Tras los resultados de las últimas elecciones en Perú y Colombia, donde ganaron Alan García y Alvaro Uribe (dos aliados de EE.UU.), muchos analistas salieron a decir que la política de Washington parecía volver a ganar terreno en la región y sobre todo entre los países andinos. El aplastante triunfo de Rafael Correa, del partido Alianza País, con el 58% sobre el empresario multimillonario Alvaro Noboa, quien obtuvo con el PRIAN el 41% en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Ecuador, no sólo contradice estas afirmaciones convirtiéndose en un nuevo revés para la política de EE.UU., sino que también revitaliza las posiciones de Hugo Chávez y Evo Morales de quienes dice ser un aliado. Para minimizar el impacto que pudiera tener el triunfo de Correa en la región y a pocos días de las elecciones venezolanas, EE.UU. salió a felicitar a Correa públicamente y a remarcar la posibilidad de un futuro trabajo en común. Correa no negó esta posibilidad, mostrando que podría tener un perfil más moderado.
A diferencia del programa abiertamente neoliberal presentado por el empresario Noboa, Correa se pronunció contra la firma de un Tratado de Libre Comercio con EE.UU. y por la no renovación del acuerdo que permite a este país operar la base militar de Manta en territorio ecuatoriano y que expira en el 2009, mientras que en el terreno político propuso la convocatoria a una Asamblea Constituyente en sintonía con el reclamo del pueblo ecuatoriano de una reforma política de las instituciones que se encuentran profundamente desprestigiadas.
Correa, un economista autodenominado de “izquierda cristiana”, demonizado por la derecha durante toda la campaña como “el amigo de Chávez” prefirió, sin embargo, ser más amplio en sus relaciones y compararse también con Kirchner, Lula, Vázquez y Bachelet, dejando en claro que podría tener una postura más moderada que el venezolano.
El arrasador triunfo de Correa en segunda vuelta, sacándole más de 15 puntos de ventaja al derechista Noboa, no se traduce, sin embargo, en una fortaleza directa de la figura presidencial ni de su partido que hasta hace un año eran prácticamente desconocido.
El ascenso meteórico de Correa está directamente relacionado con el desprestigio de las instituciones ecuatorianas y su régimen de partidos, entre los que se encuentra el PRIAN de Noboa. Esto quedó reflejado en la primera vuelta cuando la mayoría de los partidos tradicionales obtuvieron una votación minúscula, mientras que en la segunda vuelta Correa cosechó más votos por el descontento con el plan y la figura que representaba el neoliberal Noboa que por mérito propio. La candidatura y el perfil de Noboa generaba un rechazo que era visto como una nueva fuente de inestabilidad, en un país donde ninguno de los últimos tres presidentes electos pudo terminar su mandato. La mayoría de los analistas coinciden en que una gran parte de los indecisos terminó votando a Correa como la opción del “menos malo” e incluso sectores de empresarios pequeños y medianos apoyaron su candidatura contra la de Noboa, que mezclaba demagogia con un discurso ultra neoliberal propio de los años noventa.
El próximo gobierno de Correa
Además de esta falta de una base propia consolidada, Correa tiene un problema mayor, que es el hecho de no contar con ningún parlamentario propio en el congreso. Su política de no presentar candidatos a una de las instituciones más desprestigiadas del país, lo dejó ante un congreso enteramente opositor lo que será una fuente de conflicto al intentar avanzar con su principal promesa de campaña, la convocatoria a una Asamblea Constituyente para reformar el régimen político.
Ante esta debilidad de raíz, Correa ya anunció que tratará de aprovechar el favorable crecimiento económico de los últimos años para renegociar en mejores condiciones los contratos petroleros (principal fuente de ingresos del país), además de intentar avanzar en una reestructuración de la deuda externa mediante la emisión de bonos que compraría Venezuela (medida que el gobierno de Kirchner viene aplicando desde el año pasado).
Esto le permitiría intentar ganar apoyo entre los sectores más desposeídos mediante planes de asistencia social, pero sin tocar la base del proceso de dolarización que sumió en la miseria a millones de ecuatorianos en los últimos 5 años.
No habrá solución para las grandes aspiraciones de las masas ecuatorianas como la independencia nacional, tierra para los campesinos, libertades democráticas y autonomía para las pueblos originarios sin romper con el imperialismo que es la fuente de toda opresión y explotación para Ecuador y los pueblos latinoamericanos. Los trabajadores y el pueblo ya han hecho una experiencia con nacionalistas como lo fue en sus inicios Gutiérrez, neoliberales como Bucaram y demagogos como Mahuad. Es hora que confíen en sus propias fuerzas y se doten de una política independiente de todas las variantes patronales o seudonacionalistas.
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