Por DANIELA COBET Militante de la FT-CI y de la Corriente Comunista Revolucionaria del NPA
Introducción
En el año 2009 tuvo lugar la fundación del Nuevo Partido Anticapitalista en Francia. La antigua Liga Comunista Revolucionaria francesa había decidido disolverse en pos de construir un partido amplio, sin una estrategia para la revolución y sin una estrategia de clase. Este proyecto causó un gran impacto en la izquierda europea y del Estado español. Muchos de los grupos de la extrema izquierda lo veían como un ejemplo a tratar de imitar en sus respectivos países.
Aquí, En Lucha e Izquierda Anticapitalista vienen defendiendo la necesidad de avanzar en la construcción de una organización sobre estos mismos pilares. En el caso de la segunda, su propio nacimiento, después de años en los que buena parte de la corriente hermana de la LCR francesa permaneciera dentro de IU, recibió un impulso decisivo a raíz de la fundación del NPA.
Después de tres años el NPA se encuentra hoy por hoy en una importante crisis. Compañeros de la FT-CI en Francia vienen militando en el NPA e impulsando, junto con otros compañeros, la Corriente Comunista Revolucionaria (CCR), que defiende la necesidad de construir un partido con una clara delimitación programática y estratégica revolucionaria y de clase, que se prepare para intervenir en los acontecimientos de la lucha de clases que se vienen dando.
Publicamos a continuación un artículo estractado escrito por nuestra camarada Daniela Cobet para la revista del CCR, en el que se debate con el balance presentado por la corriente del NPA llamada “Izquierda Anticapitalista” -el documento “Algunos elementos para un balance del NPA”- y al mismo tiempo se trata de establecer un balance del mismo proyecto y sus principios fundadores al calor de los principales acontecimiento de la lucha de clases que han atravesado los tres años de existencia del NPA.
Creemos que la discusión abierta en el seno del NPA puede servir para la discusión también en el Estado español, donde buena parte de la extrema izquierda es partidaria de levantar un modelo de organización y una estrategia que, como señala este artículo, se están mostrando completamente impotentes para poder levantar una alternativa revolucionaria a las primeras convulsiones y procesos revolucionarios que está generando la crisis capitalista.
Cuando se recuerda el entusiasmo suscitado por la fundación del NPA en enero de 2009 y se ve la terrible crisis en la que se encuentra hoy, más que legítima, es indispensable preguntarse qué ha sucedido para que se llegue a esta situación. Durante mucho tiempo, la cuestión de un balance de conjunto del NPA, incluso de su proyecto original, era un gran tabú dentro del partido.
Es en este contexto, que nos proponemos en este artículo adelantar algunos primeros elementos de balance de estos tres años de existencia del NPA, partiendo de algunas afirmaciones de los camaradas que firmaron el texto “Algunos elementos…” e intentando responder a ellas.
Problemas de método y conclusiones erróneas
Estos camaradas parten de una relectura del contexto en el cual se lanzó el proyecto del NPA afirmando que “después de la derrota del PS en la elección presidencial del 2007, de forma bastante artificial Olivier Besancenot y el NPA en constitución, aparecían casi como la única fuerza de oposición”. Según ellos, esta situación extremadamente transitoria contribuyó a negar las contradicciones del proyecto fundador y a pasar “del entusiasmo a la arrogancia”1.
Este diagnóstico a posteriori tiene, ciertamente, una parte de verdad. El éxito electoral de Olivier Besancenot y su popularidad crearon la ilusión que la antigua LCR, caracterizada por los firmantes del texto como “una pequeña oranización, con una implantación precaria”, podía de un día para el otro « superarse » para convertirse en « un partido de masas » a través de la adhesión individual de « personas anónimas » y algunas personalidades de la izquierda antiliberal.
Sin embargo, esta constatación está puesta al servicio de una explicación muy superficial del fracaso del NPA. En un primer momento, “la arrogancia” nos habría impedido tomar ventaja teniendo en cuenta la necesidad de buscar alianzas con una “izquierda radical” que “a fines de 2008 y principios de 2009, teníamos a mano, la posibilidad de hegemonizarla”. Y, en un segundo momento, el NPA habría derivado para convertirse en “una organización aislada y propagandista” bajo la dirección de una nueva mayoría caricaturizada como “bolchevique” de manera bastante ridícula como para que ni ellos mismos puedan creérsela verdaderamente.
Antes de empezar a debatir con estas conclusiones que nosotros estamos evidentemente muy lejos de compartir, una cuestión de método que nos parece primordial. ¿A partir de qué criterio se puede esbozar un balance correcto de estos tres años de existencia del NPA? Los firmantes del texto eligen medirlo esencialmente en función de los movimientos en la superestructura, es decir, la posición del NPA con respecto a otras fuerzas de la “izquierda radical”. A pesar de la crítica hecha al NPA sobre su incapacidad para “enfrentarse al mundo tal cual es”, aparentemente, en “el mundo tal cual es” de estos camaradas los fenómenos de la lucha de clases aparecen como un elemento secundario, al punto de no merecer más que una referencia muy breve en cuanto al movimiento contra la reforma de las jubilaciones.
Nos parece, por el contrario, que el método correcto es el de confrontar nuestras orientaciones políticas con una realidad que ha sido bastante rica desde el punto de vista de la lucha de clases nacional e internacional para, a partir de allí, verificar la validez o no de las elecciones del pasado y, sobre todo, para encontrar una orientación correcta para el presente y el futuro.
Cuando se creó el NPA, su proyecto se apoyaba en un análisis del período, consideraciones sobre la estrategia y el tipo de partido a construir. Frente a una crisis que cuestiona objetivamente el lugar del partido, en lugar de interrogarse a partir de las lecciones de la lucha de clases estos fundamentos, los firmantes del texto se contentan con reafirmarlos, incluso exacerbarlos para justificar su orientación. Nosotros intentaremos aportar elementos de nuestro propio balance a partir de un método radicalmente opuesto.
“Nuevo período, nuevo programa, nuevo partido”
El lanzamiento del NPA se apoyaba primero y ante todo, en un análisis del período que consistía en decir que la caía del Muro de Berlín y la extinción de la URSS habrían puesto fin a un período histórico abierto con la revolución rusa de 1917, abriendo otro, nuevo y con rasgos relativamente imprevisibles. Nadie puede negar que estos acontecimientos tienen una gran importancia y que cambiaron considerablemente el escenario mundial y que merecerían ser estudiados y explicados por todos aquellos que creen defender la idea de una transformación social radical. La extensión del modo de producción capitalista a toda una serie de regiones, que habían estado por fuera de ella durante décadas, la ofensiva contra las condiciones de vida y de trabajo de los explotados a escala mundial, que le siguieron al triunfalismo capitalista que pretendía que la historia había llegado a su fin, el hundimiento del stalinismo como aparato contrarrevolucionario presentaba nuevos desafíos para un análisis marxista del período actual.
Sin embargo, es indispensable precisar en qué consisten estas transformaciones y cuáles son sus implicancias reales para la estrategia revolucionaria. Y aún más, cuando el momento en que se fundó el NPA y por lo tanto, la materialización de este análisis en una nueva organización sensata correspondiente al nuevo período, coincide con el inicio de la crisis capitalista en las proporciones históricas que estamos viviendo. En este sentido, nos parece que algunas afirmaciones que aparecieron en el “debate estratégico” abierto en la LCR antes de la creación del NPA se equivocaron en su interpretación de este movimiento. Especialmente, cuando preveían una recomposición lenta y evolutiva del movimiento obrero en la que era necesario admitir, como pregonaba Francis Sitel, que la actualización de la cuestión de la conquista del poder “hoy está por debajo de la línea de nuestro horizonte político”2.
Ya que después de los años de ofensiva capitalista y un inicio de la resistencia a partir de mediados de los años ’90, el “nuevo período” dentro del cual el NPA tendría que desarrollarse volvía a poner, por el contrario, delante de la escena toda una serie de elementos que parecían haber desaparecido del “horizonte político”. Desde 2009 –como luego lo veremos más ampliamente– varios elementos señalaban tendencias a una mayor polarización entre, por un lado, la radicalidad del movimiento de masas y, por otro, la radicalización de las salidas burguesas frente a las crisis o, dicho de otra manera, de las tendencias iniciales a la revolución y la contrarrevolución. Posteriormnete, el desencadenamiento de procesos revolucionarios en el mundo árabe, la situación pre-insurrecional en Grecia (para retomar el término utilizado por Kuvelakis ), el despertar de la juventud en el Estado Español y, enfrente, las respuestas contrarrevolucionarias de la burguesía y el imperialismo, así como las tendencias a la bonapartización de los regímenes en Europa y los fenómenos nacionalistas y de ultraderecha por el otro, son una demostración indiscutible de esto.
En este sentido, bajo el aspecto de importantes transformaciones de la situación política lo que estaba en camino de reactualizarse era precisamente el carácter de un “período” mucho más amplio, definido por Lenin a principios de siglo como el de “las guerras, crisis y revoluciones”, al que toda la historia del siglo XX no dio solución, precisamente debido a las derrotas de las que fue víctima nuestro movimiento.
En lugar de borrar las divergencias del pasado, desterradas por falta de actualidad, habría sido necesario enriquecer el proyecto fundador del NPA con las lecciones estratégicas de esta historia. Esto era capital para preparar al partido para intervenir en una situación que volvía a ser convulsiva y, en la que, inevitablemente se iban a replantear problemas del movimiento revolucionario, bajo una forma nueva. Esto también era indispensable para rehabilitar la idea misma de la revolución en un momento en que se encontraba desacreditada, pues sufrimos aún las consecuencias de la ofensiva burguesa y de las derrotas del pasado, sin que la nueva situación pueda aún aportar demostraciones claras de la actualidad de nuestro proyecto. Por otra parte, habría sido también fundamental para combatir los prejuicios de los que pretendían que la burocratización es una consecuencia inevitable de toda revolución, como el ejemplo de la URSS, haciendo del proyecto revolucionario una perspectiva no sólo imposible sino también indeseable. Esta rehabilitación, era entonces reivindicar bien arriba y bien fuerte, la herencia de aquellos que, en el movimiento revolucionario, siempre combatieron al stalinismo y levantaron la bandera de una revolución internacional basada en la democracia obrera.
Lamentablemente, se hizo más bien lo contrario. Bajo la influencia de la situación anterior, de reflujo ideológico generalizado, numerosos camaradas creyeron que para crecer era necesario diluir el programa, la estrategia, las referencias ideológicas para adaptarse mejor al medio al que se quería llegar. La palabra “revolución” fue entonces considerada como “muy divisoria”, el trotskismo una referencia muy pasada de moda, reemplazando todo esto con fórmulas confusas tales como “la transformación revolucionaria de la sociedad” y el “socialismo del siglo XXI”. En la actualidad, estamos pagando la consecuencia de no haber sabido mantener una continuidad revolucionaria a contracorriente durante este período de reflujo, de haber desertado de nuestras posiciones ideológicas en búsqueda de falsas “nuevas verdades”. Y esto es aun más dramático en la medida que esta crisis y esta parálisis nos afecta precisamente en el momento en que la situación permitiría dar una salto hacia delante.
Sobre cómo la tesis de la “orfandad estratégica” desarmó al NPA
Una de las tesis fundadoras del proyecto del NPA fue aquella según la cual las hipótesis estratégicas con las que habíamos actuado hasta el momento perderían actualidad luego de la caída del Muro de Berlín y que entonces estaríamos “huérfanos de hipótesis estratégica”3. Se trataba, en adelante, de repensar la cuestión estratégica por fuera del marco de estas hipótesis y de retomar elementos de “lo mejor” de las diferentes tradiciones y corrientes del movimiento obrero y revolucionario4.
Así, apoyándose en el análisis del carácter imprevisible del período que se abría, nació la idea que se podía construir un partido desprovisto de estrategia y que, en todo caso, las referencias al pasado sólo eran operatorias. Los camaradas firmantes del texto “Algunos elementos…” no inventan la pólvora cuando afirman que “la nueva época, en la que es necesario por otra parte renovar constantemente el trabajo de análisis y decodificación, implica una redefinición del programa, la estrategia y, sin duda, del tipo de partido que hay que construir. En ningún caso, el tartamudeo de los modelos revolucionarios del siglo XIX y XX, que en la actualidad ya no son operatorios [sic]. Un proceso de transformación revolucionaria de una sociedad capitalista como la sociedad francesa no se parecerá a la revolución rusa, sino sin ninguna duda, tampoco a un mayo del ’68 que fuera hasta el final”.
Veremos más adelante, hasta qué punto esta idea se choca con sus límites cuando tomamos como criterio la realidad Pero es necesario decir enseguida que este pretendido “vacío” estratégico le impidió al NPA estar a la altura de los acontecimientos que debe enfrentar, siempre dejando la puerta abierta a las derivas electoralistas y reformistas ya que, como se dice frecuentemente, la política tiene terror al “vacío”…
Un pequeño llamado de atención: la huelga general en Guadalupe
Como si hubiese estado arreglado, en el momento exacto en que se realizaba el Congreso fundador, en enero de 2009, un mensaje nos era enviado desde el terreno de la lucha de clases. En pleno territorio colonial francés, en Guadalupe, esta “reliquia del pasado” en que se había convertido la huelga general para algunos camaradas, demostraba que todavía tenía algo por decir. Una huelga general de verdad, con la casi totalidad de la isla paralizada, al borde de la escasez. La patronal y el gobierno rechazaban negociar, por temor a un efecto contagio, no sólo hacia las otras islas (lo que efectivamente ocurrió) sino también a la metrópoli, donde el descontento popular subía frente a los primeros efectos de la crisis. Aún más teniendo en cuenta que el 78% de la población en Francia metropolitana apoyaba este movimiento y que la Jornada de acción llamada por las Confederaciones sindicales de fines de enero habían sido un éxito. Esto no podía pasar desapercibido para los delegados reunidos en Saint Denis para fundar un nuevo partido.
Frente a la intransigencia, el movimiento se radicalizó. Para limitar las privaciones de las masas, los huelguistas decían caso por caso con respecto a la producción y la distribución de ciertos bienes y servicios, especialmente el petróleo, el gas, la electricidad, en una forma embrionaria de control obrero. Frente a la represión, se formaron comités de autodefensa y los jóvenes de los barrios populares se unían a los enfrentamientos y levantaban barricadas. En definitiva, estaban reunidos todos los ingredientes de una huelga general que por su propia dinámica, conduce al conjunto de la población detrás de los trabajadores en lucha, se vuelve cada vez más política, adquiere rasgos insurreccionales y comienza a plantear de hecho el problema de quién gobierna.
Este era un primer síntoma, un aperitivo, una anticipación de la dinámica que iba a tomar la lucha de clases internacional frente a la crisis. Pero, para aquellos que se disponían a fundar entonces una organización a partir de la idea que “la famosa huelga general insurreccional” se había vuelto obsoleta, esto debía ser un llamado de atención. Ya que, no sólo se trataba de una huelga general como en el ’68, sino que se plantearon problemas políticos similares, especialmente el desvío del movimiento a través de un aumento de salarios, así como la traición del PCF. Más aún. Si el NPA le hubiera dado la importancia necesaria a este hecho a principios de 2009, ¿no se habría llegado mejor preparado al otoño de 2010? ¿No hubiera podido sacar especialmente la lección que la falta de organismos de autodeterminación, combinado con una política seguidista de las direcciones sindicales5 (reformistas combativos en Guadalupe, abiertamente conciliadores en la metrópoli) de parte de los revolucionarios llevaría inevitablemente a una derrota?
La oportunidad perdida de las huelgas obreras de 2008-10
Pero no era sólo en los DOM-TOM donde la dinámica de la dinámica de la lucha de clases estaba por cambiar. Desde fines de 2008, frente a los primeros efectos de la crisis en Francia, una serie de huelgas obreras contra los cierres de empresas y los despidos se desarrollaron en todas partes del país. Este resurgir de conflictos obreros muy duros llegaba después de años de transformaciones reales y profundas en la división mundial del trabajo con una reducción del número de obreros industriales en los países avanzados en beneficio de los servicios y las deslocalizaciones de las fábricas. Constituían un principio de ruptura con las derrotas sufridas durante varias décadas. Finalmente, se diferenciaba de anteriores fenómenos de la lucha de clases en los que más bien los campesinos (movimiento zapatista), los jóvenes (movimiento altermundialista) o la población urbana en general (Argentina 2001) estuvieron en el centro de la escena, contribuyendo a difundir la idea que la clase obrera ya no era el sujeto principal de la transformación social. Con la oleada de luchas de 2009-10, ésta estaba definitivamente de regreso en el centro de la escena política.
Durante varios meses, decenas de huelgas duras han sido la portada de varios diarios. Retomar el método radical de secuestrar a los patrones y a los cuadros de las empresas se extendió rápidamente como una mancha de aceite, a pesar del programa limitado de las indemnizaciones. En la historia del movimiento obrero francés, los obreros sólo recurrieron a este tipo de acción en forma más o menos frecuente durante los períodos más revolucionarios de la historia del siglo XX. Como decimos en un artículo publicado en 2010: “Por un lado, la extensión de este tipo de acción en diferentes momentos de la historia no es nueva. Xavier Vigna, a propósito de los secuestros de los años ’60 y ’70, explica que ‘estas formas de violencia no son nuevas y nos hacen emitir la hipótesis de un repertorio de acciones violentas casi subterráneo, que camina más allá de una pacificación general de las relaciones sociales, que se manifiesta a través de ‘retoños’. O, para decirlo de otra manera, la institucionalización y difusión de la práctica huelguista no impiden que permanezcan entre los obreros, prácticas conflictivas más vivas, más agudas, cuya expresión está facilitada por la memoria de las grandes huelgas anteriores, especialmente las de 1947-48 y que se manifestó durante el ‘68’6”. ¿Estaremos por vivir el mismo fenómeno, de manera diferida, como una memoria subterránea de la oleada de los años ’60 y ’70 que quizá está por anunciar una nueva oleada obrera que vaya más allá de las profundas limitaciones subjetivas actuales […]?” 7
Nos parece que el movimiento histórico contra la reforma de las jubilaciones y el rol central que han jugado allí sectores estratégicos de la clase obrera responde positivamente al planteo que hacemos en este momento, incluso aunque la coyuntura electoral que atravesamos actualmente constituye una especie de interregno más reformista. Esta oleada de 2009-10 tenía además un componente muy interesante de anti-burocratismo en la medida que estos conflictos se llevaban adelante por fuera y a veces en oposición a las políticas de las confederaciones. Incluso hubo intentos de coordinación independiente de esta vanguardia radical, como el encuentro de Champhol a fines de 2008, la manifestación en París en octubre de 2009, la aparición del Colectivo contra los Patrones Canallas, la reunión en Blanquefort, el envío de delegaciones obreras a Châtellerault para apoyar a los New Fabris en julio de 2010. En definitiva, lo mínimo que puede decirse es que la situación en el movimiento obrero era más bien favorable a la construcción de un partido anticapitalista…
Sin embargo, la falta de implantación inicial del NPA en el movimiento obrero industrial ha sido agravada por la inmersión del partido en discusiones electorales mientras que incluso este proceso huelguista estaba en pleno desarrollo. Para ilustrar hasta qué punto el partido no estuvo a la altura de lo necesario, es suficiente citar el caso de la huelga de la refinería de Flandres en Dunkerque, donde el principal dirigente, Philippe Wullens, tenía una gran simpatía por el discurso de Olivier Besancenot. Lo invitó varias veces a ir para llevar su apoyo, sin éxito, incluso cuando se trataba del principal conflicto en curso a escala nacional, que incluso desencadenó una huelga general de las refinerías. Segundo ejemplo, el conflicto de Philips en Dreux, donde el secretario del sindicato de la CGT, Manu Georget, que estaba a la cabeza del sector combativo de la empresa y que incluso intentó aplicar el control obrero de la producción, era miembro del NPA y cabeza de la lista electoral en su departamento. La dirección del NPA lo dejó absolutamente solo, incluso cuando el conflicto había tomado una amplitud nacional, con la cuestión del lockout patronal y la intervención del Ministro de Industria Christian Estrosi, quien debió salir en defensa de la patronal de Philips diciendo que no eran patrones canallas.
Una vez más, si el NPA se hubiera implicado a fondo en estas huelgas, considerando a cada una como “escuela de guerra” (Lenin dixit), si hubiera apoyado resueltamente la realización de una coordinación de estos conflictos, en forma independiente de la burocracia de Cherèque y Thibault, si hubiera hecho todo para ganar para sus filas a los mejores elementos de esta vanguardia al mismo tiempo que aportaba a todos aquellos que estaban por luchar un poco de confianza en su capacidad de ganar si ellos luchaban todos juntos... ¿no habría llegado en mejores condiciones al otoño de 2010? El “vacío” estratégico y la ilusión de ocupar espacios superestructurales especialmente en las elecciones, ¿no habrán sido el origen de la incapacidad del NPA para jugar un rol en el marco de esta ocasión de oro ofrecida por la lucha de clases? Ya que, cuando sólo se piensa en que la transformación revolucionaria pasará por una insurrección dirigida por los trabajadores y conduciendo al conjunto de los sectores populares, lo que está en tela de juicio es la cuestión misma del sujeto de la transformación social y las prioridades de construcción.
El movimiento del otoño y la capacidad de los trabajadores de paralizar el país
Finalmente llegamos al movimiento de las jubilaciones, que fue significativo, no solo por el importante rol que jugaron sectores estratégicos de la clase obrera, como los trabajadores de la energía y de los transportes, sino también por las relaciones que se establecieron entre el conjunto de los trabajadores en lucha. Los costos de todas las faltas estratégicas del NPA se pusieron en evidencia explícitamente.
Cuando comenzó el movimiento, los trabajadores de las refinerías acaban de terminar otra lucha contra el cierre de la refinería de Flandes que llevo a paralizar todas las refinerías de Francia. Muy rápidamente la huelga de las refinerías se declaró renovable y los trabajadores se dirigieron al conjunto de los que peleaban contra la reforma de las jubilaciones, planteándoles que tenían la fuerza para paralizar el país y que estaban decididos a hacerlo, pidiendo a quienes no tenían los mismos medios de presionar que contribuyeran con un fondo de huelga para compensar los descuentos a sus salarios al finalizar el movimiento.
Si bien esto escondía una cierta autosuficiencia, que luego se topó con sus límites cuando las direcciones sindicales dejaron aislados a estos sectores, la subjetividad de los trabajadores de las refinerías que proponían utilizar su lugar central en la producción para que se oiga la voz de todos los explotados, era un hecho completamente nuevo. Y esto más aún, cuando la respuesta de la población fue más que favorable: los aportes al fondo de huelga fueron tan importantes que superaron ampliamente lo necesario para compensar los descuentos salariales y fueron utilizados para otros sectores. Cuando, frente a una escasez inminente, el Estado decidió, con la complicidad de la Intersindical, desalojar los piquetes de huelga, miles de trabajadores de otros sectores y de jóvenes fueron a defender junto a los trabajadores de las refinerías los piquetes que consideraban propios.
Más en general, hay que destacar la capacidad que tuvo el movimiento de otoño de 2010, con su dinámica que tendía claramente a la huelga general, a atraer la simpatía y la movilización de los sectores más diversos, especialmente con la entrada de los secundarios y de los jóvenes de los suburbios, evidenciando claramente la gran capacidad de la clase obrera a volverse hegemónica cuando se pone al servicio de los intereses del conjunto de los explotados. Sin los servicios prestados por las direcciones sindicales a la burguesía, el desarrollo de estas tendencias habría podido llegar a un umbral abiertamente político, planteando el problema del poder, como quedo claro en el momento en que la escasez de combustible fue concreta, y los trabajadores de las refinerías contaban con el apoyo del 75 % de la población, mientras que el Presidente de la República tenía su mas baja tasa de popularidad del 29 %.
Desgraciadamente nuestro partido se preparó muy mal para eso. Hasta antes de la creación del NPA, la LCR, que había hecho un esfuerzo durante las dos primeras décadas de su existencia para implantarse en la clase obrera (aunque con resultados relativos) se había adaptado de un modo para nada despreciable a lo que Daniel Bensaïd llamaba “la ilusión de lo social”, es decir a la idea de una multitud de movimientos parciales cuya simple suma sería el motor de la transformación social.
La lógica de los “sectores de intervención” materializó esta concepción desde un punto de vista organizativo. Movimiento feminista, movimiento sobre las cuestiones del medio ambiente, los movimientos de los desocupados, el movimiento LGTB, el movimiento para la vivienda, el movimiento estudiantil, universitario, secundario, de los barrios populares, etc. Al contrario de LO, que en forma sectaria desatiende el combate contra las opresiones e incluso la intervención en el movimiento estudiantil, la LCR y luego el NPA se dispersaron en diversos frentes, sin ninguna jerarquía.
Así es como el NPA nació, no sólo sin delimitación estratégica, sino con una muy débil delimitación de clase, y con una composición social donde los docentes y los estatales representaban la mayoría del partido y con una estructuración muy débil en los sectores estratégicos del proletariado que no pudo revertir desde los primeros años de existencia. Es por eso que cuando los compañeros de la corriente Izquierda Anticapitalista afirman que durante el movimiento contra la reforma, “la consigna de huelga general también sirvió de biombo ante la ausencia de propuestas concretas en el curso de la movilización”8, si bien esta afirmación es en parte verdadera, la respuesta al problema no puede encontrarse en la orientación política del NPA.
El NPA llegó muy mal preparado a este movimiento cuya dinámica era claramente hacia una huelga general política. La falta de acumulación previa y la incapacidad del NPA de construir fracciones radicales al calor de la lucha de clase, de combatir concretamente a la burocracia sindical y de presentar una alternativa de dirección al movimiento, anclado en los embriones de organismos de autoorganización que eran las AG interprofesionales, condenó al NPA a una simple propaganda de la huelga general (además vacilante y desviándose a veces hacia la ambigua consigna de “bloqueo de la economía”), sin tener la capacidad de ser un factor de peso en el destino de la lucha, aunque sólo sea desde algunos sectores.
Finalmente, y a pesar de las acusaciones de “propagandismo sectario” llevadas por estos compañeros con respecto a la mayoría actual, fue la política de construcción ocupando espacios superestructurales y electorales, la que llevó al NPA a esta situación de impotencia en el terreno de la lucha de clase. Ahora bien, ésta es compartida por toda la antigua dirección, y los fundadores de la Izquierda Anticapitalista son sus más fieles defensores.
La primavera árabe y las “revoluciones clásicas”
Sin embargo, lo más importante todavía estaba por venir. Contra todas las previsiones de algunos camaradas, las primeras revoluciones del siglo XXI llegaron bastante rápido. Esta vez las cosas han cambiado en el atrasado corazón colonial francés, el Magreb. La palabra “revolución”, deshabilitada en el momento de la fundación del NPA, repentinamente, estaba en boca de todos. La caída de los dictadores en Túnez y en Egipto –el caso libio es el más contradictorio producto de la intervención imperialista– por la acción de las masas todavía no era, desde luego, el resultado de una revolución social victoriosa. Pero el proceso esta abierto, y esto nadie se atreve a negarlo.
En este nuevo contexto, toda una serie de cuestiones y problemas se plantearon de un modo muy concreto. El primero fue el de la dinámica y de la alianza de clases que puede llevar a la revolución. Como ya sucedió en varias oportunidades a lo largo de la historia, los primeros estallidos surgieron en los eslabones débiles de la cadena capitalista mundial, en países que vivían bajo regímenes autocráticos y sufrían las peores consecuencias de la crisis, más particularmente de la juventud y de los sectores populares más oprimidos de estos países. Pero en Túnez y sobre todo en Egipto, fue la convergencia entre la “plaza” y las fábricas (con el anuncio de una huelga general en vísperas de la caída de Mubarak) la que fue capaz de tirar abajo al dictador y que es aún hoy decisiva para que la revolución pueda avanzar en sus objetivos.
El segundo es la necesidad de construir organismos de autoorganización de las masas9 que sean verdaderos embriones de un doble poder, sin los que las clases dominantes encontrarán siempre los medios de retomar el poder, a veces incluso desviando aspiraciones legítimas como la de la Asamblea Constituyente en Túnez para llevar a cabo un cambio superficial, sin tocar las raíces del sistema de opresión y explotación.
El tercero es el de la combinación entre las tareas democráticas y sociales, que puso en el orden del día la cuestión de la articulación entra la lucha contra los regímenes autocráticos y por resolver tareas democráticas estructurales en países en los países semicoloniales y la lucha contra el capitalismo como sistema de explotación.
De esta manera, en Túnez el proceso revolucionario hizo la relación entre la dictadura de Ben Ali y la de los “pequeños Ben Ali”10 en particular de los patrones atados al régimen que eran echados de las empresas en el momento más explosivo de la movilización. En Egipto una de las primeras medidas de la Junta militar en respuesta a la caída de Mubarak fue prohibir el derecho de huelga para impedir a los trabajadores que habían desempeñado un papel determinante en la caída del dictador empujar más lejos el proceso, lo que llevó a acelerar la experiencia de las masas con el Ejército como vimos en la movilización que precedió las elecciones parlamentarias y que continúa hasta ahora.
Lo que muestran estos procesos y los intentos de desviarlos que están en curso, es que la satisfacción de las reivindicaciones democráticas, comenzando por la liberación de la opresión imperialista sólo podrá hacerse si los trabajadores y las capas populares llevan hasta el final la revolución, es decir si avanzan sobre la propiedad privada de los medios de producción y comienzan a crear las bases de su propio poder bajo un programa de transición que responda a las aspiraciones democráticas y sociales de todas las capas populares. Porque si la clase obrera no es capaz de ofrecer un programa y una perspectiva al conjunto de las capas populares, una parte de estos sectores será trágicamente atraída por los partidos musulmanes y su política asistencialista, como ya sucede en parte tanto en Egipto como en Túnez.
En este sentido, debemos subrayar hasta qué punto el salto actual en la intervención de la clale obrera egipcia en el proceso es alentador, y podría ser un primer paso. La universitaria inglesa Anne Alexander escribe a propósito de la segunda oleada que se desarrolla frente a nuestros ojos: “Esta serie compleja de acontecimientos no puede ser comprendida sin tomar en cuenta el profundo cambio en la naturaleza y el alcance de la acción colectiva de los trabajadores egipcios desde fines de agosto de 2011. Una oleada de huelgas y manifestaciones coordinadas en todo el territorio, como las organizadas por los trabajadores del correo y los docentes, junto con la industria y el conjunto del sector del azúcar y los trabajadores de la administración pública de los transportes del Cairo, es la principal causa de una parálisis que se apoderó del régimen militar en septiembre y que abrió el camino para el levantamiento de noviembre. Las luchas sociales y políticas continuas, que profundizan cada vez más la revolución en Egipto, aún se encuentran en un estadio precoz de su desarrollo. Sin embargo, varias características de la oleada de huelgas de septiembre de 2011 indican que el grado en el que los trabajadores se organizan, reintrodujo a la clase obrera como un factor importante en la política nacional, a un nivel desconocido en Egipto desde hace más de sesenta años”11.
Se entiende entonces cómo la situación podría haber cambiado radicalmente en este país. Sería suficiente que estas movilizaciones, que son cada vez más ofensivas y coordinadas, pero que se concentran en las consecuencias de las reformas liberales de los últimos años, sobrepasan el carácter sectorial de sus reivindicaciones y se vuelvan abiertamente hacia la lucha por la caída de la dictadura militar.
Es una expresión clara y viva de lo que explicaba la Teoría de la Revolución Permanente, sistematizada por Trotsky en base a la experiencia de las revoluciones rusas y chinas. Contra toda concepción que pretenda restringir las revoluciones árabes a una primera etapa puramente democrática para dejar para el día del juicio final la expropiación de los capitalistas y una independencia verdadera frente al pillaje imperialista, tiene una actualidad enorme para pensar y prepararse para intervenir en los procesos en curso.
También podríamos citar un gran número de problemas “clásicos” resucitados por la primavera árabe. Como, por ejemplo, la cuestión del armamento de los trabajadores frente a la represión sanguinaria que se desarrolla bajo nuestros ojos en Egipto.
Nos guste o no, las revoluciones árabes vuelven a poner sobre el tapete toda una serie de cuestiones que conciernen a la estrategia y la táctica revolucionarias y para reflexionarlas, las experiencias revoluciones pasadas son de una enorme utilidad. Cual es el sentido de un partido revolucionario si no es el de sintetizar las experiencias históricas de nuestro movimiento para no condenar a nuestra clase a comenzar siempre de cero y a cometer los mismos errores. ¿Cuál es el sentido de un partido revolucionario si no es el de sintetizar las experiencias históricas de nuestro movimiento, con el objetivo de evitar a nuestra clase partir siempre desde cero y cometer los mismos errores? ¿Acaso los camaradas que proclamaron nuestra ausencia total de referencias estratégicas y la “muerte del modelo de 1917” consideran que la necesidad de una alianza entre los obreros y las clases populares o campesinas, de un programa de transición capaz de responder a las aspiraciones y de unificar todos estos sectores, de la autoorganización como base del nuevo poder, la dinámica permanente de la revolución son problemas perfectamente nuevos e imprevisibles?
Si por “modelo de 1917” se entiende un esquema inmutable condenado a repetirse exactamente del mismo modo, desde luego se trata de una tontería. Cada revolución tiene una dinámica propia y se desarrolla según las condiciones concretas del país, las relaciones entre las clases, del momento histórico, etc. Por otro lado, uno de los grandes méritos de los revolucionarios rusos mismos fue de haberse concentrado en la cuestión teórica y práctica de pensar en una estrategia para la revolución en las condiciones concretas de Rusia a principios del siglo.
¿Pero cómo explicar al mismo tiempo la pertinencia de todos estos aspectos que estaban planteados tanto en aquel lejano 1917 como hoy en día? Pensamos que esto es así, porque la revolución rusa fue en su época terriblemente moderna, en el sentido en que anticipó, en las condiciones muy particulares de existencia de un país atrasado y con una clase obrera muy concentrada y educada en un sentido revolucionario, gran parte de los problemas de las revoluciones de nuestra época en un sentido amplio, es decir de la revolución socialista.
Esto no significa, desde luego, que en Egipto las cosas se sucederán como en Rusia. La caída de Mubarak no es un tipo de revolución de febrero. En Egipto el ejército no se dividió completamente entre soldados solidarios con la revolución y oficiales atados al antiguo régimen, la clase obrera todavía no desempeñó un papel hegemónico y todavía no surgieron organismos de doble poder obrero (los soviets). Es en gran parte debido a la ausencia de estos elementos que los regímenes pudieron mantenerse sacándose de encima solamente a la persona del dictador. Podríamos afirmar en este sentido que la política de contrarrevolución democrática que en Túnez comenzó con la convocatoria a una Asamblea Constituyente en el marco del régimen y en Egipto por la puerta en pie de un gobierno de la Junta militar, tuvo precisamente como objeto evitar una dinámica del tipo “febrero del ‘17”.
Es probable por otra parte que el desarrollo de la revolución egipcia sea más lento que el de la revolución del ‘17 donde la guerra y las experiencias previas del movimiento de masas –particularmente 1905– pudieron acelerar el proceso. Estamos así posiblemente frente a una dinámica más próxima de la de la revolución española, que empezó en 1931 con la caída del rey Alfonso y que se terminó con la derrota en la guerra civil en 1939. Esta analogía sirve sobre todo para subrayar que frente a una debilidad subjetiva (los trabajadores y los jóvenes egipcios, por el momento, tienen poca conciencia de los mecanismos reales de su explotación y de la posibilidad de terminar con ella) y en ausencia de un partido revolucionario que pueda atenuar esto de manera organizada, el proceso puede tener ritmos más prolongados, atravesando situaciones diversas (electorales, de retroceso, etc.) antes de poder resolverse en el sentido de la revolución o de la contrarrevolución. Al mismo tiempo este desarrollo más lento puede tener la ventaja de dejar más tiempo para la construcción de una organización revolucionaria.
¿Cómo intervenir correctamente en un proceso revolucionario abierto sin haber reflexionado sobre estos problemas? El desarme político-estratégico del NPA le impidió incluso tener una política consecuente de solidaridad con respecto a estas revoluciones y ser consecuentemente antiimperialista frente a una intervención militar contra-revolucionaria dirigida por Francia en Libia12. Imaginemos solamente un instante si se deberíamos intervenir allí directamente...
¿Revolución o «gobierno anticapitalista»?
Como acabamos de ver ampliamente, los elementos de la situación concreta desde la fundación del NPA, no hacen más que reactualizar la pertinencia de una estrategia revolucionaria. Y sin embargo el NPA caminaba en sentido inverso. Ciertamente, se delimitó en su origen de las adaptaciones más abiertas de las corrientes del SU-QI13 a una estrategia reformista tales como la participación de la corriente brasileña Democracia Socialista en el gobierno de Lula, o la participación de la corriente italiana en Rifondazione Comunista comprometido en el apoyo al gobierno Prodi y a la intervención militar en Afganistán. Pero la idea de la ausencia de hipótesis estratégica nos llevó a escatimar las perspectivas y a bajar nuestro nivel de comprensión de los procesos revolucionarios, como lo atestigua la fórmula ambigua de “transformación revolucionaria de la sociedad”.
Tomando la contradicción nacida del hecho de que el NPA no se pronunciaba abiertamente por una revolución, la cuestión que estaba en boca de cada periodista y adversario político era: ¿acaso el NPA estará dispuesto a gobernar, a “tomar responsabilidades”?. La cuestión tenía un sentido preciso, el de saber si la transformación de la LCR en NPA implicaba la sustitución de una estrategia revolucionaria por otra que pueda “integrarse” al régimen y a las instituciones tal cual son. Al mismo tiempo que fijábamos en nuestro discurso nuestra independencia con respecto a estas instituciones, los principios fundadores decían: “es la relación de fuerza nacida de la movilización la que puede permitir la colocación de un gobierno que impondrá medidas radicales en ruptura con el sistema y que emprenda una transformación revolucionaria de la sociedad”. ¿Como este “gobierno” llegaría al poder? ¿Qué relación establecería con las instituciones del sistema capitalista? Nada de esto fue precisado.
En el mismo sentido, Alain Krivine planteaba la cuestión del modo siguiente: “hoy, los revolucionarios son escuchados por millones de personas y se esfuerzan, sin renegar del todo a su combate, en construir un partido popular que va a obligarnos a cambiar, en común, nuestro vocabulario, nuestros métodos, nuestro funcionamiento. Un partido que también va a obligarnos a escuchar y a aprender. Un movimiento útil en las luchas, útil para plantear una alternativa política y por qué no mañana, en ciertas condiciones que todavía no existen, útil para el ejercicio del poder.”.
¿Cuáles serían entonces estas “condiciones”? En un chat de Monde, Olivier Besancenot respondía a un internauta que le preguntaba si podría “entrar en un gobierno de izquierda, para hacer peso para lograr un aumento de los salarios, de las asignaciones familiares, y las jubilaciones”: “en un gobierno anticapitalista que tomaría tales medidas, y otras más, como la prohibición de los despidos, o que se pelearía para un reparto efectivo y igualitario de las riquezas, sin problema. Evidentemente hasta, en tal gobierno, implicaría grandes movilizaciones sociales para que el poder mismo sea compartido. Tal gobierno, seria evidentemente contradictorio con programa del Partido Socialista y de los que proponen acompañar los daños del capitalismo.”
La idea de un “verdadero gobierno de izquierda”, apoyado por la movilización ganaba terreno con la casi única condición de no sea con el Partido Socialista. Este gobierno no tendría por objeto expropiar el conjunto de la clase capitalista para socializar los medios de producción, sino simplemente pelearse por un “reparto igualitario de las riquezas”.
Esta idea de una combinación entre un “gobierno anticapitalista” y la movilización de masas se apoyaba por un lado en una reflexión teórica empezada en el seno del LCR particularmente por Antoine Artous que decía que “por lo menos en países como los de Europa del oeste (y también en otros países), no se podía creer que este nuevo poder surgiría en oposición completa con ciertas instituciones políticas instaladas, especialmente las asambleas elegidas teniendo como base el sufragio universal. Es por eso que, y esto desde ahora, hay que llevar batalla para su democratización radical”14. Así, los mismos compañeros que consideraban que las formas de emergencia del doble poder con sus características eran altamente imprevisibles (hipótesis estratégica), parecían tener por lo menos una certeza: que las instituciones del régimen democrático burgués son llamadas a desempeñar un papel central en la emergencia de este poder doble.
Se apoyaba por otra parte en la emergencia de un cierto número de gobiernos con una retórica “revolucionaria” en América Latina, como Chavez y Evo Morales. La misma fórmula de “socialismo del siglo XXI”, repetida por el NPA, había sido tomada de Chavez para quien, sin embargo, se trataba de un “socialismo con empresarios”.
François Sabado hasta llegó incluso a contemplar en nombre de su corriente internacional, el SU-QI la posibilidad de una Internacional común con Chavez: “Chavez sitúa la constitución de una Vª Internacional en la continuidad de la IVª. Ya lo hemos declarado repetidas veces: qué importan las etiquetas, si hay convergencia en el contenido. […] Hay, efectivamente, un nuevo período histórico, donde las diferencias entre diferentes corrientes revolucionarias pueden ser superadas teniendo como base una “ nueva comprensión común de los acontecimientos y de las tareas”. […] Una vez más, este llamado crea las condiciones de una nueva discusión internacional, inseparable de la solidaridad con la revolución bolivariana. ¡Es con este espíritu que la IVª Internacional, sus organizaciones y sus militantes, responderán “presente”!” 15
Una vez más, la experiencia concreta demostró los límites de la “revolución bolivariana”. A pesar del “apoyo de la movilización de masas” contra el golpe de Estado en 2002, Chavez no emprendió –desde hace más de 10 años que está en el gobierno– una ruptura con el sistema capitalista. Y los procesos más avanzados de la lucha de clases vinieron por otra parte y bajo una forma mucho más “clásica” con las revoluciones árabes, a las que el NPA, como mencionábamos más arriba, le prestó escasa atención.
Además, esta ambigüedad sobre la cuestión del poder dejó desarmado al NPA para enfrentarse con la competencia de la Frente de Izquierda, que tenía la ventaja de responder a una aspiración a la unidad de la izquierda presente entre los trabajadores y los jóvenes que simpatizaban con el NPA. No pudiendo diferenciarse claramente de la estrategia de “revolución por medio de las urnas” de Mélenchon para justificar su existencia independiente, el NPA fue inaudible y apareció como sectario. Esta impotencia derivó en el fortalecimiento de la tendencia “unitaria” en el seno del partido, culminando en numerosas rupturas hacia el Frente de Izquierda y en la constitución de la corriente Izquierda Anticapitalista.
En este sentido mientras que los que firmaron el texto “Algunos elementos...”16 hablan de la capacidad del NPA a “hegemonizar la izquierda radical”17, lo que sucedió es que la ilusión de influenciar sobre las corrientes de la izquierda antiliberal y reformista, en ausencia de una estrategia propia se transformó en su contrario, en un aumento importante de la influencia de los reformistas en sus filas, como lo demuestran las numerosas partidas de camaradas del NPA hacia el Frente de Izquierda.
Grecia y el trágico papel de la extrema izquierda
Siendo la primera víctima de la crisis de la deuda de los Estados, Grecia se convirtió desde hace varios meses en el punto más avanzado de la lucha de clase en el continente europeo. Las luchas de resistencia de los trabajadores griegos y del pueblo contra la política de austeridad impuesta por la troica con acuerdo del gobierno del PASOK, dieron un salto cualitativo con la huelga general del 19 y 20 de octubre último, trayendo como consecuencia una crisis abierta del gobierno de Papandreu y su imposibilidad de continuar gobernando. Detrás del último acto de su presidencia con la propuesta y luego la retirada en pocas horas de un proyecto de referéndum, así como la puesta en pie de un “gobierno de unidad nacional” con Papademos a la cabeza, hay que ver por un lado el poder de la movilización, y por el otro la presión a una semicolonización del país por las principales burguesías europeas.
Como señala Stathis Kuvelakis: “¿cómo comprender de modo más profundo este trastorno espectacular del panorama político, que vio en una decena de días al ex primer ministro Papandréou anunciar un referéndum, retractarse, ganar un voto de confianza en el Parlamento para dimitir finalmente y dejarle el sitio a un gobierno de “unidad nacional” a las órdenes de los financieros y de la UE? Precisemos desde el principio esto: contrariamente a una impresión ampliamente difundida en y por los medios de comunicación internacionales, no fue el anuncio de un referéndum acerca de las decisiones de la cumbre europea del 27 de octubre que precipitó los acontecimientos, sino la situación pre-insurreccional en la cual Grecia se zambulló desde los días del 19 y 20 de octubre y, de modo todavía más claro, desde las revueltas que acompañaron las conmemoraciones de la fiesta nacional del 28 de octubre. Es precisamente a esta situación que respondía la iniciativa de Papandreu de alto riesgo, y que se reveló fatal para su suerte” 18
Frente a tal situación de convulsión social, frente a los sufrimientos inauditos a los cuales estaban sometidos los trabajadores y el pueblo, a la bonapartización del régimen, a la entrada de la extrema derecha al gobierno, etc. la política de la izquierda griega, que tiene un peso considerable, fue una verdadera catástrofe. Sea el Partido Comunista griego (KKE) o la coalición Syriza en la cual participan corrientes de extrema izquierda de origen trotskista y maoísta, manejan “un discurso radical, pero desencarnado, teniendo como principal objetivo sobre las encuestas [electorales], que le dan a la izquierda radical las más elevadas encuestas desde los años 1970. Parecen contentarse con este papel de receptáculo pasivo de la cólera popular” 19.
Intentar canalizar por la vía electoral la resistencia a la ofensiva más grande contra el pueblo griego desde el fin de la dictadura de los coroneles en 1974, esa es la política de la “izquierda unitaria” en Grecia. Mas alla de las diferencias, esto hace pensar en la política trágica llevada adelante por el Partido Comunista alemán, que frente al ascenso de Hitler, estaba tranquilo y no organizó ninguna resistencia “porque el partido aumentaba en número de votos…”.
Cuando los compañeros de la corriente Izquierda Anticapitalista nos explican que para prepararse para escenarios de este tipo en Francia hay que constituir un “bloque anticrisis”, buscar la unidad política y electoral con todos aquellos que, en palabras, están contra el ajuste, tenemos el derecho a preguntarnos si es el ejemplo de esta izquierda el que nos proponen como alternativa. ¿O posiblemente el del Bloque de Izquierda en Portugal (según ellos uno de los únicos partidos amplios que hoy no esta en crisis) que votó los planes de austeridad para Grecia?
¿Partido amplio o partido revolucionario para la lucha de clases?
El conjunto de los elementos catalogados a lo largo de este artículo muestra que la lógica que presidió la fundación del NPA, la de un partido proceso cuyas delimitaciones se construirían “marchando” (para retomar la expresión del poeta español Antonio Machado que fue citada en las primeras reuniones del partido20) se topó con límites muy concretos. Una intervención correcta en la lucha de clases en el contexto de una situación política que cambia muy rápidamente y es cada vez más convulsiva exige una preparación. Esta preparación pasa por la elaboración de una estrategia y de un programa que saca las lecciones de la lucha de clase y de las experiencias pasadas, así como por un trabajo de estructuración efectiva entre los trabajadores y los jóvenes radicalizados.
El eco de un vocero carismático no podía sustituirse en este trabajo y, al contrario, en su ausencia desde la última primavera, tendió a profundizar esta contradicción. El viejo revolucionario ruso León Trotsky decía a propósito de la “desproporción” entre los militantes efectivos del Partido Comunista francés de los años 1930 y su influencia: “la experiencia del movimiento obrero demuestra que la diferencia entre el tamaño de la organización y el tamaño de la influencia del partido, es tanto más grande cuanto menos revolucionario y más “parlamentario es el carácter del partido. El oportunismo se apoya mucho más fácilmente que el marxismo en masas dispersas. […] El crecimiento sistemático de la ‘desproporción’, junto con la disminución del número de comunistas organizados, sólo puede significar que el Partido Comunista Francés se está transformando de revolucionario en parlamentario y municipalista”21.
El NPA fue en cierto modo víctima de la misma trampa. La desproporción entre el peso superestructural “artificial” de Besancenot y la capacidad militante efectiva del partido creó la ilusión de que no eran necesarios ni los debates estratégicos ni la construcción de fracciones importantes entre los trabajadores y estudiantes al calor de la lucha de clase. Si durante los años 1930, cuando las organizaciones del movimiento obrero reagrupaban decenas de miles de militantes, entre ellos numerosos obreros, Trotsky consideraba la “desproporción” entre la influencia electoral de un partido y su realidad militante en la lucha de clase como un peligro, hoy cuando la militancia misma esta cuestionada, la presión electoralista sobre los partidos de extrema izquierda se vuelve cada vez más fuerte. Sin una militancia implantada en las principales fábricas, servicios, hospitales, universidades, etc. ninguna lucha seria puede ser contemplada, y todavía menos la lucha por un gobierno de los trabajadores llegando al poder por una revolución socialista.
Pero entonces, ¿cómo respondemos a la pregunta de si era necesario o no fundar el NPA? Desde nuestro punto de vista, era correcto por parte de la ex LCR querer utilizar el eco encontrado por Olivier Besancenot en las elecciones presidenciales de 2007 para ampliarse como organización, aunque este eco correspondía más a un espacio electoral en una coyuntura política precisa que a un fenómeno real de radicalización política. ¿Habría sido conservador de no tratar de convertir este eco en fuerza militante, y si para esto había que evitar un vocabulario y costumbres demasiado atadas a la tradición de la extrema izquierda post-sesentiochesca, por qué no? Sin embargo, no era necesario abandonar la estrategia y el programa revolucionarios, la intervención en la lucha de clases, la estructuración en los principales batallones del movimiento obrero, etc. Miles de trabajadores y jóvenes que habían votado por Olivier en 2007 lo hicieron en nombre de una lista que se llamaba comunista et revolucionaria.
Si durante los primeros años de existencia del partido hubiéramos llevado con estos camaradas los debates estratégicos cruciales, procurando convencer y avanzar juntos, sin miedo a las “diferencias”, al mismo tiempo que hacíamos con ellos una experiencia en común en el seno de la lucha de clase habría sido seguramente posible mantener a número de compañeros que han sido atraídos por el lanzamiento del NPA y de ganar otros.
Algunas propuestas concretas para avanzar
Sin embargo, e incluso si ya hemos perdido mucho tiempo, aún es posible evitar que el partido continúe retrocediendo hasta una explosión, dramática ya que llevaría a la desmoralización de varios militantes. Para esto, necesitamos llevar adelante estos debates, y refundar el NPA sobre nuevas bases, revolucionarias. Lo que implica que la dirección actual deje de jugar a las escondidas y haga un balance serio y profundo de los tres años que se vinieron abajo.
Este balance estratégico debería ir a la par de una serie de medidas inmediatas para volver a poner al partido a la ofensiva y cambiar el curso actual:
Acelerando el ritmo de la búsqueda de patrocinios administrativos, sería necesario tomar seriamente la cuestión del cierre de los sitios del PSA, que constituye un ataque central al conjunto de la clase obrera. Si movilizamos la cantidad de militantes que teneos en la región parisina, podremos hacer una gran campaña de solidaridad con los obreros de Aulnay. También podríamos utilizar el espacio mediático abierto a Philipppe Poutou al servicio de esta batalla de clase.
En el plano del internacionalismo, deberíamos desde ahora lanzar una campaña de apoyo a la revolución egipcia, que en estos momentos da nuevos pasos, y al mismo tiempo sufre nuevos golpes, con la represión feroz del gobierno militar. Habría que hacer un llamado de atención particular al impulso obrero en curso y la estructuración de los sindicatos independientes. Sin olvidar la movilización en Mayotte que toma un segundo impulso y es silenciada en la metrópoli y la solidaridad de los trabajadores y el pueblo griego.
La juventud del partido y, en particular, los estudiantes jugarían un papel fundamental dando un giro resuelto hacia las luchas del mundo del trabajo, para recrear una tradición de unidad entre la juventud y la clase obrera. Lo mismo que frente a la crisis capitalista y dada una cierta recuperación de las ideas marxistas en los medios universitarios, debería llevar a un combate ideológico frontal contra la ideología dominante, para rehabilitar al marxismo vivo y ganar a nuevos intelectuales y estudiantes para la militancia revolucionaria.
Avanzar en el relanzamiento de una dinámica de intervención en dirección de los principales fenómenos de la lucha obrera, del internacionalismo activo y de la lucha ideológica ofensiva, es el paso adelante necesario para corregir los errores pasados y comenzar a ponernos a la altura de los desafíos de la situación.
NOTAS
1 BORRAS Frédéric, GROND Pierre-François, HAYES Ingrid, LECLERC Anne,LIEGARD Guillaume, MARTIN Myriam, WAWRZYNIAK Coralie. « Quelques éléments pour un bilan du NPA ». Disponible en http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article23334
2 SITEL, Francis. « Stratégie révolutionnaire: résurgences et cours nouveaux ». Disponible en http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article2541
3 En el marco de este mismo “debate estratégico” que tuvo lugar dentro de la LCR durante 2007 (poco antes de la fundación del NPA), Daniel Bensaid hablaba de un retorno a la cuestión político-estratégica después de décadas en que las polémicas y las discusiones entre corrientes de la extrema izquierda alrededor de los problemas también centrales como la auto-organización, la participación o no en los gobiernos de frente popular, etc. habían desaparecido. Si la oleada revolucionaria de los ’60-’70 había actualizado el debate sobre las estrategias de la toma del poder –con una divergencia especialmente entre los partidarios de la toma del poder sobre la auto-organización de la clase obrera y los partidarios de la guerrilla–, la derrota de estas experiencias suprimió de un plumazo este debate estratégico, y en la medida que ninguna de las dos estrategias triunfó sobre la otra, pero más trágicamente en la medida en las dos han sido aplastadas o desviadas. A partir de esta constatación, Daniel Bensaid vuelve sobre los debates que habían marcado los años ’70 donde según él las dos grandes hipótesis estratégicas se habrían enfrentado. La primera es la que llama a “la huelga general insurreccional”, en referencia a la estrategia revolucionaria elaborada según el “modelo” ruso de 1917, es decir, el de una revolución dirigida por la clase obrera en alianza con las clases populares, con hegemonía de los centros urbanos sobre el campo, estableciendo un poder de los trabajadores basados en organismos de autodeterminación y tomando el poder por la vía de una insurrección armada dirigida por un partido marxista revolucionario. La segunda hipótesis, que él llama “guerra popular prolongada”, se apoya esencialmente en el campesinado en tanto que clase revolucionaria y sobre direcciones pequeñoburguesas, en regla general, populistas o stalinistas, cuya orientación política se articula alrededor de la guerra de guerrilla y una estrategia de colaboración de clases con sectores de la burguesía nacional. (BENSAID, Daniel, « Sur le retour de la question politico-stratégique ». Disponible en http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article3122
4 En este sentido, era significativo que en octubre de 2007, apenas dos meses después del anuncio del lanzamiento del proyecto del NPA, la Liga no había organizado ninguna actividad alrededor de los 90 años de la revolución rusa… sino más bien por los 40 años de la muerte del Che Guevara.
5 Es bueno recordar que el segundo dirigente más importante del LKP, Nomertin, es miembro de la corriente Combate obrero, ligada a LO y que esta corriente no constituyó de ninguna manera una alternativa política al programa de Domota, restringido a las reivindicaciones de tipo económico y que no iba hasta el final con el enfrentamiento con el imperialismo francés opresor y la burguesía béké.
6 VIGNA X., L’insubordination ouvrière dans les années 68: essai d’histoire politique des usines, Presses universitaires de Rennes, 2007, p. 378.
7 COBET, Daniela, « La classe ouvrière en France face à la crise capitaliste: bilan et perspectives de la vague de luttes de 2009-2010 et les tâches des marxistes révolutionnaires »
8 BORRAS Frédéric, GROND Pierre-François, HAYES Ingrid, LECLERC Anne, LIEGARD Guillaume, MARTIN Myriam, WAWRZYNIAK Coralie. Op cit.
9 La creación de sindicatos independientes (ver el artículo en el dossier de Egipto de ese número) es testimonio de los primeros pasos en este sentido y de la necesidad objetiva de la autoorganización para hacer avanzar la revolución.
10 También es el caso de Egipto donde se habla mucho en estos momentos de atrapar a los “pequeños Mubarak”.
11 ALEXANDER, Anne. “La vague de grèves de septembre 2011”.
12 Con respecto a nuestro balance de la ausencia de política del NPA con relación a la intervención militar en Libia, ver CLECH, J.P. « L’extrême gauche et la guerre en Lybie: chronique d’une démission scandaleuse ».
13 Corriente internacional de la que formaba parte la LCR. Frecuentemente, es nombrada por sus militantes como “la Cuarta”.
14 ARTOUS, Antoine. « Orphelins d’une stratégie révolutionnaire? » Critique Communiste numéro 179. Disponible en http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article2542
15 SABADO, François. « Chavez: Pourt une V Internationale! ». Disponible sur http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article15660
16 BORRAS Frédéric, GROND Pierre-François, HAYES Ingrid, LECLERC Anne, LIEGARD Guillaume, MARTIN Myriam, WAWRZYNIAK Coralie. Op cit.
17 Idem
18 KUVELAKIS, Stathis. « Grèce: coup d’État européen face au soulèvement populaire ». Disponible en http://www.contretemps.eu/interventions/gr%C3%A8ce-coup-%C3%A9tat-europ%C3%A9en-face-soul%C3%A8vement-populaire
19 Idem
20 Se trata del poema « Caminante » cuyos versos dicen «Caminante, son tus huellas / el camino, y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar./ Al andar se hace camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de pisar. / Caminante, no hay camino, / sino estelas en la mar. »
21 TROTSKY, León. « La ‘troisième période’ d’erreurs de l’Internationale Communiste », 3ème chapitre, disponible en http://www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1930/01/300108_3.htm
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