Por Celeste Murillo
El 21/2, la banda de punk feminista rusa Pussy Riot realizó una acción de repudio a la Iglesia Ortodoxa y al recientemente presidente reelecto Vladimir Putin. Las activistas ingresaron en la principal catedral de Moscú y en medio de una acción totalmente pacífica y realizaron una representación musical que llamaron “plegaria punk” donde le pedían a la Virgen María que proteja a Rusia de Putin. Las activistas son 3 mujeres: Nadesda Tolokonnikova, de 22 años, Marina Alyojina, de 24, y Yekaterina Samuzevich, de 30.
Esta acción se realizaba luego de las elecciones presidenciales en las que Putin se declaró vencedor, a pesar de las denuncias de fraude y el creciente repudio entre la población, especialmente entre la juventud. El gobierno ya venía endureciendo las medidas represivas y recortando las libertades democráticas, con el objetivo de trabar la expresión de sectores opositores al régimen.
La acusación contra las activistas feministas busca ser aleccionadora no solo contra los sectores opositores al régimen sino contra quienes se atrevan a cuestionar la institución de la Iglesia Ortodoxa rusa, con un gran peso dentro de él.
La Iglesia, con su propio líder Vladimir Mikhailovich Gundyayev (“Patriarca Kirill” según la jerarquía eclesiástica) a la cabeza viene apoyando a Putin con el objetivo de que este defienda sus intereses. Durante su mandato, Putin le ha devuelto a la Iglesia Ortodoxa una gran parte de las propiedades que le habían sido expropiadas por la Revolución de octubre de 1917. Y por si quedara alguna duda de lo artificial de la separación entre Estado e Iglesia, el propio Gundyayev declaró en una entrevista que la Iglesia y el Estado en Rusia están separados pero persiguen los mismos intereses morales.
Y este golpe reaccionario a las libertades democráticas es doble al pensar en la tradición revolucionaria de Rusia, donde la gran Revolución de octubre de 1917 no solo expropió a los explotadores sino que se sacó de encima siglos de opresión y oscurantismo de la Iglesia Ortodoxa, posibilitó la conquista de derechos inusitados para las mujeres jamás vistos en la Europa “moderna” como el divorcio o el derecho al aborto, y terminó con la criminalización de la homosexualidad, por mencionar solo algunos ejemplos. El gobierno reaccionario de Putin, en la Rusia capitalista, no hace más que honrar la pesada y embrutecedora herencia de la reacción estalinista; nada más lejano de la generación bolchevique que puso en pie el primer Estado obrero de la historia.
¡Libertad para las Pussy Riot!
El 17/8 se conoció la condena contra las 3 mujeres por “vandalismo motivado por odio religioso”; 2 años en prisión por cantar dentro de una Iglesia y, según la jueza, realizar “bailes diabólicos”. Es claro que esta pena nada tiene que ver con una supuesta ofensa religiosa como intentó justificar el gobierno. Es un intento de disciplinar a todas las personas y organizaciones que cuestionen al régimen y sus instituciones. Con este objetivo juzgaron a las activistas encerradas en jaulas de vidrio y esposadas como si fueran criminales peligrosas.
Esta medida reaccionaria busca fortalecer con mano dura la cuestionada legitimidad del régimen, que con esto no hace más que profundizar su política de recorte de las libertades democráticas. En este caso para salvaguardar una institución reaccionaria como la Iglesia, pero en la perspectiva de blindar su régimen frente a protestas que, aunque todavía son intermitentes y heterogéneas, no parecen disminuir.
Fuera del juzgado cientos de activistas estallaron de indignación al conocer la sentencia y la manifestación terminó con varios arrestos de activistas y personalidades que se habían acercado al juicio en solidaridad con las Pussy Riot. El rechazo al encarcelamiento ya había recorrido el mundo entero, sumando el apoyo de organizaciones políticas, de derechos humanos, y personalidades de la música.
El mismo día que dictó la sentencia contra las Pussy Riot se conoció la decisión de la Corte Suprema de rechazar la apelación de un abogado defensor de los derechos de la comunidad LGTB contra la sentencia previa de un tribunal de Moscú, que prohibía la marcha del orgullo gay en la ciudad durante los próximos 100 años. La justicia rusa ratificó la sentencia de la ciudad y de esta forma da una nueva embestida contra las libertades democráticas.
La pelea por la libertad de las Pussy Riot es impulsada por muchas organizaciones, no solo feministas, porque en la lucha por su libertad se expresa el repudio al endurecimiento del régimen de Putin y su ofensiva represiva sobre los sectores que se oponen a su gobierno.
Claro está que las declaraciones de indignación de Obama y la Unión Europea no son más que cinismo descarado. Ellos mismos limitan las libertades democráticas de la población dentro de sus fronteras, en Estados Unidos sosteniendo las reaccionarias leyes de la “guerra contra el terrorismo”, y en Europa persiguiendo descaradamente a las y los millones de inmigrantes que viven y trabajan en sus países. Ninguna declaración ni denuncia en los organismos internacionales debilitará el régimen represivo de Vladimir Putin y sus instituciones reaccionarias, solamente lo harán con su movilización independiente las y los trabajadores, las mujeres y la juventud.
|