Por Leandro Ventura
En los momentos agudos de la mayor huelga de empleados públicos federales desde 2003, en la renovada represión a los obreros del PAC [1] como lo ocurrido esta semana en Suape [2], en las crecientes tendencias recesivas en la economía mundial y también en la industria en Brasil, en la inesperada novedad del abucheo de la CUT a un ministro de Dilma, en la más prolongada huelga de la industria (45 días, mayor que la de los metalúrgicos del ABC [3] en 1979) que protagonizan los empleados del neumático de Bridgestone en Camaçari en Bahia, se muestran tendencias profundas, aunque esto no altere la situación nacional y sigan primando los aspectos de continuidad del “lulismo”, es decir, situación en la que las masas ven el consumo, la baja desocupación y la garantía de ingresos con confianza de que “las cosas están bien y pueden mejorar”. Sin embargo, esas tendencias indican que el Brasil “modelo” de crecimiento, consumo y estabilidad política (sin lucha de clases y conflictos interclases) se está encontrando con la cruda realidad de la crisis capitalista mundial, con la economía mostrando su fragilidad para enfrentar el pronóstico de recesión global, que ya alcanza a Europa y a EE.UU., al lado de la desaceleración de China. Ni el mismo gobierno esconde el temor a los efectos de la crisis, con la disminución de las exportaciones – base esencial de la economía nacional –, del flujo de capitales, combinándose con el aumento de las importaciones y presiones inflacionarias, principalmente en los precios de los alimentos.
Además de los elementos económicos motorizados por la crisis mundial, se destaca el más nuevo aspecto de la realidad: la oleada de huelgas que asola al país, desde fábricas, obras, profesores, universidades federales hasta la mayor huelga de empleados públicos federales desde 2003, reuniendo cerca de 30 sectores en casi todos los estados del país, movilizando a aproximadamente 400.000 personas. Cuanto mejor sea la contribución de la vanguardia obrera y juvenil al desarrollo de este aspecto – la lucha de clases – mejor ubicada estará para enfrentar la crisis que los capitalistas y el gobierno Dilma se preparan para descargar sobre la clase trabajadora y las masas.
Una economía que es cada vez más una máquina descalibrada
La economía brasilera no está parada ni descalabrada, pero va dando cada vez mayores señales de alerta. Sigue exhibiendo altos índices de empleo, la producción y el precio de commodities (soja, hierro, carnes, petroleo, entre otros) siguen elevados, el consumo de bienes de consumo durables (autos, heladeras, televisores, entre otros) impulsados por reducciones de impuestos y créditos sigue alto y tendiendo momentáneamente en julio-agosto a alcanzar récords (la reducción del IPI [4] termina este mes y eso debe llevar a los consumidores a adelantar compras), la recaudación de impuestos sigue altísima pero con tendencia a la caída o al menos al estancamiento. Como fotografía puede parcer envidiable en otros lugares del mundo. Pero aún los más optimistas de los analistas revelan preocupación con las próximas fotos de una película que apunta a escenas amargas, si no conflictivas, en su desarrollo. El influyente banquero, ex ministro de Hacienda durante el gobierno FHC, afirmó recientemente que lo que estaba ocurrendo era el fin “del mito del desacople” de los países emergentes, que debíamos prepararnos para años duros.
Las commodities agrícolas tienen su precio elevado porque EE.UU., mayor productor agrícola del mundo, está enfrentando una terrible sequía, derrumbando su producción y reduciendo la oferta de productos. Brasil, por el contrario, tendrá zafra récord de granos (165,9 millones de toneladas). Sin embargo, ni eso ni los elevados precios de los granos traen buenas noticias. Los precios elevados de las commodities (casi 1/3 significa especulación en las bolsas de mercancías) no resultará en la caída de los precios de alimentos, incluso porque otros granos como el poroto y el arroz tuvieron zafras menores, lo que tiende a la elevación de los precios. Soja, maíz y trigo son insumos esenciales en la ración animal, lo que hará que el costo de producción de carnes también sea presionado a la alza. La organización de la ONU para la Alimentación y Agricultura (FAO) anunció que “la inflación anual de alimentos en América Latina y el Caribe alcanzó en junio su mayor nivel del año, de 8,9%”. En Brasil fue de 7,3%, detrás solo de Argentina (11,1%) y de México (8,5%), Aún sin turbulencias económicas, los índices inflacionarios tienden a subir, superando las metas previstas por el gobierno, lo que significará pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Esta es una prueba más de la anarquía capitalista: la producción al servicio de las ganancias de un puñado de capitalistas puede alcanzar record pero generará más pobreza, hambre y miseria y no más riqueza para los trabajadores y las masas. Lo mismo se puede ver en los record de producción de automóviles, que terminan generando ganancias a los capitalistas y despidos, ajuste salarial y aumento de la explotación para los trabajadores.
El crecimiento de la economía brasilera en el período 2003-2012, pasando por la recesión de 2009, estuvo impulsado por dos puntas siempre presentes pero que actuaron con pesos distintos en cada momento: exportación de commodities y entrada de capitales para financiar el crédito, por un lado, y el consumo interno por otro. Ambos lados exhiben luces amarillas para el futuro.
El crédito en Brasil se expandió en todo el ciclo anterior a ritmos muy superiores al de la economía (promedio de 15% al año). Para las empresas el gran motor era el BNDES, que a su vez exigía mayor endeudamiento del gobierno – fácilmente conseguido en medio a un creciente flujo de capitales. Este flujo ya está tendiendo a disminuir, bajo el impacto de la tendencia a la recesión mundial, y caerá má aún si hubiera alguna catástrofe como la quiebra de algún país o de un gran banco mundial. Para los trabajadores y la clase media, está amenazado un boom de consumo basado en un boom aún mayor de consignaciones, financiación, consorcios, tarjetas de crédito. Nada cambió en el plano del empleo y el ingreso, aunque los brasileros se han hecho más incumplidores. Su capacidad de consumir endeudándose se está saturando. Intentando mantener vivo este elemento del ciclo anterior el gobierno ha usado los bancos estatales y el Banco Central para disminuir la tasa Selic (tasa de préstamos interbancarios) y las tasas al consumidor, sin grandes resultados hassta el momento. Cambios en el empleo y en el ingreso transformarían este alto incumplimiento, por ahora administrable, en caótico y, a tono con el mundo, ubicaría empresas financieras de tarjetas de crédito y bancarias brasileras de gran porte en riesgo (hasta el momento solo bancos pequeños y medianos fueron afectados como Panamericano, BMG, entre otros).
Buscando mantener el consumo elevado no solo por la vía de disminuir el precio del dinero (intereses) el gobierno ha hecho gran cantidad de intentos de estimular sectores de la industria, sobre todo el automobilístico. Fueron siete paquetes desde 2010, totalizando R$ 102 mil millones en exenciones impositivas (una magnitud equivalente a cerca de 4 años de presupuesto de todas las universidades federales que en 2012 fue de R$ 27.500 millones y superior a los R$ 92.000 millones que el gobierno dice que costaría atender todas las reivindicaciones de todos los 350.000 empleados públicos federales en huelga). Y el gobierno promete en los próximos días un nuevo gran plan con privatizaciones y concesiones de aeropuertos, carreteras, puertos, más quita de obligaciones sobre las liquidaciones de haberes, obras de infraestructura en “sociedad” con empresas (el gobierno pone el dinero y la ganancia se la quedan los capitalistas) y reestructuración del sector energético, lo que abre un amplio abanico de nuevos negocios a los capitalistas. El plan para los trabajadores, como se ve ante las huelgas, es de ajuste salarial, recortes de derechos y reformas para quitar derechos.
No hay estímulos que haga el gobierno que eclipse las tendencias planteadas, estos estímulos pueden garantizar record de ventas de autos en determinado mes (como aparenta ser el presente agosto) pero no son más que una escalera que la economía sube para caer más estrepitosamente en el futuro. El gráfico abajo hecho por el IEDI (Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial) en su carta número 531 ilustra esta tendencia.
Como una máquina que todavía rueda pero que va mostrando desgaste viene entrando en el vocabulario de los empresarios, de las editoriales de los grandes diarios burgueses, del gobierno, un nuevo vocabulario “más europeo”: ajuste.
Tendencias a una mayor inestabilidad entre las clases
Apoyándose en el consumo, expectativas de mejoras salariales año tras año, en la popularidad record de un presidente que podía, si fuese necesario, apelar directamente a las masas, relacionarse y contener a los sindicatos y movimientos sociales, la lucha de clases era lo que menos parecía existir en Brasil. Ni todo cambió, pero la foto de agosto de 2012 hace que parezca que otro Brasil salió de donde se escondía.
La gigante multinacional GM, justo del sector industrial más recalentado por la política del gobierno, logró imponer su chantaje a los obreros de São José dos Campos valiéndose de un lock-out y amenaza de despidos en masa (2000). Los trabajadores, mostrando potencial de lucha, organización conciencia, respondieron adhiriendo a paros llamados por el sindicato dirigido por el PSTU y realizaron un corte semi espontáneo de la principal ruta del país, la Dutra. La solución provisoria adoptada por el sindicato y por la patronal con el beneplácito del gobierno del petista (PT) federal y el tucano (PSDB) estadual es desfavorable a los trabajadores: Plan de despidos voluntarios (PDV), lay-off (suspensiones temporarias de trabajo) y postergando para noviembre (pero con la patronal mucho mejor ubicada) la batalla más decisiva por los empleos.
Tampoco es en la “economía privada” (aún con la huelga de trabajadores del neumático de Camaçari) donde se muestran las mayores tendencias a la inestabilidad, sino en la esfera de acción directa del gobierno. En la construcción civil del PAC los niveles salariales de los trabajadores y sus condiciones de trabajo son asegurados a palazos y a punta de fuzil, los trabajadores se enfrentan con los sindicalistas ligados al gobierno y a la patronal, que tienen que llamar a la policía o salir corriendo. Jirau, Belo Monte, Santo Antônio, a principio de año, y a hora la refinaría Abreu e Lima (RNEST) y el puerto de Suape en Pernambuco vuelven a mostrar esta tendencia. Una dura represión policial cayó sobre los obreros que no aceptaron el acuerdo firmado por las patronales y el sindicato que ofrecía 10% de aumento contra los 15% y otras reivindicaciones defendidos por los trabajadores. La lucha de estos trabajadores del PAC muestra una vez más el papel de la burocracia sindical, como agente de la patronal, en medio del movimiento obrero, con Força Sindical (corriente sindical ligada a la CUT) cumpliendo directamente el papel de auxiliar de la patronal y el estado en la persecución a los luchadores de Suape. Y queda desenmascarado el discurso de Dilma, contra los empleados públicos en huelga, de que que está “preocupada con el empleo y el salario” de estos trabajadores.
La CUT y su cúpula, que se constituye como la principal burocracia del país, es denunciada hasta por la burguesía como lista oficialista pero estuvo al frente de un abucheo al ministro Gilberto Carvalho, hombre de absoluta confianza de Lula y del gobierno Dilma. Él fue hostilizado por cutistas ligados a los empleados públicos en huelga como burócrata y traidor. Palabras duras gritadas y cantadas contra el ministro y ex sindicalista de la CUT que la dirección cutista siempre consideró “nuestro interlocutor en el gobierno”.
Muchos trabajadores todavía confían en la dirección de los sindicatos cutistas y con su palabrerío duro contra el descuento de días caídos y el Decreto 7.777 de Dilma que autoriza la sustitución de huelguistas por carneros esta confianza se refuerza. Sin embargo, la vanguardia de la clase trabajadora debe alertar al conjunto de la clase obrera que estos burócratas que hoy hablan en contra del descuento de días caídos son los primeros en aceptar los despidos y la quita de derechos. ¿O no es el más importante sindicato de la CUT, el sindicato de los metalúrgicos del ABC, el que está impulsando un proyecto (Acuerdo Colectivo especial) que es en la práctica una reforma laboral y sindical al gusto de los empresarios? ¿No es también la entidad adicta del oficialismo, y ligada a la CUT, el PROIFES [5], el que intenta quebrar desde adentro la huelga de docentes universitarios federales?
Estos ejemplos ilustran cómo la “oposición” de la CUT a “su” gobierno es efímera, y con la posible entrada de Lula como interlocutor e lo que diversos diarios han informado – lo más probable es que su palabrerío baje varios decibeles. El apelo a Lula muestra cómo Dilma es mucho más débil para tener una interlocución directa con la burocracia y el poder de contención de las luchas obreras.
En la huelga de empleados públicos están marcados los próximos pasos del gobierno y la burguesía
El abucheo de la CUT responde a la presión de las bases de más de 30 sectores en huelga – incluso algunas que la vanguardia de los trabajadores y la juventud no puede apoyar pues son agentes directos de la represión y el espionaje contra los trabajadores y la juventud, como la Policía Federal y la Policía Caminera Federal – pero también a una situación mucho más dura entre las posiciones de los trabajadores por un lado y la posición del gobierno de Dilma y de la burguesía por otro. En las editoriales de los diarios Folha, Estadão y Globo de la última semana, todos llamaron a Dilma a aprender de Thatcher y Reagan cómo quebrar a los sindicatos, o al menos a no conceder aumentos ya que hacerlo dificultará el futuro de los “ajustes”. El gobierno de Dilma, presionado por esta importante base de apoyo – y de votos en vísperas de las elecciones municipales – y por sus planes futuros de austeridad, ha tratado cada huelga aisladamente (ofreciendo aumentos por encima de la inflación solamente a los profesores universitarios y de forma discriminada dentro del sector) pero mostrando una tendencia general a salir al ataque para preservar la “preparación para enfrentar la crisis” y así estar mejor ubicada para implementar las medidas que ya anunció para después de las elecciones como la reforma provisional y laboral.
Contra los inmensos impactos en la economía (que sectores estratégicos en huelga ya están causando, como la vigilancia sanitaria, recaudación federal y ministerio de agricultura) del orden de R$ 4.500 millones solo en el comercio exterior en julio, según la Asociación Brasilera de Comercio Exterior, el gobierno decretó que sustituiría a los huelguistas por empleados equivalentes de los estados y municipios, ha entrado en la justicia para garantizar el trabajo y exigido el descuento de los días de paro de los huelguistas. En diversas autarquías, sobre todo las universitarias que tienen autonomía y son el punto más fuerte de la huelga, las direcciones se pronunciaron contra el recorte salarial, sin embargo en algunas el gobierno está logrando implementar su línea dura, como en el IBGE y otras.
Esta línea dura es acompañada de otras medidas aún más duras que ya fueron aprobadas por Dilma y otras que están en trámite en el Senado bajo auspicios del oficialismo. La semana pasada, mientras mandaba a reprimir a los obreros del Suape, mandaba a descontar los días de paro de los huelguistas y sustituirlos en brutal afronta al derecho de huelga, Dilma también aprobaba un proyecto supuestamente de “defensa nacional” pero que tiene un contenido antiobrero. Por el sistema “Proteger” con presupuesto de R$ 9.600 millones el gobierno preparará al Ejército para garantizar la seguridad de 13.300 “blancos estratégicos” (refinerías, hidroeléctricas, puertos, redes de transmisión de electricidad, rutas, edificios públicos y fábricas “estratégicas”). Esta medida práctica de Dilma acompaña el proyecto de ley en el senado conocido por “AI-5 de la Copa” que prohibirá huelgas tres meses antes y después en todas las ciudades-sede de la Copa de Confederaciones del próximo año y del Mundial del 2014. Es con estos métodos que el Brasil de Dilma se prepara para ser vitrina del mundo y a la vez “ajustarse” para la crisis capitalista mundial.
Sacar lecciones de GM y unificar las luchas en curso para luchar por la su atención inmediata y por el derecho a huelga
La situación de la economía, de la política y de la lucha de clases en Brasil aún exhibe mayores continuidades con el boom de 2010 y la estabilidad de los años de Lula. Sin embargo rasgos transitorios a otra situación van ganando terreno creciente en la situación nacional. Estos rasgos pueden desaparecer del terreno, conocer ritmos más o menos prolongados, pero no dejarán de ser actuantes y marcan no relampagueos aislados sino tendencias que se desarrollarán. No hay posibilidades de un nuevo crecimiento económico como en 2010, por lo tanto desde el lado de la economía ésta tenderá a la inestabilidad. Del lado de la patronal, como mostró la GM, también hay tendencias a medidas más duras, incluso con lock-outs. Del lado de los trabajadores y la disposición de lucha de los empleados públicos federales -aún marcadamente económica y sin coordinación entre las luchas por responsabilidad de las direcciones- también muestra el futuro, como la oposición de la CUT a Gilberto Carvalho, algo impensado años atrás. Esta perspectiva debe marcar la orientación de la vanguardia de trabajadores y de la juventud.
Encararla significa dar todos los pasos para unificar las luchas en curso, contribuyendo para que en primer lugar derroten los intentos represivos de Dilma y garanticen la inmediata atención de sus reivindicaciones. Esta unificación es un paso necesario para que las huelgas pasen de su escalón económico y se tornen políticas.
Cada campaña democrática contra la represión y contra la policía como crecientemente marcan los tonos subjetivos de sectores de la juventud en diversas ciudades, es preparatoria de las posiciones de los trabajadores y de la juventud al verdadero estado de excepción que dependiendo de Dilma y de la burguesía, caerá en todas las metrópolis a partir del próximo año. La preparación de los grandes bastiones obreros frente a la crisis pasa por reconocer la derrota táctica – aún no estratégica, pues la batalla decisiva aún está por venir – que ocurrió en la GM de São José bajo la dirección del PSTU, sacando lecciones para que esto sea revertido en São José y no se repita en el ABC, en Contagem, Betim, en el sur fluminense, Joinville, Manaus, y todos los otros bastiones de la clase trabajadora brasilera. Otro lado de la preparación pasa por una inmensa campaña que todos los sectores que se reivindican democráticos y obreros le deben a los trabajadores precarios y reprimidos del PAC, con destaque para Suape en el presente momento pero también para Jirau, donde los movimientos sociales denuncian que hay presos de la huelga de principios de año.
Y más que esto, ahora en la coyuntura, en los momentos agudos de la lucha de los empleados públicos federales, se trata de rodearla de solidaridad y derrotar los planes del gobierno y de la burguesía que quieren derrotar la huelga para estar con más fuerzas para más “ajustes” y “austeridad” en el futuro. Derrotar la demagogia de Dilma y sus ministros que dicen que no concederán aumentos a los empleados públicos porque quieren priorizar los empleos privados es decir fuerte y claro: hoy atacan los salarios y empleos de los trabajadores de Anvisa, IBGE, UFRJ entre otros, pero mañana con los mismos expedientes vendrán contra los ecetistas, bancarios, petroleros y cada trabajador del país. Es hora de una gran campaña POR LA INMEDIATA ATENCIÓN DE LAS REIVINDICACIONES DE LOS EMPLEADOS PÚBLICOS, POR EL PLENO DERECHO A HUELGA, NO A LA REPRESIÓN EN LAS CANTERAS DE OBRAS; CONTRA LOS PLANES PARA SALVAR A LOS CAPITALISTAS; EMPLEO, SALARIO DE ACUERDO CON EL COSTO DE VIDA (SALARIO MÍNIMO DEL DIEESE) Y DERECHOS PARA TODOS LOS TRABAJADORES, EFECTIVOS, TERCERIZADOS Y CONTRATADOS.
La victoria de los empleados públicos federales dejará a la clase trabajadora y la juventud mejor preparada para los próximos embates. Para esto llamamos a la CSP-Conlutas, las Intersindicales a impulsar un inmediato encuentro de delegados de base de todo el país. La influencia que estas centrales tienen en determinados sectores del funcionalismo federal, como las universidades, permitirá impulsar inmediatamente un encuentro como este en diversas capitales y así exigir a la CUT (PT), la CTB (PCdoB) y demás centrales sindicales que rompan sus acuerdos con el gobierno y la patronal y unifiquen al movimiento para derrotar al gobierno. Encuentros municipales y estaduales como este fortalecerían la perspectiva de un encuentro nacional y permitiría a partir de los empleados públicos desarrollar y apoyar la lucha de los trabajadores de las obras del PAC, contribuir para que los trabajadores de la GM estén mejor preparados para los próximos embates, y así el conjunto de la clase trabajadora brasilera para enfrentar la crisis que quieren, y se preparan los gobiernos y las patronales, para descargar sobre nuestras espaldas.
Traducido por Isabel Infanta
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