Finalmente, el viernes 2 de diciembre después de cinco días de deliberaciones, la Corte Suprema de Ucrania presentó su veredicto sobre la disputada elección presidencial. La Corte invalidó el resultado de la segunda vuelta del 21 de noviembre pasado, en la cual el actual primer ministro Víktor Yanucovich había sido declarado ganador en las elecciones presidenciales, y ordenó la realización de un nueva ronda entre éste y el candidato apoyado por los Estados Unidos y la Unión Europea, el antiguo primer ministro y jefe del Banco Central, Víktor Yuschenko. Este dictamen significa una importante concesión a la oposición cuyos partidarios venían ocupando las calles de Kiev y un rotundo fracaso de la política del actual presidente Kuchma y sobre todo del presidente ruso Vladimir Putin, quienes abogaban por una nueva elección presidencial para más adelante, previa reforma constitucional con el objeto de ganar tiempo y probablemente presentar un nuevo candidato que reemplazara al cuestionado Yanucovich. Mientras esto sucedía en la capital de Ucrania se agriaba aún más la disputa entre Rusia y Occidente. El mismo viernes el presidente ruso había calificado veladamente a la política de los Estados Unidos como “una dictadura en los asuntos internacionales (…) envuelta en una bella fraseología seudodemocrática”.
¿Qué está en juego en Ucrania?
El conflicto de intereses entre Occidente y Rusia se centra en la importancia de Ucrania como una región agrícola e industrial, su crucial posesión en el sistema de tránsito del gas y en su ubicación general geoestratégica como un país que limita con Rusia, Europa del Este y el Mar Negro. Desde la implosión de la Unión Soviética en 1989-91, las potencias europeas y los Estados Unidos vienen avanzando significativamente en las antiguas zonas de influencia de Rusia. Este proceso se ha acelerado con la entrada de los países bálticos en la Unión Europea, el estacionamiento de tropas norteamericanas en Asia Central (incluyendo antiguas repúblicas soviéticas, y el cambio de régimen instaurado en Georgia organizado por los Estados Unidos. En este marco Moscú teme verse aislado si el gobierno de Ucrania cae en manos de un gobierno pro occidental.
Durante la década pasada la debilidad rusa y la necesidad de relaciones económicas con Occidente hicieron imposible que esta detuviera dicha expansión. En los años recientes el gobierno de Putin buscó revertir esta tendencia tratando de integrar más estrechamente a Moscú a las antiguas repúblicas soviéticas de Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán. Un cambio de poder en Kiev amenaza con liquidar este curso. Por eso lo que está en juego para Moscú afecta a su seguridad nacional. Es que la pérdida de Ucrania amenaza la integridad territorial de la propia Rusia. Como claramente lo expresa Zbigniew Brzezinski, ex Secretario de Estado del gobierno de Carter –que dicho sea de paso estuvo reunido con la oposición ucraniana en mayo-, en su libro “El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos”: “aún sin los estados bálticos y Polonia, una Rusia que retenga el control sobre Ucrania puede aún ser el líder de un agresivo imperio Euroasiático… pero sin Ucrania y sus 52 millones de eslavos, todo intento de Moscú de reconstruir su imperio Euroasiático está destinado a dejar a Rusia confrontada sola en agudos conflictos con fuerzas nacionalistas y religiosas no eslavas, la guerra en Chechenia tal vez esté siendo el primer ejemplo”.
En otras palabras, Rusia puede tolerar una Ucrania independiente con crecientes lazos económicos con Occidente pero la posibilidad de que ésta se integre a la OTAN parece haber tocado un límite para la burocracia restauracionista de Moscú. Cómo Rusia responderá a esta situación aún está por verse. Pero no puede descartarse que utilice la influencia que conserva en el plano internacional (su colaboración con Estados Unidos en la ocupación de Afganistán, el reciente viaje de Putin a India, su plan de modernizar su dotación de misiles balísticos intercontinentales, etc.) para responder a la ofensiva norteamericana. Esto hace prever un aumento de las tensiones y conflictos internacionales entre las grandes potencias en los próximos años.
Por una política independiente
Como ya señalamos en el anterior LVO, y a contramano de la propaganda interesada de los medios occidentales de que estaría en juego en Ucrania una lucha entre democracia y autoritarismo, afirmamos que ninguno de los dos candidatos representa los intereses genuinos de las masas ucranianas. Yanucovich y Yuschenko constituyen dos alas igualmente reaccionarias de la elite que se han enriquecido con la rapiña de los activos del Estado mientras empeoraban brutalmente las condiciones de vida de la población, siendo hoy día Ucrania uno de los países más empobrecidos de Europa.
La “democracia” de Yuschenko sigue el modelo de los países semicolonizados de Europa del Este como Hungría, Polonia y demás, tratando de ofrecer a las corporaciones multinacionales las mejores condiciones para la explotación de su clase obrera. Yanucovich por su parte representa los clanes oligárquicos que se han quedado con la industria pesada ucraniana en los últimos quince años alrededor de la zona este del país, el Donetsk (la región más industrializada), en especial Rinat Achmetov que es considerado el hombre más rico de Ucrania y que alienta las tendencias secesionistas. Sin embargo al calor de la crisis algunos oligarcas que apoyaban al actual Primer Ministro se han pasado de bando, pero como explica el Financial Times del 26/11 “Los oligarcas, podrían, en última instancia, abandonar a Yanukovich, pero lucharían por mantener el sistema que él representa”.
Por el momento las masas han sido manipuladas por estas distintas fracciones de la oligarquía. Sin embargo, esto no quita que veamos que hay preocupaciones sociales y temores que alientan a los votantes. Así es que los trabajadores de la industria pesada del este del país tienen justificados temores de perder sus trabajos si Ucrania continúa con la apertura a la Unión Europea, tal como ocurrió en Polonia y otros países del Este. También temen la discriminación de las minorías rusoparlantes de prevalecer los nacionalistas ucranianos. Dentro de los que apoyan a Yuschenko se encuentran muchos jóvenes y estudiantes que honestamente están en contra de los ataques de la libertad de expresión y política. Pero estos sentimientos son utilizados por el imperialismo norteamericano y grandes millonarios como George Soros que vienen influenciado a los dirigentes de este sector mediante financiamientos y adoctrinamientos, siguiendo el ejemplo de Serbia frente a la caída de Milosevic.
En este contexto las masas ucranianas deben encontrar una salida a sus necesidades, independiente de ambos candidatos. Los trabajadores y campesinos del este y oeste de Ucrania no deberían pelear unos contra el otro por sus respectivos oligarcas corruptos, menos aún de George Bush y Vladimir Putin. Los asesinos de Irak y los asesinos de Chechenia no tienen nada para ofrecer excepto más miseria, explotación y guerra sangrienta.
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