El Cónclave (reunión cerrada, del latín “con llave”) de 115 cardenales que acaba de votar nuevo Papa fue mucho más rápido de lo que se estimaba y sorpresivamente eligió al Cardenal argentino Jorge Bergoglio, desde ahora Francisco I. Aunque Bergoglio era uno de los “papables” desde hace tiempo (en 2005 cuando ganó Ratzinger Bergoglio quedó segundo con alrededor de 40 votos) no se esperaba su elección sobre todo debido a su edad (76) ya que se discutía que la intención era votar un Papa más joven.
La mayor crisis de la Iglesia en décadas
La rápida, sorpresiva e histórica (por primera vez hay un Papa latinoamericano) decisión se enmarca en la enorme crisis que atraviesa la Iglesia Católica. Esto lo analizamos más detenidamente en LVO N° 511 pero recordemos sintéticamente que los escándalos de pederastia (abusos sexuales contra menores) y casos de corrupción y lavado de dinero, que dieron un salto de 2010 a esta parte, desataron una de las mayores crisis de la Iglesia de los últimos tiempos. La ventilación de documentos personales del Papa por parte de su mayordomo Paolo Gabrieli, alto escándalo que tomó el nombre de Vatileaks, y la renuncia obligada del director del Banco del Vaticano, terminaron de sellar la suerte de Ratzinger que se vio obligado a dar un paso al costado y renunciar, cosa que no ocurría desde hace siglos.
En este marco, los candidatos más firmes eran el italiano Angelo Scola y el brasileño Odilo Pedro Scherer. Al primero, Arzobispo de Milán, su condición de italiano no le aportaba un perfil muy renovador. El segundo sería el primer Papa americano, lo que le daba una ventaja importante como símbolo de “cambio” para la Iglesia, pero era conocido ampliamente como parte del ala conservadora de la Iglesia brasileña.
La primer fumata (votación) arrojó un empate de unos 30 votos para cada uno de los dos, lo que a pesar de que se sabe que esta primera elección es un “sondeo” de las inclinaciones de los cardenales, evidenciaba la crisis que recorría el cónclave.
En este sentido y teniendo en cuenta que parte de empezar a “cambiar la imagen” era no demorar mucho el trámite de la elección, la mayoría de los cardenales se decidieron por “la sustitución en tiempo récord de la cabeza visible de una institución global con más de 1.100 millones de seguidores y el histórico desplazamiento del centro de gravedad desde Europa hacia América, donde reside en la actualidad el 47% de los católicos” (El País, 14/3). Bergoglio, el primer Papa jesuita de la historia, goza de gran respeto entre la élite eclesiástica. Fue nombrado cardenal por Juan Pablo II en 2001 y desde su muerte en 2005 es considerado “papable”. Como parte de la máxima jerarquía católica se opone al derecho al aborto, al matrimonio igualitario y como describimos en otra nota ha sido denunciado por organizaciones de DD.HH. y víctimas del terrorismo de Estado por colaborar con la dictadura. Pero a la vez que un cuadro probado de esa macabra institución que es la Iglesia Católica, Bergoglio tiene la imagen de llevar una vida austera, no ostentosa, y un discurso social no neoliberal que lo convierten en un candidato conservador moderado, “recto y dialoguista” que encaja perfectamente en el Papa que necesitan para manejar el creciente desprestigio que viene sufriendo la Iglesia. También tratan de dar la idea de que “es un hombre que no se calla nada, que dice lo que tenga que decir, ante los altos cargos del Gobierno o ante quien haga falta” (El País, 13/3) para crear alguna expectativa de que pudiera poner orden en la sacrosanta institución, no sólo lidiar con los pederastas sino también tratar de reformar el Banco del Vaticano, que de tanto estar al servicio de lavado de dinero y otros delitos incluso hizo que la propia Unión Europea le exigiera mayor transparencia en sus operaciones.
Ya en su primer acto como Papa toma una decisión simbólica, en este sentido, eligiendo el nombre de Francisco. Aunque no lo ha explicado él mismo, la prensa y la propia Iglesia aluden como inspiración de Bergoglio a la figura de Francisco de Asís conocido por desprenderse de riquezas y poder para acercarse a los pobres y llevar una vida austera y dedicada al celibato.
La Iglesia es imposible de reformar
Como explicamos en la nota de LVO N°511 no hay posibilidad de ninguna reforma ya que esta institución desde hace más de 2.000 años es parte esencial del dominio de las clases explotadoras sobre las clases explotadas y perdura a través de los siglos aliada con los regímenes y gobiernos más reaccionarios y siendo responsable de innumerables guerras y verdaderos genocidios. Un supuesto “acercamiento a los pobres” o “vida austera y alejada de la corrupción” son ideas falsas e incompatibles con esta institución. Así se demostró en la persecución a la corriente más de izquierda salida de su seno como fue la Teología de la Liberación, que se desarrolló poco después del proceso de mayor “apertura” de la Iglesia Católica durante el período del llamado Concilio Vaticano II (1962-1965).
Ligada por uno y mil lazos al sistema financiero mundial y a los monopolios imperialistas, la Iglesia Católica no puede ser reformada. Cualquier cambio cosmético, de discursos y hasta alguna medida “renovadora” puntual sólo servirán para mantener lo esencial de esa reaccionaria institución.
13-03-2013
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