Los anuncios del día de hoy vuelven a alterar sustancialmente el régimen cambiario, a menos de dos meses de los últimos cambios con los que comenzó el nuevo equipo económico. Se trata de cambios ocurridos bajo el empuje de una situación que amenaza descontrolarse. Aunque el nuevo ministro de Economía, Axel Kicillof, tenía ya tomada la decisión de ajustar fuerte el tipo de cambio, la presión sobre el mercado cambiario legal que validó una depreciación de 23% sólo en lo que va de enero, y el recalentamiento del dólar “blue” que llegó ayer a superar los $13 pesos crearon una situación de incertidumbre sobre hacia dónde va la economía. La prensa económica internacional ha dado una señal de alerta, sugiriendo incluso la posibilidad de contagio en un contexto donde hace unos meses los países “emergentes” vienen en dificultades. Financial Times ubica a la Argentina entre los casos más “riesgosos”, junto a Ucrania y Venezuela. The Guardian señala la amenaza de contagio a Brasil, y en España la bolsa cayó, según muchos analistas, empujada por la economía Argentina. Esto se da en un contexto donde la reversión de los flujos de capitales por la menor inyección monetaria en los EEUU afecta también a países como Turquía, Sudáfrica, Indonesia, Tailandia, Chile y Perú.
En el día de ayer la moneda se depreció más de 13%, y el drenaje diario de divisas, sin un plan claro para encauzar la situación y sin alivio de la demanda de dólares a la vista, hizo sonar todas las alarmas. A este ritmo, las reservas del Banco Central, que perforaron el piso simbólico de los u$s 30 mil millones la semana pasada, podrían continuar en caída acelerada.
El ritmo desbocado de depreciación del peso está trastornando el desenvolvimiento económico. Numerosos sectores están frenando la producción y las ventas por desbarajuste de la estructura de costos que ocasiona.
Bajo este ariete, ahora se anuncia la legalización del ahorro en dólares (levantamiento parcial del “cepo” a la compra de dólares), así como la rebaja de la imposición en anticipo de ganancias para la compra de dólares y las compras con tarjeta en el exterior, que pasa del 35% al 20%.
El cepo cambiario no desaparece con los anuncios, sino que vuelve a parecerse a lo que era en sus orígenes. Para ver si al menos –modestamente- permite pasar el fin de semana sin que siga escalando la cotización del paralelo, bajo el efecto de desconcierto que creó durante el día la falta de precisiones para las operaciones del día.
Desde sectores cercanos al oficialismo, se busca desde ayer mostrar que está todo “fríamente calculado”. Según este razonamiento, no hubo una escapada del dólar por fuera de los cálculos, sino que el dólar llegó al precio que propuso Axel Kicillof el día que asumió como ministro de Economía: ocho pesos. Acá estaría el máximo que podrían esperar los exportadores de granos. El pequeño detalle es que está faltando dos meses para que comience la liquidación fuerte de la venta de soja, que empieza en marzo pero se concentra en abril. Período que parece una eternidad.
Pero ¿ahora el gobierno va a estar dispuesto a vender todos los dólares que se demanden a la cotización oficial, para que la moneda se mantenga en el rango alcanzado? Seguramente, si así lo hacen, lograrán bajar el paralelo y cerrar la brecha. Pero claro, al módico precio de entregar todos los dólares que se demanden. La única manera en la que este giro improvisado bajo la presión de los hechos no termine en un drenaje acelerado de reservas (por un monto mucho mayor que la operación diaria del mercado blue) es con un cambio drástico en toda la política monetaria, aplicando las medidas con las de viene amagando tímidamente el jefe del Banco Central (BCRA), Juan Carlos Fábrega: suba de las tasas de interés para incentivar la vuelta de dinero a los bancos y restar rentabilidad a la especulación monetaria, movimientos cambiarios menos previsibles para desincentivar la especulación, y “enfriar” la creación de crédito y emisión de dinero. Es decir, todo el plan que Kicillof rechazaba de forma tajante –según trascendidos de casi todos los medios-. Y, junto a esto, vuelta al endeudamiento externo si se logra cerrar el default con el Club de París. No está claro que este sea el camino tomado, aunque el equipo económico va girando aceleradamente bajo la presión de los hechos.
Lo que desmadra todo el esquema es la inflación. Desde octubre de 2013 se viene registrando una espiral de precios, especialmente acelerada en diciembre, que se habría comido un 20% de los salarios sólo en ese período. La devaluación que desde octubre a hoy supera el 30%, está preparando nuevos saltos en precios de insumos críticos, entre otros del combustible, lo que se suma al aumento del transporte automotor de pasajeros en la ciudad de 66%. Todo esto preanuncia un nuevo salto en la inflación de este año (que podría pasar los 30%), previsión bajo la cual continuará la presión sobre el tipo de cambio (legal o paralelo según el alcance de la disposición del gobierno a entregar dólares).
El gobierno da vía libre a la devaluación y (parece) también a la compra de dólares para quienes quieran fugarlos. Pero no a los aumentos salariales, única ancla con la cual quiere pasar este año crítico. Mientras la presión de los especuladores le arrancó al gobierno la enorme concesión de reabrir el canal de compra legal (habrá que ver hasta dónde), así como los empresarios se llevaron un acuerdo de precios que les reconoce los aumentos de los últimos tiempos, y las fuerzas de seguridad pudieron arrancar aumentos muy por encima de cualquier sector de trabajadores estatales, por el contrario el gobierno viene mostrando que es una cuestión de Estado no ceder en las negociaciones paritarias. No es novedad el intento de imponer techos a las paritarias. Pero para este año se ha transformado en una cuestión de primer orden, y los voceros oficiales (pero también de la oposición) agitan el fantasma de los desbordes para responsabilizar de antemano a los trabajadores del descalabro de un plan muy flojo de papeles.
El gobierno, aún en la situación de debilidad política en la que se encuentra, busca poner todo el peso de las fracciones de la burocracia sindical que lo apoyan para limitar las aspiraciones de recomposición salarial ante el peso de la inflación.
Pelear por un programa y una alternativa política de los trabajadores
Contra la amenaza de profundizar el ajuste a costa de los salarios, está planteando pelear por paritarias sin techo, para que todo trabajador gane un salario equivalente a la canasta calculada en $ 9.000. Hay que luchar por el pase a planta de todos los contratados y tercerizados, tirar abajo el impuesto al salario, el aumento de las jubilaciones al 82% móvil y planes sociales que cubran el monto de la canasta familiar. Para enfrentar los aumentos de precios, la única manera de enfrentar seriamente la remarcación es con la fuerza de la clase obrera que, organizando comités junto con consumidores populares, luchando para imponer la apertura de los libros de contabilidad en todas las alimenticias y otras empresas de productos básicos para la vida, para dejar al desnudo las maniobras que inflan los precios así como aquellas que ocultan productos para obligar a comprar los que no tienen precios acordados. Los trabajadores de las grandes fábricas están en una “posición estratégica” para hacer una contabilidad de los productos guardados en depósitos.
El descalabro por el que transitan las variables económicas empujadas por el círculo vicioso de devaluación-inflación es consecuencia de los desbarajustes que crea la deuda externa y la dependencia económica. La única manera de enfrentarlo es declarando el no pago de la deuda externa, que se ha pagado más de tres veces en los últimos 30 años y que representa más del 10% del ingreso nacional anual que va a parar a manos de los usureros, representando además un drenaje de dólares necesarios para exportar insumos estratégicos. Junto con esta medida, es necesario el monopolio estatal del comercio exterior (liquidando por empezar a las corporaciones que concentran la exportación de granos y continuando con el resto de la economía) para terminar con todas las maniobras que realizan las multinacionales para maximizar la fuga de dólares y minimizar los pagos de impuestos. Asimismo, la otra pata del drenaje de dólares está en el sector financiero, que es necesario nacionalizar de forma íntegra mediante la creación de una banca estatal única. Sólo la clase obrera puede desarrollar este programa de conjunto. Para combatir la catástrofe que todas las fracciones de la burguesía se preparan para descargar sus espaldas, es necesario que esta tome en sus manos el destino nacional.
La magnitud de la crisis que se preparan para descargar sobre las espaldas de la clase trabajadora no da lugar para abrir ningún compás de espera. Es necesario empezar ya en todos los lugares de trabajo a discutir la situación y organizarse, empezando a impulsar la votación de delegados paritarios y exigir a la preparación de un paro nacional. Los sectores combativos y clasistas deben convocar un encuentro nacional de organizaciones obreras combativas, empezando por encuentros regionales, para preparar la batalla por las paritarias. Allí puede concentrarse la fuerza para imponerle a la burocracia un plan de lucha y un congreso de delegados de base, para reorganizar y unir al movimiento obrero ante el ajuste en curso.
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