Bajo el lema “Blair: es hora que te vayas” entre 50 y 60 mil manifestantes se concentraron el sábado 23 de septiembre en la ciudad de Manchester (al noroeste de Inglaterra) para repudiar la política de Blair. Esta vez le tocó a Manchester ser la cuidad centro de las protestas contra la guerra, pero no se trató de una elección casual, es que allí sesionaba la Conferencia anual del partido laborista. Los manifestantes, provenientes de varias ciudades de Inglaterra, Escocia y Gales, marcharon durante varias horas en la soleada tarde del sábado haciendo de ésta la marcha más grande contra el Partido Laborista y una de las más grandes de la ciudad desde las protestas de los cartistas [1] a mediados del siglo XIX.
La manifestación convocada por el colectivo Stop the War, la Campaña por el desarme Nuclear, sindicatos y asociaciones musulmanas tenía entre sus demandas ¡No a las guerras de Bush y Blair! ¡Retiro de las tropas! ¡Alto a las privatizaciones! ¡Defendamos el Sistema Nacional de Salud!
A diferencia de las marchas anteriores contra la guerra ésta se caracterizó por su contenido antigubernamental, además de los cánticos por el retiro de las tropas en Irak y Afganistán y contra la guerra en Medio Oriente se escuchaba “Blair, te llegó la hora” “Blair es hora que te vayas” - de Irak y del gobierno acotaban los cantos. Las pancartas - que llevaban la letra ‘o’ de ‘go’ (¡andate!) como si fuera una mancha de sangre se hacían eco de este clamor y al pasar por la entrada del centro de convenciones donde se reunía el Partido Laborista las consignas eran cantadas con más fuerza y acompañadas por silbidos y aullidos. Luego se organizó una ‘acostada’ en el centro de la ciudad para representar la innumerable cantidad de víctimas de las guerras en Irak, Afganistán, Líbano y Palestina. Había una gran presencia de jóvenes, familias y delegaciones de regionales sindicales del transporte, empleados públicos, correo y comunicaciones y docentes.
La conferencia anual del partido laborista tiene lugar en un clima político de gran hostilidad hacia Blair (la última bajo su liderazgo), que fue obligado a anunciar su retiro antes de completar su tercer mandato luego de la renuncia de siete de sus secretarios. Blair, fiel aliado de Bush, también sufre las consecuencias del empantanamiento de la política en Medio Oriente y está cuestionado tanto por su política externa como su política interna de privatizaciones y ataques al sistema nacional de a la salud y la educación.
Los entretelones de esta tensión son la oposición interna luego de los supuestos atentados frustrados de agosto y la oleada de intimidación sobre la comunidad musulmana.
Brown: un cambio para que nada cambie
Los medios han escrito ríos de tinta sobre las divisiones entre los ‘blairistas’ y los ‘brownistas’ (seguidores del ministro de economía Gordon Brown), quien se apresta a suceder a Blair como primer ministro, y se han ocupado de resaltar los comentarios cortantes entre ambos líderes. Sin embargo, estas rencillas internas sólo son diferencias alrededor del estilo de hacer política, pero son iguales a la hora de atacar a los trabajadores y alinearse con Bush. Es que Blair está tan quemado que ya se ha convertido en un peso para el propio laborismo que teme perder las próximas elecciones y quiere renovar la imagen del partido para continuar en el poder. Es un recambio de figuras para que en lo esencial siga la misma política.
Mientras las peleas internas hablan de un laborismo cada vez más alejado de la realidad del pueblo trabajador, la semana pasada se inició la primera huelga del sector de la salud en los últimos 17 años contra las privatizaciones. La medida continúa esta semana con otro paro de 24 horas. Debemos recordar que el sector nacional de salud es más que emblemático del laborismo ya que fue este mismo partido el que introdujo el sistema de salud gratuito para todos luego de la Segunda Guerra y es visto por las masas como una conquista.
Si bien es cierto que Blair tiene sus días contados, el nuevo laborismo bajo Brown no los tiene y si éste último asume como primer ministro lo que prevalecerá será el Nuevo Laborismo, defensor acérrimo de las iniciativas privadas, recortes de beneficios y un aliado más firme de Bush. Como estos diez años bajo el liderazgo de Blair lo demuestran, Brown se ha encargado de ser un ‘fiel servidor’ del Nuevo Laborismo y no ha levantado siquiera una vez su voz de oposición ante la guerra en Irak o el Líbano y ha sido el arquitecto de la política económica. A pesar de esto muchos sindicatos siguen estando afiliados al partido laborista y le han hecho el guiño a Gordon Brown, negándose a plantear una alternativa de independencia de clase y convirtiéndose en un obstáculo. Por otra parte la falta de democracia interna dentro del laborismo hace imposible construir una oposición las débiles voces de los contados delegados que decían “No más dinero para bombas.... dinero para la educación” fueron una minoría casi imperceptible.
La marcha del sábado, que le siguió a la del 5 de agosto cuando cerca de 100 mil personas salieron a las calles de Londres durante la guerra en el Líbano es evidencia de la impopularidad de Blair y muestra que hay ánimo para construir una alternativa independiente del laborismo.
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