Por Jean-Patrick Clech
Si la campaña antes de la primera vuelta fue, según la opinión general, bastante aburrida y poco interesante, marcada, en el fondo, por la semejanza de los programas de los dos principales candidatos que se han clasificado y que “se enfrentarán” en la segunda vuelta, los resultados del 22 de abril dejaron algunas “sorpresas”.
Se pensará especialmente en el 17,9 % de Marine Le Pen, quien más allá de su tercer lugar, obtuvo para sus candidaturas más votos que su padre en 2002 [1]. Por otro lado, aun cuando era más previsible, es la primera vez en la historia de la V° República que el presidente saliente llega a la primera vuelta en segundo puesto. Lejos de ser el fruto del azar en política o de la versatilidad del electorado, estos elementos son ante todo el resultado del impacto de la crisis, que sacude al país desde 2007-2008, así como del profundo rechazo al sarkozysmo, que benefició tanto a la izquierda como la extrema derecha.
Sin embargo, lo que preocupa a la burguesía francesa –y más allá, a la europea– a sus analistas y políticos, tanto de derecha como de izquierda, es que los resultados electorales reflejan un marco político que se anuncia más complejo de lo previsto. Esto implica algunos riesgos –sociales y políticos– para que el próximo inquilino del Elíseo sea capaz de llevar adelante la política reclamada por la patronal, sintetizada en la media página de entrevista que ofreció Alain Madelin al periódico del Medef, Les Echos, luego de la primera vuelta: “privatizaciones, ahorro en la jubilación (…), baja del gasto público, reajuste del Estado a sus verdaderas funciones y la liberalización de la economía, por medio del fortalecimiento de la competencia y de un sistema fiscal favorable al crecimiento” [2]. Lo que cuenta aquí, no es el detalle de las propuestas, sino su radicalidad. Para aplicar semejante programa, la patronal necesitará un gobierno de combate. Para hacer esto, la burguesía necesita un gobierno lo más estable posible y claras coordenadas políticas. El resultado de la primera vuelta no responde a estas necesidades.
El 21 de abril de 2002 –con su fuerte abstencionismo, el 10% para la extrema izquierda y el hundimiento de Jospin que permitó a Le Pen calificarse para la segunda vuelta– había evidenciado sobre todo una crisis de los mecanismos de representación democrático-burguesa de la V° República así como de su sistema bipartito RPR-PS al servicio de la política patronal. Los resultados del 22 de abril de 2012 muestran que si bien esta crisis había sido parcialmente resuelta y ocultada después de 2002, con la derecha en el poder a nivel nacional y la izquierda dirigiendo a nivel local y regional, esta crisis es muy persistente y afloró nuevamente. El esquema gaullista y bonapartista de la V° República está fundado en un blindaje del régimen en su centro –con una alternancia izquierda-derecha– para darle una base más estable con el objetivo de aplicar la política de las clases dominantes. Hoy, con este 22 de abril con aires de 21, este esquema nuevamente hace aguas. En el marco de la situación económica sin precedentes que atraviesan Francia y Europa en general, esto es lo que más preocupa a las altas esferas, más que las groserías reaccionarias de una Marine Le Pen a la que Sarkozy ha imitado todo el tiempo a lo largo de toda la campaña.
El antisarkozysmo, la mejor ventaja de Hollande, Hollande, la mejor ventaja de Sarkozy
Hollande es, con Le Pen, el único entre los principales candidatos que cumplió sus objetivos en la primera vuelta. Mélenchon no llegó al tercer lugar. Bayrou se hundió, síntoma de la creciente polarización del tablero político, a diferencia de 2007. Sarkozy, que comunicaba a sus allegados que la “dinámica” con la que esperaba contar era más importante que la “aritmética” de los sondeos, perdió 1.600.000 votos con relación a 2007. El pequeño Thiers obtuvo incluso un pequeño tercio de los votos [3], con su 27,2%. No sólo contó la aritmética sino que la dinámica que se expresó fue un mar de fondo antisarkozysta en el marco “de una campaña en la primera vuelta que giró a un referéndum anti-Sarkozy”, como testimonia un audaz ministro, citado por Les Echos, que cubriéndose en el anonimato, indica cuánto, incluso en el primer círculo presidencial, se cree en la victoria del 6 de mayo… Incluso en Bordeaux, la ciudad del muy “chiraqueano” Juppé, que últimamente tuvo el cuidado de separarse del presidente saliente, la izquierda alcanzó la delantera el 22 de abril. La primera vuelta, entonces, reflejó una tendencia europea, con gobiernos salientes, tanto de izquierda como de derecha, que han sido ampliamente castigados en las urnas durante los últimos escrutinios (Portugal, Estado Español, etc.). Pero, la especificidad francesa reside en el alcance del voto castigo contra Sarkozy. Efectivamente, es la primera vez en la historia de la V° República que un presidente saliente no llega al primer lugar en la primera vuelta.
En este clima, es muy probable que Sarkozy tenga dificultades para recuperar su diferencia con su competidor socialista. Sin embargo, la mejor ventaja del presidente saliente es Hollande y su programa. Efectivamente, Hollande está persuadido que ganará volviendo a centrarse en él aún más, con un discurso responsable. Presume de ser “el candidato de la vuelta de página”. En este tipo de tautologías (“Si eligen a Hollande, no eligen a Sarkozy”) se basa el proyecto político del PS. Esta no es, por supuesto, una política, aún cuando Valls continúa apostando a una campaña “sobria y fuerte”. En este marco, Sarkozy espera demostrar, volviendo a tocar la música del “capitalismo-que-sostiene-el-timón-en-la-tormenta”, que está mejor ubicado, que es mucho más radical en la forma y más apto para responder a la situación jugando con el miedo a la crisis, intentando destacar que, en el fondo, a nivel programático, Hollande no propone ninguna alternativa real. Además, como en 2007, Sarkozy se propone radicalizar su propuesta hacia la derecha, al no dudar en cortejar abiertamente a los votos frentistas. Seguramente se trata de una orientación más radical que el “programa sin otras promesas de cambio que la de alcanzar el equilibrio presupuestario” de Hollande.
Pero el antisarkozysmo –que se expresó en la calle durante varias semanas en el otoño de 2010 y que hoy terminó traduciéndose electoralmente a causa de la derrota reivindicativa del movimiento por las jubilaciones y su reflujo político– arriesga hacer fracasar la estrategia presidencial. Es muy probable que si, como lo destaca el analista de TNS Sofres Emmanuel Rivière, “hubo movilización [en la primera vuelta en beneficio de Hollande], aun cuando esté desencantada”, esta dinámica va a continuar el 6 de mayo. Sin embargo, el Medef puede dormir tranquilo. Finalmente, el 6 de mayo, triunfará uno de los dos rostros de la austeridad.
No es en la segunda vuelta donde los trabajadores y la juventud pueden intervenir, es preparándose desde ahora para la tercera vuelta social
Sin dudas, sin mucho entusiasmo, muchos son los trabajadores, las trabajadoras, los jóvenes que, después de cinco años de presidencia de Sarkozy y diecisiete años de la derecha en el poder, se movilizarán el 6 de mayo para introducir en la urna una boleta de Hollande, con el objetivo de desembarazarse del actual inquilino del Elíseo. Después de cinco años de combate contra los trabajadores, de salidas racistas trivializadas, se puede comprender que esta tentación es grande.
Sin embargo, la apuesta se sitúa a otro nivel. En el fondo, Hollande de ninguna manera se dispone a cambiar de rumbo. No prometió defender ninguna conquista, ni volver sobre ninguna de las contrarreformas de derecha. En cuanto a la vulgaridad racista de Sarkozy, Hortefeux y Guéant, también es fruto del reflejo de una política imperialista del Estado francés de la que los socialistas siempre han sido parte, desde el Kosovo en 1999 hasta en Afganistán dos años más tarde, o en el marco de la unión sagrada durante la guerra contra Libia.
Desembarazarse realmente no sólo de Sarkozy sino también de la política que defendió durante sus cinco años de mandato y que Hollande se apresta a continuar –sustituyéndola por otra forma, con más concertación con los sindicatos–, esto presupone organizarse desde ahora, en las empresas, las oficinas, las fábricas, los barrios y los secundarios y las universidades, de forma independiente del PS, para prepararse, precisamente, para responder golpe a golpe a los ataques del futuro gobierno, a los planes de despidos de la patronal, para resistir contra la canalla racista y xenófoba del Frente Nacional, que una vez más reveló todo su potencial dañino y divisor para nuestra clase en estas elecciones.
En este marco, los trabajadores no tienen ningún interés en votar en la segunda vuelta por el que, por izquierda, quiere “darle un sentido” al rigor. Para ofrecer una perspectiva a las y los que el 22 de abril no le dieron su confianza a Hollandréou, hay que ofrecer y construir una orientación concreta, de combate, para nuestra clase. ¡Es a través de sus luchas, en la calle y a través de las huelgas, que los trabajadores y las trabajadoras, la juventud y las clases populares podrán hacer pagar a la patronal y los capitalistas la factura de la crisis! Por esta perspectiva lucha la Corriente Comunista Revolucionaria.
El resultado del Front de Gauche (Frente de Izquierda), expresión de la impotencia reformista de Mélenchon
En “Los límites del Front de Gauche (Frente de Izquierda) y las tendencias liquidadoras en la extrema izquierda”, nos referimos de manera detallada al alcance, el impacto y las razones del 11, 1% de Mélenchon. Este resultado es superior al del PC en 2007 y en 2002 y es más importante que el que se había atribuido el FG hace un año –por debajo del nivel de las intenciones de voto a Olivier Besancenot, antes de que este último decidiera retirarse– . Sin embargo, este resultado es bastante mediocre desde el punto de vista de las ambiciones del que soñaba con estar en la segunda vuelta. No es el terremoto que algunos esperaban. Mélenchon como “candidato antisistema”, se encuentra ampliamente detrás de Le Pen.
La diferencia que existe entre el resultado esperado en la primera vuelta y el resultado final es el reflejo del mélenchonismo: una mezcla de gran radicalidad verbal y de ausencia consecuente en términos de orientación política, de llamados a la insurrección pero para mantener mejor la bronca y el hartazgo dentro del sistema y de una república reformada a disgusto, una vez restablecidos los diez puntos del PBI del capital al trabajo como a principios de los años 1980…
Desde hace aproximadamente dos meses apuntó su discurso en dirección de la candidata frentista, para no hablar mucho de Hollande y sus propuestas. Ésta es quizás una de las razones por la que el voto a Mélenchon no fue más alto. No es solamente imputable a un voto útil “espontáneo” que al final se trasladó al candidato del PS. Dado que el voto de Mélenchon era, más allá de las ambigüedades y sus sobresaltos verbales, un voto para Hollande en la segunda vuelta, muchos electores de la izquierda radical, asalariados y jóvenes votaron consecuentemente por el PS desde la primera vuelta.
Para Mélenchon, la tercera vuelta no es social, sino acomodada a nivel de las legislativas. Esta nueva fase política para el FG ya se demuestra particularmente ardua, ya que lo que está en juego en parte es la supervivencia del aparato del PC sin el que Mélenchon no habría podido hacer la misma campaña. ¿Qué será del grupo parlamentario del PC en la Asamblea, que no podría existir sin el apoyo de los socialistas y los acuerdos de circunscripciones, a cambio, por supuesto, de la subordinación del PC al PS? Entre Mélenchon, Laurent y Buffet ya había una extraña disonancia en la tarde de la primera vuelta; el primero, llamando a combatir a la derecha sin esperar nada a cambio y sin nombrar a Hollande; los últimos, llamando claramente a votar a Hollande, sin dejar de guiñar el ojo a sus antiguos socios socialistas. Es a este nivel que se ubica el dilema de Mélenchon, cuya supervivencia depende en parte del apoyo del aparato del PC pero también de una mínima radicalidad formal a la que no puede renunciar sin arriesgarse a terminar como otras formaciones europeas de la izquierda radical de estos últimos años. Conocemos de memoria, para el FG, la historia de Refundación Comunista (RC) en Italia, estrella ascendente de la izquierda radical europea. A partir del momento en que Refundación entró en el gobierno de centroizquierda en 2006 –Bertinotti, el equivalente italiano de Mélenchon, recibiendo incluso la presidencia del parlamento como regalo–, RC desapareció completamente del panorama político institucional italiano luego de la caída del gobierno de Prodi en 2009.
El inquietante ascenso de la oleada frentista
Con 2.600.000 de votos más para el FN en relación a 2007 –1.000.000 si se consideran los votos Le Pen-Mégret en 2002, cuando el candidato frentista había llegado a la segunda vuelta-, el 17,9% de Le Pen es extremadamente inquietante. El voto frentista va más allá del electorado reaccionario y xenófobo tradicional de los Le Pen, ese mismo electorado con el que Guéant y los otros francotiradores de la sarkozyada han intentado coquetear con gran cantidad de « debates » sobre el halal (carne de un animal muerto según el rito musulmán. NdeT.) y duros arrestos de supuestos jihadistas. El voto Le Pen expresa también, lamentablemente, a una fracción del electorado obrero y popular. Aquí no se trata de basarse en las encuestas de los supuestos especialistas del voto de extrema derecha (investigadores en el CNRS o en otras partes, siempre muy cercanos a los « think tanks » del PS), convocados regularmente por los medios. Su « análisis » generalmente tiene como función espetar de manera más o menos perentoria y con cierta condescendencia que « quienes menos tienen el bachillerato, votan más al FN », siendo este último el primer partido obrero de Francia [4].
El problema del voto FN no es una cuestión moral sino una cuestión política que comienza a impregnarse de manera casi estructural en fracciones del mundo del trabajo. Efectivamente, Le Pen ha logrado encarnar también un hartazgo antisarkozysta en las clases populares. Se trata del resultado del impacto de la crisis en algunas regiones del país, devastadas de un punto de vista socio-económico. Esto se combina con la deserción, por parte de las organizaciones sindicales y políticas obreras, del terreno de la lucha resuelta por que sean los verdaderos responsables de la crisis, la patronal, la burguesía, sus « élites » y los otros políticos, los que paguen la factura. Este vacío político de las organizaciones obreras no está correlacionado con un vacío social porque el mundo del trabajo ha demostrado de qué manera, desde el invierno de 1995, se opuso, a veces muy duramente, con frecuencia más radicalmente que en otras partes de Europa, a las contrarreformas y al neoliberalismo (2003, 2006, 2010, etc.). Sin embargo, estas luchas no resultaron en ninguna victoria clara para cambiar la relación de fuerzas. Incluso, lo más frecuente, han desembocado en una serie de derrotas que se acumularon al cabo de los años. Los trabajadores y la juventud saben perfectamente que están en el inicio de estos ataques pero no alcanzan a comprender cuáles son los actores que han hecho que estas peleas no logren, no al menos, impedir una degradación lenta pero constante de nuestras condiciones de vida y de trabajo. Es este terreno fértil el que permite al FN los enganches improbables que Le Pen ha manejado en la tarde de la primera vuelta, viéndose ya radicalmente la única opositora al futuro « gobierno de izquierda ultraliberal », acusado justo después de ser « laxo y libertario », y llamando de común acuerdo « a la Francia de los chauvinistas, de los pequeños comerciantes, funcionarios, pescadores, obreros, agricultores, los que sufren » contra los promotores de crisis, para terminar con el slogan del 68 « esto es sólo un inicio, continuemos el combate ».
Es sobre la base de esta derrota de estas peleas y de una ausencia de una clara alternativa de clase, tan radicalmente antisistema a extrema izquierda como finge serlo el FN a la derecha, que Le Pen hija ha forjado su nueva orientación, menos « folklórica » y provocadora que la de su padre, más azucarada, popular… o más bien nacional-popular. Conservando el viejo bagaje racista y xenófobo, hoy el FN se fortalece planteándose como expresión del mundo del trabajo. Con un cierto sentido del momento político que atravesamos, Le Pen se piensa a mediano plazo como alternativa de poder, haciendo la apuesta a una posible crisis interna de la derecha clásica. El problema, para la burguesía, es que lo que necesita a corto plazo, no es un FN fuerte que desoriente la situación política sino un gobierno estable para gobernar, y mediaciones políticas y sindicales confiables para jugar el rol de correas de transmisión o « de opositores responsables ». La burguesía se acomoda ampliamente al racismo, la xenofobia y las ideas reaccionarias destiladas por el lepenismo. Por otra parte, Sarkozy ha sacado mucho del programa frentista. Pero la situación social y política hace que la burguesía todavía no necesite una fuerza populista de extrema derecha capaz de tomar como rehén la gobernabilidad burguesa. Esto es lo que muestra la crisis gubernamental actual en Holanda en donde la extrema derecha ha forzado al gobierno conservador a la dimisión. Por el contrario, esto es lo que muestra la manera en que la magistratura italiana, a las órdenes de la burguesía, está por llevar adelante una ofensiva en regla contra la Liga del Norte de Bossi con el fin de hacer la limpieza y desembarazarse de esta escoria política que haría correr el riesgo de condicionar la orientación de un futuro gobierno de centro-izquierda o de centro-derecha. Si el FN venía ganando algunas bancas de diputados, por primera vez desde 1986 – es poco probable que los frentistas logren formar hoy un grupo parlamentario-, esto sería el síntoma de un agravamiento ulterior de la situación política burguesa. Sin embargo, mientras tanto, y esto es lo preocupante y debe ser combatido paso a paso, es que son el mundo del trabajo y sus sectores más expuestos, los trabajadores inmigrantes y las mujeres, que son las primeras víctimas de las groserías sórdidas, racistas y reaccionarias de Le Pen, quienes encuentran una oreja más que complaciente a la derecha y un cierto eco en otros trabajadores.
¿La UMP, creada después del 21 de abril de 2002, va a explotar después del 22 de abril de 2012?
Por otra parte, si la radicalización a la derecha de Sarkozy en 2007 era una promesa de victoria de su campo, esta orientación hoy corre el riesgo de tener un resultado inverso para la derecha francesa. Efectivamente, lo que arriesga Sarkozy llevando el timón todavía más a la derecha, es debilitar aún más al UMP haciendo subir al FN.
El partido presidencial fue construido después del 21 de abril de 2002 por los chiraquistas sobre las bases del viejo RPR en un momento en que comenzó a despuntar abiertamente la crisis de los mecanismos de representación democrático-burgueses y su lógica bipartidista PS-RPR. La idea era utilizar el terremoto del 21 de abril para reagrupar bajo un mismo control a la derecha nacional, gaullista y demócrata cristiana, fragmentada hasta entonces entre RPR, UDF y otras formaciones conexas. En 2012, esta misma UMP podría implosionar bajo el impacto de las consecuencias socio-políticas de la crisis económica que ha hecho resurgir la crisis de los mecanismos de representación democrático burgueses de la V° República que ha perdurado en secreto. Esto es lo que demuestran los resultados relativamente importantes de formaciones que se ponen más o menos por fuera del sistema bipartidario, como el Modem o el Front de Gauche (a pesar de las contradicciones de este último sobre las que volveremos en este artículo), pero sobre todo, el resultado de la extrema derecha. Lejos de dictar el ritmo al FN, Sarkozy lo secunda ideológicamente. En este marco, si el presidente saliente es derrotado, no hay que excluir que para la derecha del UMP será grande la tentación de tejer acuerdos, sobre todo en caso de triangulares, con el FN, que podría mantenerse, según algunas estimaciones, en más de 300 circunscripciones (contra 76 en 1997 o 9 en 2002). Copé y Fillon, que ya se regocijaban con tomar el control del partido en caso de derrota de Sarkozy se arriesgan a heredar una Unión por el Movimiento Popular más bien desunida, inclusive hecha jirones. Esta es la apuesta que hace Le Pen.
Una extrema izquierda que se mantiene en sus niveles históricos anteriores a 1995
Por su parte, la extrema izquierda tuvo un resultado muy inferior al de 2002 e incluso de 2007. Volvió a niveles comparables a los anteriores a 1995, cuando Arlette Laguiller había dado un primer paso real, planteando por un momento la cuestión de la necesidad de construir un partido que sea la expresión de los intereses del mundo del trabajo. Un 1,7% para la extrema izquierda en primera vuelta [5], es una decepción para las y los que, aportando su voto al NPA o LO, han querido expresar su rechazo a las dos caras de la austeridad así como su oposición a la ambigüedad del FdG en cuanto a su futura orientación ante un probable ejecutivo de izquierda.
En lo que hace a nuestro partido, como lo desarrollamos en “Los límites del Front de Gauche (Frente de Izquierda) y las tendencias liquidadoras en la extrema izquierda”, la campaña, sobre todo luego de la obtención de las firmas, ha logrado desarrollar una orientación dinámica y un discurso que pone el acento en la idea de un cierto orgullo de clase y de defensa de la dignidad obrera y asalariada contra la patronal y los políticos burgueses. Este es uno de los méritos, sobre todo de Philippe Poutou, que ha podido popularizar esta línea durante la campaña. Sin embargo, como lo señalamos, lo que le ha faltado a Philippe es un verdadero partido que le de los medios para desarrollar este mensaje, sufriendo el sabotaje activo o pasivo de toda una franja de la organización.
No obstante, el hecho de regresar a los niveles anteriores a 1995 no significa que la extrema izquierda esté marginada desde entonces y que no podrá jugar un rol en las luchas por venir. Hay que apostar fuerte a que las luchas acudirán a la cita, y quizás más rápidamente de lo previsto. Una parte de la patronal tiene bajo el brazo algunos « Planes de Salvaguarda del Empleo » que les es imposible hacer públicos antes de las elecciones. Desde este punto de vista, la amenaza de cierre que pesa sobre PSA Aulnay no es más que un ejemplo paradigmático de lo que le espera a los otros establecimientos industriales y terciarios en Francia. Estas luchas serán sin dudas mucho más radicales en los métodos y sus reivindicaciones que a las que hemos podido estar acostumbrados hasta hace algunos años, si se toma en cuenta la experiencia acumulada desde 2008-2009, del movimiento de las jubilaciones y de las peleas obreras que se han incitado en la campaña estas últimas semanas, más aún si se toma en cuenta que el gobierno de izquierda y sus socios sindicales harán de todo para apagar el incendio antes de que se declare. Para intervenir en estas luchas y jugar un rol decisivo, todavía es necesario tener la capacidad de estar implantado o de implantarse en los bastiones de la clase obrera industrial y de los servicios y de estar armado con una orientación clara. Esta es toda la apuesta para la extrema izquierda hoy.
¿ Qué perspectivas hay para una extrema izquierda de combate contra la austeridad de Hollandréou, la demagogia racista y reaccionaria del FN y el reformismo del FdG ?
Más que nunca lo que reflejan estas electiones indica cuán necesario es, frente a los futuros ataques de la patronal y la austeridad anunciada por el PS, construir una alternativa de clase revolucionaria tan radical como lo es, a su manera, el FN. Por parte del FdG, aparecieron disensos bastante claros entre Mélenchon y el aparato del PC en cuanto al llamado al voto en segunda vuelta, la cuestión de los acuerdos con el PS para las legislativas e incluso una eventual participación en el gobierno. Sin embargo, las dos corrientes principales del FdG están de acuerdo en una cosa. Como lo destacó Mélenchon al final de la campaña, sobre todo no habrá que construir una oposición frontal al futuro gobierno de izquierda. Habrá que dejarlo gobernar.
Esta línea ya se expresa en la consigna para el 1° de mayo de Mélenchon. La clase obrera, a la que se refiere constantemente, debería marchar detrás de sus organizaciones sindicales, es decir detrás de las direcciones burocráticas ¿Con qué perspectiva? ¿Qué consignas? ¿Las del conjunto de los sindicatos, que llaman a los trabajadores a desembarazarse de Sarkozy votando por Hollandréou, el mismo que dentro de algunos meses, o algunas semanas, según las necesidades de la situación, llevará adelante, con la colaboración de las direcciones sindicales y en un marco renovado de negociaciones con los « socios sociales », la misma política que el actual inquilino del Elíseo? Por lo tanto, ¿la única estrategia posible de reiterar la que ya habría fracasado en 2010 durante el movimiento de las jubilaciones pero que podría haber tenido cierto éxito si un gobierno de izquierda estuviera más atento a lo que dice la calle? ¿Habría que poner a Hollande en el gobierno para poder hacer presión sobre él? Desde antaño, cuando la izquierda ha estado en el gobierno, son el CAC 40, las grandes familias y el Medef (antes el CNPF) los que han hecho presión y lograron hacer aplicar la política que correspondía a sus intereses.
Entonces sí, los revolucionarios tendremos mucho trabajo y tendremos que intervenir en las peleas por venir. Para esto es necesario que estén armados con una estrategia autónoma al reformismo, radicalmente opuesta al social liberalismo que tratará por todos los medios, a su manera y en función del margen de maniobra que le dejará el desarrollo de la crisis, de responder a las exigencias de la patronal. Esta es la única manera de oponerse a la confusión y a la resignación que son la tierra fértil del FN y hacer retroceder concretamente al lepenismo en las clases populares. Cuando uno pelea con sus compañeros, con otros trabajadores, peleamos contra un único y mismo enemigo, tengamos o no papeles, más allá del color de nuestra piel o nuestro origen. Para intervenir activamente en la situación política que se abrirá después del ciclo electoral que muy probablemente estará marcada por una derrota del sarkozysmo, será necesaria una extrema izquierda de combate, capaz de coordinar las luchas que la burocracia sindical hará de todo para dispersar, capaz de construir, a partir de las luchas, alternativas a las direcciones sindicales, a diferencia del otoño de 2010. Es sobre esta base que Hollandréou comenzará a considerar seriamente la presión de la calle. Es sobre esta base que seremos capaces de hacer retroceder al Front National (Frente Nacional). Es sobre esta base que es posible construir la única alternativa realista a la austeridad razonada y razonable de la izquierda en el poder: que los trabajadores, la juventud y los habitantes de los barrios sean capaces de hacerle pagar la crisis a los capitalistas, y no a la inversa.
24/04/12
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