A fines de junio, la plaza Tahrir volvió a ser centro de protestas durante varios días. El 28/6, la policía impidió la entrada de 150 familiares al teatro Al Balon de El Cairo, mientras se realizaba un homenaje a las víctimas de la represión a las manifestaciones contra Mubarak en enero y febrero de 2011. Esto desencadenó enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, y se realizó una protesta frente el Ministerio del Interior y más tarde miles de personas se acercaron a Tahrir. Finalmente, el ministro Mansur Issawi ordenó a la policía retirarse de la plaza.
La represión a los familiares de las víctimas actuó como catalizador de la bronca y descontento con la junta militar que gobierna Egipto desde el 11 de febrero cuando cayó Mubarak producto de un proceso revolucionario signado por huelgas y movilizaciones. Miles de manifestantes, en su mayoría jóvenes, protestan contra el ritmo lento de los juicios a Mubarak y su familia, y la impunidad de la que todavía gozan muchos de los funcionarios del antiguo régimen del PND. Algunos sectores incluso han planteado la renuncia de Mohamed Hussein Tantawi, presidente interino de Egipto. Junto con estas protestas, en la ciudad de Alejandría hubo choques con la policía cuando los familiares y amigos del activista Khaled Saeed asesinado en 2010 (transformado en símbolo de la juventud) marcharon a los tribunales. En medio de la creciente bronca y manifestaciones la Justicia local ha decidió posponer el juicio para septiembre.
Desde hace algunos meses, resurgieron con fuerza las críticas contra el Consejo Supremo de las FFAA por la continuidad, bajo otras formas, de gran parte de la odiada policía secreta que siguen en funciones y porque mantiene intacta gran parte del tejido institucional y de seguridad heredado del régimen de Mubarak. Por otro lado, aunque debió hacer varias concesiones, la junta miliar restringe los derechos de trabajadores, mujeres y jóvenes con leyes y decretos, empezando por el estado de emergencia que todavía sigue vigente. Otro cuestionamiento abierto al calor de la caída de Mubarak ha sido la relación de Egipto con el Estado terrorista de Israel, que tiene un gran peso en el statu quo regional. En este contexto, también se cuestiona la venta de gas a Israel y hubo ataques al gasoducto que conduce el gas a ese país (el gasoducto sufrió varios ataques desde que comenzaron las movilizaciones en enero de 2011). La lucha del pueblo palestino gana cada vez más simpatía entre la juventud y el pueblo de Egipto y la exigencia del fin de las relaciones con el Estado de Israel tiene creciente eco en las manifestaciones.
A esta situación se suman las huelgas y protestas obreras, que se mantienen aunque han desacelerado su ritmo. De hecho la primera mitad de 2011 ha sido una de las más conflictivas desde hace décadas: se han realizado casi 1.000 acciones obreras, entre protestas en las fábricas, huelgas, marchas y manifestaciones. El descontento obrero es palpable, aunque esta gran disposición de lucha –cuya expresión máxima fue la ola de huelgas que le dio el golpe de gracia a Mubarak– no ha logrado articularse en un programa de acción independiente de la clase obrera frente a la trampa de la transición.
Sin embargo, vienen siendo los trabajadores y la juventud los sectores más resistentes a las políticas del Consejo Supremo, que cada día deja más claro que su objetivo no es otro que superar la transición con la menor cantidad de concesiones posibles para garantizar de esta forma la estabilidad que exigen la burguesía egipcia y el imperialismo. Durante las últimas semanas seguían las protestas de los trabajadores de las subsidiarias del Canal Suez que exigen iguales condiciones laborales y salariales que los empleados del canal. La semana del 20 de junio, los trabajadores que cortaban calles y rutas en Suez fueron desalojados por la policía con tiros al aire y represión.
Este próximo viernes 8/7 está convocado un nuevo “Viernes de Ira” (el último se convocó en mayo y fue masivo) en protesta contra la represión y por la demora en juzgar a los responsables de casi 1.000 personas asesinadas por las fuerzas de seguridad durante los levantamientos. La movilización ha sido convocada por gran parte de las organizaciones que fueron parte de los levantamientos contra Mubarak. El único partido opositor importante que no convoca la jornada del viernes son los Hermanos Musulmanes, que viene afirmando cada vez más su rol de garante de la estabilidad de la transición y continuando su defensa del orden establecido.
El retraso en responder las expectativas democráticas y sociales, y la represión a los sectores de vanguardia vuelven cuestionar la propia “transición (cada vez menos) democrática” liderada por el Consejo Supremo de las FFAA. La represión a los familiares de las víctimas de la represión ha servido como disparador del descontento que existe entre varios sectores, especialmente jóvenes, estudiantes y trabajadores.
El próximo viernes la juventud y los trabajadores volverán a Tahrir a exigir el fin del estado de emergencia, juicio y castigo a los responsables de la represión y el respeto de las libertades básicas como el derecho a huelga, hoy restringido por las leyes antidemocráticas. Así como los trabajadores fueron protagonistas de las jornadas que culminaron en la caída del dictador Mubarak, vuelven a ser quienes, en alianza con la juventud y el pueblo pobre, pueden enfrentar la trampa de la transición democrática, las elecciones y la continuidad del régimen sin Mubarak.
7 de julio de 2011
|