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Lula tendrá un segundo mandato más inestable
por : Thiago Flamé

01 Nov 2006 |

Luego de las incertidumbres que se abrieron con el resultado de la primera vuelta de las elecciones, Lula conquistó el 29/10 la reelección con una amplia ventaja, de 60,83% contra 39,17% de Geraldo Alckmin (PSDB - Partido de la Socialdemocracia Brasilera), superando incluso la cantidad de votos con la que fue elegido en 2002.

Contrariamente a las expectativas del tucano (seguidores del PSDB), que apostaba a fortalecer su candidatura después del sorprendente resultado en la primera vuelta, no sólo fue incapaz de derrotar a Lula, sino que recibió cerca de 2,4 millones de votos menos de los que había conquistado el 1/10. Incluso en San Pablo, reducto de los tucanos, Alckmin perdió votos y Lula ganó en la Baixada Santista (región portuaria) y en la región metropolitana (Gran San Pablo).

Para ganarle a Alckmin, Lula se vio obligado a utilizar una retórica más de “izquierda”, contra el recorte de gastos y las privatizaciones, defendiendo lo contrario de lo que hizo en los primeros cuatro años de gobierno y de lo que pretende hacer en los siguientes. Su enorme victoria mostró que la gran mayoría de la población, especialmente en las regiones y ciudades más pobres del país, aún guarda en la memoria los ocho años de gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC) y sigue rechazando el recetario neoliberal de “shock de gestión” y privatización. Si en 2002 Lula se presentó con una política orientada a ganar a la pequeña y gran burguesía, con su desgaste y el del PT en las clases medias después de los escándalos de corrupción, ahora está obligado a apoyarse más electoralmente en el pueblo pobre beneficiado por los programas asistencialistas del primer mandato.

Eso significa que después del mensalào (escándalo de coimas mensuales en el parlamento), de la aplicación de la reforma previsional, de las PPPs (sociedades público-privadas), Lula aún logra hacerse pasar por antineoliberal y defensor de los pobres. Sin embargo, la realidad es que el rol de contención de Lula permitió una continuidad de la política neoliberal y, en alguna medida, preservó ante las masas al PSDB (después del desgaste que sufrió con el gobierno de Cardoso). Eso se expresa en la victoria de los tucanos en la elección a gobernador en estados importantes del país como San Pablo, Rio Grande do Sul y Minas Gerais y en la significativa votación de Alckmin en la clase media, principalmente de San Pablo y del sur del país.

Ese cuadro electoral muestra de manera distorsionada, no sólo una preservación del PSDB, sino también que se va acumulando en los poros de la sociedad brasilera una tendencia a la polarización social que puede transformarse potencialmente en explosiva. La oposición burguesa (PSDB y Partido da Frente Liberal -PFL) cuenta con una importante base de apoyo, principalmente en los estados más ricos del sur del país, que puede utilizar para intentar desestabilizar al gobierno de Lula y aumentar la polarización social o para negociar la aplicación de las reformas y de nuevos ataques a los trabajadores e intentar preparar el camino para una sucesión tranquila en 2010 cuando espera reasumir la presidencia de la república.

En este momento, cuando el PT aún celebra la enorme victoria de Lula, prevalece la imagen de que el próximo gobierno va a ser más fuerte y más estable que el primero.

A pesar de todos los escándalos, el PT sigue teniendo la segunda mayor bancada en la cámara de diputados y conquistó un resultado inédito en las elecciones a gobernador, habiéndole ganado al candidato Antônio Carlos Magalhães en Bahía, tradicional reducto del PFL. En el PMDB, un partido de “caciques” regionales y locales que tiende a dividirse entre gobierno y oposición, el ala oficialista salió fortalecida. En función de esto y de victorias de aliados más próximos, Lula inicia el segundo mandato con una base de apoyo grande entre los gobernadores, 17 sobre 27. Para completar ese cuadro de aparente “fortaleza” del nuevo gobierno de Lula, los dos principales gobernadores del PSDB, Aécio Neves en Minas Gerais y José Serra en San Pablo, se ubican hasta ahora como las alas más conciliadoras del bloque PFL/PSDB en relación al gobierno de Lula.

Toda esa fuerza, sin embargo, no es sinónimo de estabilidad. El contenido del voto a Lula en la segunda vuelta fue una expresión de que sigue vivo el repudio de las masas a las políticas neoliberales y sus agentes como en 2002. Eso muestra que los trabajadores y las masas pueden imponer serios obstáculos a la aplicación de reformas que sientan como un ataque directo. Así, si Lula intentara aprovechar su fortaleza coyuntural para unificar a los sectores burgueses alrededor de la aplicación de las reformas neoliberales, tendrá que enfrentarse con un rápido desgaste en sus bases de apoyo tradicionales, en especial entre el movimiento obrero y el sindicalismo de la CUT (Central Única de Trabajadores). Al mismo tiempo, si intentara conciliar con las aspiraciones del movimiento de masas y aplicar los ataques contra los trabajadores “a cuentagotas” para preservar su base social, Lula puede ver su base de apoyo en la burguesía deshacerse rápidamente y la polarización que se expresó en las elecciones volver con toda su fuerza.

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El PSTU y las elecciones

El Frente de Izquierda: ¿fue un “acierto”?

Publicamos a continuación extractos de la polémica de la LER-QI, grupo hermano del PTS en Brasil, con el PSTU, publicado en el último número de “Palavra Operaria”.
Puede leerse la versión completa en www.ler-qi.org

Aun para un lector atento, es difícil encontrar en el balance electoral del PSTU los argumentos que justifiquen el “acierto”, o por lo menos que “compensen” los diversos “atropellos” que en el mismo artículo no puede dejar pasar. Lamentablemente, la dirección del PSTU abstrae el resultado concreto de la elección en el intento de presentar sus errores como aciertos. Inicia el balance diciendo que “muchos toman sólo la cantidad de parlamentarios elegidos como el elemento fundamental para el balance de las elecciones”, y que “para nosotros, éste es un criterio equivocado”. Así, intenta encubrir el hecho de que en función de haberse diluido completamente detrás de Heloísa Helena y del PSOL, sufrió una importante derrota en las elecciones (...) Sería cómico si no fuese trágico, ver cómo el PSTU se lamenta de que “nosotros apoyamos una candidata a presidente que no apoyaba nuestros candidatos a diputados”. Debería saber que la política de adaptación sólo puede llevar a esto(...)

Por otra parte, no es verdad que la votación a candidaturas obreras sea una cuestión secundaria(...) ¿Sería o no un avance para la clase obrera si pudiese contar con un diputado obrero que actuase en el parlamento como un verdadero tribuno del pueblo, agitando una política clasista y denunciando allí mismo los límites de la democracia burguesa?(...)

¿Existían o no las condiciones para que candidaturas clasistas obtuviesen más votos que en 2002? Es cierto que los trabajadores mantienen aún grandes ilusiones en Lula, pero la decepción provocada por su gobierno abría un espacio para el crecimiento electoral de candidaturas clasistas. La baja votación que el Frente de Izquierda obtuvo en esos sectores resulta también de que Heloísa Helena no se cansó de hacer gestos para atraer el apoyo de sectores burgueses. Así, la mayor derrota del PSTU fue su renuncia conciente a agitar un programa clasista. Al quedarse a remolque de Heloísa Helena, y forjar argumentos para justificar esa permanencia pacífica en el Frente, la dirección del PSTU se anuló políticamente ante la mayoría de trabajadores que votó a Lula(...)

El PSTU y el brindis por la “unidad” a toda costa

El PSTU quiere transformar el error en virtud, al resaltar como positivo el hecho de haber actuado a lo largo del proceso electoral para preservar la “unidad” del Frente de Izquierda. Esta lógica de mantenimiento de la unidad a toda costa tiene como problema fundamental el simple hecho de que vacía completamente el contenido concreto de esa unidad. De ninguna manera la unidad debe ser separada o abstraída de los intereses a la que sirve. Y en el caso del Frente de Izquierda es un hecho incuestionable que la unidad estuvo al servicio de lanzar la candidatura de Heloísa Helena, que como ya dijimos para nada se puso al servicio de los intereses estratégicos de la clase obrera y del pueblo pobre, privilegiando con su programa anti-neoliberal poco consecuente y neodesarrollista atraer sectores de la pequeñoburguesía, dialogar con la burguesía “productiva” y rescatar la “ética” en la política. Así, se trató de una unidad que en vez de favorecer a los trabajadores, favoreció a nadie más que a la misma Heloísa Helena y los sectores más oportunistas del PSOL. ¿Qué hay de “acierto” en esto?(...)

Sólo podemos acordar cuando el PSTU expresa en su balance que “Se dejó de lado una oportunidad política muy importante. Con una definición programática clara, podríamos haber hecho avanzar la conciencia de toda una parte de los trabajadores y de la juventud, a la vez que prepararíamos las futuras luchas contra las reformas”. Ahora cabe que la dirección del PSTU se haga cargo de la responsabilidad que tiene ante esto.

 

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