El gobierno obtuvo un “triunfo” táctico con la aprobación –por apretada mayoría- de la reforma judicial. Sin embargo, fue a costa de pagar un alto costo político. Las leyes antidemocráticas y reaccionarias de esta reforma de la justicia, que todavía debe terminar de aprobar el Senado, tienen por lo menos dos objetivos. A mediano plazo buscan ganar influencia en la casta judicial para garantizar impunidad para la camarilla gobernante y sus innegables corruptelas. Pero en lo inmediato, el kirchnerismo pretende cambiar el carácter parlamentario y distrital (o provincial) de las próximas elecciones, unifican los comicios con los del Consejo de la Magistratura y “nacionalizan” de hecho las elecciones a fin de mostrar un triunfo electoral, frente a las posibles derrotas en las jurisdicciones más importantes. Hasta ahora, en lo que se refiere a este Consejo, se mantiene la exigencia de que cualquier partido o alianza debe presentarse en 18 distritos con la misma denominación para poder unir sus boletas de candidatos al Consejo, a las de legisladores. Este insólito criterio es mucho más restrictivo incluso que el requerido para las elecciones de presidente y vice, donde se insta a que los partidos tengan legalidad en 5 distritos.
Esto implica que prácticamente sólo el Frente Para la Victoria podría presentar candidatos unificados en todo el país. Se está imponiendo un veto explícito al resto de los partidos o coaliciones políticas, que deberían ir con las boletas de candidatos al Consejo separadas de las de legisladores, un gran elemento de confusión para el electorado. Si esta medida se mantiene y no es desaprobada por la justicia o por la Cámara Nacional Electoral, es un agravante más que fortalece cualitativamente uno de los aspectos más antidemocráticos del régimen político. Otro legado de los “nacionales y populares” que se llenan la boca hablando de la “ampliación de derechos”. El triunfo “nacional” que busca el gobierno, se haría lisa y llanamente mediante una trampa. Si el oficialismo debe retroceder y permitir equivalentes condiciones para todos los partidos, igualmente habrá logrado cambiar el carácter de la elección. La “victoria” la obtendría, por la propia debilidad de la oposición patronal, que le permitiría lograr un primer lugar, aunque es muy difícil que repitan el 54% de hace dos años.
Sin embargo, esta gran maniobra del kirchnerismo es una ratificación de su propia decadencia. La pérdida de hegemonía y el retroceso del gobierno son indudables. La relevancia y legitimidad que adquieren las denuncias de corrupción confirman esta realidad, pese a que son hechas por periodistas como Lanata, la nueva estrella de Clarín que no sólo defiende los intereses corporativos del “grupo” sino que hasta es capaz de “comprender” y justificar la represión de Macri contra los trabajadores del Borda, para atacar al gobierno. El retroceso político del kirchnerismo y la ausencia de una alternativa patronal fuerte, ponen en discusión hacia dónde va el poder político en el país.
El “modelo” desarmado
El agotamiento del “modelo” irrumpe por todos los costados. La imposibilidad de contener el dólar “blue” y la inflación que continúa, pese al “congelamiento” mentiroso de Moreno, revelan que el crecimiento económico de la ganancia fácil sin inversión es un talón de Aquiles de la economía de los años kirchneristas. La baja persistente de las reservas del Banco Central, por el pago de deuda externa y la “fuga de capitales”, desenmascara la mentira de que la deuda ya no afecta las finanzas nacionales y la estafa de una “burguesía nacional” que si no vive a costa del Estado y sus negociados corruptos con el dinero público, se dedica a la fuga de ganancias fuera del país. Además, el esquema de subsidios millonarios que van a las empresas de servicios privatizadas o a cubrir el enorme déficit energético, está colapsando. Los rumores de posibles internas en el gabinete económico son una prueba de la encerrona del “modelo”. Unos proponen avanzar hacia algún tipo de devaluación creando valores desiguales para distintos tipos de dólares, de acuerdo a diferentes operaciones (Kicillof), y otros, al igual que la oposición, no descartan acordar con los fondos “buitres” para volver a endeudarse con los organismos de crédito internacionales (Lorenzino). Si las crisis, al borde de las cuales está permanentemente el gobierno, no se precipitan como crisis políticas abiertas, es porque tanto el kirchnerismo, como la oposición y el conjunto de la clase patronal, están a la espera de que se defina hacia dónde va el escenario político luego de las elecciones de octubre.
Un ajuste “a plazo”
En un contexto de dificultades económicas de difícil salida, la perspectiva para los trabajadores y el pueblo, antes o después de las elecciones, es la de un ajuste “a plazo”. Si lo “administrará ordenadamente” este gobierno tras un triunfo electoral tramposo, o si producto de su derrota se impondrá de manera más caótica y a “golpes de mercado”, es una disyuntiva que la resolverán los resultados de octubre. Pero en última instancia, las formas son secundarias. Lo que está claro es que más allá de quién sea el “agente” del ajuste y bajo que métodos se haga, si con devaluación (administrada o no) e inflación o con “enfriamiento”, endeudamiento externo y tarifazos o una combinación de medidas; este ataque seguramente desatará una resistencia obrera y del pueblo; y una agudización de la lucha de clases, lo que significará un desafío para la izquierda y la vanguardia obrera.
Las fuerzas que nos movilizamos este 1° de Mayo en todo el país tenemos que prepararnos para responder a la altura de las circunstancias. Como siempre, en los momentos decisivos, la burocracia sindical estará del otro lado apoyando a uno u otro bando patronal y apostando a perseguir y derrotar a la vanguardia combativa y antiburocrática. Ahí están los chupamedias del gobierno, la CGT de Caló o la CTA de Yasky apoyando el “cepo” a las paritarias y las leyes antiobreras que impulsó el gobierno (como la de ART). Del lado de enfrente, Hugo Moyano, firmando un acuerdo electoral con De la Sota, Lavagna y De Narváez, apostando al resurgir de un peronismo de derecha “unido y organizado”; y Pablo Micheli de la CTA opositora que prepara su candidatura por el socialismo “sojero” del FAP que está buscando aliarse hasta con Alfonsín y los radicales.
El locro obrero y popular que hizo el PTS, en el que participaron destacados sectores de la vanguardia obrera, que dirige comisiones internas y cuerpos delegados en ramas y fábricas estratégicas y, así como el acto del Frente de Izquierda y de los Trabajadores en Plaza de Mayo; demostraron que la izquierda clasista es un polo, pequeño pero significativo, en el movimiento obrero y la juventud combativa. Hay dos cuestiones que están a la vista de todos. Por un lado, la posibilidad de extensión militante de la izquierda clasista y las oportunidades para continuar recuperando comisiones internas y cuerpo de delegados de las manos de una burocracia sindical dividida que hace seguidismo a los partidos de los patrones o al gobierno. Por el otro, también se abre la perspectiva electoral de conquistar nuevos legisladores para el Frente de Izquierda que se sumen a las bancas obtenidas en 2011 en Córdoba y Neuquén. El retroceso político del gobierno y una desarticulada oposición patronal, le plantean al Frente de Izquierda intervenir con sus banderas y su programa por una salida obrera y socialista, por la alianza con las clases medias empobrecidas que defienden sus derechos democráticos avasallados por el gobierno, sin hacerle el juego a la oposición patronal y que repudian la corrupción de la camarilla K.
Pero, una audaz campaña electoral, el avance incansable en la construcción militante y el logro de nuevas posiciones para la lucha de clases en las organizaciones de la clase trabajadora, la juventud y en el movimiento estudiantil, deben estar puestos al servicio de levantar una salida de independencia de clase, ante la crisis que, una vez más querrán descargar brutalmente sobre las espaldas de los trabajadores y el pueblo. Una salida desde la clase obrera, para luchar por un gobierno de los trabajadores y que la crisis la paguen los patrones.
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