A una semana tan solo de las elecciones presidenciales y parlamentarias del 17 de noviembre, el resultado está definido: ganará Bachelet y la Nueva Mayoría, derrotando al Gobierno y la derecha profundizando su actual crisis.
La importancia no está en el nuevo gobierno de Bachelet, sino en que se vio obligada a incorporar las demandas puestas en la lucha de clases, para usurparlas, es decir, para sacar de las calles a los estudiantes y trabajadores. ¿Lo logrará? Despertará ilusiones, aunque sea brevemente. Pero difícilmente lo logre.
La contradicción que enfrentará ya se ha expresado durante la campaña: lejos de la tranquila “fiesta de la democracia”, como dicen, estuvieron sacudidas por las luchas de la clase trabajadora. A las que se volverán a unir las luchas del movimiento estudiantil, y en un escenario donde se multiplican los anuncios del impacto de la crisis económica internacional del capitalismo en Chile. El punto es que en estas elecciones, los trabajadores no tuvieron una candidatura propia que de una salida obrera a las contradicciones del régimen heredado de la dictadura y sus padecimientos (salarios y pensiones de hambre, educación, salud y vivienda de mercado, prácticas anti-sindicales, Constitución autoritaria, etc). Por esto es que llamamos a anular, marcando que “hace falta un Gobierno de los trabajadores y el pueblo”. La ausencia de una política de los trabajadores independiente de toda variante patronal, en momento que las huelgas, paros y movilizaciones ganan fuerza y marcan una nueva dinámica, impone las tareas hacia adelante: luchar por la construcción de un partido revolucionario de la clase trabajadora.
¿A dónde va Chile?
En las elecciones está en juego algo más que la titularidad del próximo Gobierno. El ánimo, que todos los analistas recogen, es que se trata del “modelo”. No porque esté ya moribundo, sino porque está cuestionado, impugnado. Y en forma irreversible. Una reciente encuesta mostró las demandas prioritarias. Todas cuestionan la herencia de la dictadura: Reducir las diferencias de ingresos (85%), nacionalizar el cobre (83%), en educación, priorizar educación universitaria gratuita (74%), descentralización del país (73%), reforma tributaria (67%), despenalización del aborto terapéutico (63%), despenalización del aborto en caso de violación (63%), reforma al sistema electoral binominal (51%), asamblea constituyente (45%), legalizar el consumo de marihuana (40%). Es un ánimo, un clima, una demanda. Que cobra forma en las huelgas, paros y movilizaciones.
El semanario imperialista inglés The Economist así lo vuelve a plantear: “Chile se está convirtiendo en un hervidero de insatisfacción, con llamados a desechar el modelo de libre mercado que ha creado la economía más dinámica de América Latina de los tiempos modernos”.
En estas elecciones se muestra en forma distorsionada, con 9 candidaturas. La de Matthei en la trinchera cerrada de la defensa del régimen. La de Bachelet, intentando usurpar estas demandas, quiere maquillarlo, para salvar lo esencial. Están también, expresando más directamente ese cuestionamiento, la candidatura antineoliberal (es decir, que corrige –no termina con- el mando de la clase patronal) de Marcel Claude y la candidatura popular (es decir, sin salida obrera revolucionaria) de Roxana Miranda. Las otras 5, con demandas puntuales y todas contra la Concertación y la derecha.
Está en juego, entonces, a dónde va Chile. Pero todavía no se responde: las elecciones son todavía como un eco de la pregunta que la lucha de clases de trabajadores y estudiantes imponen. Y que se agudizará.
Una economía en riesgo, que alentará la ofensiva patronal
La economía funcionó estos años como colchón, como amortiguador de los cuestionamientos al régimen. Pero el crecimiento económico fue el resultado de factores coyunturales como el rebote por el terremoto del 2010, o ante la caída del PIB en el 2009, y porque se mantuvo (enlentecido) el crecimiento de la economía china, que sostuvo los precios del cobre. Pero el ciclo de los altos precios del cobre está concluyendo.
En otro informe, del banco Wells Fargo, se afirma que Chile está entre las 12 economías más vulnerables a una crisis financiera.
El problema no viene solo por el menor crecimiento de la economía. Sino porque alentará que la clase patronal, para mantener sus multimillonarias ganancias, busque descargar la crisis económica sobre los hombros de los trabajadores. Después de algunos años, volvemos a escuchar a los patrones hablar de la necesidad de mayor flexibilidad laboral.
Pero lo hacen en momento en que los trabajadores salen a escena.
Huelgas, paros y movilizaciones: ¿a dónde va la clase trabajadora?
Las huelgas, paros y movilizaciones se extienden. El más reciente paro de los funcionarios municipales, con 20 días al momento de escribir estas líneas, es un paro activo, y combativo. Y muestra –junto a la mayoría de los paros este año 2013- un cambio con respecto a la mayoría (no todos) de los paros de los trabajadores en los años anteriores.
Un nuevo movimiento obrero pugna por nacer como lo muestran las 3 claves que se desarrollan en sus propias experiencias de lucha reciente (ver Comentario Político Semanal del PTR n° 163): tendencias a la solidaridad y la unidad, al surgimiento de un ánimo anti-burocrático, a nuevas formas de organización como los delegados por áreas de trabajo. Y como lo muestra la nueva disposición a la lucha y su mayor combatividad.
Son los primeros cimientos para retomar sus mejores años, como la FOCH de Recabarren que se proponía luchar por una sociedad sin explotadores ni explotados, como la CUT de 1953 que proclamaba basar su accionar en los métodos de la lucha de clases.
Es que así como está en cuestión la herencia de la dictadura, todo se pone en cuestión. No sólo la pregunta de a dónde va Chile. También la pregunta de a dónde va la clase trabajadora. Pugna por nacer un nuevo movimiento obrero: ¿será un movimiento obrero reformista, basado en las luchas de presión para llegar a mesas de diálogo y apoyo a los verdugos progresistas de los partidos patronales como la Concertación?, ¿será un movimiento obrero anarquista, basado en la acción directa pero dejando la política en las manos de la clase patronal y sus partidos?, ¿será un movimiento obrero sindicalista, es decir, preocupado de sus problemas corporativos aunque sea con formas combativas? ¿O será un movimiento obrero revolucionario, que retome lo mejor de sus tradiciones como la FOCH de Recabarren y la CUT del ’53, con independencia política de toda variante patronal con su propio partido revolucionario, basado en los métodos de la lucha de clases, luchando por una sociedad sin explotadores ni explotados, capaz de unir detrás de sus filas al resto de los explotados y oprimidos?
Esto comienza, inicialmente, a plantearse en cada lucha. De no dar una respuesta, la respuesta la terminarán dando nuevos falsos amigos del pueblo.
Por eso lo que hace falta es construir una alternativa obrera, y un partido revolucionario de la clase trabajadora.
Poner en pie un partido revolucionario de la clase trabajadora para la lucha de clases
Las tendencias que empiezan a abrirse paso en la lucha de clases tienen que desarrollarse, unirse, transformarse en bandera de lucha. O si no, quedarán en el camino como un pálido recuerdo. Uniendo las luchas aisladas entre sí, y uniéndolas a la lucha para terminar con toda el régimen heredado de la dictadura. Pasar a la acción política.
Para esto, hay que poner en pie un partido revolucionario de la clase trabajadora para la lucha de clases.
Que se prepare para luchar -removiendo todos los obstáculos como el PC, sus direcciones burocráticas y los antineoliberales que sólo echan polvo sobre sus ojos-, para que la clase trabajadora, capaz de paralizar y poner en jaque a la clase patronal, una detrás de sus fuerzas, a todas las fuerzas de los estudiantes desarrollando un ala pro-obrera del movimiento estudiantil, de los pobladores y del pueblo- nación mapuche.
Que se prepare para luchar por una salida propia a las contradicciones del conjunto del régimen heredado de la dictadura, en el camino de la lucha por una República de los Trabajadores, que volverán a plantearse en el nuevo escenario político que se abrirá con el próximo gobierno.
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