Por Diego Dalai
Tras su paso cínico y provocador por el México de los femenicidios y la homofobia amparados por el Estado, el Papa Joseph Ratzinger, máximo representante de la Iglesia Católica, estrecha aliada del imperialismo y la más reaccionaria y oscurantista institución del planeta que está contra el uso del preservativo hasta en países donde el SIDA es epidemia y del aborto incluso terapéutico, llegaba a Cuba habiendo declarado que “el marxismo ya no responde a la realidad”. Las compañeras de Pan y Rosas de México repudiaron activamente la presencia en sus tierras de esta siniestra figura.
Apenas llegado a Santiago de Cuba, segunda ciudad más importante de la isla, dio otra clara muestra del carácter político de su viaje llamando al pueblo de Cuba a que “luchen por construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre” y a marchar “por caminos de justicia, paz, libertad y reconciliación”.
Estas cortas frases marcan claramente cuál es el objetivo de la Iglesia Católica a la que el gobierno de Raúl Castro recibe con grandes honores: consolidar y fortalecer aún más su papel como institución en la sociedad cubana, para ser un puntal de la restauración capitalista en la Isla e interlocutor privilegiado de la burocracia en la discusión sobre el futuro de Cuba. En la misa en La Habana donde en un hecho sin precedentes asistieron cientos de peregrinos cubanos procedentes de Miami, el máximo representante de la Iglesia cubana el cardenal Jaime Ortega, pidió “que reine entre todos los cubanos el amor y el perdón y se haga verdad la reconciliación y la paz”. Allí el Papa pidió abiertamente la “libertad religiosa”… incluso en la educación! (actualmente pública, única y laica).
La Iglesia presiona por una apertura económica y política y por la “reconciliación” con la emigración, ante todo con la burguesía cubana en Miami, para acelerar el retorno al capitalismo en la isla y terminar de enterrar la Revolución cubana que todavía a 50 años de haber expropiado a los capitalistas y echado al imperialismo, sigue siendo, a pesar de los desastres causados por su dirección burocrática, un símbolo para miles de luchadores en toda Latinoamérica.
Negociaciones entre el Vaticano y los Castro
En el encuentro a puertas cerradas de Raúl y el Papa, de 40 minutos según informó el vocero del Vaticano, el pontífice manifestó que “La Iglesia quiere aportar a un clima positivo y creativo en el momento que vive el país”, a la vez que solicitó “una mayor apertura” para la Iglesia, para que “pueda cumplir mejor su misión”.
Castro, por su parte, había declarado que Cuba “sigue cambiando todo lo que deba ser cambiado”, reafirmando una vez más el curso restauracionista de la burocracia, expresado en los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del PCC, y saludó las “estrechas relaciones entre la Santa Sede y Cuba”. El saludo de Fidel con el Papa calificado de “mucha cordialidad”, fue el “broche de oro” para reafirmar, por si fuera necesario, la disposición de la burocracia en su conjunto a seguir avanzando por este camino. También fue una muestra de la disposición más conciliadora de la Santa Sede que no tenía “en agenda” tal encuentro.
En este marco, Raúl también planteó los límites de esta estrategia y los términos de la negociación que pretenden, arremetiendo contra EE.UU. por el criminal bloqueo económico que sostiene hace 50 años.
La Iglesia viene multiplicando sus lazos con la cúpula de la burocracia y se ha convertido en el interlocutor válido entre ésta (que crecientemente le otorga más protagonismo en la vida política cubana) y el imperialismo. Incluso la Iglesia se manifestó (y ahora Benedicto XVI lo ratificó a último momento) por poner fin al bloqueo económico norteamericano al que califica de “inútil”. Esta política más conciliadora que inauguró el Papa Juan Pablo II en su viaje en 1998, le ha permitido ser hoy la mayor institución no-estatal en Cuba con cierto peso en la vida política nacional y hasta con algunos espacios en la televisión (completamente estatal). Su máxima autoridad, el Cardenal Jaime Ortega es ya una figura pública nacional e internacionalmente. El año pasado logró a través de su mediación directa la liberación de decenas de presos políticos, un hecho con pocos precedentes en la historia cubana pos ’59.
Disputas en torno al futuro del régimen
Sin embargo, el gobierno cubano intentó lo más posible presentar la visita del Papa como meramente religiosa aprovechando la conmemoración de la Virgen del Cobre. El intento (fallido) de diluir el carácter político de la visita, buscaba ocultar la renovada actividad de los grupos “disidentes” que ante la llegada del pontífice ampliaron sus misas y caminatas y hasta tomaron una iglesia en La Habana durante dos días.
El Papa fue cauteloso, y no se entrevistó con los sectores llamados “disidentes” ni aludió a la persecución de que fueron objeto en estos días con la encarcelación de decenas de sus miembros. Eso hubiera complicado las buenas relaciones con el gobierno. Pero sí mencionó y dedicó un rezo a “los presos y sus familiares”, un gesto de apoyo frente a la renovada actividad que vienen mostrando.
Es que pese a las estrechas relaciones, hay diferencias profundas difíciles de resolver entre la burocracia y la Iglesia. La discusión es qué régimen político establecer en la isla en el marco del avance de la restauración capitalista. La burocracia trata de mantener el control político y el régimen de Partido único, apostando a una “vía china”, como hemos explicado en otros artículos en LVO. Esto fue ratificado en la reciente Conferencia Nacional del PCC y vuelto a manifestar ahora en declaraciones del ministro de Economía Murillo. Pero la Iglesia y el imperialismo, por el contrario, quieren que las reformas económicas vayan de la mano de reformas hacia una “democracia” parlamentaria (burguesa) que les permita imponer los ritmos y condiciones de la restauración capitalista y la semicolonización de Cuba según sus intereses.
La política del imperialismo
Washington se resiste a aceptar el plan de la burocracia para ser el agente principal de la restauración manteniendo el monopolio del poder político. Aunque desde la derrota de la invasión yanqui en Playa Girón quedó descartado un ataque militar directo, el imperialismo yanqui mantuvo un criminal Bloqueo económico que ya lleva 50 años y se mantiene intacto y se niega a una salida negociada con el castrismo a pesar de todos los llamados que Raúl les hizo en este sentido desde que asumió el poder en 2006. Incluso ahora, algunos sectores del imperialismo y la “disidencia” se manifestaron en contra de la visita del Papa porque fortalecería al régimen, como son los casos de parlamentarios yanquis o de la famosa bloguera Yoani Sánchez.
Un ala de lo más concentrado de la burguesía yanqui (representado por la mayor parte del Partido Republicano, el Tea Party y sectores del Partido Demócrata) se niega a aceptar la permanencia de la burocracia castrista al frente de Cuba que Cuba vuelva al capitalismo de la mano de sus actuales gobernantes. Exigen un régimen “democrático” donde puedan tener sus partidos, sus leyes, sus instituciones para poder recolonizar el país y hacerlo retroceder a su viejo status de prostíbulo yanqui. La expresión más extrema de esto es la burguesía exiliada en Miami que festejó cada enfermedad de Fidel Castro, que se niegan rotundamente a cualquier aflojamiento del Bloqueo económico (que en casi 50 años de existencia ya causó pérdidas económicas calculadas en más de 100.000 millones de dólares), y que hasta pide la eliminación física de los Castro como única forma de “democratizar a Cuba”. Pese a que existen sectores más lúcidos del imperialismo que postulan negociar con la burocracia una restauración gradual y ordenada, ese “lobbie anticubano”, conserva un peso enorme en todas las instituciones norteamericanas desde el Congreso a la Casa Blanca. De hecho, ésta sigue gastando decenas de millones de dólares en impulsar “un cambio de régimen” en Cuba.
La situación social
Las masas soportan desde hace años una crítica situación social. Sueldos de 20 dólares promedio mensuales, una cada vez más flaca libreta de racionamiento, un enorme déficit habitacional, de provisión de agua, de transporte y un plan pendiente de despidos masivos de estatales. Las medidas pro mercado, con concesiones a “inversores” extranjeros y los ajustes contra el pueblo con los que la burocracia intenta descargar la crisis sobre los trabajadores, solo agravan las diferencias sociales y debilitan la ya golpeada economía nacionalizada (llamada el sector presupuestado). En este marco hay un creciente y descarado enriquecimiento de la cúpula de la burocracia que controla el aparato productivo (asociada a capitales extranjeros en las empresas mixtas) que está intentando convertirse en los futuros burgueses de una Cuba capitalista. En este crítico escenario, con un creciente malestar social, y con una gran cantidad de creyentes católicos, la Iglesia se ha transformado sin dudas, después de la burocracia que es el principal agente de la restauración, en institución clave para la vuelta al capitalismo en Cuba.
Una salida obrera y socialista para Cuba
Ninguno de los sectores que están en la escena (burocracia, iglesia o el imperialismo) pueden ser salida para los trabajadores y las masas cubanas. La única vía de salvar a la Revolución cubana e impedir que se consume la restauración en curso, es una revolución política que, partiendo de defender las conquistas que aunque degradadas aún se mantienen del ’59, barra a la burocracia y su régimen de partido único que ahoga la vida política y cultural de las masas (dando pie a que se fortalezca una institución archireaccionaria como la Iglesia) y derrote al bloqueo yanqui apelando a la lucha de sus hermanos de clase, los obreros y los pobres de las ciudades y el campo de Latinoamérica. La burocracia da cada vez mayor libertad y derechos a la reaccionaria Iglesia católica mientras impide la libre organización de los trabajadores y campesinos tanto en sus propios sindicatos como en organizaciones políticas. Las masas cubanas deben imponer un nuevo régimen basado en sus organizaciones en lucha, asentado en la más amplia democracia obrera y la plena libertad para la formación de sindicatos, partidos y demás organizaciones que defiendan la revolución.
Ante los sectores “disidentes”, en gran parte financiados por EE.UU. y que no cuentan con apoyo en sectores de la población sino que por el contrario son marginales y en su mayoría salidos de los sectores más acomodados, los trotskistas combatimos decididamente sus posturas procapitalistas. Pero asimismo repudiamos la represión y persecución a aquellos que no tomen parte en actos violentos contra la revolución. Estos métodos policíacos serán utilizados mañana contra los trabajadores y el pueblo que enfrenten la política restauracionista de la burocracia.
Un verdadero gobierno obrero y popular debe revisar todas las reformas y concesiones hechas al capital desde el periodo especial hasta los Lineamientos, eliminando todos los privilegios de los burócratas cada vez más ricos, restaurando el monopolio del comercio exterior que ha sido prácticamente desmantelado y estableciendo la planificación democrática de la economía en función de los intereses de las masas obreras y populares.
28-03-2012
|