Después de casi 2 meses, continúan las protestas contra el presidente Saleh, en el poder hace 33 años. La represión desatada por el régimen el 18/3 con 52 personas muertas, marcaron un punto de inflexión en el conflicto y aceleraron los tiempos de la crisis política, con renuncias y amenazas de “guerra civil”, en un país cruzado por divisiones tribales y regionales.
Tras las deserciones (después de la represión del 18/3), encabezadas por el Gral. Ali Mohsen al-Ahmar, comandante de la I División Blindada del Ejército y medio hermano del presidente, y ante la agudización de la crisis, Saleh echó a todo su gabinete. Sin embargo, las movilizaciones que piden su renuncia y exigen reformas democráticas siguieron extendiéndose por el país con el caldo de cultivo que significa la miseria en la que está sumida la mitad de la población (Yemen es el país más pobre del mundo árabe y el 50% de su población vive por debajo de la línea de pobreza).
El viernes 1/4 se realizaron nuevas marchas en contra y a favor de Saleh, las acciones opositoras fueron reprimidas y en la capital Saná hubo enfrentamientos con los partidarios del régimen.
Alianzas y divisiones
Saleh venía apoyándose en alianzas tribales desde la unificación del país en 1990. La renuncia del Gral. Ali Mohsen al-Ahmar tuvo repercusiones entre los jefes tribales: el líder de la tribu Hashid (la más importante y de la que forma parte la familia de Saleh) y del partido opositor Islah, Sadeq al-Ahmar, pidió al presidente que “escuche el reclamo del pueblo y de un paso al costado”. Por su parte, el hermano de Sadeq, Hamid al-Ahmar, un poderoso empresario y “hombre fuerte” de la oposición, es señalado como uno de los posibles sucesores ante una eventual caída de Saleh. Sin embargo, la oposición del Jeque al-Ahmar no representa necesariamente a toda la comunidad Hashid y otras tribus como la Bakil, que lejos están de apoyar la llegada al poder del líder de los Hashid. A estas divisiones se suma el movimiento secesionista de Yemen del Sur, que también exige la renuncia de Saleh.
A pesar de negarse a renunciar, el presidente ha mantenido negociaciones con la coalición opositora Joint Meetings Party-JMP (cuyos partidos más importantes son el Islah y el Partido Socialista de Yemen) para una supuesta transición. Sin embargo, hasta el momento la única oferta que ha hecho Saleh es el compromiso de retirarse al final de su actual mandato. Y aunque la negociación parece estancada, la oposición del JMP ya se presenta como opción frente al imperialismo, así lo muestran las declaraciones del propio Hamid al-Ahmar: “Ya estamos hablando [con los norteamericanos], les aseguramos que cualquier plan satisfactorio para enfrentar el terrorismo será respetado por el nuevo liderazgo de Yemen” (BBC, 6/4).
Ante las protestas y las divisiones, Saleh intenta alentar el fantasma de la guerra civil (con el precedente libio y la intervención imperialista en curso). Y no está descartado un escenario donde se agudicen las divisiones tribales y políticas. En este sentido, Yemen estaría más cerca del caso libio y más lejos del proceso egipcio. Yemen no cuenta con un Ejército unificado y prestigiado ante la población, al contrario, la institución está fuertemente asociada a la figura de Saleh y su familia y cruzada por viejas divisiones tribales.
Aliados e intereses
Yemen viene siendo un firme aliado en la “lucha antiterrorista” de EE.UU. en la región. Obama ha mantenido esta relación de cooperación con ayuda militar y financiera. Al interés del imperialismo norteamericano por mantener en el poder a un aliado, se suma la inquietud de Arabia Saudita frente a la inestabilidad en otro de sus vecinos. La monarquía saudí, que desplegó tropas en el pequeño reino de Bahrein para colaborar con la monarquía local en la represión de las protestas, le teme como a la peste a que las protestas de los Ismailis del norte de Yemen lleguen al sur de su país, especialmente a las provincias Najran y Jizan de mayoría chiita. Lo mismo sucede en la región oriental del país, donde se concentra el petróleo saudí y la poderosa clase obrera petrolera mayoritariamente chiita.
Presiones y perspectivas
Aunque se realizaron reuniones entre la oposición (JMP) y el partido gobernante (Congreso General del Pueblo), donde se habría discutido una transición, el diálogo está estancado y el régimen ha endurecido la represión. Es que en medio de esta crisis política y división en sectores de las fuerzas armadas, varias zonas han quedado virtualmente liberadas: en un episodio confuso una fábrica de municiones en el sur del país explotó y causó más de 100 muertos, mientras en el centro del país un gobernador leal a Saleh fue apuñalado. El régimen viene utilizando estos hechos para agitar el fantasma de al-Qaeda y justificar la represión.
La crisis en Yemen se suma a las revueltas que enfrentan varios países de Medio Oriente y el Norte de África. La agudización de las tensiones en este país vuelve a poner sobre el tapete el apoyo de EE.UU. y las potencias imperialistas europeas a los dictadores y monarcas de la región que reprimen las protestas en sus respectivos países, mientras bombardean Libia en nombre de la “defensa de la población civil y la lucha por la democracia”.
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