La fuerte devaluación Argentina que impactó a los mercados latinoamericanos y mundiales, aunque ha sido la más pronunciada, no es un caso aislado. Mientras el peso argentino se hundió un 15,1% la semana pasada, la lira turca cayó un 4,4% , el real brasilero un 2,3%, el rublo ruso 2,9%, el rand sudafricano 2%, el peso chileno igual que el anterior, el peso colombiano 1,5% , el won surcoreano 1,9% y el peso mexicano 1,6%.
En especial en Argentina, los operadores atribuyeron el colapso del peso justamente a la ausencia del banco central en los mercados cambiarios. Desde hace años, a pesar del cepo cambiario implementado en 2011 para frenar el drenaje de divisas y asegurar los dólares para el déficit energético y para pagar deuda [1] la entidad ha estado apoyando el peso, gastando miles de millones de dólares de sus reservas internacionales. Tanto los intentos de este último de preservar su declinante posición de reservas (como la dramática respuesta del mercado) es una reminiscencia de las acciones de los bancos centrales del sudeste asiático durante la crisis de 1997, aunque la Argentina, por no haber podido cerrar del todo las consecuencias del default de 2002 a pesar de la vocación pagadora de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, y también por el cepo cambiario establecido en 2011 no tuvo entrada de capitales comparable a la de los países asiáticos en ese momento o del conjunto de los llamados “emergentes” en los últimos años, más bien todo lo contrario. Luego de dos años de intentar contener la situación utilizando miles de millones de reservas y mediante medidas restrictivas, el banco central comenzó a perder la batalla por la aceleración de las salidas de fondos en la Argentina [2] la semana pasada. Pero no solo ahí. En Turquía, la lira alcanzó una cotización mínima récord tanto frente al dólar como el euro, a pesar de que el banco central del país gastó una parte considerable de sus reservas de divisas para apoyar la moneda [3] La moneda de Turquía es la de peor desempeño en el mundo solo detrás del peso argentino en el último mes después de que una prueba anti- corrupción contra el gobierno desatara un espiral de crisis política obligando a tres ministros a dimitir. Hoy lunes frente a la intensificación de la crisis el gobierno ha llamado a una reunión de emergencia. Pero si Argentina y Turquía son los casos más extremos, el hecho de que en los últimos días, las acciones, los bonos y las monedas de números países semicoloniales y dependientes (los llamados mercados emergentes usando la jerga económica de la prensa burguesa) sufrieron duros golpes, es expresión de que un gran número de estos países está teniendo problemas para adaptarse a un crecimiento mundial más débil, agravado en los últimos meses por la disminución del “narcótico estimulador” del QE decidido por la FED. Este nuevo panorama ya había provocado el año pasado, un retiro de fondos de los inversionistas de mercados emergentes después de las primeras convulsiones en estos mercados en mayo. Los acontecimientos de la última semana podrían estar marcando una aceleración de los ritmos de fuga de capitales de estos países de imprevisibles consecuencias.
La sobreacumulación y sobre-especulación, las fuerzas de fondo que preanuncian una gran crisis
La sobreacumulación en determinadas ramas de producción, en especial en el sector manufacturero chino y del resto de Asia a la vez que en el sector productor de materias primas a nivel global, el excesivo flujo de capitales y las burbujas financieras e inmobiliarias que dieron origen son las razones de fondo que preanuncian una fuerte crisis en los llamados países emergentes, cuando comienzan a revertirse los factores que permitieron el ascenso de estos. Comencemos por lo más evidente y volátil: aproximadamente 4 billones de dólares de fondos extranjeros han invertido en mercados emergentes desde el pico de la crisis financiera de 2008-2009, gran parte de este "dinero caliente" fue a bonos, acciones e instrumentos líquidos que se pueden vender rápidamente. En este marco, el tema de los préstamos soberanos y corporativos en deuda denominados en dólares (y en euros y yenes) se ha convertido en un problema crítico. Más de cinco años de un exceso de liquidez global sin precedentes impulsaron un auge histórico en los préstamos denominados en dólares. El mercado asumía como constante la devaluación del dólar y la apreciación de la moneda de los llamados países emergentes (Argentina por su rol de paria en el mercados de capitales no participó de esta tendencia, aunque sí de algunas otras que vamos a enumerar), dando lugar a una especulación sin límites de productos de deuda de los países emergentes cada vez más riesgosos, como fue el caso de lo subprime en los Estados Unidos y que actuó como desencadenante de la crisis en 2007.
Pero detrás de esta tendencia especulativa y orgía de deuda se desarrollaba una fuerte tendencia a la sobreacumulación en la economía real. Los altos precios de las materias primas llevaron a un frenesí en la inversión del sector. La crisis de 2008 produjo una pausa, pero continuó en los tres años siguientes. Enormes cantidades de capital se vertieron en proyectos de alto riesgo. El riesgo para los países productores es el estallido de esta burbuja de inversión, no reducción de los ingresos debido a los precios de las materias primas más bajos per se.
Un caso paradigmático es la economía de Australia que se encamina a una caída debido a la explosión de su burbuja de inversión minera. Lo peor pasará sólo cuando el sistema financiero liquide los activos improductivos relacionados.
Muchas economías de África podrían verse afectadas este año. Ha habido una fiebre del oro en África. Las grandes empresas mineras han estado vertiendo dinero. A medida que el dinero se detiene, podría haber consecuencias graves. Muchas economías africanas han construido su base de costos suponiendo nuevas entradas de capital. Sera difícil adecuarse a su ausencia.
No menos importante es el histórico -y aun en curso- auge de la capacidad de fabricación en China y en toda Asia. Esto ha creado un exceso de capacidad y el aumento de presión en los precios de muchos productos manufacturados, una situación que sólo empeoró por la agresiva devaluación de la moneda de Japón. Este dilema, con paralelos con las economías de los productores de materias primas, se vuelve especialmente problemático debido a la enorme acumulación de deuda en los últimos años. Si bien este es un problema grave para toda la región, se ha convertido en un problema acuciante en China. La semana pasada los mercados parecían empezar a tomar más en serio las crecientes tensiones en los mercados de créditos chinos y los fuertes temores por el denominado sistema bancario en la sombra. Se hablaba a principios de la semana de los esfuerzos concertados para salvar al atribulado el fondo de inversión llamado China Credit Equals Gold #1 Collective Trust Product”, que tiene que devolver 500 millones de dólares y no podría pagarlos, evitando un inminente default (sería el primer default de este tipo en la historia china) el 31 de enero. En este marco, cualquier endurecimiento significativo del crédito chino reverberaría en todo el mundo, especialmente en las economías y los sistemas financieros ya vulnerables de los mercados emergentes.
La enorme inversión y los flujos de "dinero caliente" se manifiestan en el crecimiento de varios billones de dólares de las reservas internacionales de los bancos centrales de los “países emergentes”. Este flujo de liquidez y especulación externo ha creado una dependencia sistemática de los flujos de capitales externos. También creó burbujas crediticias en estos países con sus consecuentes estallidos, el último de los cuáles se vio en Vietnam, que creó hace unos meses un llamado “mal banco” para absorber cientos de millones de dólares en deuda tóxica que amenazaban su sistema financiero. A la vez, las burbujas prolongadas han inflado las expectativas sociales, como se ha visto en Brasil, China, Sudáfrica Turquía y otros países por nombrar los procesos más importantes.
Todos estos procesos hoy en día se encuentran en un punto de inflexión. Hoy, muchas de las economías de los mercados emergentes se enfrentan exactamente a lo contrario: aumento de las fuerzas deflacionarias para las mercancías que se venden en los mercados mundiales. La caída de precios, especialmente en todo el complejo commodities, ha presionado a las monedas nacionales. Esto se convirtió en un importante riesgo sistémico después de los enormes flujos especulativos que llegaron a la espera de las monedas pujantes, mercados de valores atractivos y oportunidades de negocios. El auge de los commodities permitió alimentar booms económicos generales y sostenidos. A su vez, la expansión global de las cadenas de producción de las corporaciones multinacionales que pegó un salto en las últimas décadas, inflando al comercio mundial, está perdiendo velocidad. Ahora, las burbujas están comenzando a desinflarse y los capitales están buscando vías de salida. Y, a medida que la reserva global de las finanzas especulativas revierte el curso, la escala de desajuste económico y el deterioro del sistema financiero comienzan a verse más claramente. En otras palabras, son estos desequilibrios productivos y financieros excesivos que afectan a los mercados emergentes los que están detrás del fin de su espejismo y no meramente la decisión de la FED de reducir a partir de enero su inyección de dinero [4]. En realidad, el “Fed tapering” es un mero catalizador de problemas más profundos de gran parte de la economía internacional como los señalados, aunque obviamente su manejo por las autoridades monetarias norteamericanas puede tener consecuencias en los ritmos y formas de la crisis. De alguna manera, la necesidad de la FED de poner un cierto límite a la burbuja de la bolsa y de otros activos en especial en los EEUU, está abriendo consecuencias negativas para la economía mundial. Es que este exceso de euforia que llevó a muchos a creerse el cuento de un nuevo paradigma está construido sobre pilares de barro, en otras palabras la desenfrenada especulación alcista no se condice para nada con una economía que languidece, el empleo sigue débil y sin visos de recuperación, las empresas no invierten, etc.
Un nuevo capítulo de la crisis mundial de consecuencias aún inciertas
Desde el comienzo de la crisis mundial en 2007, a pesar de las desigualdades de crecimiento después del primer shock entre los países de la periferia y el centro, siempre nos negamos a avalar la teoría del desacople. Así, en julio de 2012 frente a los primeros síntomas de agotamiento del crecimiento del modelo chino anticipábamos que el último capítulo de la crisis próximo a abrirse iba a ser los países semicoloniales y dependientes. Allí decíamos: “Analizando a China, el ‘emergente’ por excelencia, queda claro que no hay nada más falso que un posible desacople de estas economías (dependientes como China o semicoloniales) de la crisis mundial. Lo que ha sucedido es que la transmisión de la crisis de las economías avanzadas a éstos se ha postergado. Dicho de otra manera, la estabilidad relativa actual de la que gozan estos regímenes comparada con la crisis económica y debilidad política de los países centrales, no nos debe impedir ver que esta es una tendencia coyuntural, una discordancia de los tiempos de la crisis. Ya en la crisis de acumulación capitalista de la década de 1970 se había dado un fenómeno similar. En ese momento fue el reciclaje de los petrodólares lo que evitó que la primera gran crisis capitalista desde el fin del boom de la posguerra golpeara inmediatamente a la periferia, dando lugar a un período de ‘plata dulce’… ahora, el fin del dinero fácil y los nubarrones del motor de crecimiento chino marcan un rudo cambio de escenario para los países semicoloniales exportadores de materias primas” [5] . (Subrayado nuestro). El balance gris del año 2013 [6], la aceleración de enero 2014 y las oscuras perspectivas que se vislumbran en todo el año para estos países confirman este pronóstico.
Viendo las fuerzas subyacentes a la crisis, el estallido final de la burbuja de los mercados emergentes , puede provocar -si nuestro análisis es válido- otra crisis que es similar (aunque no idéntica) a la crisis financiera asiática de 1997, y hay una gran posibilidad de esta será aún peor esta vez debido a la hecho de que más países están involucrados (América Latina, China y el sudeste asiático y África), y debido a que la economía mundial está en un estado mucho más débil de lo que era durante los pujantes finales de la década de 1990.
Si esta es una variante en el mejor de los casos, no puede descartarse una perspectiva aun peor: ¿Será la crisis de los mercados emergentes el preludio de un nuevo salto en la crisis mundial, o dicho de otra manera, el prolegómeno de una nueva caída recesiva, o depresiva de la economía mundial, afectando de nuevo a su centro? Normalmente, los problemas en la "periferia" darían lugar a una huida de los activos de riesgo, a un desapalancamiento y los resultantes efectos de contagio que afectarían a los países imperialistas. Pero en 2013, con la liquidez global sin precedentes, junto con la especulación también sin precedentes, las grietas iniciales en las “burbujas” de la periferia estimuló un alza especulativa sobre las acciones y los mercados de deuda corporativa de los países centrales. Dicho de otra manera, la dinámica de 2013 exacerbaron significativamente las fragilidades sistémicas globales. De conjunto, los sistemas financieros mundiales y las economías se hicieron cada vez más dependientes de la abundante liquidez barata. Este “telón de fondo” o backup de liquidez mantuvo la dinámica de crisis en los países emergentes a raya, pero también prolongó una peligrosa expansión de fin de ciclo de la deuda. Junto a los efectos directos del fin del espejismo de los mercados emergentes en los países centrales, en particular a los países fabricantes de máquinas herramientas o de productos suntuarios [7] , un cambio en la percepción de los activos de riesgo podría generar nuevos episodios ampliados de la crisis financiera, como fue luego del default ruso de 1998 y el desplome subsiguiente de Wall Street y la cesación de pagos de varios monopolios capitalistas norteamericanos, es decir que una fuerte crisis de los países emergentes puede hacer desencadenar una nueva oleada de catástrofe financiera y económica en el centro que a comienzo de 2014 está saludando los primeros síntomas, débiles de recuperación. En conclusión: la crisis mundial no está cerrada y su final sigue estando abierto.
Por otra parte, lo que ya ha comenzado es una fuerte presión de los “mercados” y las autoridades financieras como el FMI que presionan a los productores de materias primas a avanzar en duras reformas estructurales antes que confiar en un revival del moribundo súper- ciclo de las commodities que los pueda rescatar. En países como Brasil, la prensa internacional ya habla de la liberalización de industria y servicios para facilitar la llegada de fondos foráneos, la reforma de un sistema de protección social presentado como a todas luces excesivo en el que la participación del gasto en pensiones respecto al PIB equivale al de naciones europeas cuya proporción de jubilados es tres veces superior, según su propia descripción. Es decir, un ataque “a la europea” a los derechos de los trabajadores y el fin de los márgenes de autonomía estatal de que gozaron en el sistema internacional de la última década varios de estos países, en especial los BRICs. Es decir, una vuelta de tuerca en la semicolonización.
|