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La nueva militancia obrera, los cambios en la clase trabajadora y el PTS
por : Fredy Lizarrague , Laura Lif

20 Dec 2012 | n todo este año en La Verdad Obrera fuimos dando cuenta de los cambios en la situación nacional, motorizados por el debilitamiento del gobierno, con un creciente descontento de amplias capas de trabajadores de la industria y los servicios y bronca entre los más explotados y oprimidos, los jóvenes precarios y las mujeres (...)

En todo este año en La Verdad Obrera fuimos dando cuenta de los cambios en la situación nacional, motorizados por el debilitamiento del gobierno, con un creciente descontento de amplias capas de trabajadores de la industria y los servicios y bronca entre los más explotados y oprimidos, los jóvenes precarios y las mujeres trabajadoras.

El parazo del 20N expresó este proceso de ruptura de sectores de la clase trabajadora con el gobierno que, sin embargo, recién está en sus inicios. Los sindicalizados, al mantener el empleo y no ver alternativa progresiva al gobierno, ante una oposición patronal reaccionaria (en todas sus variantes), por ahora sólo pretenden “presionar para que el gobierno cambie” (si el proceso de ruptura estuviera consumado, la situación política sería enormemente más convulsiva).

Con estos límites, el cambio ha sido muy importante, sobre todo para los que queremos desarrollar una izquierda clasista, en perspectiva revolucionaria, en la clase obrera, ya que está permitiendo destacar una nueva militancia de miles de compañeros y compañeras que empiezan a tomar en sus manos la construcción de sus organizaciones, abiertos a las ideas de la izquierda obrera y socialista.

Hagamos un breve repaso de los hechos de este año donde, desde el PTS, logramos confluir con esa nueva militancia obrera. La presentación de las listas Bordó clasistas en Alimentación, Gráficos, Jaboneros, Aeronáuticos y Ferroviarios (donde debimos adoptar el Naranja ante la proscripción de la burocracia) permitió que centenares de compañeros militaran no sólo en sus fábricas (o líneas) sino en otras empresas de cada gremio, asumiendo nuevas responsabilidades (como los y las congresales de la Bordó que se “iniciaron” en la actividad sindical siendo patoteados en el Congreso del STIA). Decenas de activistas se jugaron para defender a sus delegados contra las patronales y las amenazas y maniobras de una burocracia fuerte como la del SMATA, tanto en Lear como en VW de Córdoba. Los activistas que apoyan al ala izquierda y clasista en el Subte dieron múltiples combates contra el alineamiento de la Comisión Directiva con el gobierno nacional. También se destacaron los luchadores de los ingenios en Jujuy y Tucumán o el nuevo activismo en el Sindicato Ceramista de Neuquén, no sólo el que bancó el triunfo de La Marrón, sino el que surgió producto de la lucha de una fábrica que hasta ahora había sido la retaguardia (Cerámica Neuquén, bajo patrón) y que además tomó en sus manos la heroica lucha de las obreras de Textil Neuquén. De igual manera queremos destacar a los activistas que impulsaron las asambleas, paros y piquetes independientes de la burocracia en el 20N.

En decenas de empresas y fábricas, nuevos compañeros y compañeras, junto a “viejos” referentes, se proponen como delegados y enfrentan las maniobras de las burocracia, en gremios tan dispares como telefónicos o en fábricas de grandes multinacionales (Procter&Gamble, Kraft-Planta Victoria ex Stani). Centenares de jóvenes precarizados participan de las actividades del Movimiento Contra la Precarización Laboral, que está organizando audazmente fábricas metalúrgicas, talleres textiles y otros lugares de trabajo precario en Capital, La Matanza y otras zonas y que está al frente de la campaña contra las muertes obreras en Córdoba (pág. 6). Cientos de estudiantes “ponen el cuerpo” militando en luchas y procesos de organización del movimiento obrero.

Por la política de la burocracia, en el acto del 19D en Plaza de Mayo, a diferencia del 20N, pudo expresarse sólo una muy pequeña parte de este nuevo universo de influencia política y sindical del PTS. No hubo paro, el horario era a contramano de todos los turnos (sobre todo para los que trabajan en el GBA), los “apoyos” que mostraron Moyano y Micheli (FAA, UCR, PJ “disidente”) y la propia forma del acto (sin oradores combativos) no alentaban la participación de activistas antiburocráticos.

En todos los procesos señalados los militantes del PTS notamos con entusiasmo cómo centenares de compañeros y compañeras se transforman en militantes y dirigentes de las agrupaciones. A muchos de ellos los conocíamos e incluso se consideraban parte de nuestras agrupaciones pero no asumían responsabilidades. Ahora, como expresión del cambio en la situación política, son los organizadores de múltiples iniciativas, desde campañas políticas, plenarios o encuentros hasta asados y campeonatos de fútbol que permiten estrechar lazos entre los luchadores clasistas. En la mayoría de las regionales del PTS se multiplican estos ejemplos y actividades, con más intensidad en los últimos meses. Pero esta nueva realidad muestra también nuestras debilidades, empezando por la subestimación -en muchos casos- de la influencia política y sindical conquistada por nuestras agrupaciones y referentes y siguiendo con el funcionamiento a veces inadecuado de las agrupaciones y del partido. Hace falta alentar a fondo las iniciativas propias, no “ordenar” sino convencer, respetar las decisiones tomadas colectivamente, crear los ámbitos posibles para el intercambio de opiniones y la votación de actividades, campañas y luchas a emprender. En el movimiento de mujeres, compañeras trabajadoras y familiares de obreros se suman a la defensa activa de los derechos de las mujeres, junto a centenares de estudiantes. Una delegación de 1.000 compañeras estuvo en el Encuentro Nacional de Mujeres en Posadas y logramos grandes columnas en las marchas en defensa del aborto libre y gratuito, contra la violencia hacia las mujeres e impulsamos decenas de manifestaciones en todo el país contra el fallo maldito por Marita Verón (ver suplemento Pan y Rosas).

En el movimiento estudiantil, hay una amplísima militancia de izquierda de miles de estudiantes nacionalmente, pero la “tradición” de la mayoría de las corrientes de izquierda lleva a limitarse a la administración de “servicios” de los centros de estudiantes y a la vida académica sin apostar a fondo a que emerja un nuevo movimiento estudiantil de lucha que busque unir sus destinos a los sectores combativos del movimiento obrero.

Un cierto anticipo de estos cambios fue el resultado electoral del FIT durante el 2011, pese a ser el año de mayor fortaleza (relativa) del kirchnerismo. La simpatía por las demandas expresadas en la campaña mostró una franja de trabajadores, estudiantes y sectores medios (que sumó 660.000 personas) que se inclinaba por una variante de izquierda que reivindicaba la “independencia política de los trabajadores”.

Precisamente la semana pasada, en Neuquén, el dirigente de nuestro partido Raúl Godoy asumió el cargo de diputado provincial después del primer año a cargo del compañero Alejandro López (de la Marrón Ceramista) que desplegó una gran actividad clasista. Hoy estamos en una situación diferente, mucho más abierta en la clase obrera. ¿Tendrá esto expresión electoral en 2013? La relación no es mecánica ni directa. Lo que es seguro es que se presentará la oportunidad de aprovechar la tribuna electoral para dirigirnos a los trabajadores descontentos con el gobierno levantando un programa obrero y socialista que responda a las demandas de los trabajadores y el pueblo pobre, y una perspectiva revolucionaria. Apostamos a que el Frente de Izquierda y de los Trabajadores esté a la altura de esta nueva realidad.

Pero lo central que necesita la nueva militancia obrera para avanzar es un proyecto estratégico de construcción de un partido de trabajadores revolucionario e internacionalista, que enriquezca el programa histórico de la clase obrera a la luz de los nuevos acontecimiento mundiales, pero que tenga claro que sólo si logra insertarse y ser una fuerza decisiva en las luchas de la clase obrera, podrá transformarse en la organización de su vanguardia y dirigir a millones en los grandes combates que, tarde o temprano, nos tocará vivir.

Las elecciones son oportunidades para ampliar la influencia, pero al votar los “ciudadanos” no hay límites de clase. Como diría León Trotsky, “lo determinante es la relación del partido con la clase. Un solo obrero comunista elegido en un comité de fábrica o para la dirección de un sindicato tiene mucha mayor importancia que mil nuevos miembros, reclutados por aquí y por allá, que hora entran al partido para abandonarlo mañana” (“¿Y Ahora?”, 1932).

La lucha política (incluidas las elecciones) debe estar íntimamente ligada, en la clase obrera y en la actual situación, a la organización de agrupaciones comunes con compañeros que aún no sean militantes partidarios, y de equipos del partido, que “conspiren” contra las patronales y la burocracia, impulsen campañas político-sindicales buscando influencia (de lucha y política) y aliados (otras agrupaciones), superen a los adversarios (supuestos aliados que actúan como si fueran enemigos) y aborden los grandes problemas nacionales e internacionales, actuales e históricos.

En cada una de las batallas parciales que dio el PTS en este año se fueron constituyendo agrupaciones con esta perspectiva. El desafío para 2013 es extender esta organización en decenas de nuevos lugares de trabajo y estudio para que surjan nuevos militantes y dirigentes revolucionarios del PTS. Tenemos planteado un salto de cantidad y calidad a la altura de la mano.

Esta batalla del PTS por enraizarse en la clase obrera, que implica intervenir en toda manifestación de la lucha de clases y en los procesos políticos a la vez que redoblar nuestra “lucha teórica” (Engels) con la edición de nuevos libros, folletos y la organización de cursos y seminarios, la consideramos inseparable de la lucha por reconstruir el partido mundial de la revolución socialista, la Cuarta Internacional. Somos parte de una corriente internacional (la FT-CI) con organizaciones en Brasil, Chile, México, Francia, Estado Español, Alemania, Bolivia, Venezuela, Uruguay y Costa Rica, que actúa en los nuevos fenómenos (como los juveniles) pero enfrenta con fuerza el escepticismo en la clase obrera de la mayoría de la izquierda mundial que se reclama trotskista (ni hablar de los reformistas) que lleva a negar la construcción de partidos proletarios. En su reemplazo, crean aparatos electoralistas o, en su versión más de izquierda, corrientes que hablan de la clase obrera pero no se proponen incidir en sus principales batallas ni insertarse en ella. El internacionalismo proletario adquiere así, para nosotros, un sentido no sólo programático sino de orientación estratégica de construcción.

 

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