por Miguel Raider
Jueves 29 de septiembre de 2011
Los socialistas revolucionarios defendemos las legítimas aspiraciones del pueblo palestino a tener su propio Estado así como su derecho a denunciar sus condiciones de opresión y a sus opresores en cuanta tribuna considere conveniente. Sin embargo, nos oponemos a la propuesta de Mahmoud Abbas presentada en la 66° Asamblea de la ONU para crear un Estado palestino en la Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental como ciudad capital.
El presidente de la Autoridad Palestina puso en consideración la construcción de un Estado en apenas el 20% de la Palestina histórica, una iniciativa que legitima la Nakba, la catástrofe nacional palestina de 1948 que se inició con la fundación del Estado de Israel sobre la base de la limpieza étnica del pueblo palestino. Los sionistas destruyeron 531 aldeas y once barrios y expulsaron 1 millón de palestinos de sus tierras originarias. Los 150.000 que quedaron indemnes fueron acorralados en Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental. Pero en junio de 1967, tras la Guerra de los Seis Días, las tropas israelíes ocuparon militarmente estos territorios y arrebataron la península del Sinaí a Egipto y los Altos del Golán a Siria. El trazado de un Estado en Gaza y Cisjordania, dos pequeñas porciones de tierra sin unidad territorial, sin soberanía sobre las fronteras y sin control del agua y la energía, monopolizados por el Estado judío, resulta una utopía reaccionaria. Con medio millón de colonos armados hasta los dientes y decenas de asentamientos y chekpoints militares establecidos en Cisjordania, el Estado palestino no sería más que un fantoche. Por otro lado, la propuesta es antidemocrática pues ignora el derecho de retorno de 7,5 millones de palestinos dispersos en la diáspora, 6 millones de los cuales residen hacinados en campos de refugiados. El affaire Wikileaks reveló la entrega de ese reclamo bajo la forma de un regreso “simbólico” de no más de 25.000 palestinos. Con toda razón denuncia este aspecto la comunidad palestina de residentes en EE.UU. Esta demanda socavaría el equilibrio demográfico que garantiza la opresión nacional de la mayoría judía sobre la minoría palestina.
Asimismo, esta iniciativa deja librados a su suerte a 1,5 millones de “árabes israelíes”, ciudadanos de segunda categoría, víctimas del racismo y los mayores bolsones de pobreza.
De hecho, Abbas ratifica la capitulación histórica de 1993 con los Acuerdos de Oslo, cuando Yasser Arafat reconoció la existencia del Estado de Israel (ya efectuada en 1988 en la Conferencia de Argel), así como la creación a futuro de un Estado palestino a costa de sacrificar las demandas democráticas más elementales, como se comprobó al estallar la 2° Intifada por naufragar el derecho de retorno. Lugarteniente de Arafat, Abbas heredó la Autoridad Palestina, esa institución hija de los Acuerdos de Oslo, mediante la cual el Estado judío confería la administración civil de un tercio de los territorios palestinos, corrompiendo a los cuadros de Al Fatah. Abbas pasó a ser un amigo financiado por las arcas israelíes y norteamericanas con las que sostiene un aparato burocrático y clientelar de 150.000 empleados públicos.
Colaboracionista todo terreno, Abbas impulsó el bloqueo contra Gaza en 2007, una vez que fracasara su intentona de golpe de mano, movilizando a sus milicias contra Hamas, que había resultado electo democráticamente en 2006.
Ni negociaciones bilaterales ni la ONU
Las ilusiones abiertas tras los Acuerdos de Oslo se desvanecieron rápidamente pues el régimen colonial siguió inalterable. Los colonos aumentaron de 200.000 a medio millón, ocupando más de la mitad de Cisjordania. En 2004 fue construido el Muro del Apartheid, separando barrios y aldeas palestinas y acaparando las tierras más fértiles para dominio hebreo. A fines de 2008, el ejército israelí lanzó la Operación Plomo Fundido sobre Gaza, asesinando a más de 1400 palestinos. Restablecer las negociaciones bilaterales con el Estado de Israel sería continuar este curso. Sin embargo, la ONU no significa ninguna alternativa: EE.UU. ya adelantó que vetaría la iniciativa de Abbas desde su asiento en el Consejo de Seguridad. Durante 63 años la ONU emitió resoluciones que denunciaban los padecimientos de los refugiados palestinos sin ningún efecto práctico. ¡Acaso en noviembre de 1947 no burló la voluntad soberana de las masas, dirimiendo arbitrariamente en su contra con la Resolución de Partición de Palestina, otorgando encima más de la mitad del territorio a los judíos que no llegaban a un tercio de la población!
El derecho a la autodeterminación nacional del pueblo palestino y las aspiraciones de paz entre árabes y judíos son incompatibles con un régimen colonial y racista apoyado en un ejército de ocupación en guerra permanente contra los pueblos árabes, en función de los intereses del imperialismo norteamericano. Sólo un Estado obrero y socialista trazado en toda la superficie de la Palestina histórica y edificado sobre el desmantelamiento del Estado sionista, puede garantizar la libertad de culto y hacer efectivas las demandas democráticas del pueblo palestino. Este rumbo sólo puede provenir de la movilización revolucionaria del pueblo palestino junto a los pueblos árabes que protagonizan la Primavera Arabe, luchando contra las burguesías árabes reaccionarias, el Estado de Israel y el imperialismo.
29-09-2011
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