Con el trasfondo de la sanción del Tratado de Libre Comercio (TLCCA) por parte de Nicaragua, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Guatemala y República Dominicana con los EE.UU., el año 2005 mostró grandes manifestaciones y luchas obreras y populares en la mayoría de Centroamérica, lo que comienza a poner la región a tono con los vientos de inestabilidad política y lucha de clases que recorren el continente.
EL TLCCA: Un salto en la penetración imperialista
El TLCCA es un salto en la subordinación al imperialismo yanqui que busca mayor apertura a la inversión extranjera, la desaparición de las barreras arancelarias, y garantiza el monopolio de las patentes de las transnacionales. Los gobiernos de la región quieren evitar la perdida del mercado yanqui a manos de las exportaciones chinas y afianzar la “integración” a los EE.UU., buscando frenar la caída del crecimiento del PIB (en 1990-95 promedió el 4,2%, y en el 2000-2004 cayó al 2,6%) a partir del crecimiento de la maquila textil de exportación, donde ha surgido un joven proletariado.
El punto más alto del descontento con el TLCCA, que incluyó manifestaciones en la mayoría de los países, se dio en Guatemala con el paro nacional del 14 de marzo, donde el Movimiento Indígena, Campesino, Sindical y Popular fue reprimido y dos campesinos asesinados. Aunque esta lucha no impidió la ratificación del TLC, mostró una gran disposición de las masas a enfrentar los planes, como se vio recientemente en la masiva marcha que el 29 de julio recorrió las calles de Guatemala repudiando al TLCCA y los planes de austeridad.
Este salto en la penetración imperialista sobre las endebles sociedades centroamericanas es el trasfondo de la inestabilidad de sus débiles regímenes; de una mayor tensión entre las clases; y de nuevas acciones de masas, con luchas protagonizadas por sectores de los trabajadores, especialmente en los servicios. Ejemplo de estas luchas fue la huelga de los trabajadores públicos de Honduras (ANDEPH) que en marzo, y por un mes, paralizó hospitales y oficinas públicas con movilizaciones y tomas de carreteras, y cuyo antecedente fue la lucha magisterial del 2004. Así como las importantes acciones de masas en Nicaragua y Panamá, que planteamos a continuación.
Nicaragua: Luchas contra los planes de austeridad
En Nicaragua, el debilitado gobierno de Enrique Bolaños venía cercado por los partidos de oposición (el FSLN de Daniel Ortega y el PLC de Arnoldo Alemán) que, mediante una reforma constitucional limitaron los poderes del Ejecutivo, evidenciándose una seria crisis en las instituciones del régimen.
Ya desde inicios de año, la caída del salario real provocó paros en la salud y el magisterio, y 30.000 maestros realizaron una huelga que duró varias semanas. En ese contexto, el aumento de los precios del petróleo llevó, durante abril, a protestas de los transportistas, ante lo que Bolaños elevó las tarifas del transporte un 20%, cuestión avalada por los gobiernos municipales sandinistas (FSLN).
La respuesta fueron varios días de protestas de los estudiantes universitarios, trabajadores y pobladores pobres en Managua y ciudades como León, Jinotepe, Estelí y Matagalpa. En duros enfrentamientos, las brigadas estudiantiles pertrechadas con “morteros” incendiaron varias unidades de transporte.
Frente a esto, el FSLN cambió su posición y le exigió a Bolaños que “solucione el conflicto o renuncie”. Éste anunció finalmente un subsidio coyuntural al transporte, evitando la continuidad y la radicalización de las protestas.
El gran descontento existente y esta movilización obrera y popular plantean la posibilidad de nuevas luchas y una mayor inestabilidad política y social. Mientras tanto, en las últimas semanas se reanudó la crisis del régimen, con nuevas manifestaciones impulsadas por la “Red por Nicaragua” contra el pacto FSLN-PLC, esta vez apoyadas por el gobierno, los empresarios y la derecha.
La crisis política y social nicaragüense es un ejemplo del desgaste que recorre a los regímenes de la región, “atrapados” entre la ofensiva imperialista y la resistencia de masas.
Panamá: imponente huelga y acción de masas frena el ataque a la seguridad social
Panamá es uno de los países más subordinados al imperialismo yanqui. Desde su asunción en septiembre del 2004, Martín Torrijos impulsó una legislación compuesta por una Reforma Tributaria, una Reforma al Sistema de Seguridad Social y una Reforma del Estado que busca cesar a 45,000 empleados públicos. La Reforma a la Ley Orgánica de la Caja de Seguridad Social incrementaba la edad, los años mínimos y los aportes para jubilarse, y legalizaba la “inversión” de los aportes en la banca privada.
Desde fines de mayo comenzaron las protestas, ante lo cual el Congreso introdujo 180 enmiendas en la propuesta de reforma, que no cambiaron ni un ápice de su carácter anti-obrero y la madrugada del 31/5 se votó la ley vía fast-track. Ante ello, el Frente Pro-Defensa de la Seguridad Social (FRENADESSO), que aglutina a numerosos sindicatos, convocó a una huelga general, mientras que la dirección del Consejo Nacional de Trabajadores Organizados (CONATO), alineada con el gobierno, quiso llevar el descontento a la negociación. Pero esto no fructificó, y la huelga se extendió a varios sindicatos y provincias como Colón y Veraguas.
En particular, los trabajadores del Sindicato Único de Trabajadores de la Construcción y Similares (SUNTRACS) jugaron un rol de vanguardia junto a maestros, trabajadores de la salud y estudiantes, con fuertes elementos de solidaridad de clase, como el acopio de víveres para los obreros de la construcción. Aunque la huelga no sumó a todo el movimiento obrero por la acción divisionista de la burocracia sindical de la CONATO, por cuatro semanas los huelguistas de la construcción, hospitales y educación, realizaron movilizaciones, cortes de carretera y enfrentamientos con las fuerzas represivas, con un saldo de 1500 activistas detenidos.
Esta acción de masas, por su masividad y combatividad, y por extenderse nacionalmente y unificar a distintos sectores de trabajadores y el pueblo pobre, es un hito en la lucha de clases de Panamá, donde desde 1986 no se daban una huelga general y tan masivas movilizaciones.
Y por ello obligó a Torrijos a retroceder, a convocar a un dialogo nacional y a suspender por 180 días la reforma. Aunque la mesa de negociación (que incluye a los empresarios, la iglesia y CONATO) es una trampa para ganar tiempo, los trabajadores no aceptarán fácilmente la reforma.
En lo inmediato, la gran acción de masas arrojó la popularidad del gobierno por el piso (de 80% a 21% a menos de un año de su ascenso), y del resto de los partidos (según encuestas, ninguno alcanzaría el 20%), mostrando una gran crisis de legitimidad en las instituciones de dominio.
En un contexto marcado por el “clima de revuelta” que recorre Sudamérica, las acciones obreras y populares desarrolladas en Centroamérica durante el 2004 y 2005, mostraron gran persistencia y disposición a la lucha, una nueva tendencia a enfrentar políticamente a los gobiernos y al frente único de sectores obreros y populares, aprovechando para ello la debilidad de los regímenes, aunque sin lograr incorporar al proletariado industrial (como los cientos de miles de obreros de las maquiladoras).
Las perspectivas de una resistencia de masas en Centroamérica
A fines de los ’80, la política de las direcciones guerrilleras tuvo consecuencias desastrosas para la revolución centroamericana. El sandinismo nicaragüense, que llegó al poder en 1979, se negó a expropiar a los terratenientes y la burguesía en general (solamente expropió a un sector terrateniente somocista), y terminó entregando el poder a la burguesía contra y compartiendo la administración estatal; destino similar al de las demás guerrillas centroamericanas, responsables del ciclo de derrotas en la región.
En la actualidad, la combinación de la ofensiva imperialista, las crisis políticas que corroen a sus precarias democracias degradadas y las grandes acciones de masas, plantea la posibilidad de que, Centroamérica -que en los años pasados fue un foco de estabilidad continental- se transforme en una “cadena de eslabones débiles” para la dominación imperialista y para la emergencia de nuevos procesos revolucionarios.
Si los trabajadores de la región se recuperan de las derrotas pasadas, pueden combinar su acción con la recomposición obrera en el Cono Sur, y conjuntamente hacer temblar la dominación imperialista. Ello requiere impulsar una alianza revolucionaria del proletariado, el campesinado y los indígenas, encabezada por la clase obrera con sus métodos como la huelga general, que luche contra el TLCCA y por expulsar al imperialismo, para alcanzar una real independencia nacional, levantando un programa que unifique las demandas elementales -como contra la represión en el campo y la ciudad- con la histórica aspiración de una reforma agraria, y con las tareas de corte socialista, como la expropiación de las grandes transnacionales.
En esta lucha, será un aliado la clase obrera norteamericana, si enfrenta la dominación de su propia burguesía sobre Centroamérica y la política de la AFL-CIO, que sólo busca mejores condiciones para su propia burguesía.
Para los socialistas de la FT-CI, la salida a la crisis estructural de América Central y a la historia de crisis y miseria de los últimos 150 años, pasa por expulsar al imperialismo e instaurar gobiernos obreros y campesinos, en el camino de la expropiación de los terratenientes y capitalistas y poner en pie los Estados Unidos Socialistas de Centroamérica.
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