Desde iniciada la llamada “Guerra contra el narco” cuya principal iniciativa es la militarización del país, las organizaciones sociales, políticas, de derechos humanos y un sinnúmero de intelectuales alertaron sobre las implicaciones que la misma tendría en el recrudecimiento de la persecución y criminalización de la protesta social.
A los 60. 000 muertos que ya ha cobrado esta guerra, se suman los más de 25.000 desaparecidos, los cientos de miles de desplazados y los luchadores sociales asesinados, como el comunero de Ostula Pedro Leyva y el estudiante y activista de la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Carlos Sinuhé Cuevas que fue asesinado con 16 impactos de bala a las afueras de su casa. A la par, una aguda represión, como lo muestra el arresto mediante un imponente operativo militar y policial de Agustín Barrera Cosme fundador de la policía comunitaria de Guerrero, y hace unos días el encarcelamiento de decenas de integrantes del Frente Plural Ciudadano de Ciudad Juárez, violentamente aprehendidos cuando se manifestaban en el marco de la jornada de lucha convocada por el MPJD a nivel nacional. Junto a ello, desde que iniciara la estrategia gubernamental, son casi una centena de periodistas muertos, como el caso del brutal asesinato de Ana María Maricela Yarce y Rocío González. La persecución a los luchadores sociales y la criminalización de la protesta social, se dan en un marco de profunda descomposición social, impunidad y barbarie capitalista, exacerbada con la salida del ejército a las calles que ha repercutido dramáticamente en el ascenso de cifras por feminicidio – en particular en el Estado de México – y de juvenicidios.
El fenómeno del narcotráfico y de militarización, que implica una cada vez más evidente derechización del régimen mexicano, se enmarca en los movimientos más retrógrados de la sociedad actual, tanto en lo que refiere a las tendencias declinantes del capitalismo a nivel internacional, como en cuanto a la descomposición y degradación de las formas de dominación y del estado burgués mexicano. La militarización, no se puede escindir de la ofensiva burguesa más general que agobia a los explotados y oprimidos. El imperialismo expolia nuestros recursos mientras la burguesía le entrega en bandeja de plata el petróleo, la electricidad, las minas, los hidrocarburos y el gas, con la subsecuente miseria y despojo para el pueblo pobre. La educación pública y la seguridad social, están siendo desmanteladas en favor de los capitalistas. Y la crisis capitalista golpea en primer lugar, a los trabajadores con la depreciación de su salario, la precarización del trabajo y el creciente desempleo. Dicha ofensiva, se asienta sobre las derrotas del pasado y la traición de las principales direcciones del movimiento obrero que se han hecho cómplices del ataque.
Para combatir esta ofensiva es menester, en lo inmediato, empujar por la emergencia de un movimiento democrático a nivel nacional que luche contra la militarización, la represión y la criminalización de la protesta social (para lo cual este Encuentro es un primero paso). Es urgente levantar bien fuerte la lucha por la liberación inmediata de los presos políticos, juicio y castigo a los asesinos de luchadores sociales, por poner un alto a la represión y echar abajo la Ley de Seguridad Nacional. Y junto a ello, dotarnos de un programa revolucionario que ataque el problema de fondo, enfrentando al régimen burgués, y se plantee como una alternativa de los principales interesados en acabar con el narcotráfico, la militarización y la represión: las y los trabajadores, los estudiantes, las comunidades indígenas, los campesinos, las clases medias arruinadas y el pueblo pobre.
I
Un programa combativo y de lucha por la desmilitarización del país
En los meses previos, distintas organizaciones como el Frente Plural Ciudadano, la COMECOM (donde participamos, desde la LTS, y las agrupaciones Contra Corriente y Pan y Rosas) y otros agrupamientos de distintos lugares del país, dimos una pelea, junto a otras organizaciones para que el MPJD resolviera una política combativa. La estrategia de confianza y conciliación con el gobierno impulsada por Javier Sicilia y los dirigentes del MPJD ha demostrado con creces su impotencia. Desde nuestro punto de vista, esta política debilitó al movimiento y fue aprovechada para legitimarse por un gobierno responsable de los 60 mil asesinatos, los secuestros de migrantes, las desapariciones forzadas, las narcofosas, los juvenicidios y los feminicidios. Después del teatro montado en Chapultepec, el gobierno avanzó en la militarización de Veracruz, Guerrero y Nuevo León y comenzó a exacerbar la persecución a los luchadores sociales, en particular a aquellos que están denunciando la militarización.
Desde nuestro punto de vista, reiteramos que este Encuentro debería votar el llamado a una Coordinadora Nacional, que sea una poderosa herramienta para construir un movimiento nacional contra la militarización. Un movimiento que exija la salida inmediata de los militares de las calles y su vuelta a los cuarteles, a la vez que permita la participación en forma democrática de los sectores que enfrentan la militarización y que sea independiente de las instituciones y el gobierno reaccionario de Calderón, para ello hay que llamar a fortalecer la movilización, a la juventud y los sectores democráticos que se movilizaron con el MPJD pero que dudan de su política, la critican y/o están dispuestos a continuar movilizándose contra la militarización; en particular, el Movimiento Ante la Emergencia Nacional también debe hacerse parte de un esfuerzo unitario por un gran movimiento nacional.
En esta perspectiva, este Encuentro debe llamar a que las organizaciones obreras se sumen a esta tarea ya que solo así –con la acción de los trabajadores, la principal fuerza social del país- podremos derrotar la política del gobierno: los sindicatos tienen que impulsar acciones de movilización para enfrentar la militarización, unificando las demandas laborales con la lucha en defensa de los derechos democráticos de la población oprimida y explotada, y preparando el camino para un paro nacional contra la política represiva, antiobrera y antipopular del gobierno y las instituciones.
Es fundamental, votar un plan de lucha nacional y un programa que, además de plantearse la desmilitarización inmediata, exija la legalización de las drogas y el ataque a las finanzas del narcotráfico, poniendo fin a los negocios de la banca cómplice de lavado de dinero, como única forma de acabar con el poder económico de los cárteles de la droga, expropiando sus propiedades.
Se ha demostrado con creces que la policía y el ejército son enemigos del pueblo trabajador, reprimen a los luchadores sociales y son cómplices del “crimen organizado”. Por eso consideramos que es fundamental poner en pie organismos de autodefensa basados en las organizaciones obreras, estudiantiles, campesinas y en las comunidades indígenas, democráticamente organizados. Estas y otras Iniciativas así, pueden discutirse desde comités contra la militarización para agrupar a personas organizadas y no organizadas. De manera tal que, los explotados y oprimidos que sufrimos los “daños colaterales” de esta cruenta política del gobierno, podamos defender nuestra integridad física frente al ejército, los paramilitares y las bandas de narcotraficantes.
II
La militarización es parte de la creciente entrega del país al Imperialismo
En la cuestión del narcotráfico y en la política de los últimos gobiernos frente al mismo, se muestra la subordinación creciente al imperialismo norteamericano no sólo en la esfera económica, sino también en la política, militar y diplomática.
La militarización de la lucha contra el narco iniciada por los gobiernos priistas desde fines de los años 70 (en la Operación Cóndor se movilizaron 10,000 efectivos militares para la quema de plantíos) y recrudecida por las recientes administraciones panistas, responde directamente a los dictados de Washington, que puso al tráfico de drogas como uno de sus grandes “enemigos públicos”, profundizando la política prohibicionista que en México se implementa desde la tercera década del siglo XX, en concordancia con las líneas directrices entonces emanadas de Estados Unidos.
La subordinación a los EE. UU. se ve en la injerencia que la agencia antidroga (DEA) y la CIA tienen en el país, dictando la política del gobierno federal contra el narcotráfico, utilizando las formas de extradición para encarcelar o realizar pactos con los narcos (mediante los mecanismos de “testigos protegidos”), y estableciendo relaciones con los capos de acuerdo a sus intereses. Asimismo, se manifiesta en la Iniciativa Mérida, en la participación en maniobras militares conjuntas con EE. UU. y en el accionar cotidiano de las Fuerzas Armadas, que responden a los dictados de Washington y son monitoreados constantemente por la embajada yanqui y las agencias de inteligencia –como muestran los cables “secretos” puestos al descubierto por Wikileaks–.
Esta estrategia esta orientada a que Estados Unidos preserve su hegemonía en su patio trasero (en el cual dos de sus ejes principales son Colombia y México), disciplinando a los países semicoloniales y justificando bajo el manto de la “salud pública”, acciones injerencistas militares, diplomáticas y políticas al sur del Rio Bravo.
La subordinación militar, es la profundización de la subordinación económica que hoy por hoy, nos tiene atados a los avatares de la economía norteamericana. El tratado de Libre Comercio, la penetración de las trasnacionales – principalmente las norteamericanas- en la industria estratégica y el pago de la deuda externa, son los mecanismos de expoliación que el imperialismo impone para mantener el yugo sobre nuestro país.
Por ello, es fundamental que resolvamos un programa que enfrente radicalmente la dominación imperialista. Es necesario luchar por romper todos los acuerdos comerciales como el TLC y por el no pago de la deuda externa. Por echar abajo el Plan Mérida y el Plan Colombia y exigir la salida de la DEA y los organismos de inteligencia yanky de suelo mexicano.
III
La lucha contra la militarización trasciende fronteras
Otro de los aspectos de la política del Imperialismo norteamericano sobre nuestro país es la cuestión migrante. Con la crisis económica se han incrementado enormemente las penurias de las y los trabajadores que migran a Estados Unidos. Los escandalosos salvatajes a Wall Street y los capitalistas efectuados por la actual administración han devenido en el empobrecimiento de la clase trabajadora y en el recrudecimiento de una política xenófoba sobre los trabajadores latinos que hacen a Obama el presidente de la “deportación”. Frente a la descomposición social y la debacle económica, los sectores más conservadores del establishment se han fortalecido, con un discurso ultra reaccionario que culpabiliza al gasto público de la crisis actual y a los trabajadores sin papeles. Bajo este discurso, la policía fronteriza, los cuerpos represivos y los grupos paramilitares racistas, mantienen una dura ofensiva contra nuestros hermanos mexicanos y centroamericanos.
En la frontera sur, nuestros hermanos centroamericanos padecen además el asedio de la policía migratoria y las bandas del narcotráfico que, en su periplo a la frontera, los hostilizan y asesinan. Los trabajadores migrantes desde Centroamérica hasta Estados Unidos, son un aliado fundamental en la lucha contra la militarización.
Consideramos que este Encuentro y las organizaciones obreras a ambos lados de la frontera, debemos luchar por la legalización de todos los trabajadores latinos, asiáticos y africanos que trabajan sin papeles en Estados Unidos. Por la apertura de las fronteras y el paso irrestricto de los migrantes, junto a la desaparición del reaccionario Instituto Nacional de Migración. Por su derecho a la organización sindical y a todas las prestaciones como la seguridad social, la educación, las vacaciones y la vivienda.
El paso de millones de trabajadores mexicanos, centroamericanos y de toda América Latina al corazón del imperialismo ha devenido en la unidad, más indisoluble que nunca, entre la lucha de los explotados y oprimidos en las semicolonias y los países imperialistas. El hecho de que el nuevo proletariado norteamericano cuente entre sus filas con un gigantesco destacamento de trabajadores latinos, plantea la posibilidad de vincular muy estrechamente la lucha contra la opresión imperialista a las semicolonias y la lucha de los trabajadores norteamericanos contra su propia burguesía. Esto en primer lugar, pasa urgentemente porque a los dos lados de la frontera luchemos en unidad contra la militarización del país y las fronteras.
IV
Las mujeres: principales víctimas de la “guerra contra el narco”
Con la militarización, el número de feminicidios en Ciudad Juárez se duplicó y en el Estado de México se triplicó. Y es que las mujeres trabajadoras y pobres, son los sectores más vulnerables frente a las bandas de narcotraficantes, los paramilitares que asedian las comunidades indígenas violando a las mujeres, el ejército y las policías. La descomposición social y la militarización, son el caldo de cultivo en que la violencia hacia las mujeres se reproduce. Ni que decir de las mujeres migrantes que cruzan la frontera sur, en donde 8 de cada 10 son violadas por los traficantes de personas y la policía. Por eso nuestra propuesta es que este Encuentro Nacional, se pronuncie tajantemente al grito de ¡Alto al feminicidio! ¡Ni una asesinada más! ¡Juicio y castigo a los asesinos! Junto a los feminicidios y las violaciones, con la migración y el contexto social, ha ido en ascenso el negocio de trata, que trae jugosas ganancias para sus ejecutores. Las redes de trata, en complicidad con autoridades, obligan a las mujeres trabajadoras y pobres que se arriesgan a cruzar el país a prostituirse en condiciones ignominiosas y sometidas a una cruenta violencia cotidiana. Es fundamental desplegar también, la lucha contra las redes de trata y el tráfico de personas a la par que luchamos por los derechos elementales.
LIGA DE TRABAJADORES POR EL SOCIALISMO, AGRUPACIÓN ESTUDIANTIL CONTRACORRIENTE, AGRUPACIÓN DE MUJERES PAN Y ROSAS
Una perspectiva de lucha revolucionaria contra el estado capitalista y sus instituciones
La ofensiva burguesa de la que hablamos previamente con su cara más brutal que es la militarización, hacen indispensable prepararnos para combatir a este gobierno, este régimen y este sistema hambreador y represor al amparo del cual se ha desatado esta barbarie capitalista. La burguesía ha demostrado que, frente a la crisis, sólo puede responder con mayores ataques y represión, liquidando las libertades democráticas más elementales. Por ello, para luchar por las reivindicaciones democráticas es necesario enfrentar la dominación capitalista y que la clase obrera encabece la lucha contra el régimen. Y es que los millones de asalariados, insertos en la industria, la manufactura, los servicios y los sectores neurálgicos de la economía, son la principal fuerza social que puede poner en jaque, con su acción y sus métodos de lucha, a este régimen; y poner un “hasta aquí” a la ofensiva gubernamental sobre las libertades democráticas; con sus métodos como la huelga, el paro y la movilización callejera, para derrotar al gobierno de Calderón, frenar las reaccionarias reformas a la Ley de Seguridad Nacional y echar atrás la entrega al imperialismo.
Por ello, es necesario que el movimiento obrero se sacuda las derrotas del pasado, supere a sus direcciones charras y se oriente en una perspectiva independiente de los partidos de la burguesía como el PRI, el PAN o el PRD. En esa perspectiva, luchamos por una República de los trabajadores, que – junto a sus aliados del campo y la ciudad- satisfaga las demandas y reivindicaciones del conjunto de los explotados y oprimidos.
Para tomar este camino y contrarrestar esta enorme ofensiva burguesa, es fundamental que surja en México una organización revolucionaria que se plantee defender hasta el final las conquistas de la clase obrera y las libertades democráticas, contra la militarización y el ataque a los luchadores sociales, y que llame a la vanguardia obrera, estudiantil y juvenil a integrarse a esta tarea. Se trata de forjar al interior del movimiento de vanguardia que se ha gestado, un ala revolucionaria que, además de levantar una política combativa contra la militarización, integre en sus objetivos la lucha contra el régimen y la entrega al imperialismo y la necesidad de que aparezca en escena el gran ausente: el movimiento obrero, para desplegar una perspectiva de lucha radical contra la dominación capitalista, por la revolución y el socialismo.
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