. Lejos de las expectativas del primer momento, al-Asad volvió a sostener las mismas política de su padre, manteniendo el estado de excepción y reprimiendo a los opositores.

 

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