El gobierno ocupó la ciudad con su policía, para hacer efectiva su prohibición de marchar por la Alameda. Con palos y lacrimógenas, detenciones y desalojos querían que el movimiento estudiantil y los profesores agacharan la cabeza y que los trabajadores no la levantaran. Como buenos pinochetistas, querían atentar contra los derechos democráticos. Pero eso no sucedió. La manifestación se realizó de todas maneras, en diversos puntos de Santiago. En regiones también hubo múltiples manifestaciones. El Colegio de Profesores y la Confech no depusieron su convocatoria para las 18:30, dividida de la secundaria. El 4 de agosto ha pasado a la historia como el día en que amplios sectores del pueblo desobedecieron a la prepotencia derechista. Lucha callejera, y cacerolas en comunas tan distintas como Cerro Navia, San Miguel, La Cisterna o Ñuñoa. El apoyo al movimiento es grande. Nos querían de rodillas pero de nuevo se ha mostrado la fuerza.
Hay que retomar los colegios y las universidades, para seguir hasta el final nuestra lucha por la educación gratuita y contra la represión, los secundarios y universitarios no están solos. Que Zalaquett –que anunció desalojos masivos en Santiago Centro- se trague sus palabras. El 9 de agosto, es necesario que al paro estudiantil se sume la clase trabajadora. Organicemos un paro nacional ese día. No hay que esperar al 25 de agosto. La CUT no tiene por qué esperar. Impulsemos Asambleas Obreras y Populares en todo el país, resolutivas y con delegados mandatados por la base, para organizar un plan de lucha, hasta que se vayan todos. ¡Que se vaya la derecha y no vuelva la Concertación! Para eso peleemos por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana basada en la movilización de los trabajadores y el pueblo pobre.
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5 de agosto
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