Nuevamente se han convocado a elecciones presidenciales producto del fallecimiento de Chávez. Esta vez, el candidato del chavismo, Nicolás Maduro, designado por Chávez previendo el desenlace fatal por su enfermedad, y Capriles Radonski candidato de la MUD, son las piezas claves de la nueva polarización política de la disputa electoral. Desde las filas del chavismo, utilizarán todo el aparataje estatal en estas cortas elecciones, siendo que en los hechos el candidato ungido por Chávez, ya venía en actitud electoral, incluso durante mucho tiempo antes de que falleciera el presidente. Pero por su lado, la oposición de la MUD, con Capriles Radonski como su candidato, que se ha venido oponiendo por derecha al gobierno, también tendrá el gran respaldo de los importantes sectores económicos y de los medios de comunicación privados de oposición, quien también ya venía en una clara precampaña electoral aún en el período de convalecencia de Chávez.
La candidatura de Maduro y el fracaso del “socialismo con empresarios”
En estas elecciones, es más que evidente que las distintas alas del chavismo aprovecharon al máximo el efecto causado en la población por la muerte de Chávez para consolidar la figura de Nicolás Maduro, además de haber sido ungido por el propio Chávez. Pero es más que sabido que el propio Maduro no deviene de una fuerza propia entre las masas, sino que se fue haciendo por los propios cargos burocráticos que le fueron asignados, lo que lo marca de una gran debilidad política. Maduro fue la figura encontrada por Chávez para evitar rupturas o tensiones posiblemente difíciles de contornar en medio de las fuertes disputas entre las distintas fracciones del chavismo, lo que los ha llevado a cerrar filas, pactos de intereses y de necesidad de por medio, para sostener a Maduro. Es más que probable que Maduro ganará las elecciones pues lo elegirán los votos de Chávez frente a una derecha que viene de sufrir dos derrotas consecutivas. Pero es esto justamente, el que gravite sobre la fuerza de Chávez y no sobre la suya propia, el principal factor de crisis del propio Maduro, lo convierte en foco de las tensiones donde puede ser un fusible que no resista a los embates por venir, y esto lo sabe muy bien.
Entendemos que son millones entre la clase trabajadora y el pueblo pobre que han confiado en Chávez y hoy, tras la designación dejada por el propio Presidente aún en vida, salen a respaldar a Nicolás Maduro. Chávez, que fue favorecido por largas coyunturas de altos precios petroleros y un decisivo apoyo de masas, orientó parte de los recursos públicos para amainar parcialmente situaciones de miseria y pobreza, para mejorar el acceso a servicios elementales como la salud y la educación, y se pronunciaba de palabra contra el capitalismo y sus injusticias, manteniendo una expectativa de “revolución” y una mejor vida para los de abajo. Pero el proyecto de Chávez no era el punto de llegada ni de partida de una nueva sociedad o un mundo mejor para las mayorías explotadas, sino una variante de este mismo orden social que supo sacar de la crisis al Estado burgués. Para muestra basta la demostración que a lo largo de casi una década y media, nuestro país continúa siendo rentista capitalista, incluso reconocido por el propio Chávez en vida. Nicolás Maduro que se presenta como continuador del proyecto del tibio nacionalismo burgués no será más que una variante empeorada de Chávez, pues no tiene la misma influencia ni autoridad entre el pueblo y los trabajadores y las trabajadoras, y ya vimos cómo en menos dos meses de gobierno implementó dos devaluaciones de la moneda, es decir pechando al pueblo y no a los grandes capitalistas.
Maduro habla de darle continuidad al proyecto de Chávez, pero se trata de un proyecto que en lugar de llevar adelante un proceso de abolición de la propiedad burguesa (nacional y extranjera) y socialización de las riquezas como base para la resolución de los problemas nacionales y de las masas obreras y populares, optó por renegociar porciones de la renta petrolera con las trasnacionales, aumentar impuestos y desarrollar un enorme endeudamiento del país, es decir, pedirle prestado precisamente a los banqueros y gobiernos capitalistas. Actualmente vemos cómo existe un nerviosismo estatal ante una eventual crisis económica, cuyos síntomas son consecuencia lógica de las políticas capitalistas sostenidas por el gobierno en estos catorce años, y para intentar ajustar las deudas del Estado, desde el gobierno se ha recurrido a la devaluación de la moneda, medidas que no por casualidad fueron aplaudidas por organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial.
La política de sobreendeudamiento estatal, tanto externo como interno, de los últimos seis años para sostener el gasto público que ha llevado el gobierno, se comienza a hacer sentir sobre el pueblo trabajador que ve devaluando su salario, ya no solo por el retraso salarial –mediante la política de aumentos miserables del salario mínimo, así como negativa a cumplir o discutir cientos de contratos colectivos vencidos en el amplio y diverso sector de trabajadores cuyo patrón directo es el Estado- y la carestía de vida con el aumento de la inflación, sino justamente con estas medidas devaluatorias que deprimen aún más el ingreso de los hogares populares. El aumento generalizado de las importaciones en los últimos años, el vertiginoso sobreendeudamiento estatal y las altas tasas de inflación siguen corroyendo una economía cuyo padrón de acumulación rentístico en nada ha cambiado en la casi década y media que estuvo Chávez en el gobierno, y se continúa con la alta dependencia de los precios del barril de petróleo. A esto es lo que tendrá que hacerle frente el eventual gobierno entrante de Maduro al ganar las elecciones, y ya vimos cómo respondió para ajustar las cuentas del Estado, devaluando el salario, y si la crisis se desata, de seguro realizará ataques al movimiento obrero y los ingresos del pueblo pobre en general, como aumentos del IVA (o aplicación de nuevos impuestos), nuevas devaluaciones, autorización de aumentos de precios, negativas de aumentos de salarios al nivel del costo de la vida, incumplimientos de derechos laborales, despidos en el sector público, coacción y represión a los que luchen decididamente por sus salarios y derechos, reducción del presupuesto público, tal como lo hizo Chávez en el período de leve crisis de 2009-2010, o incluso yendo más allá esta vez, incorporando el aumento de tarifas de los servicios públicos. Pero para ello no va a contar ni de lejos con la legitimidad y autoridad de Chávez.
Algunos sectores han intentado presentar a Maduro como un candidato “obrero” por su pasado sindicalista en el Metro, pero lejos está de representar los intereses obreros, muy al contrario, se ha caracterizado como un político antiobrero, siendo desde el Estado el cabecilla de la corriente de la burocracia sindical más arrastrada a los dictámenes del gobierno, la hoy FSBT, subordinando totalmente las necesidades y exigencias de los trabajadores y las trabajadoras a lo que diga el gobierno-patrón, llegando incluso a avalar que se enjuicie a trabajadores/as por luchar y hasta que se les encarcele. ¡Ese es el talante falsamente “obrero” de Maduro! No es un dirigente obrero, es apenas un ex burócrata sindical que desde hace muchísimos años devino en furibundo funcionario gobiernero, incluso contra las propias luchas de los trabajadores y las trabajadoras. Basta con ejemplificar que ha sido cómplice o artífice directo del sometimiento, ¡precisamente!, a los propios trabajadores y trabajadoras del Metro, para que acepten convenios colectivos desfavorables, e incluso acompañando a Chávez en las amenazas a estos trabajadores y trabajadoras de enviarles los servicios de inteligencia por supuestos “saboteos” cuando en verdad por lo que se proponían es el elemental derecho a huelga por sus derechos. Es el mismo papel que ha venido cumpliendo la FSBT, con Nicolás Maduro la cabeza, contra los trabajadores y trabajadoras de Guayana, que llevan varios años con contrataciones colectivas vencidas, incumplimientos laborales por doquier, trabajos con altos niveles de riesgos laborales por desidia patronal, enfrentando patotas de la FSBT y la llamada “Muralla Roja”, que son matones sindicales a sueldo, controlados por el gobernador Rangel Gómez, siendo además la región con más trabajadores/as procesados judicialmente por luchar, y pues Maduro viene siendo directamente el encargado gubernamental de los asuntos de las empresas básicas de Guayana, que los manejaba desde la Vicepresidencia de la República.
Maduro, al igual que Chávez, habla de socialismo pero es, como decimos, un extraño “socialismo con empresarios”, es decir, una falsedad, pues socialismo es acabar con la explotación de los trabajadores y las trabajadoras, acabar con la explotación capitalista y eso implica abolir la propiedad privada burguesa, para que las fábricas, talleres, bancos, empresas, transportes, tierras, etc., no sean propiedad privada de unos pocos que viven del trabajo de las mayorías sino que sean de todos y todas, y eso está totalmente negado en el proyecto del gobierno. Maduro, por más discursos que haga de “socialismo”, no se imagina ni por asomo una sociedad sin banqueros, empresarios y terratenientes, y eso es una condición básica para hablar de socialismo. Además hablar de socialismo implica hablar también de un soberano poder obrero y popular, que la dirección la sociedad, de su economía y sus poderes estén en manos directas de la clase trabajadora y el conjunto del pueblo pobre, ¡cosa que también está a años luz de lo que propone Maduro, que representa más bien el fortalecimiento del poder del Estado burgués para “arbitrar” y “regular” la explotación de los trabajadores y sus luchas, matizado con una dosis de “justicia social” mediante la renta petrolera. En fin, sin con Chávez no hubo jamás ni revolución ni socialismo, preservándose en todo lo fundamental la misma sociedad basada en la explotación de los trabajadores y trabajadoras, con injustificables desigualdades e injusticias sociales, con unas mayorías viviendo precariamente y una minoría de explotadores y ricos en el país, con Maduro tampoco habrá ni revolución ni socialismo. Apenas el mismo intento de capitalismo con fuerte presencia y regulación estatal.
Aún cuando Chávez insistía mucho en una retórica “revolucionaria” y “socialista”, y denuncias verbales sobre los males del capitalismo, su proyecto siempre fue una reorganización y reorientación parcial del capitalismo semicolonial nacional, preservando en todo momento la propiedad privada capitalista y las relaciones de explotación del trabajo asalariado, sin romper nunca los compromisos con los capitales imperialistas ni los mecanismos por los cuales estos succionan parte importante de nuestro trabajo y riquezas, fortaleciendo enormemente la legitimidad y poder de coacción del Estado burgués, acompañado esto, claro, con misiones y políticas sociales que sin embargo solamente apenas lograron aliviar parcial y temporalmente los problemas obreros, campesinos y populares.
La candidatura de Capriles una variante más del capitalismo sin restricciones
Capriles Radonski representa a la fracción burguesa que está en la oposición desde 1999, después de dirigir el Estado durante cuarenta años. La supuesta “solución” que proponen es dar más libertad de acción a los capitales y más subordinación a los intereses del imperialismo yanqui. La MUD cuestiona el “estatismo” del gobierno actual y propone un Estado que intervenga menos y deje hacer ¡más aún! a los empresarios. Si el tibio nacionalismo que implementó Chávez y sus inofensivas regulaciones al movimiento del capital –del que Nicolás Maduro sostiene que será su continuador- no han logrado sino paliar parcialmente las situaciones de mayor pobreza y miseria, manteniendo lo fundamental de los problemas obreros y populares, menos habrá “solución” con un programa de mayores libertades para la explotación y acumulación capitalista.
Pero si hay algo que ha resaltado en los últimos días en la MUD y Capriles, es el descaro en pretender aparecer de repente como que está en contra de la devaluación del bolívar, de hablar de “paquetazo rojo” justamente por las medidas antiobreras y antipopulares que ha venido tomando el gobierno interino de Maduro. Resalta el cinismo justamente porque han sido los principales impulsores del “capitalismo sin restricciones”, es decir, una vuelta a las líneas gruesas del neoliberalismo que la década de los noventa, de la flexibilización de las relaciones obreros-patronales, a ninguna restricción a la formación de precios de las empresas, absoluta libertad cambiaria para disponer sin restricciones del poder de compra en el extranjero, impulsores de la devaluación que no es otra cosa que depauperar aún más nuestros salarios, en fin el puro y simple “libre mercado”, a los que no les tiembla el pulso en proponer medidas antipopulares. Es que realmente del gobierno nacional le da un amplio margen a Capriles y a la MUD para llegar a este extremo del cinismo por sus políticas más recientes de pechar al pueblo, como lo han sido las dos sucesivas devaluaciones. Capriles y la MUD ahora quieren aparecer como “defensores del pueblo” cuando sus principales figuras en el plano externo no han dejado de fotografiarse con Bush como lo hacía Corina Marchado, o el propio Capriles y Leopoldo López con Álvaro Uribe, e internamente, plenos defensores de todo el gran empresariado nacional.
Cínicamente también Capriles y la MUD han hablado con pose de defensores de las “libertades democráticas” cuando históricamente han sido los principales recortadores de dichas libertades, y demostrado en las pocas 48 horas que duró el gobierno golpista de Carmona, donde se eliminaron hasta las más elementales garantías. Si hoy la oposición no encabeza políticas represivas más abiertamente es sencillamente porque no está en la cabeza del Estado, pero su pasado lejano y reciente la delata, así como sus acciones en los ejecutivos regionales y locales donde tiene el poder. Por eso decimos que la pelea de los trabajadores y las trabajadoras y el pueblo pobre contra las restricciones a sus derechos democráticos no ha de ser de la mano de un programa burgués y proimperialista como el de la MUD, sino al contrario, con un programa, estrategia y métodos clasistas, de independencia política como clase explotada, contra cualquier variante patronal.
Llamamos a votar nulo
En estas elecciones, los trabajadores y las trabajadoras, y el conjunto del pueblo pobre, no tenemos nada que buscar con el “camino” que propone Capriles Radonski. El descontento de franjas del pueblo trabajador con la realidad que vivimos tras más de una década de supuesta “revolución” muestra el fracaso del nacionalismo burgués que ahora dice darle continuidad Nicolás Maduro, pero este descontento no puede tener ninguna canalización progresiva a través del proyecto que representa Capriles Radonski, sino más bien virando hacia una alternativa política de clase, propia de los trabajadores.
Algunos compañeros sostienen que el no votar por Maduro sería no defender las conquistas sociales. Pero a esos compañeros les decimos que la defensa de las limitadas conquistas sociales de estos años, no descansa en el voto, sino en la organización y movilización combativa, como ha demostrado toda la historia de la lucha de clases y la historia reciente del país, que es la movilización combativa en lugares de trabajo y en las calles como se logra hacer pesar la voluntad de los trabajadores y las trabajadoras y el pueblo. Fue así como se derrotó el golpe de abril –cuando desde Chávez para abajo toda la dirección política del gobierno no dio la talla y el pueblo quedó sin dirección–, fue así como se derrotó el paro patronal y sabotaje petrolero, y es así como se pueden no solo defender las conquistas de hoy sino también arrancar más, muchas más. Dar el respaldo a la opción de Maduro con el argumento de defender las misiones sociales, por la que llama a votar el grueso de la izquierda reformista en el país, en verdad es dar el apoyo y fortalecimiento político al proyecto que durante casi una década y media mantuvo la conciliación de clases, es decir, el sostenimiento del orden social de división de clases y de explotación. Es apoyar a un gobierno y un presidente que a cambio de planes sociales exige obediencia y subordinación a su proyecto político, y bajo ninguna circunstancia elevar la conciencia política de los explotados y el pueblo.
Es por eso que desde la LTS decimos claramente que ninguna de las candidaturas, ni la de Maduro ni la de Capriles, son alternativas para los trabajadores y las trabajadoras, ambas son opciones contrarias a los intereses de la clase obrera, siendo incluso opciones burguesas más allá de sus grandes diferencias como proyectos políticos. Desgraciadamente, y una vez más, en estas elecciones no existe una candidatura obrera independiente, y esta responsabilidad recae aún más sobre los compañeros del PSL que teniendo legalidad para que las organizaciones que nos reclamamos obreras y socialistas pudiéramos lanzar un candidato propio, se negaron a dar la pelea política también en el terreno electoral con argumentos lamentables. Es por eso que al no existir ninguna una candidatura salida del seno de la clase trabajadora en lucha, que represente los intereses de los trabajadores y las trabajadoras contra las explotación patronal, que levante las banderas de luchas que hoy levantan varios sectores de trabajadores que se organizan y se movilizan en el país, en las presentes elecciones llamamos a votar nulo.
Es necesario que los trabajadores y las trabajadoras, campesinos y campesinas, y los sectores populares nos preparemos ante las perspectivas de crisis política tras la muerte de Chávez, como frente a los nuevos ajustes que quieran imponer como subproducto de la situación económica. La clase obrera deberá conquistar su independencia política, tanto frente a la derecha como ante las distintas variantes del chavismo, para convertirse en un factor político que pueda dar respuesta a la situación actual evitando ser furgón de cola de alguno de los proyectos burgueses se disputan hoy el mando del país. En este sentido, para encauzar esta lucha más decididamente es necesario la construcción de un partido obrero revolucionario e internacionalista, que lleve la lucha hasta el final, pues no habrá solución a las demandas fundamentales si no es en el combate decidido en la perspectiva de la lucha por un gobierno propio de los trabajadores y el pueblo pobre.
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