Millones en Brasil se levantan y toman las calles. Primero fueron los jóvenes, fundamentalmente estudiantes. Pero la protesta se amplía a jóvenes trabajadores, a sectores de clase media y ahora a los pobres de las favelas que se autoconvocan para enfrentar las consecuencias de esa “década ganada” de un gobierno que, como en Argentina, se dice progresista. Los discursos de los políticos que gobiernan para los patrones esconden las altas tarifas del transporte, a los funcionarios corruptos, viejos izquierdistas ahora aliados a pastores evangelistas que impulsan leyes “cavernícolas” contra los homosexuales, todo al servicio de los grandes banqueros e industriales que amasan fortunas. Se gastan millones para el Mundial 2014 mientras “no hay plata” para mejorar los calamitosos servicios básicos: salud, vivienda, educación y transporte. Los límites y obstáculos que enfrenta el gobierno del Partido de Trabajadores ponen en cuestión su “modelo de inclusión social” que choca con las aspiraciones populares y el fantasma de la crisis mundial, que para Brasil significó una desaceleración económica.
La crisis conmueve a Brasil pero el proceso también afecta a gran parte de los gobiernos “posneoliberales”, como muestra la Venezuela chavista o la Bolivia de Evo Morales, donde el gobierno se sacó la careta y enfrentó a los mineros que lucharon contra un sistema jubilatorio verdaderamente neoliberal. También gobiernos de derecha, más alineados con EE.UU., sufren embates de las masas como en Costa Rica o Chile, donde van tres años de grandes luchas estudiantiles y ahora se suman los trabajadores portuarios y del cobre.
Si en Brasil lo distintivo es la movilización popular, en Argentina lo más dinámico es la crisis de los de arriba. La bronca obrera que el 20 de noviembre paró el país continúa, pese a que la CGT de Hugo Moyano dejó las medidas de lucha en un largo suspenso para fortalecer a la derecha peronista del empresario De Narváez, José De la Sota y el ex ministro de Duhalde, Roberto Lavagna.
Pero ningún aparato burocrático puede contra las leyes de la historia. Por abajo, en los trabajos, la bronca por tener que dejar la vida en jornadas y ritmos extenuantes, por la precarización laboral, el impuesto al salario y el enriquecimiento de la casta política se palpa en los debates que evidencian gran avidez política.
En Brasil, Bolivia o, como dijimos, en Argentina con el paro nacional (sectores de las clases medias también se manifestaron aunque no levantando causas progresivas), los gobiernos progresistas son cuestionados por izquierda. Son las direcciones burocráticas del movimiento obrero como la CUT de Brasil (Central Única de los Trabajadores) aliada al PT, o los dirigentes de la COB (Central Obrera Boliviana), las que conspiran contra un avance hacia la independencia de clase o incluso facilitan que en la crisis pueda ganar terreno la derecha.
Divididos y desorganizados
Aunque en Argentina la crisis económica aún no llegó a su punto culminante y atravesamos una coyuntura de baja lucha de clases, no podemos descartar giros bruscos, incluso antes de los comicios de octubre. La decadencia del gobierno se mide, en este contexto electoral, por la división del peronismo en la principal provincia del país, Buenos Aires.
Este hecho, de desarrollarse y agravarse, puede traer grandes consecuencias. El verdadero poder con que gobierna el peronismo se está dividiendo. Los intendentes del conurbano y los punteros que manejan el “territorio” comienzan a dividir sus “lealtades”. La fractura alcanza también a otro “poder real”: la burocracia sindical. El PJ bonaerense se parte entre un peronismo que se dice de centroizquierda, el Frente Para la Victoria, aunque uno de sus voceros de campaña es Daniel Scioli, y otro con “buenos modales” que se alía con Clarín (como supo hacer Néstor Kirchner), el Frente Renovador de Sergio Massa. Atrás juega también otra derecha peronista, con De Narváez apoyado por Moyano.
En la provincia de Buenos Aires se libra la “madre de todas las batallas”. Massa va con De Mendiguren, empresario de la UIA, con el amigo de la Mesa de Enlace, Felipe Solá, un sector de los intendentes y parte de los “gordos” de la CGT oficial, como Héctor Daer de Sanidad y hasta Fabián Alessandrini que viene de la CTA de Yasky. Clarín le aportó a la periodista de TN Mirta Tundis. Con peso en la zona norte del Gran Buenos Aires, donde viven grandes sectores proletarios pero también de la clase media acomodada y la patria de grandes empresas nacionales y multinacionales, el massismo se prepara para competir con el gobierno. Mide su discurso, critica lo “malo” y reivindica lo “bueno”, un síntoma de que la crisis económica todavía no se agudizó, pero también de que los trabajadores no están dispuestos a resignar posiciones. Detrás de Massa está justamente el empresariado que pregona aún más devaluación y ataque al salario que CFK.
Cristina respondió con una lista encabezada por intendentes (clones de Massa) como Martín Insaurralde de Lomas de Zamora y también lleva a sus burócratas como Romero del SMATA. El gobierno se juega en las primarias y en las generales a abrir un camino para la sucesión kirchnerista de sus propias filas. En cambio, si Massa gana o hace una buena elección, el establishment mediático habrá encontrado su figura salvadora. El panorama hacia 2015 es incierto y tampoco pueden excluirse posteriores acuerdos del kirchnerismo.
La importancia de la escisión electoral del peronismo en el mayor distrito nacional reside en si va a tener un carácter pasajero o es un fenómeno más duradero. No es un dato menor. Es el partido que históricamente contuvo bajo la doctrina de la conciliación de clases a la gran mayoría de los trabajadores y el pueblo pobre. Los caciques del conurbano y la burocracia sindical son su instrumento por excelencia para disciplinar y contener. En esta crisis y en estas contradicciones, es donde puede abrirse paso la lucha de clases y avanzar las posiciones de la izquierda revolucionaria.
Independencia política
Para aprovechar esta crisis, las peleas en el PJ y en la burocracia sindical, la izquierda se debe plantar con una política independiente de los bandos patronales y fortalecer su inserción en la clase obrera, la juventud y la mujer trabajadora. Hay que avanzar en las fábricas, en las comisiones internas, los cuerpos de delegados, los centros de estudiantes, para construir una izquierda de los trabajadores que levante un programa para toda la nación oprimida. A los políticos patronales no les importa si los trenes se caen a pedazos, si aplican un tarifazo, si el sueldo es devorado por el impuesto al salario o la inflación. Los otros políticos opositores son tan patronales como los del peronismo. Como la “nueva alianza” de Stolbizer y Alfonsín y ni hablar de los directamente empresarios como el Pro de Macri.
El cierre de listas para las PASO también mostró el fracaso de la centroizquierda de PODEMOS, orientado por Víctor De Gennaro, que hoy se distancia del sojero Binner tras haber colaborado en fortalecer al FAP, que gobierna Santa Fe con los radicales. En PODEMOS también están el PCR-CCC y el MST, junto a la gobernadora represora de docentes, Fabiana Ríos.
La campaña del FIT, cuyas listas están llenas de candidatos trabajadores y jóvenes combativos, busca superar las PASO para conquistar diputados en octubre. La atención política que despiertan las elecciones será aprovechada para instalar la necesidad de superar la experiencia histórica del peronismo, contra la política de colaboración de clases, para la perspectiva estratégica de poner en pie un gran partido de la clase trabajadora que luche por un gobierno de los trabajadores.
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