Tomado de:
El Diablo se llama Trotsky
Para mantener afiladas las armas de la crítica…
¿Habemus o no habemus papa? (Y acá no hablamos de la película de Nanni Moretti –quien, como le suele ocurrir a muchos, tuvo una buena idea: un “duelo” entre psicoanálisis y religión, pero que se malogró–.) Habrá que mirar el humo de la chimenea: si es blanco, significa que al menos dos tercios de los cardenales eligieron a un mismo candidato; si el humo sale negro, significa que deberán seguir votando, las próximas horas (y/o días), en el recinto de la Capilla Sixtina.
En este blog le hemos dedicado varios posts a la renuncia de Ratzinger, a las consecuencias de la misma en el Vaticano, y a “temas aledaños” (ver acá, acá y acá); y, por supuesto, no podíamos entonces ahora dejar de dedicarle unas líneas al comienzo del encuentro cardenalicio.
1. Según varios informes y análisis de prensa, al parecer, habría una primera división entre dos sectores: los que quieren apurar la elección de un nuevo papa (los sectores de la curia italiana, por ejemplo), para salir de la crisis de la renuncia (“en vida”) papal; y los que quieren discutir más a fondo las crisis del Vaticano: corrupción y abusos de poder, dinero y escándalos sexuales que se hicieron públicos, y ver cómo todo eso se podría resolver, alejando consecuencias judiciales, económicas y espirituales-morales (los sectores de la curia anglo-yanqui y de América Latina, entre otros). A fin de cuentas, como dice en una entrevista Gianluigi Nuzzi, autor del libro Vatileaks: Su Santidad, las Cartas Secretas de Benedicto XVI, “El Vaticano es un pequeño Estado y dentro de éste hay muchos poderes y mucho dinero, hay conjuras, denuncias de corrupción. Los Vatileaks son como la máquina del tiempo. Estas historias siempre existieron dentro del Vaticano, pero hoy tenemos una fotografía nítida, una reconstrucción documentada. Hasta ahora, la información que emanaba del Vaticano estaba siempre muy controlada (…)”. Entonces, tenemos la historia “de siempre”, de asesinatos y corrupción, decadencia moral y pérdida de “fieles”, pero actualmente muy visible, que llevó a la renuncia de Ratzinger y a que los popes del Vaticano deban salir a enfrentar la situación y a buscar (alguna) solución a esta verdadera crisis histórica de la iglesia católica.
2 Vale la pena recordar que este “mini Estado” no sólo tiene alcance mundial (se dice que hay bajo su égida unos 1.000 a 1.200 millones de fieles en todo el mundo), sino particular influencia política en la gobernanza de Italia. Por ejemplo, como recuerda una nota, al asumir el “gobierno técnico” de Monti, éste “fue recibido (por al Vaticano) en su día como un ‘Mesías’, como un ‘Moisés’, que tenía que sacar a Italia de la crisis y afrontar una situación de emergencia financiera. El primer ministro puso en marcha un duro plan de ajuste por valor de 30.000 millones de euros. La imagen del país recuperó peso en los mercados mundiales, pero la suya se resintió entre los ciudadanos por sus contundentes tijeretazos”.
Incluso en las reciente elecciones el Vaticano apoyó los meses previos la campaña del ajustador Monti, donde la centroderecha de Berlusconi y la centroizquierda de Bersani quedaron finalmente empatados (y complicados para definir quién y cómo gobernará Italia), y dejando muy lejos al ex primer ministro, que sacó apenas un 10%. Tenemos, entonces, dos Estados en crisis.
3. La votación del papa –al parecer, en este caso con muy pocos “fieles” aguardando– es secreta, aunque varios cardenales norteamericanos habían tenido los primeros días de su llegada a la “santa sede” una actitud más “abierta”, “liberal” para con la prensa, brindando conferencias y declaraciones; e incluso algunos “tuiteando”… cosa que de inmediato se prohibió. ¿Cómo se desenvuelve “la acción” dentro el Vaticano? Según una nota, con “Excomuniones y castigos para los que violen el secreto (del voto) al mismo tiempo que hoy los cardenales no pueden usar ni el móvil ni el Twitter. Y al mismo tiempo, bajo esa capa de sacralidad, en las horas de encierro del cónclave se desarrollan compromisos, compra y venta de votos, se traman intrigas, vetos y hasta amenazas, junto con halagos y solemnes confesiones de fe y humildad (…)”.
4. Entre los candidatos con más chances de salir electos, se dice que habría un “reformista”(?) y un conservador. En el primer caso, sería Angelo Scola, un “simpatizante del movimiento de centro-derecha Comunión y Liberación, (…) un prelado de cariz conservador que pertenece a la vieja guardia del Colegio Cardenalicio”. En el otro caso –evidentemente, no tan distinto al primero– está el brasileño Odilo Pedro Scherer, “elevado al cardenalato en 2007 por el Papa Benedicto XVI”.
Hay una puja entre dos camarillas con mucho poder: los antiguos conservadores que votaron en su momento por Wojtyla (mejor conocido como Juan Pablo II), y los actuales “ratzingeristas”, que, hoy por hoy, son mayoría, y que ascendieron en las jerarquías eclesiásticas los últimos años, gracias al “papa renunciado”. Pese a ello (y a “notas de color”, como la que comenta que hay un “papable” alemán llamado Reinhard Marx, y que escribió, casualmente, un libro llamado El capital, una defensa del hombre), los desafíos al catolicismo son muchos (y muchas las crisis ante temas vitales como la sexualidad y el tema de género –donde se mantiene intacto el rechazo al uso de preservativos, al derecho al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo; donde se mantiene el machismo y la misoginia intactos–), pero ello no quiere decir que estemos ante las puertas de alguna forzada “renovación”… y mucho menos de una “revolución” –ante algo tan irreformable como es el Estado mayor espiritual de los reaccionarios de gran parte del mundo–.
Según una nota: “La progresiva secularización, (el) ascenso de lógicas de laicidad en los estados y (la) disolución progresiva de la cristiandad con sus estructuras sociales ha generado la propagación y surgimiento de movimientos conservadores; éstos han venido conquistando posiciones de poder en las estructuras de la Iglesia. Ya sea por nostalgia, revancha o sentimientos de reconquista, se conjugan para que estos movimientos y grupos se ofrezcan como salvadores de la Iglesia. Estos grupos pueden llegar a ser movimientos extremistas que entienden la salvación de la Iglesia como un movimiento ultradisciplinado y conducido férreamente por sus dirigentes que gozan del apoyo de la actores de la curia romana. Estos y otros grupos, como el Instituto del Verbo Encarnado, de Argentina; el Sodalicio de Vida Cristiana, de Perú; los Heraldos del Evangelio, herederos en Brasil de la antigua Tradición, Familia, Propiedad, o los legionarios de Cristo, en México, son poderosos grupos de presión que en estos lustros han acaparado poder y sobre todo han acumulado bienes y riqueza financiera”.
5. La nota recién citada, explica que, en síntesis, en este cónclave de la alta curia vaticana, “La mayoría de estos grupos son conservadores y han crecido al amparo de más de 35 años de dos pontificados que los han venido consintiendo y arropando”. Al mismo tiempo, otra dice que la mayoría son “movimientos (que) comparten la preocupación por el declive de la fe católica en Europa”.
¿Qué habrá entonces? ¿Un papa “renovador” y “aperturista”, o uno “tradicionalista” (es decir, claramente reaccionario, como lo fueron, cada uno a su modo, Ratzinger y Wojtyla)?
Como ya lo dije en otros posts, es de preverse, teniendo en cuenta la abundancia y primacía de fracciones y agrupamientos católicos reaccionarios, un “rearme interno” con la votación, y, más allá de algún barniz “renovador” (algún discurso de “apertura” y “preocupación” ante “problemas contemporáneos”), reafirmación de sus principios retrógrados (para mantener algún núcleo duro de “fieles”) y nuevas cruzadas reaccionarias.
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