Por: Fernando Rosso
El fin de semana largo mostró crudamente las dos realidades de la Argentina. Por un lado, los dramáticos días que padecieron (y padecen) miles de familias trabajadoras por las terribles consecuencias del temporal que, como se dijo, fue un acontecimiento “natural”, pero sus consecuencias inmediatas afectan de manera diametralmente opuesta a las diferentes clases sociales. Por el otro, la casta política, mediática y judicial, en plena guerra de camarillas (centralmente entre los miembros del partido y la coalición de gobierno), destapó la podredumbre de un régimen político, donde cada uno defiende sus negociados con empresarios amigos, en pos de sostenerse en el poder. Un contraste entre el país de políticos millonarios, empresarios y jueces, “ricos y famosos” y la trágica realidad de la Argentina profunda.
Política de la miseria y miseria de la política
Si la Masacre de Once puso en evidencia cómo viajan millones de trabajadores y humildes, las consecuencias del temporal echaron luz sobre cómo se (mal) vive en los barrios populares del conurbano y parte de la CABA. La precariedad de las viviendas y las redes eléctricas, se debe a que las empresas privadas, igual que en el petróleo, buscan la ganancia fácil, con subsidios del Estado o aumento de tarifas, pero con nula inversión. No hay gas natural en la mitad de los hogares humildes y lo mismo sucede con la red de agua o cloacas que, si existen, son obsoletas. La vida de las familias obreras se desarrolla en la miseria y en zona de riesgo permanente por la deficiencia estructural del país. La masacre de Once y ahora las consecuencias de la tormenta, demostraron claramente que nuestro país fue arrasado por el salvajismo capitalita, impuesto por las potencias imperialistas y sus empresas. Poco de eso ha cambiado en los años “Nac&Pop”. Las razones profundas de estos “crímenes sociales” no están en la naturaleza o en los “errores humanos” (como afirmaron cínicamente, luego del desastre del Sarmiento), sino en un sistema social donde el lucro y la ganancia están puestos por delante de los intereses de la mayoría nacional. Federico Engels, fundador del movimiento socialista internacional, junto a Carlos Marx, explicaba sencillamente: “Cuando un individuo hace a otro individuo un perjuicio tal que le causa la muerte, decimos que es un homicidio; si el autor obra premeditadamente, consideramos su acto como un crimen. Pero cuando la sociedad pone a centenares de proletarios en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal, a una muerte tan violenta como la muerte por la espada o por la bala”, a esto hay que llamarlo –decía Engels– crimen social (La situación de la clase obrera en Inglaterra). A las 51 muertes de Once y las 17, informadas oficialmente, después de la tormenta y los miles de afectados, no puede definírselo de otra manera: crímenes sociales, con responsables políticos y empresariales. Las peleas de camarilla entre el gobierno (y sus internas), la corporación mediática y la oposición, son parte de una competencia para ver quién administra mejor los negocios capitalistas. Cada uno con sus amigos correspondientes y con sus intereses comunes. La política burguesa facilita los negociados y los negociados aportan “caja” para su política. Esta es la verdadera herencia de Néstor Kirchner, esta forma de hacer política, que practicó fielmente con sus empresarios amigos, como Cristóbal López, “Rudy” Ulloa o los Esquenazi.
Boudou, respaldado por el gobierno, defiende a la ex–Ciccone, a la que salvó de la quiebra cuando era Ministro de Economía. Scioli y la oposición, defienden a la empresa Boldt, que maneja el negocio del juego en la Provincia de Buenos Aires, pactado con el actual ministro kirchnerista Florencio Randazzo, cuando era funcionario provincial. Entre las dos empresas se disputan el monopolio del mercado cautivo para la impresión, no solo de la moneda, sino de muchos documentos nacionales. Los representantes de la “familia judicial”, se ubican de uno u otro bando. O incluso tienen “emprendimientos” comunes, como el estudio jurídico que la familia del renunciado “camporista”, Esteban Righi, tiene con el derechista Guillermo Montenegro, Ministro de Seguridad de Macri.
La miserable política de los representantes de los capitalistas, su régimen y su Estado, se desarrolla en “otro mundo”, alejado del que día a día enfrenta la población obrera.
Mientras los habitantes del Oeste o el Sur del conurbano, buscaban desesperadamente un refugio, por la destrucción de sus viviendas o un poco de agua para poder cocinarle a sus hijos y eran reprimidos por salir a la calle a reclamar; Cristina vacacionaba en el Calafate y Macri en San Martín de los Andes. Mientras tanto, Boudou iniciaba el sainete nacional en defensa de sus relaciones y negocios con amigos con los que convive en lujosos departamentos de Puerto Madero. Una postal de la decadencia moral y de la mentira del “relato K” del modelo de “inclusión social”.
El cristinismo, el peronismo y la sucesión
En el trasfondo del escándalo de Boudou, está la pelea por la sucesión presidencial del 2015. Sin posibilidad de reelección, Cristina Kirchner y sus aliados están a la búsqueda de posibles candidatos. Nilda Garré era una de las elegidas, pero el espionaje del “Proyecto X”, bajó sus “acciones” y terminó marginada, por ahora, del escenario político. Boudou apareció, como otro posible sucesor, más por sus carencias que por sus virtudes. Sin poder territorial -como tienen los gobernadores peronistas-, ni peso político propio, podría jugar el rol de “chirolita” de Cristina en un período presidencial pos-2015. En los “maquiavélicos” cálculos del cristinismo, entra también que “Amado” no tendría posibilidad de reelección y por lo tanto le permitiría a “Ella” la vuelta en el período siguiente.
En el marco de un sistema de partidos que no se recompuso desde el 2001, con una oposición inexistente y un virtual régimen de “partido único”, donde la fortaleza y la debilidad radican en la dependencia de la figura de Cristina, las internas y las crisis se manifiestan dentro de la coalición de gobierno. El hecho que el gobierno baraje que un ex–liberal, como Boudou, se convierta en la garantía de continuidad del “proyecto”, evidencia su debilidad estratégica, que se agrava con los nuevos tiempos de una economía en descenso.
La estrategia de la oposición peronista, alentada por Clarín, es bombardear a los “alfiles” que oficien como posibles sucesores de Cristina. La difusión que le dieron al escándalo de “Proyecto X”, así como al actual espectáculo diario por las causas de Boudou, tienen ese objetivo, más que las búsqueda de la “objetividad” o la “verdad”. Clarín y La Nación juegan su partido en defensa de claros intereses materiales y su “esperanza blanca”, para un período pos-kirchnerista, es el gobernador Scioli, encolumnando tras de sí al pejotismo no kirchnerista.
El “monopolio mediático oficial”, con Página 12 a la cabeza, sale a defender a Boudou, ocultando deliberadamente su intervención para salvar de la quiebra a Ciccone.
La interna de la CGT se da en el marco de estas disputas. Cristina busca una CGT absolutamente domesticada para la nueva etapa de “sintonía fina” y Moyano retoma discursos de la derecha peronista, para ponerse a disposición de los proyectos políticos patronales que enfrenten al kirchnerismo y le garanticen una cuota de poder.
Las crisis políticas y la izquierda
A pesar de que no afecten directamente a Cristina, las sucesivas crisis políticas que se llevaron puesto, primero al Secretario de Transporte, Schiavi y ahora al Procurador General de la Nación, Esteban Righi, desgastan el poder del gobierno. El kirchnerismo prepara anuncios para YPF, donde luego de permitir una década de saqueo descarado del petróleo, propone nuevos negociados a empresarios como Bulgheroni y a capitales internacionales, asociados al Estado. Una medida que promete ser tan “nacionalista” como el fiasco de la “ofensiva” por Malvinas.
El odio que emergió en Once, volvió a recorrer los barrios más pobres del conurbano y se expresó con tendencias a la acción directa en decenas de piquetes por día . El decadente espectáculo de la política patronal, su justicia y sus medios, develó ante los ojos de millones que ellos defienden intereses ajenos y opuestos a los de la mayoría popular.
Los partidos que conformamos el Frente de Izquierda tenemos el desafío de desarrollar una fuerza política que se proponga reorganizar al movimiento obrero y a la juventud, pelear por extender las ideas y un programa socialistas, cuando el “relato” progre del kirchnerismo se desmorona y la burocracia sindical baila al ritmo de las internas del peronismo, desde nuestras posiciones conquistadas hay que avanzar hacia la construcción de un partido revolucionario. El 1° de Mayo, día internacional de los trabajadores ganaremos nuevamente la Plaza de Mayo y nos movilizaremos en todo el país con estas banderas.
11-04-2012
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