El día 25/07 publicamos el artículo “La OTAN busca asegurarse el control de Libia”, en el que intentamos realizar una primera aproximación sobre la toma de Trípoli por parte de los rebeldes, así como sus consecuencias políticas. Desde entonces, Kadafi sigue sin ser encontrado, los enfrentamientos entre los rebeldes y las fuerzas del antiguo régimen continúan en algunos puntos importantes del país, y sobrevuela la duda sobre la capacidad que tendrá la Consejo Nacional de Transicón (CNT) de lograr poner en pie un nuevo gobierno mínimamente estable.
En este artículo, polemizamos con la evaluación que la LIT/PSTU hace de estos últimos acontecimientos, pues, coherente con sus anteriores posiciones sobre la intervención imperialista en Libia y la política en relación al CNT, esta corriente viene sacando conclusiones cada vez más distantes de una estrategia revolucionaria.
¿Una “tremenda victoria política y militar del pueblo libio”?
Había una posibilidad de que el levantamiento popular iniciado en Bengasi se extendiese y derrumbase a la dictadura de Kadafi por una acción independiente del movimiento de masas, ya que en los primeros días éste se había armado espontaneamente. Pero esa posibilidad fue abortada.
Rápidamente, el CNT, bajo el cual pasaron a tener creciente peso sectores burgueses, líderes de las tribus opositoras, ministros y jefes militares que rompían con Kadafi, trató de contener la espontaneidad de los primeros días del levantamiento y centralizar la milicias bajo su completa y rigurosa dirección.
Frente a la evidente impotencia del CNT para enfrentar a las fuerzas militares de Kadafi sin un armamento masivo del movimiento de masas, buscó el auxilio de las potencias imperialistas, que vieron en esa negociación una excelente oportunidad de reubicarse frente a la Primavera Árabe. Pues, como en los primeros embates en Túnez y en Egipto las potencias imperialistas habían aparecido sosteniendo a las dictaduras odiadas, el apoyo a los rebeldes en Libia fue fundamental para que pudieran dar credibilidad a su cínico discurso de apoyo a los “derechos humanos”, “la libertad” y la “democracia”. El carácter reaccionario rápidamente asumido por el CNT, opuesto por el vértice a cualquier acción emancipadora genuina de las masas libias, se demuestra no solo en su política de completa subordinación a los dictámenes del imperialismo, sino también en su nefasta política en relación a los 2 millones de negros inmigrantes que componen la clase trabajadora en el país.
“A diferencia de Egipto, donde una década de activismo e insurgencia obrera cultivaron redes de activistas y sindicalistas capaces de socavar a la dictadura, en Libia no existió un espacio mínimo para la oposición de la sociedad civil. (…) La revuelta de febrero involucró a centenas de miles de personas en toda Libia. Al inicio de marzo, el movimiento estaba en reflujo, fuerzas especiales ultramarinas estaban entrando en Libia y figuras centrales en la rebelión pedían la intervención extranjera. Fue el ejército rebelde el que asumió subsecuentemente la línea de frente en la persecución a los trabajadores negros” (The Guardian, 30/8).
Sin embargo, la imposibilidad del imperialismo de colocar abiertamente sus tropas en suelo libio para el combate, tuvo sus costos. A pesar de la zona de exclusión aérea, del bombardeo a las fuerzas militares de Kadafi para intentar abrir paso a los rebeldes, estos continuaron incapaces de vencer al dictador. Aun con todo el esfuerzo del CNT para disciplinar a las milicias, sólo a partir de junio Francia pasó a ofrecer armas y entrenamiento militar abierto a los rebeldes.
El analista George Friedman, de Straffor, relata así la toma de la capital:
“El ataque parece haber consistido de tres partes. La primera fue la inserción de las tropas de operaciones especiales de la OTAN (en el orden de las centenas, no miles), que guiados por agentes de inteligencia en Trípoli, atacó y desestabilizó a las fuerzas del gobierno en la ciudad. La segunda parte fue una operación de información, en que la OTAN hizo que pareciera que la batalla había acabado. (…) Luego de los ataques de operaciones especiales y las operaciones de información, los rebeldes entraron en la ciudad occidental con gran alarde, incluyendo tiros de festejo al aire” (Stratfor, 30/08).
La “protección” ofrecida por los imperialistas nunca fue neutra, era la expresión militar de la política de las grandes potencias, que buscó desde el inicio condicionar la lucha rebelde según sus propios objetivos.
Por todo esto, la esencia política detrás de la apariencia de los “rebeldes” conmemorando con armas en las manos la caída del régimen de Kadafi es que, en las condiciones en que se dio, representa no una primera conquista del proceso revolucionario, sino un triunfo de la política imperialista sobre el avance de la “primavera árabe” [1].
No es esta la opinión de la LIT/PSTU. En su Declaración dicen: “Hay que llamar a las cosas por su nombre: estamos frente a una impresionante victoria del pueblo (sic) que (…) armado y organizado en comités populares, está liquidando no solamente a un gobierno dictatorial, sino a todo un régimen opresor con su principal institución: las Fuerzas Armadas” [2].
Para la LIT/PSTU - que comete el mismo error que en su evaluación del proceso en Egipto, sin llegar a la conclusión de que la separación de la etapa “democrática” de la etapa socialista de la revolución fue responsable del desvío del proceso y la usurpación de las conquistas parciales de los trabajadores egipcios por parte del Consejo Supremo - la dirección del CNT sólo constituye un peligro ahora, después de la caída de Kadafi. La ausencia de cualquier perspectiva estratégica de clase está diseminada en la sentencia destacada en negritas: “Desde la LIT-CI sostenemos que, una vez caído el dictador Kadafi, es el pueblo libio el único que puede decidir sobre su destino”. Lejos de encontrar una de las mayores debilidades del proceso libio -así como de la primavera árabe- en la ausencia de hegemonía de la clase obrera, organizando las aspiraciones democráticas de las masas en el seno de su estrategia independiente de clase, y en ausencia de una dirección marxista revolucionaria que llevase al proceso concientemente al triunfo, la LIT no se incomoda con el hecho de que las condiciones para la caída de Kadafi fueron preparadas a partir del colaboracionismo del CNT con el imperialismo.
Aun enfrentándose con dictaduras abiertamente pro-imperialistas (como la dictadura de Ben Ali en Túnez y Mubarak en Egipto) otro importante límite de la primavera árabe consistió en la inexistencia de un programa de acción conscientemente antiimperialista, y esa falta de sintonía entre el factor subjetivo de las masas y de los trabajadores y las condiciones para la resolución de las tareas democráticas estructurales del país -como la emancipación del yugo imperialista y el reparto de las tierras- se refleja en la confianza de los “rebeldes” en la dirección burguesa del CNT, que liquidó a todo el sector independiente de la dictadura kadafista y de las grandes potencias.
La LIT cree que puede desembarazarse de esta contradicción con una descripción escandalosa (sin ningún paralelo con la tradición marxista revolucionaria) de las distintas “voluntades”, así escribe: “la contradicción es que, en el terreno militar, existió una unidad de acción entre el imperialismo y las masas (!!!) para derribar a Kadafi, pero con objetivos de fondo totalmente opuestos: las masas quieren liberar al país de la opresión, y el imperialismo detener la revolución para continuar con el saqueo de las riquezas libias”. Esta definición quiebra la interacción entre los factores objetivos y subjetivos del análisis y por tanto se vuelve una caracterización anti-marxista, es una lógica objetivista en la cual el factor subjetivo no tiene consecuencias sobre los resultados. Es inadmisible que se subestime el contenido social reaccionario de la política que pautó la subordinación de las masas a la tutela imperialista en lucha contra Kadafi, como si el imperialismo pudiese cumplir algún papel progresivo en la vida de los pueblos oprimidos.
Otra deducción que queda de este razonamiento, que no mide el factor determinante de las estrategias de clases, es que el derrocamiento de Kadafi no podría haber sido efectuado de manera independiente de la burguesía y de la intervención militar. ¿Qué es lo que lleva a la LIT a reconocer acríticamente la preponderancia de los métodos del imperialismo, y no los de la lucha de clases revolucionaria, para el derrocamiento de Kadafi a cambio de un gobierno que buscará la sumisión nacional en su lugar?
La preponderancia de la acción imperialista no fue un “detalle”, como quiere presentar la LIT: ella negó la posibilidad de una actuación independiente de las masas, haciendo que los “rebeldes” actuasen como “tropa terrestre” de la intervención aérea de las potencias, siguiendo sus planes. No se trata en absoluto de “minimizar la acción de las masas libias” como señala la LIT, sino de definir bajo la dirección de qué fuerza de clase el pueblo libio actúo en este estadio de su despertar a la vida histórica.
El odio legítimo de las masas frente a la dictadura de Kadafi es ciertamente un elemento a ser tenido en cuenta. Pero eso no exime a los revolucionarios de buscar la orientación política de los acontecimientos, y reconocer que la ausencia de un programa de clase independiente y que opusiese la voluntad de los trabajadores y del pueblo a los intereses de la burguesía internacional, hizo que ese odio sirviese como instrumento de la clase enemiga, que intervino para frenar el proceso libio.
por Andre Augusto
de la Liga Estrategia Revolucionaria - Cuarta Internacional
1 Ver “La OTAN busca asegurarse el control de Libia”, en www.ft-ci.org
2 Ver “Gran Victoria del Pueblo libio y la Revolución Árabe”, en www.pstu.com.ar
01/09/2011
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