El amplio triunfo de Michelle Bachelet (ex presidenta 2006-2010), actual candidata de la Nueva Mayoría, con el 62,2% de los votos sobre la candidata de la derecha, Evelyn Mathei -37,8%-, abre una nueva situación política en el país: el intento de canalizar y contener el creciente proceso de rechazo y crisis -contenida- del régimen neo-pinochetista y de intensificación de la lucha de clases mediante un gobierno de “reformas” encabezado por Bachelet (apoyada desde los grandes grupos económicos nacionales y transnacionales, los partidos de la Concertación, el Partido Comunista y la burocracia sindical de la CUT). Para usurpar las demandas de las “calles” en las reformas limitadas del régimen, y abrir un nuevo “pacto social” como señaló Bachelet en su primer discurso. Contener, con reformas, los procesos de lucha de clases en curso.
Este triunfo se da en el marco de una profunda crisis de representación. Se refleja en una “abstención histórica” del 58% que ya se había manifestado en las elecciones municipales del 2012, con 60% de abstención, y en la primera vuelta con el 52% y que refleja la pérdida de raíces sociales y desgaste de los partidos tradicionales del régimen (de la Derecha y Concertación) de la crisis de representación, centralmente de la juventud, que aunque se intenta aminorar, muestra la fragilidad de un régimen anacrónico a las demandas de las “calles” y un ánimo general a izquierda, que Bachelet buscará tomarlas en su programa de “reformas”.
Una nueva situación política
El desplome de la derecha (y principalmente del ala conservadora), con la pérdida de 1,4 millones de votos (comparada por muchos analistas con la derrota electoral del año 64´ tras ser gobierno, que abre el camino al reformismo burgués de la Democracia Cristiana y luego a la Unidad Popular), atrincherada en la “defensa del modelo”, refleja un desplazamiento general del ánimo a izquierda. Lo que una encuesta de los empresarios (Centro de Estudios Públicos) de octubre de este año destacaba como los temas más valorados: la protección frente al abuso de los empresarios (86%); reducción de la diferencia de ingresos (85%); nacionalización del cobre (83%); educación gratuita (74%); descentralizar el país (73%); reforma tributaria con más impuestos a los empresarios (67%); despenalización del aborto (63%); asamblea constituyente (45%); legalización de la marihuana (40%); matrimonio igualitario (37%). Demandas que se han expresado con fuerza en las calles desde el 2011, año de las movilizaciones de masas más grandes desde la dictadura, y se siguen expresando hoy. Y encuentra a la derecha dividida, después de una crisis histórica en los meses precedentes, con golpes palaciegos, con recriminaciones cruzadas, sacando los “cuchillos largos” entre Renovación Nacional y la UDI, entre ellos y el gobierno de Piñera, al interior de ellos, en la emergencia de camarillas y reagrupamientos, se insinúan las disputas por la dirección de los partidos y qué agenda imponer, el nacimiento de nuevos fenómenos políticos que buscan “renovar” la derecha. Es expresión de un proceso más profundo de reconfiguración del conjunto del escenario político y social. La derecha no puede seguir como antes. La crisis -contenida- del régimen y los procesos de lucha de clases la empujan a su reconfiguración, no solo de ella, sino de todo el régimen político. Y la encuentran dividida. Pero con el sistema electoral binominal (sistema profundamente antidemocrático, parte de la herencia pinochetista, por el cual se reparten la inmensa mayoría de cargos entre la Derecha y la Concertación) aunque salió derrotada en las parlamentarias, puede bloquear (como intentan los sectores “atrincherados” de la UDI) o negociar (como se insinúa en Renovación Nacional, buscando puentes al “centro” DC) importantes medidas de la agenda de reformas como la “Nueva Constitución”, siendo un actor relevante en el equilibrio inestable del parlamento binominal.
El triunfo de Bachelet abre una nueva situación. Es expresión del desplazamiento o un ánimo general a izquierda, con un rechazo general a la “herencia” de la dictadura, demandas que entran en contradicción con el reaccionario y anacrónico régimen. Un gobierno burgués reformista, enfocado a transitar por un camino de reformas “estructurales” que logren recomponer un “nuevo pacto social” ante la crisis del régimen de la democracia pactada, canalizando los procesos de lucha de clases, presionado por derecha y por izquierda, tensionado entre los intereses de los empresarios y de las “calles”.
Bachelet y el camino de las reformas burguesas
Bachelet encabezó las elecciones prometiendo un programa de reformas que llamó “estructurales”, con tres centrales: Educación gratuita, respondiendo a la principal demanda de la lucha estudiantil y de masas del 2011; reforma tributaria aumentando el impuesto a los empresarios; y Nueva Constitución Política (dejando abierto los medios). Además de ello, diferentes reformas democráticas y laborales: matrimonio igualitario y aborto terapéutico o en caso de violación (no existe ningún tipo de derecho al aborto en Chile); eliminación del multi RUT en las empresas; fortalecimiento de los sindicatos y negociación colectiva, término reemplazantes en huelga.
Pero son, ya en el proyecto, reformas limitadas, parciales, aunque toquen aspectos claves de las demandas de los últimos años, de las calles. En el caso de educación gratuita, a 6 años en su totalidad (es decir, no en su gobierno) y con impuesto a los profesionales. Es decir, con extensión gradual de becas. El aumento de impuestos a los empresarios, solo de 20 al 25%, y esa cifra al cuarto año recién. La Nueva Constitución es una de las reformas centrales, que a la vez que se habla que sea con métodos “participativos”, por la “vía institucional”, es decir, vía las actuales instituciones del régimen neo-pinochetista.
Y será un camino tensionado. A la vez que tiene mayoría parlamentaria simple para sancionar reformas inmediatas (reforma tributaria), tendrá que negociar otras (reforma educacional), buscar el respaldo de independientes y las negociaciones al interior de la Nueva Mayoría, donde conviven intereses distintos. Para una Nueva Constitución requiere el apoyo de un sector de la derecha, que buscará negociar en sus intentos de reconfiguración, de sectores que buscan tender un apoyo al “centro” de la Nueva Mayoría, a la Democracia Cristiana, que se encuentra debilitada. ¿Hasta dónde llegará esta agenda reformista de la burguesía? ¿Cuán estructural serán las reformas? Serán fruto de la combinación de luchas y tensiones políticas, de tensiones y crisis, y de los propios procesos de lucha de clases. Con una DC buscando fortalecer el “centro político”, cuidar la “estabilidad”, los “equilibrios y consensos”, buscando rayar la cancha a Bachelet, y que ha tendido puentes con sectores de la derecha los últimos tiempos. Con un Partido Comunista presionando por el cumplimiento del programa, acompañado de “movilización social” y con la probabilidad de ingresar al nuevo gobierno (decisión que se adopta el 21/12).
Además, porque esta agenda de reformas se proyecta en un momento de desaceleración económica, caída -controlada por ahora- del precio del cobre que inicia el fin del “superciclo” del cobre, la baja de la inversión y un escenario a la baja, con reestructuración de negocios, y la presión de los empresarios, que abiertos a las reformas, buscan limitarlas, entregar concesiones parciales manteniendo la estructura del modelo de acumulación de las últimas décadas. Como lo muestra la discusión de las reformas laborales, en un segundo plano, ejerciendo presión incluso contra cambios mínimos al Código Laboral de la dictadura.
Lejos de ser “el primer escalón al socialismo” como vociferaron los sectores reaccionarios de la burguesía y la derecha atrincherados en la defensa del “modelo” agitando una campaña del terror, el programa de reformas de Bachelet busca cambios graduales al régimen neo-pinochetista y al modelo neoliberal, terminando con sus aspectos más irritables, sin tocar los aspectos centrales del régimen de explotación y de la herencia de la dictadura, como es el saqueo de los recursos naturales y la entrega a grandes empresas multinacionales y nacionales, de la privatización de amplios sectores de la economía, del régimen de explotación y precarización de la mayoría de la clase trabajadora, los bajos salarios (el 50% de la fuerza laboral gana salarios bajo los 500 dólares), el robo de las pensiones por los fondos privados y el mercado de capitales, sin tocar la cueva de ladrones del parlamento binominal, sin tocar la impunidad de miles de militares y “cómplices pasivos” de la dictadura, a la vez que de la policía asesina de luchadores obreros y mapuche (como también hubieron en el anterior gobierno de Bachelet).
Lucha de clases
Responde, a la emergencia de la lucha de clases, con el ciclo iniciado el 2011 con la lucha de masas más grande desde la dictadura militar que golpearon y debilitaron profundamente al régimen neo-pinochetista y al gobierno de Piñera, encabezadas por el movimiento estudiantil, del despertar de una “juventud sin miedo” de las barricadas y que combatió en las calles por la educación gratuita, repudiando a la Concertación, y de la extensión a numerosas luchas y movilizaciones democráticas, revueltas regionales y levantamientos populares. Este año, con la entrada a la escena política de la clase trabajadora, con pronunciamientos políticos y con un amplio fenómeno de huelgas y paros, legales e ilegales, con métodos combativos de lucha. Y se desarrollan cotidianamente, como el fin de la larga huelga de los Astilleros de la Armada en el cordón industrial de Talcahuanoa, le huelga, movilización y bloqueos de la mina de los mineros de la fundición de concentrados de Chuquicamata de la mina estatal Codelco, del paro de los trabajadores de aeronáutica por pensiones, de las luchas portuarias en Valparaíso y el paro votado en Mejillones por el combativo sindicato del puerto Angamos.
Todos estos procesos tienden a su intensificación. Es lo que Bachelet busca contener y canalizar vía las auto-reformas del régimen. Y es lo que el Partido Comunista buscará utilizar para “presionar”, lejos de una visión “facilista” de su giro a la derecha.
Pero no les será fácil contener estos procesos, que se desarrollan bajo condiciones duras. Lo preanuncia el movimiento estudiantil, con la derrota aplastante de la Nueva Mayoría en la mayoría de las elecciones universitarias y de centros de estudiantes en los secundarios, que permitió que diversas organizaciones de la “izquierda radical” obtuvieran triunfos, como los “libertarios” en la FECH, o la Unión Nacional Estudiantil (chavista) en otras universidades. También colectivos “populares” cuya estrategia es la construcción de “poder popular”. Expresión, de la juventud como “oposición” al régimen. Y que anuncian un 2014 de “lucha”, “movilización” y “organización”. O en anuncio de movilizaciones democráticas como la “marcha de todas las marchas” anunciada para el 22 de marzo. Y que tendrá también un escenario de aparición del movimiento obrero, con duras luchas que enfrentan a empresarios intransigentes que se pondrán más duros a medida que se profundice la desaceleración económica.
Por la emergencia de un partido obrero revolucionario
Es bajo esta nueva situación, que se abrirán nuevas perspectivas en el camino de la construcción de un partido revolucionario de la clase trabajadora. No estará por fuera de la lucha de clases. Sólo mediante los métodos de la lucha de clases será posible conquistar nuestras demandas y es bajo esa forma que permitirá acompañar a amplios sectores su experiencia con el gobierno de Bachelet y su ilusión con su promesa de reformas, y permitirá enfrentar en mejores condiciones los intentos de cooptación de la Nueva Mayoría, apoyada en el Partido Comunista. Buscando que confluyan las luchas del movimiento estudiantil y del conjunto de los sectores oprimidos, tras las fuerzas de la clase trabajadora, desde la unidad combativa y en la perspectiva de la auto-organización desde la base. Y habrá que prepararse para intervenir audazmente no solo en la lucha de clases, sino en cada evento político nacional para que se exprese una voz de la clase trabajadora independiente de cualquier variante patronal. Un partido que emerja de los grandes batallones del proletariado que se empiezan a poner en acción, como los portuarios y los mineros, los trabajadores del correo y la industria. Que construya agrupaciones clasistas en los sindicatos y pelee por el frente único obrero contra los patrones, sus partidos, y contra los intentos de la burocracia sindical reformista por llevar nuestras luchas a una alianza con Bachelet y sus reformas. Por agrupaciones revolucionarias que luchen por un movimiento estudiantil pro-obrero y anti-capitalista, impulsando activamente las asambleas y la organización democrática de base.
En los últimos años han surgido nuevas organizaciones en la izquierda, conquistando influencia y posiciones al calor de la lucha de clases. Fundamentalmente en el movimiento estudiantil y en mucha menor medida en movimiento obrero. Hablan de la “lucha” y la “movilización”, de la “unidad con los trabajadores”. Con muchas de ellas compartimos que el 2014 debe ser de lucha, movilización y que hay que ligarse al movimiento obrero. Eso hay que llevarlo a la acción: luchando por la unidad desde la base y combativa, es decir, en base a la lucha de clases. Aunque sirve la unidad y solidaridad de palabra, es en la lucha de clases donde se forja la unidad efectiva, como mostraron los portuarios, desde la base y no “desde arriba”. Buscando ampliar los organismos en la perspectiva de la auto-organización, no limitando su organización burocrática en plenos y ampliados cerrados de dirigentes.
Por otra parte, aunque hablan con lenguaje “anti-capitalista”, la mayoría de ellos, como la UNE, es “anti-neoliberal” (chavista) o los libertarios hablan de “ruptura democrática”. Otros hablan del “poder popular”, y empiezan a ganar adeptos sus ideas. Algunos tuvieron candidatos presidenciales (Marcel Claude y Roxana Miranda), otros llaman a la “abstención”.
Pero tienen que en común que ninguna de ellas plantea una alternativa de la clase trabajadora, sino que de los “movimientos sociales”, “la ciudadanía” y el” pueblo”, no de un punto de vista de clase. Y no con una política independiente. En el caso de quienes estuvieron con Marcel Claude (FEL, UNE), con una estrategia “anti-neoliberal”, de ruptura con el “modelo”, que abre la puerta a alianza con sectores “progresistas” y de la burguesía pequeña y mediana, y ahora buscan fortalecerse como mediaciones anti-neoliberales. Otros, aunque hablan desde el “pueblo pobre”, lo hacen con una estrategia “electoralista” alejada de la lucha de clases, no revolucionaria. O terminan reivindicando a figuras clásicas de la colaboración de clases, del reformismo, como Salvador Allende y la Unidad Popular, aunque con lenguaje radical del “poder popular”.
A la vez que buscaremos impulsar con todo los procesos de lucha de clases y de organización obrera, estudiantil y popular, contra los intentos de cooptación del gobierno de Bachelet, desde nuestra liga de trabajadores y estudiantes, ponemos esto en función de confluir con cientos de obreros y de jóvenes que empiezan a organizarse, a defender sus derechos y luchar por sus demandas, en la perspectiva de forjar un partido revolucionario de la clase trabajadora, independiente de cualquier variante patronal, organizado y con peso en los lugares de trabajo y de estudio, que luche por terminar con el sistema capitalista mediante la revolución socialista, y conquiste una República de los Trabajadores basada en sus propios organismos de lucha y auto-determinación, como embrionariamente ponían en pie hace más de 40 años los Cordones Industriales en una de las gestas más importantes del proletariado en América Latina, que se encamino a nuevos períodos turbulentos.
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