El mandatario ha superado una primera operación quirúrgica en Arabia Saudí.- Uno de sus hijos mantiene el control sobre las Fuerzas Armadas
ÁNGELES ESPINOSA | Madrid 05/06/2011
Decenas de miles de yemeníes han celebrado este domingo en Saná y en Taiz el traslado del presidente Ali Abdalá Saleh a Arabia Saudí, donde ha sido sometido a una primera intervención quirúrgica para extraerle la metralla que se le incrustó en el pecho durante el ataque contra su palacio el viernes. Pero sus cánticos y el sacrificio de corderos no han logrado ocultar que las decisiones sobre el futuro inmediato de Yemen y del hombre que ha dirigido sus destinos durante casi 33 años no están en manos del movimiento popular que desde hace cuatro meses pide su salida, sino de los poderes políticos de siempre.
Un portavoz del partido gubernamental ha declarado que Saleh "va a regresar en los próximos días", pero pocos creen que vaya a suceder. "No sabemos cómo está su salud. Apenas hay información. Pero en cualquier caso, que regrese o no depende de Arabia Saudí", aseguraba a EL PAÍS J. al O., un profesional en paro que a diario acude a la plaza del Cambio de Saná en solidaridad con la protesta.
Sucesión incierta
La prioridad ahora es establecer quién toma el relevo. El vicepresidente, Abd Rabbo Mansur Hadi, ha asumido la jefatura del Estado en funciones, según establece la Constitución. Sin embargo, todo el mundo sabe que la presencia en el Gobierno de este exmilitar procedente de la antigua República Democrática de Yemen del Sur es más testimonial que fruto de su peso político. Ni siquiera se ha trasladado al palacio presidencial, donde al parecer se encuentra Ahmed, el hijo mayor de Saleh y su presunto heredero hasta que la revuelta popular le obligó a renunciar a ello.
Solo hay dos hombres con la suficiente fuerza militar detrás para aspirar a hacerse con el control: el propio Ahmed y el general disidente Ali Mohsen, al que muchos en el círculo del presidente atribuyen el ataque del viernes y cuya rivalidad con el hijo pesó sin duda en su decisión de alinearse con la oposición el pasado marzo.
"Hadi es un hombre de paja. Entiendo que EE UU va a apoyarle como presidente transitorio", explica por teléfono un alto cargo yemení que mantiene contactos con la oposición. De hecho, el embajador estadounidense en Yemen, Gerald Feierstein, se reunió enseguida con el vicepresidente, según la agencia oficial, Saba. Washington había respaldado una mediación del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) para que Saleh dejara el poder.
Negociaciones para un cambio de régimen
La mayoría de los analistas consultados coinciden en que la salida del país del presidente es una buena oportunidad para retomar aquella propuesta y tratar de evitar que Yemen se convierta en un Estado fallido.
"Hay negociaciones secretas para nombrar a un primer ministro de la oposición", confía el alto cargo yemení citado antes. Ese era uno de los puntos de la iniciativa del CCG que Saleh aceptó en tres ocasiones, para rechazarla después en el último minuto.
"Sabemos que está negociando un cambio de régimen, pero la gente no puede aceptar las condiciones", señala J. al O. Según las informaciones que han llegado hasta la plaza, el plan sería que el vicepresidente llevara el país hasta las próximas elecciones. El nuevo Gobierno abordaría entonces el asunto de los parientes de Saleh en posiciones de poder. "La gente quiere su cese inmediato, un nuevo Gobierno y un Consejo Presidencial", explica el activista.
De momento, J. al O. se congratula de que ha vuelto la electricidad a Saná, aunque la falta de combustible ha encarecido el transporte. La situación de seguridad también es frágil. En Taiz han muerto cuatro soldados y tres milicianos cuando la multitud trataba de asaltar el palacio presidencial en esa ciudad. En Adén se han reanudado los combates después de un mes. Y el alto el fuego alcanzado este domingo en Saná con mediación saudí pende de un hilo.
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