Por Diego Dalai
La crisis económica internacional viene presionando desde hace años sobre la economía local centralmente a través de la caída de los precios del níquel (segundo mayor ingreso de divisas para el país), el aumento del precio de los alimentos (Cuba debe importar el 80% de los alimentos que consume, siendo el principal gasto en dólares que debe realizar) y la escases de crédito. Lo que ha evitado que la economía se derrumbe, de 2008 a esta parte, es la financiación por diversas vías que le da Venezuela (primer socio económico desde 2003).
En primer lugar el petróleo a precio de remate que cubre el 50% de la demanda nacional. Y en segundo lugar el pago de servicios a profesionales de la salud y la educación (hay unos 30.000 profesionales cubanos en Venezuela).
China ha sido otro gran socio comercial (el segundo desde 2006). Le provee manufacturas, maquinaria (bicicletas, ómnibus, electrodomésticos) y repuestos. A la vez, se ha convertido en el principal comprador de níquel (Cuba es el primer exportador mundial), e inversor clave en este sector clave de la economía local.
En menor medida, aunque estratégicamente más importante, ha sido la entrada de capitales brasileros centralmente en inversiones en el puerto del Mariel (a pocos kilómetros de La Habana) y en productos de poco “valor agregado” como bio combustibles (a pesar de la retórica que supo tener Fidel contra esta moderna rama económica).
Ajuste contra los trabajadores
Junto a esto, desde 2008 el gobierno de Raúl Castro emprendió una serie de reformas y ajustes que han contribuido a evitar el hundimiento económico. Desde el punto de vista estrictamente financiero, redujo el abultado déficit fiscal a través de la eliminación de subsidios en distintos sectores de la economía y el desprendimiento de algunas actividades que pasaron de la órbita estatal a la privada (cuenta propista), una importante reducción de la libreta de racionamiento (que cubría alrededor de un tercio de las necesidades mensuales de una familia tipo) y el despido de decenas de miles de trabajadores estatales (el plan original era despedir 500.000 empleados hasta 2013, pero debió ser “revisado” dilatando su aplicación por el descontento que generaba entre amplios sectores).
Para evitar la parálisis económica y la caída en la pobreza de cientos de miles de habitantes, se estimuló el desarrollo del cuentapropismo a una escala nunca vista desde el ’59. Las actividades económicas (oficios) habilitadas para el trabajo por cuenta propia saltaron de unas pocas decenas a casi 200. Los poco más de 100.000 cubanos que ejercían esta forma de trabajo independiente se triplicaron superando los 300.000 que hoy día están legalmente habilitados para practicar algún tipo de actividad lucrativa. Se permitió la venta mayorista de productos para la construcción por fuera de las tiendas estatales y se legalizó la contratación de empleados. Desde 2010 comenzó la entrega (en usufructo, es decir manteniendo formalmente la propiedad estatal) de tierras productivas ociosas a campesinos individuales. Este proceso se sigue profundizando creando una capa de campesinos acomodada que tiende a enriquecerse y presiona por más reformas de mercado a la vez que se va entrelazando paulatinamente a la burocracia como socios necesarios.
Todo esto dio cierto dinamismo a los sectores más acomodados de la sociedad, sobre todo aquellos con acceso a dólares que les permite cierta inversión en pequeña escala para este tipo de actividades.
31-10-2012
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