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Las mujeres en las elecciones de Estados Unidos
por : Celeste Murillo

11 Nov 2012 | Una de las discusiones que dejó abierta la victoria de Obama en las recientes elecciones fue el peso electoral cada vez mayor de las mujeres, las comunidades afroamericana y latina y la juventud. Desde comienzos de año, varios adelantaban que las mujeres jugarían un rol importante en las elecciones presidenciales de Estados (...)

Una de las discusiones que dejó abierta la victoria de Obama en las recientes elecciones fue el peso electoral cada vez mayor de las mujeres, las comunidades afroamericana y latina y la juventud. Desde comienzos de año, varios adelantaban que las mujeres jugarían un rol importante en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Especialmente, las mujeres solteras mayores de 30, que representan un bloque electoral de 55 millones de personas. Este bloque, que viene creciendo a un ritmo de 1 millón por año, surge por el retraso en la edad del matrimonio en las ciudades (especialmente entre mujeres con educación superior y buenos ingresos), y la gran porción de mujeres en sus 30 años que no están casadas (son solteras, divorciadas, crían solas a sus hijos/as) y no piensan en casarse (“Rise of the Single-Woman Voter”, Slate, 13/03/2012).

Estas mujeres idealizan mucho menos el matrimonio y son independientes económicamente -aun con salarios más bajos y trabajos precarios-. Entre las mujeres en general, los sectores que solían votar a los republicanos, hoy están cada vez más alejadas de este partido. Aunque estas mujeres no se definan como liberales o progresistas, la apelación de los sectores de la derecha conservadora a los valores morales, la familia, la religión, etc., les es cada vez más lejana.

Durante las últimas décadas, la derecha republicana ha hecho de la “batalla por los valores” (contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, contra los inmigrantes, contra el derecho al aborto, etc.) una bandera propia.

Los republicanos, especialmente su ala derecha como los neoconservadores durante la década de 1990 y 2000, o los candidatos del Tea Party hoy, han sostenido un programa reaccionario de recorte de derechos civiles que, según la visión conservadora, atentan contra los valores cristianos y la moral correspondiente al “estilo americano”. Esta apelación a los valores cristianos, exacerbada por el Tea Party, y un electorado centralmente blanco y masculino, viene estrechando la base electoral republicana.

Al mismo tiempo, la población económicamente activa estadounidense –y el sector que participa en las elecciones- es hoy más joven, más femenina, y con gran peso de las comunidades afroamericana y latina. Más en general, estos cambios explican también resultados en estados Republicanos como Florida, donde ganó Obama (muchos apuntan a que la extensión de la comunidad latina más allá del tradicional “voto gusano”, amplió la base electoral demócrata, sin contar el sorpresivo resultado negativo del referéndum que buscaba recortar el financiamiento estatal de interrupciones de embarazos).

En el marco de estas tendencias contrapuestas, la campaña de Mitt Romney, aun cuando intentó un giro moderado hacia el final, no pudo contrarrestar el costo político que representó la cruzada reaccionaria contra las mujeres, los inmigrantes, la comunidad LGTB, entre otras.
Uno de los puntos clave de esta cruzada fueron las elecciones legislativas de 2010, cuando el Tea Party ganó varias internas en el Partido Republicano. El establishment del partido, en un intento por capitalizar este movimiento y buscar un nuevo impulso al derrotado “espíritu conservador”, apoyó estos candidatos ultrareaccionarios. En esas elecciones, la polarización política, la profundidad de la crisis y la incertidumbre les dieron un amplio apoyo, y el partido Republicano se quedó con la mayoría del Congreso y varias legislaturas estatales [1].

Mientras el partido Republicano radicalizaba su discurso de derecha, la visión de las mujeres sobre el matrimonio, la maternidad, la vida en familia, su desarrollo profesional, se modificaba; las mujeres quieren decidir cuándo ser madres, empiezan más tarde su vida en pareja, privilegian su trabajo o sus estudios. Esto explica en parte (junto a los factores más generales de la crisis económica, temor a los recortes republicanos, etc.) que las mujeres hayan sido las que menos acompañaron esta radicalización a derecha.

Ejemplo de esto fue el escándalo desatado cuando el conductor de radio Limbaughd (muy popular entre los conservadores y votantes republicanos) le dijo “puta” a una estudiante que reclamaba que el seguro de salud universitario cubriera las pastillas anticonceptivas. Dos ultraconservadores que jugaron decisivamente en contra del voto republicano entre las mujeres fueron Akin y Murdock. El legislador Akin dijo en un programa de TV: “El embarazo después de una violación es muy raro (...) Si se trata de una violación real el cuerpo de la mujer tratará por todos los medios de bloquearlo”… No hace falta decir que Akin (del Tea Party, candidato republicano) no ganó las elecciones en su estado. Richard Murdock, que tampoco ganó, había dicho que los embarazos producto de una violación eran “un regalo de Dios”.

Para las mujeres (incluso muchas republicanas), el derecho al aborto y la anticoncepción es un tema central. En 2011, la agencia Gallup publicó una encuesta que mostraba que en los estados llamados “swing” (es decir, que no tienen tradición clara demócrata o republicana), el 39% de las mujeres ponía por encima de todas sus preocupaciones el acceso al derecho al aborto y los derechos reproductivos en general, más importante incluso que el problema del empleo (“Women in Swing States Have Gender-Specific Priorities”, Gallup, 17/10/2012).

Por este motivo, también cayó mal entre las mujeres la iniciativa republicana de eliminar el programa federal Planificación Familiar, que cubre varios servicios relacionados con ginecología, anticoncepción, etc. Impulsaron una medida para permitir que los empleadores puedan negarse a cubrir los métodos anticonceptivos (como parte de la cobertura de salud) por motivos religiosos. Además, muchos republicanos se opusieron a la ley de igualdad salarial (este motivo, según una encuesta de la ONG feminista Emily’s List –que financia candidaturas femeninas–, es suficiente para el 71% de las mujeres consultadas para no votar por los republicanos).

Al mismo tiempo, el partido Demócrata –aunque permitió que avancen muchas de estas medidas contra las mujeres- hizo de esta “resistencia” su bandera de campaña. Este fue uno de sus ejes: la campaña demócrata y sus partidarios hicieron 22.126 avisos sobre el tema del aborto. Gran parte de estos avisos eran contra las restricciones votadas en varios estados con legislaturas de mayoría republicana (en 2011 se votaron 92 leyes restrictivas de los derechos reproductivos, el año con mayor cantidad de leyes contra las mujeres; en 2012 ya se votaron 40 leyes restrictivas y es el segundo en la historia de EEUU).

¿Representa entonces la victoria demócrata un reconocimiento por la ampliación de los derechos de las mujeres? En este, como en otros temas, se ve cada vez más claro que el voto a Obama habla más del temor a la liquidación de conquistas que sin dudas encarnan los Republicanos, que de un apoyo firme a los demócratas. La presidencia de Obama no avanzó en los derechos de las mujeres, simplemente no atacó las conquistas alcanzadas por las mujeres con la lucha y la movilización. Las medidas impulsadas por los demócratas, como la igualdad salarial, son absolutamente insuficientes y no han representado mejoras en la vida de las mujeres trabajadoras, que sufren la destrucción de puestos de trabajo, la desocupación y la pobreza igual y peor que sus compañeros de clase.
Las mujeres, sobre todo las afroamericanas jóvenes, las latinas y las jóvenes en general tienen los peores trabajos, los peores salarios y los niveles más bajos de educación. Son las que mantienen solas a sus hijos e hijas, las que dependen del programa estatal de vivienda, alimentación y salud.

Las mujeres resisten hoy frente al intento reaccionario de recortar sus derechos y liquidar sus conquistas. Esos derechos conquistados con la movilización, solo pueden ser defendidos de esa forma. Sin movilización independiente, cualquier dádiva de los políticos de los empresarios intentará ser transformada en un techo para nuestras demandas.

 

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