La elección del empresario Cartés como nuevo presidente del Paraguay en unas elecciones que legitiman el golpe parlamentario que el pasado 22 de junio destituyó a Lugo, representa un triunfo político para los sectores más concentrados de la burguesía y el imperialismo. Tras el débil triunfo de Maduro en Venezuela, el éxito de Cartés le da cierto aliento a la derecha política del Cono Sur. Sin embargo, no debe ser interpretado como una restauración sin fisuras del tradicional dominio del Partido Colorado, instrumento histórico de la oligarquía terrateniente y sostén de la dictadura de Stroessner. Más bien, Cartés llega al gobierno sin un “cheque en blanco”, sino debiendo encarar una situación compleja, cruzada por fuertes contradicciones de todo tipo pese al crecimiento económico.
Paraguay en el tablero sudamericano
La clase dominante paraguaya se ha considerado desde hace décadas como un “soldado de la lucha contra el comunismo” y aliado de Estados Unidos, en parte para garantizarse la brutal opresión sobre los trabajadores y campesinos; en parte para contrapesar la dependencia de sus grandes vecinos -Brasil y Argentina-. La cerrada oposición del Senado al ingreso de Venezuela al MERCOSUR sólo pudo ser burlada con la suspensión de la membresía paraguaya a raíz del golpe parlamentario que destituyó a Lugo. Junto con ello, iniciativas como el acercamiento al bloque del Pacífico impulsado por México, Colombia y Chile, o la negociación en curso de un Tratado de Libre Comercio con México, así como o los acuerdos militares con el Pentágono para el uso de aeropuertos, convierten la posición paraguaya en una espina clavada en el costado de los proyectos sudamericanistas de Brasil y Argentina. Pero al mismo tiempo Paraguay realiza la mayor parte de su comercio exterior con estos países, incluyendo la venta de energía de Itaipú y Yaciretá. Las ventas ilícitas de Paraguay -es decir, el contrabando- suman más de 5 mil millones de dólares anuales, equiparando a las exportaciones legales.
La economía paraguaya viene recuperándose de una caída de -1,2% del PBI en 2012 y aunque este año se prevé un crecimiento de un 10% [1] , su extrema dependencia de muy pocos productos (soja, carne) y escasos mercados, la hace muy vulnerable y expuesta a fuertes oscilaciones. La burguesía busca una diversificación entregando los recursos naturales a las transnacionales, como la minera canadiense Río Tinto (para producir aluminio), petroleras yanquis y otras (intereses que jugaron su parte en el golpe contra Lugo).
Parecen todas razones de peso para buscar superar el impasse de su inclusión en el MERCOSUR. Cartés, cruzando a voceros de su propio partido, ha anunciado su disposición a reintegrarse, declarando que “es demasiado importante” y que “Acá tenemos sólo dos caminos. O nos quedamos mirando para atrás y permanecemos anclados en la guerra de la Triple Alianza, o ponemos toda nuestra disposición en reparar los errores”. [2] Por su parte, a Cartés no sólo lo felicitaron inmediatamente los gobiernos imperialistas, comenzando por Washington y Madrid, sino también los progresistas. CFK se destacó con sus increíbles "felicitaciones al pueblo paraguayo por la ejemplar jornada cívica" (que puso el moño final al operativo golpista que desplazó a su aliado progresista). Hasta Maduro, declarado persona no grata en Asunción cuando se suspendieron las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Paraguay, comunicó sus saludos. Por su parte, el gobierno brasileño presiona discretamente por ese retorno, que imagina facilitado porque la muerte de Chávez disminuiría los reparos paraguayos a la inclusión de Venezuela. [3] Pese a la oposición de sectores del propio coloradismo, es probable que se negocie el reingreso de Asunción para la reunión del Mercosur que tendrá lugar en Caracas dentro de unos meses.
El “Berlusconi” guaraní
Así han presentado algunos medios de prensa al flamante presidente, multimillonario, golpista, antisindicatos, homofóbico y antipolítico. Cartés encabeza un imperio de 26 empresas, entre tabacaleras, textiles, de servicios, el banco Amambay, etc., en las que la organización sindical es impedida. Su fortuna se ha multiplicado por medios oscuros, habiendo sido detenido en 2008 por maniobras con divisas. Según Wikileaks, Estados Unidos lo vincula al contrabando y narcotráfico. Ganó popularidad como presidente del Club de fútbol Libertad y recién en 2009, se afilió a la ANR (Alianza Nacional Republicana -partido colorado). Fue activo gestor del golpe parlamentario contra Lugo. Uno de sus recientes dichos fue que si tuviera un hijo gay se “dispararía un tiro en las bolas”, lo que da idea de su catadura ideológica.
Cartés, que intenta aparecer como “renovador” del coloradismo, cuenta con el extendido aparato de la ANR pero sus relaciones con la dirigencia tradicional han sido muy ásperas. Si bien tendrá mayoría en la Cámara de Diputados (47 de los 80 curules) no así en el decisivo Senado (sólo 19 sobre 45), por lo que deberá negociar con el partido liberal (PRLA) del ex presidente Franco, ex aliado de Lugo y su socio-rival en el golpe, que quedó segundo en las elecciones.
El voto por Cartés fue más amplio que el voto colorado tradicional. Cartés logró cosechar votos entre la juventud y sectores populares con sus promesas de abrir “nuevos rumbos” al país y crear trabajo, en el marco de una importante abstención (30% del electorado).
El luguismo, el gran derrotado
En un lejano tercer puesto, dividido, con apenas el 10% de los votos y reuniendo una exigua representación parlamentaria, el retroceso del reformismo luguista se explica, en primer lugar, por la pésima -para el pueblo- gestión gubernamental del ex obispo, que lejos de cumplir sus promesas electorales, mantuvo prácticamente intocado el régimen, aprobó la Ley Antiterrorista, la antiobrera Ley MIPYMES de precarización laboral, avaló la criminalización de la protesta social y campesina, la masacre de Kupirenda (que abrió la crisis utilizada como pretexto para su caída), etc. Y en segundo lugar, por su capitulación vergonzosa ante el golpe parlamentario, desarmando al incipiente movimiento de resistencia y subordinándose luego al proceso de legitimación electoral del golpe parlamentario que lo había echado.
Así, la centroizquierda se presentó a elecciones partida en tres pedazos: el frente Avanza País (que llevó como candidato a Mario Ferreiro); el Frente Guasú (integrado entre otros por el Partido Comunista), con Lugo como senador electo y cuyo candidato fue Aníbal Carrillo; y Kuñá Pyrenda, polo reformista-feminista encabezado por Lilian Soto, ex ministra de Función Pública del propio Lugo.
Preparar la resistencia contra el gobierno de Cartés
Los trabajadores y campesinos del Paraguay deberán enfrentar al nuevo gobierno y sus planes de entrega y represión, confiando sólo en sus propias organizaciones y métodos de lucha. Mientras los “gobiernos amigos” se abrazan y reconcilian con Cartés, los trabajadores de Argentina, Brasil y América latina, tenemos que tender la mano a nuestros hermanos de clase paraguayos, pues compartimos una misma lucha, lo que para el caso argentino comienza por soldar la unidad entre trabajadores nativos e inmigrantes, rechazando la xenofobia de que se aprovechan las patronales para dividirnos y debilitarnos. Frente al limitado “sudamericanismo” de los gobiernos nacionalistas y progresistas, que a cada paso muestran su impotencia y capitulaciones al capital extranjero y a la reacción -como ante los golpes de Honduras y Paraguay- la alternativa es poner a la clase obrera latinoamericana al frente de la lucha continental contra el imperialismo y sus agentes nativos, con el norte estratégico de forjar la verdadera unidad económica y política de la región en una federación de repúblicas socialistas de América latina.
La bomba de tiempo agraria y la emigración
Estos dos grandes problemas son claves para entender la profundidad de la crisis social paraguaya y las contradicciones que enfrentará Cartés.
Décadas de usurpación a campesinos e indígenas han dado por resultado una brutal concentración de tierras, resistida por la movilización campesina pese a la brutal represión policial y militar y las bandas de matones de los terratenientes, que en dos décadas se han cobrado a más de 260 víctimas en una guerra intermitente por la tierra. En el Paraguay más del 85% de las tierras aptas para la agricultura y la producción forestal (27.807.215 hs) está acaparado por el 2,5% de los propietarios mayores a 500 ha (7.478 grandes propiedades), mientras las fincas medianas bajan año tras año, sólo el 4,12% de la superficie está en manos de los pequeños agricultores con menos de 20 hs (260.000 familias). Con casi el 40% de la población viviendo en el campo, la expulsión de la población alimenta una enorme emigración a Argentina, Brasil y otros países, en los que cientos de miles de paraguayos son explotados y discriminados como parte de las capas más oprimidas de la clase trabajadora. Por supuesto, ninguno de estos problemas estructurales puede ser resuelto con las promesas de un gobierno al servicio de la oligarquía y el capital extranjero como el que encabezará Cartés.
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