Desde la semana pasada la imagen del presidente francés Nicolás Sarkozy y el primer ministro británico David Cameron en Bengazi junto a los líderes del Consejo Nacional de Transición (CNT) libio recorre el mundo.
Luego de la reunión del 1/9 de los “amigos de Libia” en París, las mismas potencias imperialistas que diseñaron y llevaron adelante los bombardeos de la OTAN se preparan ahora para decidir sobre el futuro régimen libio, que ya atraviesa sus primeros roces al intentar conformar el gabinete interino. Luego de cosechar el apoyo en la mayoría de los países, llegó otra muestra del reconocimiento del imperialismo norteamericano y europeo al CNT: la representación de Libia en la Asamblea General de las Naciones Unidas, ocupando el asiento que hasta hace poco ocupaba el dictador Kadafi. Aunque el CNT había planificado presentarse en Nueva York con el nuevo gobierno, ha sido imposible resolver la crisis abierta por las designaciones. Existen varias discusiones abiertas: qué peso tendrán las organizaciones islamistas, qué papel ocupan los ex miembros del régimen empezando por el actual primer ministro interino Mahmud Yibirl (funcionario de Kadafi de 2007 a 2011) o el presidente interino Mustafá Abdel Jalil (ex ministro de Justicia). También está en discusión el peso de las diferentes regiones del país. Estas tensiones, junto con la resistencia de las tropas kadafistas como en Sirte (cuyo potencial real aún no se ha podido medir), podrían ser los principales obstáculos para consolidar el nuevo gobierno.
La presencia de Cameron y Sarkozy en la rebautizada “Plaza Tahrir” en Bengazi, que supo ser el centro de la rebelión contra el gobierno de Kadafi, vuelve a mostrar la voluntad de Francia y Gran Bretaña, así como otros países, de pelear por su tajada en el nuevo escenario libio.
En un montaje cínico, con la plaza de Bengazi inundada de banderitas francesas y británicas, Cameron declaró que era “extraordinario encontrarse en una Libia liberada”, como si Gran Bretaña no hubiera restablecido hace años relaciones comerciales y políticas con la dictadura de Kadafi. Sarkozy se sumó: “Ustedes quisieron la paz, ustedes quisieron la libertad, quieren progreso económico, Francia, Gran Bretaña y Europa estarán del lado del pueblo libio”. Quien no sospeche algún interés de parte de estos buitres imperialistas es, cómo mínimo, ingenuo.
Por su parte, los líderes del CNT agradecieron la ayuda a la coalición imperialista: “La victoria nunca habría sido posible sin la ayuda de los aliados”, declaró el designado primer ministro, Mahmud Yibril, que reconoce así el rol jugado por la OTAN mucho más claramente que quienes desde el supuesto apoyo al pueblo libio, entre quienes hay lamentablemente figuras y organizaciones de izquierda, han justificado la intervención de la OTAN, que incluyó el bombardeo de varias ciudades. También agradecieron por adelantado el compromiso para la reconstrucción (Francia y Gran Bretaña se comprometieron a aportar –en realidad a desbloquear parte de los 14.000 millones de euros en fondos libios confiscados– para reconstruir el país). Asimismo, tanto Francia como Gran Bretaña, han reafirmado sus negocios petroleros y han acordado nuevos porcentajes para explotar las enormes reservas libias (varios medios informaron que Francia se quedaría con la explotación de cerca del 35% de las reservas).
Con un perfil más bajo, Estados Unidos estuvo presente en Trípoli a través del subsecretario de Estado para asuntos del Cercano Oriente, Jeffrey Feltman, que se reunió también con otro dirigente del CNT, Mustafá Abdul Jalil.
Después de la “revolución democrática”
Cameron reafirmó con su visita el compromiso de la cumbre de los “amigos de Libia” y aseguró que la misión de la OTAN se mantendrá mientras haya tropas pro-Kadafi que controlen zonas del país.
Lo que ya es imposible de sostener es que la misión “humanitaria” de la OTAN, con bombardeos norteamericanos y europeos y la dirección militar de Francia y Gran Bretaña pueda abonar un futuro democrático para Libia.
Quienes festejaron la “revolución democrática” triunfante o justificaron y en los hechos apoyaron la intervención de la OTAN y los bombardeos a favor de los rebeldes como única alternativa a la represión de la dictadura kadafista, se encuentran hoy frente a la amarga realidad de la injerencia imperialista en la confección del nuevo régimen libio.
Como se ha venido afirmando a cada paso, las mismas potencias imperialistas que ayer se beneficiaron haciendo negocios con el dictador Kadafi, buscan hoy, tras un disfraz humanitario, ganar prestigio entre las masas del mundo árabe. Volvemos a preguntarnos, como hicimos en otros números de La Verdad Obrera, qué otras demostraciones serán necesarias para que organizaciones como la LIT, Izquierda Socialista, el NPA francés o intelectuales como Gilbert Achcar, revean su posición que termina apoyando en los hechos la pose “democrática” del imperialismo.
21-09-2011
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