La votación del Frente de Izquierda sigue generando comentarios de “analistas” que llaman la atención sobre el “fenómeno”. Señalan la preocupación de sectores del establishment en general, y de la burocracia sindical peronista en particular (ver “Oktubre rojo” en esta página). No es para menos. Son 1.206.145 votos [1] con una gran mayoría de trabajadores y trabajadoras que apoyaron un frente de partidos “de la izquierda dura” que lucha en las calles, que propuso un programa de demandas obreras, democráticas y antiimperialistas, articuladas con un llamado a lograr diputados de izquierda “para fortalecer tu lucha” (es decir, a la acción extraparlamentaria, en contraposición a las democracias burguesas “delegativas”, “representativas”, etc.) bajo el lema “por una alternativa política de los trabajadores” (es decir, de independencia política de todas las variantes patronales, incluso las de centroizquierda). Es una franja de masas de la clase obrera de varios centenares de miles, minoritaria pero muy significativa, que ante el “fin de ciclo” de la variante peronista con tintes “progresistas” que representa el kirchnerismo, no optaron por dar su apoyo a los “renovadores” (Massa), ni a los gobernadores peronistas de “oposición”, ni al rejunte sojero-“republicano” (UNEN, “socialistas” y UCR), sino que dieron un primer paso “histórico” hacia izquierda. Unieron su aspiración de defender su salario y sus puestos de trabajo, de combatir la precarización laboral (un “mal” estructural del capitalismo contemporáneo) y a la burocracia sindical, de repudiar la casta de políticos patronales que entregan el petróleo a las multinacionales y pagan la deuda externa con la plata de los jubilados, de defender los derechos de las mujeres, como el derecho al aborto, y rechazar la criminalización de la juventud; a la conquista de diputados de izquierda (“zurdos”, “troskos”) que actúen “en el terreno del enemigo” como “políticos de otra clase”. Por esto, la conquista de diputados de izquierda fue sentida como “propia” en amplios sectores de fábricas, empresas, facultades, escuelas, barrios. Un salto en la autoconfianza de esos trabajadores que de por sí constituye un elemento de la relación de fuerzas con las patronales y el gobierno, por lo que algunos analistas consideraron la elección del FIT como un mensaje a tener en cuenta para lanzar cualquier “ajuste”.
En actividades luego de las elecciones de Christian Castillo o Nicolás del Caño, en el Gran Buenos Aires, en Capital o en Mendoza, con obreros automotrices, gráficos, navales, camioneros, petroleros, docentes, de la salud, estudiantes, etc., se expresa un interés creciente por los planteos del PTS para continuar la experiencia del FIT, abriéndose debates tanto inmediatos como estratégicos. Esta fue la tónica también en concurridas actividades en Jujuy y Tucumán.
Centenares de miles dieron así un primer paso clave en su experiencia política, en un proceso que viene en crecimiento desde 2011, en superar la separación que había estos años entre la votación a delegados de izquierda en muchos lugares de trabajo o estudio (allí donde la izquierda clasista tenía presencia) y el apoyo a nivel nacional a políticos patronales que pudieran lograr lo “posible” (ver debate sobre “doble consciencia”, pág. 10). El FIT fue la herramienta política de una franja de la clase obrera para avanzar hacia lo que el marxista italiano Antonio Gramsci sistematizó como “nivel 2” del desarrollo de la conciencia: la necesidad de conquistar su propia representación política, su propio partido, para defender sus intereses no sólo frente a las patronales sino también ante el Estado (una transición hacia la conciencia “hegemónica”, directamente revolucionaria, que se desenvuelve en las crisis agudas y por la acción de un partido revolucionario).
Por todo esto la elección fue “histórica”, y por esto toman nota los analistas burgueses y la burocracia sindical que saben que lo que vendrá en los próximos años serán más penurias, el fin del “nunca menos”, en el marco de divisiones y brechas “en los de arriba”.
Los desafíos
El régimen intentará “asimilar” la emergencia de la izquierda buscando utilizarla para “mejorar” su sistema, ya sea integrándola como “voz crítica” pero inofensiva, ya sea usándola como “cuco” para promover la “modernización” de sus propias formaciones políticas en crisis. Ya lo hicieron muchas veces en la historia, con partidos mil veces más poderosos que los nuestros.
Los diputados, legisladores y concejales que asuman por el Frente de Izquierda, tendrán planteado utilizar sus bancas para promover la lucha y la organización de los trabajadores y el pueblo oprimido por sus demandas, así como desnudar las políticas de los partidos de los capitalistas y los negociados que terminan en leyes de mayor entrega, explotación y opesion. Pero esta actividad de “parlamentarismo revolucionario” es inseparable de apostar al desarrollo orgánico, estructural,del fenómeno político que expresó la votación al FIT.
Los desafíos se desarrollan así en varios planos. Presentamos aquí los dos principales.
Por un lado, la crisis de todas las alas de la burocracia sindical (cuyos sectores hasta ahora menos repudiados, como el moyanismo y el michelismo, sufrieron estrepitosas derrotas en sus “apuestas” electorales) y el entusiasmo de las franjas del movimiento obrero que se referenciaron en el FIT y sienten sus conquistas como propias, nos plantean “ir por más”: por la conquista de las grandes organizaciones de la clase obrera hoy copadas por la burocracia, los sindicatos. No se trata sólo de las elecciones, para las que hay que prepararse (aunque, en muchos casos son fraudulentas en manos de las patotas), sino también de intervenir en las luchas poniendo todo para que triunfen promoviendo el más amplio frente único, levantar un programa que responda a las necesidades de los trabajadores, ampliar la conquista de comisiones internas y delegados, unir lo que la burocracia divide (efectivos y precarios, fábricas y empresas de cada región, trabajadores de los distintos gremios y “centrales”), organizar ampliamente el activismo porque sabemos que esta lucha no será “pacífica”, marchar así hacia echar a la burocracia para conquistar la democracia obrera, con plena libertad de tendencias políticas, independencia del Estado y férrea unidad en la acción. Esto es lo que significa para nosotros “recuperar los sindicatos”. Implica prácticamente refundarlos.
Para dar los primeros pasos en este camino, vemos imprescindible que los sindicatos y comisiones internas independientes de las distintas alas de la burocracia sindical, empezando por las que se referencian con el FIT, deben convocar sin más demora a plenarios o coordinadoras regionales o provinciales, y marchar a un gran Encuentro Nacional de Trabajadores de miles que lance ese desafío a nivel nacional.
En todas estas instancias, los diputados y concejales del FIT pueden y deben participar de lleno, en estrecha y cotidiana colaboración e intercambio político con los sindicatos e internas, contribuyendo al avance político de los trabajadores.
En el movimiento estudiantil es imperioso conquistar centros de estudiantes que adquieran una fuerte dinámica militante, apostando a movilizar a miles desde las bases. Son también decenas de miles los estudiantes que votan a listas referenciadas con el Frente de Izquierda y al propio FIT a nivel nacional. Partimos de ellos y de los centros de estudiantes conquistados para apostar a un movimiento estudiantil que se proponga ser un actor político de peso contra los gobiernos y junto a los trabajadores. Éste es también hoy uno de nuestros grandes desafíos. A la vez, es un debate que tenemos entre las corrientes del FIT, ya que en gran cantidad de facultades y terciarios el PO conforma listas junto a corrientes enemigas de la independencia política de los trabajadores, y por esto opuestas al FIT, como Marea Popular o el PCR. La Juventud del PTS se propone multiplicar sus fuerzas apuntando a reconstruir un movimiento estudiantil independiente de toda variante patronal, y a promover la organización de los centros amplia, audaz, independiente de todas las camarillas, que se proponga pasar “de la crítica a la universidad de clase al cuestionamiento de la sociedad de clases”.
Por otro lado, el avance de las franjas de trabajadores y jóvenes que hemos descripto en el marco del “fin de ciclo” kirchnerista y las perspectivas de mayores crisis y lucha de clases, plantea en un plano superior el gran problema estratégico: dar pasos hacia la conquista de un verdadero partido de trabajadores revolucionario, socialista e internacionalista, que agrupe a lo mejor de la vanguardia obrera y juvenil y pueda dirigir a la victoria los próximos combates, única forma de superar en serio al peronismo (en sus distintas variantes). La experiencia histórica de 200 años de lucha de la clase obrera internacional por su emancipación ha mostrado de sobra que sin un “estado mayor” que defienda (y reactualice a la luz de los nuevos acontecimientos) un programa, así como las estrategias y tácticas para llevarlo adelante, los trabajadores estarán condenados a nuevas y duras derrotas (y a la sobrevida de los partidos patronales, como el peronismo). En este terreno, es una obligación de los que nos consideramos revolucionarios hablar con claridad a los trabajadores que están avanzando en su conciencia política y no engañarlos con fórmulas ambiguas. En este sentido, no compartimos la afirmación de PO, repetida por muchos de sus referentes: “Es muy claro, entonces, el desafío planteado: vamos por un nuevo movimiento popular, esta vez, bajo las banderas del socialismo” (PO 1293, nota de tapa). Esta fórmula es tan ambigua que no habla ni de un “partido”, ni de “trabajadores” (ni “obrero”) y mucho menos “revolucionario”. Por el contrario, ya el marxismo señaló históricamente el peligroso contenido de lo “popular” en el sentido de que no define carácter de clase, aunque se lo quiera usar como sinónimo de “masivo”. No podemos obviar que los reformistas lo utilizan para “incluir” no sólo a la pequeñoburguesía sino también a la burguesía pequeña y mediana, oprimida por el gran capital pero igualmente explotadora. Las “banderas del socialismo”, tan bastardeadas, no resuelven ese carácter. Por el contrario, lo adornan. Para que la clase obrera, recuperando los sindicatos y desarrollando su autoorganización, pueda conquistar su hegemonía sobre los sectores arruinados de las clases medias y demás sectores oprimidos, debe lograr su independencia política y la organización de su partido propio. Si no, será “hegemonizada” por la burguesía (o por la pequeñoburguesía como su “intermediario” y agente).
Nuestra obligación es proponernos convencer a los miles y miles de trabajadores y jóvenes, los más avanzados al calor de las conquistas del FIT, para que asuman la militancia consciente por la construcción de un partido que tenga un claro carácter de clase (“de trabajadores”), que se proponga conscientemente terminar con esta sociedad de explotación mediante la acción directa de masas (“revolucionario”), que sea socialista y que considere que la lucha contra el capitalismo en su fase imperialista es internacional (“internacionalista”). Este es “el desafío planteado”, como parte de la lucha por la reconstrucción de la Internacional de la Revolución Socialista, la Cuarta Internacional.
Convención Nacional para debatir junto a una nueva camada militante
En el PTS no nos contentamos, frente a estos enormes desafíos, con repetir fórmulas rituales. Estamos ante un proceso que nos exige hacer honor a las mejores tradiciones de los grandes dirigentes de la clase obrera (los marxistas revolucionarios) y utilizar sus herramientas en nuestro presente, tanto en el plano teórico-histórico como político.
A la vez que seguimos actuando sin pausa en la realidad política nacional e internacional, hemos abierto un período de debate que comenzará con convenciones provinciales y regionales y seguirá con una Convención Nacional a medidos de diciembre. En abril del 2014 haremos nuestro XIV° Congreso.
En todo este proceso estamos incorporando una camada de nuevos y nuevas militantes. Nos proponemos llegar al Congreso duplicando nuestras actuales fuerzas militantes. Con ellos abrimos el debate sobre los desafíos aquí señalados (expresados en un documento) para resolver las propuestas que haremos a las fuerzas integrantes del Frente de Izquierda.
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“Oktubre rojo”
Con este título, el politólogo Julio Burdman (Director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Belgrano) escribió una extensa nota en la revista El Estadista n° 90 (14/11/13) de la cual extraemos los siguientes párrafos:
“Es la primera vez en la historia democrática argentina que una fuerza política antisistema es electoralmente relevante (…)
La particularidad de esta izquierda, si la comparamos con las izquierdas rojas que sobreviven en otros países, es que la mayoría de sus dirigentes profesa un trotskismo bastante ortodoxo. (…)
En el marco de un sistema partidario arrasado, hoy la izquierda anticapitalista es de lo mejorcito que hay en el país en materia organizacional. Junto con el peronismo oficialista y el panradicalismo es la fuerza política con mayor implantación territorial, ya que presentó listas en 20 de las 24 provincias, y en 10 de ellas obtuvo porcentajes por encima de su agregado nacional de 6,5%: 19% en Salta, 14% en Mendoza, 11% en Santa Cruz, 10% en Neuquén, 9% en Río Negro, 7% en Córdoba y Jujuy, además del 5% en la provincia de Buenos Aires.
Además, son activos, tienen presencia creciente en el sindicalismo –algún día, los troskos van a ganar las elecciones en el Sindicato de la Alimentación y van a darle un gran susto al gremialismo peronista–, los movimientos sociales y las universidades.
(…)
¿Y si los economistas ortodoxos tienen razón, y una Argentina gobernada por el peronismo sufre los coletazos de una crisis? Ahí sí que la izquierda anticapitalista podría experimentar un crecimiento importante ya que todas sus fortalezas anteriores –implantación nacional, ideología diferenciada, mensaje instalado, orfandad sistémica del flanco izquierdo– potenciarían sus oportunidades de captar un nuevo electorado.
“Si el peronismo, como dijeron por décadas los sociólogos e historiadores, fue como un tapón para el crecimiento de la izquierda anticapitalista en nuestro país, los resultados electorales de 2013 y los escenarios poskirchneristas conforman una ecuación que anticipa un futuro algo más trosko”.
Por su parte, otro analista, Luis Tonelli, escribe en otro artículo de dicha revista:
“Los analistas que tratan de permanecer objetivos no ven una crisis sistémica en el horizonte, pero ven un panorama complicado especialmente en el sector sindical. Cuatro centrales obreras que competirán entre sí por demostrar cual brinda más conquistas a los asalariados.
Sin embargo, la vieja guardia sindical viene tomando nota del crecimiento de la izquierda revolucionaria en los gremios de base y sospechan que el éxito electoral puede colocarlos en una situación en la que aprovechen una situación de conflicto para crecer aún más”.
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