El gobierno provisional cívico militar egipcio promulgó en los últimos días de noviembre una nueva ley antidemocrática y represiva. La ley “anti-protesta” (como es llamada por los manifestantes) dicta que toda reunión de más de 10 personas debe ser autorizada por el gobierno, haciendo de cualquier manifestación un acto ilegal. La primera aplicación de la ley fue la detención de 21 mujeres y niñas que realizaban una cadena humana reclamando la vuelta a su cargo del presidente destituido Morsi. Por los cargos que pesan contra ellas (utilizar la violencia contra las fuerzas de seguridad y destrucción de la propiedad) pueden llegar a ser juzgadas con 15 a 11 años de prisión.
La ley “anti-protesta” despertó el rechazo de un amplio sector de la sociedad que se comenzó a movilizar contra la misma. Los estudiantes universitarios, en particular en la ciudad de El Cairo son uno de los sectores a la vanguardia de rechazarla. La respuesta del gobierno no se hizo esperar, un muerto en la represión dentro del campus de la universidad de El Cairo, nuevos detenidos por manifestarse entre ellos importantes activistas reconocidos por su papel en la lucha contra la dictadura de Mubarak.
El gobierno cívico militar sigue los pasos de la dictadura de Mubarak
Cuando las movilizaciones de Julio hacían tambalear al ex presidente Morsi, el Ejército dio un golpe de estado para evitar su caída a manos de las manifestaciones de masas. Los militares junto a sus socios civiles expropiaron de esta manera la movilización de millones contra las políticas de ajuste y autoritarias de Morsi, para imponer una salida reaccionaria a la aguda crisis política abierta. Las primeras medidas represivas del Ejército y el gobierno se dirigieron hacia los partidarios de la Hermandad Musulmana que se movilizaban por la restitución de Morsi en su cargo. La represión a los acampes que culminaron con las salvajes masacres y los miles de muertos fueron la muestra cabal del avance reaccionario de los militares y su intento de imponer el orden.
Estas primeras medidas que buscaban ahogar a sangre y fuego las manifestaciones contra el gobierno, fueron saludadas y apoyadas por sectores de la burguesía liberal y sectores de la vanguardia de las movilizaciones contra Morsi como el movimiento juvenil Tamarod (Rebelión) sectores de la burocracia sindical como Abu Aita (ex presidente de la Federación de Sindicatos Independientes, que asumió como Ministro de Trabajo) que tras el discurso de acabar con el autoritarismo de Morsi y los Hermanos Musulmanes, sirvieron para cubrir y legitimar las políticas reaccionarias.
A la represión y la declaración de ilegalidad a los Hermanos Musulmanes siguió la imposición de un estado de represión y persecución a todos los que se movilizaran.
La hoja de ruta del gobierno que prometía elecciones en seis meses y una nueva constitución que reformara los aspectos autoritarios y teocráticos de la votada durante el mandato de Morsi era la fachada de la política represiva del Ejército y su gobierno títere que buscaba cambiar a relación de fuerzas impuesta por la movilización de las masas desde la caída de Mubarak y asegurar su papel controlando un tercio de la economía y darle continuidad al “modelo” de explotación y a los acuerdos con el imperialismo.
A casi tres años de la caída de Mubarak, el Ejército con el general Al Sisi a la cabeza se parece cada ve más a la vieja dictadura que las masas derrocaron con la movilización, envalentonado luego de recibir el apoyo del imperialismo yanki (en su resiente visita John Kerry confirmo el apoyo al gobierno y la continuidad de ayuda conjunta en la lucha contra el terrorismo) y la monarquía Saudi.
Las primeras respuestas a la Ley “anti-protesta” y el resurgir de la movilización juvenil
El 19 de noviembre una nueva movilización (en conmemoración de las jornadas que en 2011 enfrentaban las movilizaciones con la junta militar que gobernaba luego de la caída de Mubarak) fue reprimida por las fuerzas de seguridad dejando un muerto entre los manifestantes. A los pocos días eran encarceladas 21 mujeres y niñas, luego se emitía orden de detención a reconocidos dirigentes y activistas, todo en base a la nueva ley “anti-protesta”. Esta vez el intento represivo del gobierno despertó a un sector de la juventud. Miles de estudiantes universitarios de El Cairo se movilizaron para rechazar la nueva ley, enfrentándose a las fuerzas armadas que asesinaron a un estudiante durante la represión en el campus universitario.
Luego de varios meses, la campaña del gobierno y el Ejército centrada en la lucha contra el terrorismo para justificar la represión ha comenzado a perder base en la sociedad. Para expropiar las movilizaciones contra Morsi las fuerzas armadas habían prometido terminar con el autoritarismo y el ajuste, por el contrario el actual gobierno es cada vez más, visto como un retorno a la época de Mubarak.
Esta es la chispa que está prendiendo nuevamente el fuego de las movilizaciones contra las leyes represivas, ya no son solo de los partidarios de la Hermandad Musulmana, como se vio en los últimos días se han sumado sectores de la juventud estudiantil. Junto a esto sectores del movimiento obrero comienzan a luchar por sus reclamos, como sucede con los trabajadores de la Compañía Estatal de Hierro y Acero de Egipto que comenzaron una huelga en reclamo por salarios adeudados y contra la persecución a sus delegados o de la fábrica de cristal Asfour que exigen el pase a planta permanente de los contratados.
Estas nuevas movilizaciones muestran que el intento contrarrevolucionario no logró derrotar el proceso abierto con la primavera árabe. Vuelven a resurgir los reclamos planteados en 2011 contra el ajuste económico y la represión.
Está planteado desarrollar la movilización que hoy parte de la denuncia a las masacres y la represión del Ejército y sus cómplices civiles, para transformarlas en una lucha para tirar al gobierno golpista cívico militar que está al servicio de la burguesía y de la continuidad de la sumisión al imperialismo (como quedó demostrado en el reciente viaje de Kerry) y los acuerdos con Israel.
Para esto es necesario avanzar en la unidad entre laicos y musulmanes planteando un programa independiente que parta de ¡Abajo las leyes represivas! ¡Fuera el gobierno golpista y represor de los militares y los partidos liberales! Castigo a los responsables de la represión y las masacres.
Esta lucha, lejos de subordinarse a la política de la HM y de Morsi que también gobernó para los capitalistas con planes de ajuste incluidos, debe retomar el camino que abrieron las grandes jornadas de 2011 que derrocaron al dictador Mubarak y encaminarse hacia la única salida para conquistar las demandas políticas y económicas de aquellas jornadas, un gobierno obrero y popular.
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