Como sabemos, el cinismo del gobierno francés no tiene límites. Y entonces François Hollande eligió la víspera de la apertura de una cumbre “por la paz y la seguridad en el continente africano” para anunciar el lanzamiento de la operación “Sangalis” en República Centroafricana, el 5 de diciembre. También es el nombre de una especie local de mariposa roja, el sangalis, que fue elegido poéticamente para designar la nueva intervención francesa en África, la cuarta desde 2011, la quincuagésima en cincuenta años. Con el despliegue de 1.600 militares franceses, reforzando a efectivos locales de la base militar de M’Poko, cerca del aeropuerto de Bangui, oficialmente lo que está en juego es “evitar un genocidio entre cristianos y musulmanes”. La realidad de la geopolítica imperialista francesa es otra totalmente.
Esta intervención se inscribe en un contexto de cambio de poder en República Centroafricana que siguió a la caída del presidente François Bozizé, derrocado en marzo de 2013. Bozizé había llegado al poder por un golpe de Estado apoyado por Francia en 2003 y se mantuvo frente al ascenso de un movimiento rebelde, gracias a una intervención conjunta de Francia y Chad en 2006. Esta vez, la Séléka (“Alianza” en sango), movimiento de “rebeldes”, logró apoderarse de la capital Bangui desde la primavera pasada. Uno de sus representantes, Michel Djotodia, se autoproclamó luego presidente por un período de tres años. Oficialmente disuelta en septiembre e integrada parcialmente a las estructuras de policía del Estado centroafricano, la ex Seleka y sus combatientes mantienen sin embargo el funcionamiento miliciano que habían tenido en el período de resistencia al poder de Bozizé, con su destino de pillaje y acosamiento contra la población. Como respuesta, y para organizarse frente a los ex Séléka provenientes del Norte y de mayoría musulmana, se constituyeron grupos de autodefensa con predominio del sur y cristianos, los antibalaka (“anti-machette”). Inmediatamente después, las poblaciones musulmanas de Bangui, asimiladas a los miembros de la Seleka y al nuevo poder, actualmente se encuentran bajo coerción, con decenas de muertos todos los días.
Un golpe de Estado larvado con la excusa de intervención “humanitaria”
Para calificar esta situación que exageradamente describe como “caótica” y “previa al genocidio”, el gobierno francés tiene mala memoria. Si la situación es la que es en el país, seguramente Paris tiene alguna responsabilidad: hace 50 años que Francia mantiene tropas en República Centroafricana. Está demás decir que no es enviando más tropas como François Hollande va a arreglar algo. Yendo más a fondo, la actual situación es producto de que Francia nunca rompió con una política neocolonial en África Central, instaurando hombres de Estado y destituyéndolos de acuerdo a sus intereses imperialistas, a partir de la descolonización. Francia es responsable del estado de deterioro del país, que forma parte de los más pobres del continente. Se olvida de su gran responsabilidad en las gestiones del derrocamiento de Bozizé, al que había puesto en el poder militarmente hace diez años, despreciando incluso los derechos democráticos burgueses que dice defender en la actualidad en República Centroafricana a través de la resolución de la ONU.
Lo que se presenta como un conflicto confesional entre musulmanes y cristianos es en realidad la resultante de una expulsión sistemática de las poblaciones del Norte del país de los circuitos de redistribución de las riquezas ligadas al poder central, agravada, por otra parte, por la situación de miseria en la que están sumergidas las poblaciones cualquiera sea su religión. Si bien es verdad que en la región Norte de la República Centroafricana, que está entre las más “subdesarrolladas”, en uno de los países más pobres del mundo, concentra poblaciones predominantemente musulmanas, lo que ha favorecido la constitución de una milicia tal como la Séléka es sobre todo la ausencia total de perspectiva económica, la concentración de las riquezas de la economía de renta en manos de algunos dirigentes dóciles con la potencia imperialista y que favorecen a su “clan” y la usurpación sistemática del poder de decisión. Es el estado de deterioro generalizado de las instituciones lo que explica la manera en que Bozizé vaciló tan rápidamente frente a la rebelión, y luego, finalmente, tuvo que dejar el país, no sin haberse asegurado previamente su dinero y el de sus allegados en Suiza y en otros lugares.
¡Ningún motivo “humanitario” podría justificar una intervención militar francesa, ni en República Centroafricana como tampoco en Mali o en Libia, en donde las consecuencias de la intervención militar de 2011 han sido más que desastrosas! La historia de “Francia-África” está allí para hacernos recordar: Francia siempre supo usar la persuasión o la fuerza, la intervención militar y sus redes, financiando milicias o mercenarios, según el caso, para hacer valer el respeto de sus intereses. Esto ocurrió en República Centroafricana, cuando Francia apoyó el golpe de Estado permitiendo la llegada al poder de Bozizé. Parece que esto mismo ocurrió para su destitución: su caída, orquestada por el movimiento rebelde Séléka, esta vez no ha sido impedida, sino más bien alentada por Paris, sospechada de doble juego con la milicia que ahora quiere desarmar. El desgaste de diez años de poder de Bozizé, así como su concesión de contratos de exploración petrolera en la zona de Boromata a empresas chinas, lo limaron como socio ideal para el imperialismo francés.
Después de algunos meses en el palacio presidencial en Bangui en donde se comportó como un perfecto autócrata, Michel Djotodia ya no lo sería más. Si este último pudo expresar su “sincero agradecimiento y [su] profunda gratitud a Francia y especialmente al presidente”, François Hollande ve de otra manera el futuro de su autoproclamado homólogo centroafricano: “No se puede dejar en su cargo a un presidente que no pudo hacer nada, que ha dejado hacer”, refiriéndose a la incapacidad de Djotodia para desarmar las milicias, y posicionándose a favor de elecciones previstas para 2015, en las que el presidente actual no tendría derecho a presentarse. ¿Golpe de Estado larvado? Esta intervención tiene todo el aspecto de eso, tanto más cuanto que la inestabilidad sobre el territorio centroafricano, que tiene una ubicación estratégica para el resto de la subregión, podría propagarse a los países vecinos, y poner en peligro los intereses franceses, especialmente en Camerún, donde se presagia el fin del reinado de Paul Biya.
Un nuevo despliegue del imperialismo francés en la subregión
Lejos de responder a una urgencia humanitaria, varios elementos llevan a creer que Francia preparaba desde hacía tiempo una intervención en República Centroafricana. Hace ya un año Francia envió a Bangui, como refuerzo de los 250 soldados presentes en el lugar, un destacamento de 150 paracaidistas separados de su base militar de Libreville, en Gabón. En esa época, la declaración de François Hollande al presidente Bozizé, ya amenazado por los “elementos descontrolados” de la Séléka, sonaba como a sentencia de muerte política: “si estamos presentes, no es para proteger un régimen” sino “para proteger a nuestros súbditos y nuestros intereses”. Surgido de un mandato de la ONU, el envío de 1600 hombres suplementarios, en su mayoría provenientes de las bases que Francia dispone en Gabón y Camerún, no es más que la prolongación de esta política que apunta a reforzar un control sobre el territorio centroafricano. Se agregarían a los 6.000 hombres que dependen de la Unión Africana y que también responden a los intereses de los imperialistas, la Misión Internacional de Apoyo a la República Centroafricana bajo conducción africana (MISCA), compuesta en gran parte por efectivos de los ejércitos de Gabón, Camerún y Chad, puesta al servicio de los intereses franceses.
Si Hollande tiene dificultades para imponerse en el escenario interno, se posiciona de otro modo en África donde quiere tener campo libre. Hay que destacar que se opera un verdadero giro de Paris con respecto a su política en República Centroafricana. Francia se había descomprometido parcialmente hasta 2012, limitando los efectivos en su base a 250 militares. Con esta intervención, que contrasta, en un sentido, con las de Costa de Marfil en 2011 y la de Mali en el invierno pasado y en las que los intereses franceses están más afirmados, la operación militar en República Centroafricana anuncia un nuevo rumbo en el despliegue del imperialismo francés en esta subregión del continente africano.
Llegó la hora de la unión sagrada alrededor de “nuestras tropas” y la única fuerza parlamentaria que se desmarcó de Hollande fue el PCF que ha denunciado la operación sin organizar nada, por supuesto. Sin embargo, son muchos los que, en el seno mismo de la clase política francesa, emiten sus dudas en cuanto al alcance estratégico de una intervención de esta magnitud, en boca de Bruno Lemaire (UMP) y más tímidamente en la de Jean-François Copé. Es verdad que Francia tiene pocos intereses directos en República Centroafricana, pero los recientes descubrimientos en términos de recursos petroleros reforzaron la atracción para los imperialistas de todo pelaje en un país ya rico en minerales. Además, Areva dispone un sitio de extracción de uranio al Sudeste del país, en Bakouma. Pero desde junio de 2012 y el ataque de agresores chadianos, la multinacional francesa tuvo que suspender su actividad por el clima general de desarrollo de las milicias ugandesas, chadianas y centroafricanas en el país. De allí el interés por una operación de “mantenimiento del orden”.
Hay que construir la oposición a la Operación Sangaris
Con 900 soldados en Gabón, 350 en Camerún y 950 en Chad, presentes en las bases militares francesas heredadas de los acuerdos militares de la “descolonización”, Francia dispone un increíble dispositivo de control de la subregión, que puede poner en marcha en cualquier momento al servicio del mantenimiento de sus intereses, así como para contrarrestar las veleidades imperialistas y económicas de sus principales competidores en el territorio africano.
Mientras continúa la crisis capitalista, Francia multiplica las intervenciones militares en África y esto no es anodino. Primero Libia, luego Costa de Marfil y Mali, hoy la República Centroafricana. La apuesta de Paris es mantener sus intereses y arrogarse un acceso privilegiado a los recursos, nuevos y viejos, del continente africano. Francia entiende así mantener su rango en la guerra económica que la opone a las otras potencias imperialistas en el continente africano, pero también ante las multinacionales chinas o sudafricanas que a veces le hacen sombra a las suyas.
Nunca desaparecido, el intervencionismo francés retomó envergadura en el continente africano desde 2011 y hoy salta a la vista para los que pudieron ceder a la ilusión de un “rebrote de las relaciones franco-africanas” o de un cambio de política con la llegada de los socialistas a la casa de gobierno francesa.
La unión sagrada en torno a Hollande y su guerra se hace por arriba. Por el contrario, al nivel de la opinión pública y de las clases populares, la intervención está lejos de ser unánime, con 64% de opinión desfavorable. Con la acumulación de bronca contra la política antipopular del gobierno, esta es una brecha más que podría abrirse en la protesta. Pero para eso, sería necesario que las organizaciones obreras y populares, empezando por la extrema izquierda, no desertaran del terreno de la movilización, incluso minoritaria en un primer momento, contra el intervencionismo imperialista francés como lamentablemente se ha comprobado en el caso de Libia y Mali. Se trata de una cuestión de solidaridad internacionalista elemental, porque sabemos bien que el ejército francés no resolverá nada de la crisis centroafricana ya que él es uno de sus ingredientes. También es una cuestión política fundamental aquí, en Francia, porque todo avance del imperialismo en el exterior sólo podrá volverse en nuestra contra, en contra de los trabajadores, la juventud y las clases populares. Por eso hoy más que nunca, ¡hay que poner en pie un movimiento contra la Operación Sangaris y exigir el retiro de todas las tropas francesas de ocupación, de África y de otros lados!
Con o sin mandato de la ONU, ¡abajo la intervención francesa en República Centroafricana!
¡Abajo el imperialismo francés y sus guerras colonialistas!
¡Basta de pillaje de los recursos por parte de Francia y sus multinacionales!
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