Los trabajadores ferroviarios surcoreanos enfrentan el plan de privatización del ferrocarril de alta velocidad que hoy está en manos de la empresa estatal Korail. Desde el 9 de diciembre 9.000 trabajadores salieron a la huelga contra el proyecto del gobierno de la presidenta Park Geun- hye (del conservador Partido de las Nuevas Fronteras) que consiste en separar del conjunto de la red ferroviaria el ramal de alta velocidad que une la capital Seul con el puerto comercial de Busan (la segunda ciudad más poblada del país). Aunque Park y su primer ministro Chung Hong-won niegan el intento de privatización, este ramal es absorbido por una nueva empresa y los trabajadores denuncian que es el primer paso hacia la privatización de toda la red ferroviaria, que acarreará miles de despidos y señalaron que vienen enfrentando planes similares de otras administraciones desde el año 2000.
El servicio tanto de pasajeros como de mercaderías se vio afectado en un 54%, causando pérdidas millonarias no solo al Estado sino también a las empresas privadas que usan el servicio. El gobierno respondió rápida y duramente ilegalizando la huelga, enviando cientos de carneros a mover los trenes y en días posteriores amenazando con despidos masivos y expidiendo órdenes de captura para los dirigentes sindicales ferroviarios (cerca de 30). Pero los trabajadores sabían que el conflicto sería duro. Semanas antes el gobierno le había quitado la personería jurídica al sindicato docente por haber ido a la huelga, acción represiva que fue repudiada internacionalmente por miles de organizaciones sindicales reclamando que se respetase el derecho a huelga. En agosto de 2013 sus hermanos de clase automotrices de la Hyundai (una de las multinacionales emblema del país) y la Kia protagonizaron una gigantesca huelga por salarios que involucró a decenas de miles de obreros de ambas empresas, con tomas de fábrica y una durísima represión, que cobró repercusión mundial (ver LVO 336 y 337).
La represión no frena a los obreros
Los ferroviarios no se dejaron amedrentar y la huelga continúo durante semanas transformándose en una huelga histórica, la más larga registrada en el país. La prensa internacional se encargó de ocultar todo lo posible esta gran acción obrera. La represión interna se incrementó. La empresa agregó a las medidas represivas y persecutorias una denuncia al sindicato por daños materiales por más de 7 millones de dólares y el gobierno trató de apresar a los dirigentes. El 17/12 la policía irrumpió ilegalmente en la sede central del sindicato ferroviario (KRWU), destruyó y secuestró materiales de propaganda y computadoras pero no encontró a los dirigentes de la huelga. Días más tarde repitió estos ilegales procedimientos en sedes del interior del país pero tampoco tuvo éxito mientras que la huelga seguía firme. El gobierno tuvo una importante caída en las encuestas, por debajo del 48% según Gallup.
Frente a su impotencia para derrotar la huelga, o al menos detener a sus dirigentes, el gobierno decidió dar un paso más en la escalada de represión. Más de 600 policías rodearon e intentaron allanar, ilegalmente como siempre, la sede de la poderosa Central obrera nacional (la KCTU, que tiene casi 700.000 afiliados) diciendo que allí estaban escondidos los dirigentes ferroviarios. Cientos de activistas sindicales hicieron un cordón humano en la entrada para impedir el avance policial y resistieron cuanto pudieron. Finalmente, con saldo de varios heridos y 130 activistas detenidos, la policía irrumpió violentamente en la sede central de la KCTU repitiendo el accionar que había perpetrado en distintos locales del sindicato ferroviario.
Al servicio de los monopolios y el imperialismo yanqui
El gobierno de Park Geun-hye que es hija del dictador anticomunista Park Chung-hee (que gobernó desde el golpe de estado de 1961 hasta su asesinato en el ’79 redoblando la subordinación económica, política y militar del país al imperialismo norteamericano), asumió el gobierno en febrero de 2013 como primera presidente mujer de la historia del país prometiendo “revisar” lo ocurrido durante la dictadura. Hoy está confirmando cómo funciona la “democrática” República de Corea que el imperialismo y el conjunto de las “democracias” occidentales saludan como una de las “más avanzadas” del mundo: descargando todo el peso del Estado contra los trabajadores en lucha y sus organizaciones.
El gobierno de Park viene profundizando aún más la subordinación a EEUU. Acaba de negociar la permanencia de los 28.500 soldados yanquis en territorio surcoreano por los que pagará casi mil millones de dólares anuales hasta 2018 y se apresta a integrarse al Tratado de Libre Comercio regional impulsado por EEUU (Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica), aunque también avanza en las negociaciones de un TLC bilateral con China. Asimismo, acaba de anunciar una “reforma económica” que incluye recortes presupuestarios y de subsidios, así como la “normalización” de las deudas del Estado y sus empresas (aunque la economía creció casi al 3% en 2013 y se espera un resultado similar este año, las cuentas públicas sufren un “preocupante” endeudamiento según los economistas), en total acuerdo con los intereses de los grandes conglomerados industriales (Samsung, Hyundai, Kia, etc.) y el imperialismo.
¡Huelga General!
Pero con su acción represiva, por fuera de la relación de fuerzas, no solo no logró apresar a los dirigentes de la huelga, sino que extendió la bronca e indignación al conjunto del movimiento obrero y popular. Incluso a nivel internacional, organizaciones como Amnesty International se vieron obligados a repudiar los hechos y pidieron que se respeten los derechos humanos y las libertades sindicales y sindicatos de otros países de la región organizaron protestas en las embajadas surcoreanas. La dirección de la KCTU, que hasta el momento poco había hecho por el triunfo de la huelga ferroviaria, se vieron obligados a llamar a la Huelga General contra la represión y en solidaridad con los obreros del tren el 28/12 y que se continuaría con otras medidas de lucha. Hasta la central obrera oficialista y carnera (FKTU) tuvo que denunciar la represión y romper el diálogo permanente que mantiene con el gobierno.
Posteriormente se supo que los dirigentes de la huelga estaban refugiados en uno de los principales Templos Budistas de la capital (más del 20% de la población del país se reclama de esta religión). El mismo fue rodeado por la policía pero los monjes se negaron a permitir la entrada y entregar a los activistas. Irrumpir en el templo como habían hecho con las sedes sindicales hubiera provocado un enorme costo político para el gobierno y probablemente una violenta respuesta de la población, por lo cual las autoridades, a través de los gerentes de Korail, accedieron finalmente a negociar con los huelguistas con la mediación de los monjes. Pero tras varias horas de diálogo en las oficinas de la empresa, no se llegó a ningún acuerdo, el gobierno exigió la vuelta al trabajo manteniendo su plan privatizador y los trabajadores llamaron a esto “una declaración de guerra al pueblo”.
La Huelga General de la KCTU tuvo lugar el 28/12 con un masivo acatamiento en la mayoría de los gremios y con grandes marchas en todo el país, principalmente en la capital, que reunieron alrededor de 300.000 personas. El gobierno debió desplegar un mega operativo policial involucrando a 13.000 agentes para controlar las calles y mostrarse fuerte. En Seúl, ante decenas de miles de manifestantes, los dirigentes pidieron la renuncia del gobierno. Dos días más tarde, finalmente se llegó a un acuerdo parlamentario entre el partido de gobierno y el de la oposición (Partido Democrático, que había apoyado formalmente la huelga) para establecer una comisión parlamentaria que negociará el proyecto de reforma de la red ferroviaria nacional.
El respiro para el gobierno puede ser sólo momentáneo
Con esta maniobra lograron desactivar momentáneamente el conflicto y desviar la atención de los combativos obreros surcoreanos. Pero con esta histórica huelga, que se suma a la gran huelga automotriz de agosto y a otros conflictos, la situación puede haber cambiado por largo tiempo a favor de los trabajadores y muchos analistas ya comparan la situación en el sur de la península como la “primavera surcoreana”. Estos hechos de la lucha de clases no son ajenos a la situación que vive gran parte del sur de Asia donde se vienen dando grandes luchas contra la superexplotación que sufre la gran mayoría de los trabajadores y las penurias cotidianas de las masas pobres. Así se vio con las grandes huelgas obreras y movilizaciones populares en Bangladesh e Indonesia en noviembre de 2013, en Camboya en mayo, en India en enero del mismo año, o en Indonesia en octubre de 2012; todas luchas que hemos intentado reflejar en el periódico del PTS y en la página de nuestra corriente internacional (www.ft-ci.org).
Al otro lado del mundo, los y las trabajadoras, los oprimidos y explotados, compartimos su indignación, nos solidarizamos con su lucha y hacemos nuestro el grito de la hora: ¡Viva la lucha de los trabajadores surcoreanos!
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