Miles de trabajadoras de la industria textil de Camboya se enfrentaron este lunes 27/5 a la policía, que las atacó brutalmente con cachiporras eléctricas dejando un saldo de 23 manifestantes heridas, una de ellas embarazada de dos meses.
Las trabajadoras de la empresa “Textiles Sabrina”, que confecciona ropa para la norteamericana Nike y emplea a 5.000 obreras, empezaron el lunes una huelga para reclamar una paga mensual extra de 14 dólares que les permita afrontar los gastos de transporte, alquiler y salud. El salario mínimo que cobra la mayoría de las trabajadoras, uno de los más bajos de la región, es de 75 dólares al mes que apenas les alcanza para subsistir.
Siguiendo el ejemplo de las y los trabajadores de otras fábricas del país, 3.000 obreras de Textiles Sabrina salieron a las calles el lunes y cortaron la ruta de acceso a la fábrica en la provincia de Kampong Speu, al oeste de la capital del país, Phnom Penh. La respuesta de la policía antidisturbios no se hizo esperar y atacaron brutalmente a las trabajadoras mostrando claramente que su objetivo es el de garantizar los negocios de las empresas textiles instaladas en el país durante el último período.
Un paraíso de mano de obra barata
Desde mediados de la década de 1990 varias de las principales marcas de indumentaria (textiles y calzado) encontraron en distintos países de Asia una enorme fuente de mano de obra barata y por medio de distintos conglomerados industriales de la región, que hace tiempo se habían instalado en China, empezaron a trasladar sus empresas a países como India, Bangladesh, Camboya, Laos y Vietnam. Pero fue en los últimos años, cuando aumentaron las luchas obreras por mejores condiciones salariales en China, que la instalación de este tipo de empresas se convirtió en un boom en el resto del sudeste asiático.
Siguiendo el objetivo de tener los mayores beneficios con el menor costo posible muchas de las multinacionales, esencialmente de la industria textil, buscaron los países con salarios más bajos. Según un artículo del diario británico Financial Times en 2010: “Los costos laborales en países como Camboya, Vietnam y Laos, son solo una fracción de los de China”. Mientras que en China los trabajadores de las principales fábricas instaladas en el delta del rio Pearl estaban peleando por un sueldo mínimo superior a los 100 dólares, en Camboya el salario mínimo era de 50 dólares, mientras que en Vietnam era de 52 y en Laos de 42 dólares al mes.
El desarrollo de esta industria en Camboya fue tan meteórico que para el año 2011 el 75% del total de las exportaciones del país correspondían a la producción textil.
Al igual que en China donde el conglomerado industrial Foxconn, que emplea a 1 millón de trabajadores en condiciones insalubres, inseguras y con salarios de miseria, la sed de ganancia de los capitalistas tampoco tiene límites en Camboya y el resto de los países de la región.
Si en China, detrás de estas verdaderas fabricas “del sudor”, se encuentran marcas como Apple, Dell, Hewlett Packard u Honda, en Camboya o Bangladesh las estrellas de la explotación obrera son Wallmart, Zara, H&M, Adidas, Nike, Acsis, etc.
Las trabajadoras, en su gran mayoría mujeres, soportan jornadas de trabajo de 14 o 16 horas con sueldos miserables y en condiciones insalubres y absolutamente inseguras. Esto último quedó demostrado en el derrumbe de un edificio de ocho pisos el mes pasado en Bangladesh, en donde funcionaban varias empresas textiles, que se convirtió en un verdadero asesinato capitalista en la que murieron más de 1.000 trabajadores. En Camboya solo en una semana del mes de mayo se produjeron derrumbes en dos fábricas textiles dejando el saldo de tres obreras muertas y más de 34 heridas.
En ambos casos el despotismo capitalista fue concluyente y brutal. Tanto en Bangladesh como en Camboya las trabajadoras habían avisado sobre el riesgo de derrumbe y la patronal las obligó a entrar a trabajar igual en esos edificios llenos de grietas que se convirtieron en su propia tumba.
En ambos casos la connivencia del gobierno, la policía, el ministerio de trabajo y los inspectores de seguridad con los empresarios es absoluta (en el caso de Bangladesh el edificio que se derrumbó había sido “habilitado” por los inspectores de seguridad el día anterior, mientras que en Camboya los empresarios directamente pagan una parte proporcional del sueldo de los trabajadores al gobierno para evitar “problemas”).
La emergencia de una nueva clase obrera, joven y mayoritariamente femenina
Sin embargo la brutalidad y los atropellos de la patronal, el gobierno y la policía de Camboya, ha empezado a encontrar resistencia de parte de las trabajadoras en los últimos años.
Es que a la par de este fenomenal desarrollo de la industria textil y del calzado, también se desarrolló una nueva y joven clase obrera de más de 500.000 trabajadores, en su mayoría mujeres.
A pesar de las duras condiciones laborales y de la gran cantidad de trabajadoras con contratos precarios, las obreras textiles que en su mayoría (90%) eran campesinas y migraron a las ciudades en busca de un empleo, han logrado poner en pie su sindicato, el Free Trade Union (FTU). Según el Financial Times el FTU agrupaba a más de 80.000 obreras en 2010.
La fortaleza de su organización les ha permitido avanzar en los métodos de lucha y en sus reclamos.
Las trabajadoras de la empresa Wing Star Shoes, que fabrica zapatillas para la marca Asics y emplea a 7.000 obreras, frenaron la producción en marzo de este año y realizaron un piquete sobre la ruta principal de acceso a la fábrica durante una hora en reclamo de un aumento salarial y por mejores condiciones de seguridad.
Según Say Sokny, miembro del sindicato, el salario y las condiciones de salubridad son dos de los principales reclamos ya que “Las condiciones de trabajo son tan malas que las trabajadoras a menudo se desmayan en el taller debido al calor, la falta de ventilación, la desnutrición, la exposición química y largas jornadas de trabajo”.
Sin embargo las luchas de las trabajadoras se han multiplicado y también han avanzado en sus demandas. El FTU declaró que más de 85.000 trabajadoras textiles de 101 fábricas habían realizado huelgas u otro tipo de acciones durante el 2012.
En diciembre del año pasado la empresa Kingsland que fabricaba ropa interior para Walmart y H&M cerró y despidió a todas sus trabajadoras sin ningún tipo de paga. A partir del 3 de enero 200 trabajadoras acamparon frente a la fábrica para impedir que los dueños retiren las máquinas y el 27 de febrero 82 de ellas iniciaron una huelga de hambre. Dos días después Walmart y H&M acordaron pagar indemnizaciones por 200.000 dólares (algo inédito en el país donde las empresas cierran sus puertas dejando en la calle a las trabajadoras sin ningún tipo de paga).
A pesar de los llamados del primer ministro Hun Sen, que el 28 de marzo instó a las trabajadoras a terminar con las huelgas y las protestas, estas continuaron y se profundizaron.
Entre ellas se cuentan dos acciones para la reinstalación en sus puestos de trabajo de delegadas que habían sido despedidas (como las miles de trabajadoras de la Taiwanesa Can Sport Shoes, que salieron a la huelga el 22/5), y la movilización a la puerta de una comisaría para exigir la liberación de siete trabajadoras acusadas de incitar a la protesta.
El sindicato está planteando iniciar una serie de luchas por la efectivización de las trabajadoras contratadas ya que “la gran mayoría de las trabajadoras tienen contratos de plazo fijo, en general de no más de tres meses”.
La acción de las trabajadoras de la Textil Sabrina, que se enfrentaron este lunes 27/5 a la policía, es parte de una lucha extendida en la que intervienen decenas de miles de obreras textiles que están empezando a hacer frente a las brutales condiciones de trabajo que sufren.
No están solas. La indignación y la bronca expresada en las movilizaciones posteriores al derrumbe del edificio/fábrica en Bangladesh el mes pasado y las reiteradas acciones obreras en otros países, como China, donde una nueva generación obrera está haciendo sus primeras armas en el terreno de la lucha de clases, muestra que sus principales aliados para acabar con el despotismo capitalista, se encuentra en el poderoso proletariado de millones de trabajadores y trabajadoras de la región. Hoy, cuando la presencia de las mujeres en las filas obreras es cada vez más mayoritaria, sus demandas deben ser abrazadas por el conjunto de los trabajadores, y sus luchas contra la opresión será inevitablemente una nueva fuente de energía para la lucha del conjunto de la clase obrera.
|