El 23 de enero una huelga general con bloqueo de caminos exigiendo la renuncia del gobierno del primer ministro Fouad Siniora, paralizó al Líbano y terminó en enfrentamientos callejeros entre las fuerzas políticas que sostienen al gobierno y la oposición, encabezada por Hezbollah y el Movimiento Patriótico Libre [1], dejando como saldo al menos cuatro muertos y cientos de heridos. A pesar de que Hezbollah levantó la medida, los choques entre partidarios del gobierno y opositores aún siguen en algunas ciudades del país.
Las protestas contra el gobierno proimperialista de Siniora ya llevan casi dos meses. El 1° de diciembre Hezbollah y sus aliados cristianos del Movimiento Patriótico Libre dirigido por el general Aoun rodearon el centro de la ciudad con cientos de carpas, ejerciendo presión sobre el gobierno para lograr la dimisión de Siniora, a quien acusan de ser un títere de Estados Unidos y Francia y de haber colaborado con Israel durante la guerra de julio-agosto de 2006.
La huelga es hasta ahora el punto más alto de la escalada de la movilización, que luego de semanas de impasse retomó la ofensiva a mediados de enero, cuando la central sindical se sumó a la protesta contra el gobierno de Siniora y su plan de reformas económicas, que entre otras medidas contempla la privatización de las telecomunicaciones, exigidas por el Banco Mundial.
La patronal y los financistas libaneses, que en los últimos años viene haciendo jugosos negocios, pusieron el grito en el cielo. Según declaraciones de la patronal al diario local The Daily Star, la huelga afectó a más del 80% de la producción industrial, y las pérdidas económicas se calculan en más de 10 millones de dólares.
El paro coincidió con la realización de la Conferencia París-III, una reunión del gobierno de Siniora con sus prestamistas -Estados Unidos, Francia, Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos, entre otros-, en la que Siniora esperaba el apoyo financiero de sus amigos imperialistas para renegociar la deuda externa de 45.000 millones de dólares (o el 180% del PBI del país), y obtener un préstamo adicional de 5.000 millones de dólares para la “reconstrucción” de la infraestructura destruida en la última guerra lanzada por Israel.
A pesar de su debilidad y de estar jaqueado por la movilización, el gobierno de Siniora pretende imponer su agenda, dictada por Estados Unidos y sus aliados: conseguir apoyo financiero para fortalecer al gobierno y a las fuerzas de seguridad leales contra Hezbollah y la oposición y concretar el tribunal internacional para juzgar el asesinato del ex primer ministro Hariri, del que se acusa a Siria, uno de los principales enemigos junto con Irán de Estados Unidos.
Después de Irak y el desastre en el que se encuentran las tropas imperialistas, Líbano es el segundo “campo de batalla” para Bush, que acaba de insistir en su discurso de la Unión con su plan de enviar 21.500 soldados más a Irak, a pesar del repudio generalizado de la población a la guerra. El gobierno de Siniora y la “coalición 14 de marzo” fue presentado como un “triunfo” del imperialismo norteamericano en su política de “democratizar” el Medio Oriente. Sin embargo, rápidamente este gobierno perdió toda legitimidad. A su agenda neoliberal y proimperialista, se sumó que durante la ofensiva militar israelí contra el Líbano, mientras miles resistían los bombardeos y las milicias de Hezbollah enfrentaban al ejército sionista, el gobierno de Siniora no mandó ni un soldado, ni tomó la más mínima medida de autodefensa para derrotar la agresión israelí.
Hezbollah ha salido fortalecido luego de su victoria sobre Israel, y ahora encabeza la lucha por la caída del gobierno títere de Siniora. Pero a pesar de su creciente popularidad en los sectores más pobres de la sociedad libanesa, y de la fuerza social que han mostrado los trabajadores en la huelga general, la estrategia de Hezbollah se limita a ejercer presión para reemplazar a Siniora por un gobierno de “unidad nacional” o lograr elecciones anticipadas. Participando en la justa lucha por derribar al gobierno de Siniora, cómplice de Estados Unidos y de Israel, a través del método de la huelga general y la acción directa, los trabajadores libaneses tendrán que superar esta estrategia de colaboración de clases para lograr su verdadera emancipación nacional y social de los explotadores locales y sus socios imperialistas, luchando por un gobierno obrero y popular en el Líbano y una Federación de Estados Socialistas de Medio Oriente y el Golfo Pérsico.
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