Entrevistamos a Angel Arias, dirigente de la Liga de Trabajadores por el Socialismo, organización hermana del PTS para que nos cuente sobre la situación actual que se vive en el país y las principales discusiones que se abren.
¿Contanos cómo sigue la situación política después de la tensa semana de movilizaciones y enfrentamientos?
Aunque hasta ayer continuaban varios focos en algunas zonas de clase media de la capital y otras ciudades del interior, incluso con algún nuevo caso de heridos de bala o muertos por ataques de grupos armados del chavismo o por disparos de gente de la derecha (o por los objetos puestos en las barricadas), son de menor intensidad y fuerza, pues el centro lo vienen ocupando más los llamados al diálogo y las “marchas por la paz”. Así fue la importante marcha del sábado convocada por Henrique Capriles y la MUD, y las llamadas por el gobierno. Como punto más claro de esto está la instalación hoy de la “Conferencia Nacional por la Paz” convocada por el gobierno, que aunque no contó con la participación formal de la MUD ni Capriles, sí tuvo la presencia de los dirigentes de las principales cámaras empresariales y encumbrados burgueses como Lorenzo Mendoza, en diálogo “constructivo” con el alto gobierno, transmitido en cadena nacional de radio y televisión.
Por eso hablar de un golpe de Estado, como hace el gobierno, en estos momentos no es muy cierto, no necesariamente porque no esté en los planes de sectores de la extrema derecha –quienes fueron partícipes del golpe de 2002 y el lockout patronal y sabotaje petrolero de 2002-2003, así como también lo fue el ala que hoy se ubica más moderada–, sino porque no es la línea, por ahora, de los sectores mayoritarios de la oposición, no pareciera ser tampoco por ahora la del imperialismo estadounidense, y por otra parte, este sector más “radical” de la derecha no cuenta aún con la fuerza ni las condiciones para dar un golpe.
Entre otras cosas, para dar un golpe tiene que haber algún sector militar en la conjura, y por ahora, pasadas dos semanas del punto de arranque fuerte de estas protestas (12-F), las FFAA han emitido declaraciones que se mantienen del lado del gobierno, sin asomos de fracturas -por lo menos públicas- de mandos activos como sí fue el caso de 2002 e incluso aún años posteriores.
Además de, como decía, la importante división en las filas mismas de la oposición patronal, hay claramente diferenciadas dos alas: una, que aún sigue siendo hoy el sector mayoritario, con una posición más de “estrategia de largo plazo”, que apuesta al desgaste del gobierno ante la crisis –total sabe que es Maduro quien viene pagando y pagará el costo político de las medidas económicas antipopulares–, a socavarlo mediante una suerte de giro hacia “empalmar con los reclamos de diversos sectores del pueblo en la calle”, que hasta ahora dice apostar a una derrota del gobierno pero en el terreno electoral, y dice rechazar públicamente las “vías rápidas” y los “atajos que no llevan a ningún lado”; y una “ala dura” que dice que hay que seguir en las calles “hasta que Maduro se vaya”.
Por otro lado el imperialismo estadounidense mete sus narices cada vez más, pero en clave, por el momento, de presionar al gobierno, obviamente colocándose del lado de la derecha y avalando sus acciones, abogando por los líderes de la extrema derecha, con su trillado discurso demagógico de la “democracia” y “los derechos humanos” como cobertura de su injerencia. Aunque al mismo tiempo no deja del todo al gobierno con la mano tendida, pues al nombramiento de un nuevo embajador por parte de Maduro responde hoy Kerry que EE.UU. estaría “preparado para un cambio en las relaciones con Venezuela”, puesto que las tensiones bilaterales “han durado demasiado”.
Resuminos un poco la situación económica y social que se vive
Hay una crisis económica fuerte, signada por un agotamiento del esquema con el cual se movió la gestión de Chávez en los últimos seis o siete años, aproximadamente. Se expresa básicamente en una inclemente inflación –3,3% solo en enero, viniendo de cerrar 2013 en 56%– y alta escasez –28% en enero– de bienes y productos básicos, incluyendo insumos médicos. Por detrás de esto, una relativa escasez de dólares en el país y la puja por el nivel de ganancia de los capitalistas.
El país no cuenta al parecer con los dólares necesarios para cubrir las necesidades de la economía nacional, para el pago de las deudas y las compras necesarias tanto del Estado como de los privados, y el Estado racionaliza las divisas. Esto amenaza con una parálisis en sectores de la economía nacional, puesto que los empresarios aducen falta de dólares para pagar deudas a proveedores en el exterior –los cuales no les despachan más hasta tanto no se pongan al día– y para nuevas compras. De manera que la escasez sería no solo de bienes de consumo sino también de insumos para la industria (materias primas, repuestos, maquinaria, etc.). A su vez, el gobierno mantiene hace años un tibio e impotente control de precios –¡como lo demuestran los números de la inflación!– y recientemente se ha propuesto también “controlar las ganancias” (para “permitir un máximo de 30%”) para hacer frente a la inflación –con una ley que las principales entidades patronales señalaron como “inconstitucional” e “inaplicable”.
La burguesía nacional reclama que en el control de cambio y de precios están las razones de la escasez y la inflación, que hay que “liberar” el dólar y “liberar” los precios.
Pero, ¿cómo estamos en esta crisis con un barril de petróleo en un promedio cercano a 100 bolívares en los últimos periodos?, se preguntan algunos. El asunto clave es que nuestro país, a despecho de lo que proclama el gobierno, no salió de la dependencia y subordinación que nos impone la división mundial del trabajo del capitalismo imperialista: exportadores de (¡una!) materia prima (petróleo, por la cual entran 97 de cada 100 dólares al país) e importadores de todo lo demás; también a pesar del discurso sobre el “antiimperialismo”, el país sigue sometido a los múltiples mecanismos de expoliación imperialista, como los millones de “dólares del pueblo” que se van constantemente en pagos de la deuda externa, o las ganancias que las cientos de transnacionales que operan en el país giran a su casas matrices. Además, los capitalistas nacionales no han cesado de “fugar capitales”: aún con el control de cambio, el sector privado pasó de una posesión de 49 mil millones de dólares en el exterior en 2003, a más de 166 mil millones a finales de 2013, una cifra que, para que nos demos una idea, es igual a dos veces y medio todo el presupuesto nacional de este año.
Entonces, todos estos años, el “crecimiento de la economía nacional” estuvo asentado prácticamente en los mayores ingresos por concepto de renta petrolera –por una combinación de la pugna del gobierno con las transnacionales para que al Estado nacional le quedara un poco más de esta, y del largo período de altos precios del barril– y un fuerte y continuado aumento del endeudamiento estatal. Hoy llegamos a un déficit estatal de 15% según los cálculos más bajos, un fuerte endeudamiento público (para 2012 la deuda total era más de 102 mil millones de dólares, un cifra similar a casi un 40% del PIB nacional de entonces; en 2014, los pagos de la deuda pública –que en su mayoría es externa– crecerán un 55% con relación a 2013, llevándose un 22% del presupuesto nacional) y un escasez de dólares, porque prácticamente la única vía de conseguirlos son los ingresos estatales por petróleo y porque la cantidad de divisas disponibles no puede seguir soportando el nivel de importaciones de los últimos años, en que han crecido exponencialmente.
En fin, la persistencia del rentismo y la dependencia económica están en la base de esta crisis, así como la continuidad de las propiedades, negocios y usura del capital nacional.
Ahora bien, aun cuando quienes se movilizan, donde tiene mucho peso un sector del movimiento estudiantil de derecha, hagan eje mediático en el derecho democrático a la protesta, sus demandas, su “programa” en lo que hace a la crisis económica es ni más ni menos que el país se arrodille a las exigencias empresariales. Hablan por supuesto de la escasez, de la inflación, problemas padecidos por el conjunto del pueblo trabajador, pero su salida es completamente “liberal”: “¡basta de controles!”, “¡basta de estatismo!”, es su lema. Además de naturalizar y legitimar totalmente los mecanismos de expoliación imperialista, pues no cuestionan ni uno solo de estos, de hecho, al contrario de levantar por ejemplo el no pago de la deuda externa, lo que dicen es, “hay que dejar de regalarle petróleo a Cuba y a los países del ALBA o Petrocaribe”.
¿Nos podrías contar cuál es la situación al interior del chavismo?
Bueno, ciertamente el chavismo se muestra unificado ante la situación, o se venía mostrando así. Desde la muerte de Chávez –hace casi un año– habían logrado “cerrar filas” para hacer frente a la nueva situación, llena de incertidumbres, como por ejemplos las presidenciales anticipadas y la inestabilidad de los días siguientes tras el sorpresivo resultado tan ajustado. Sin embargo, ante la agudización de la crisis económica, ya se comenzaban a mostrar algunas diferencias públicas sobre las vías o los ritmos para aplicar las medidas de ajuste –cosa impensable bajo Chávez–, con un sector más proclive a ceder rápidamente a las exigencias de desmontar el control de cambio y otra que quería ir más de a poco.
Pero ha sido esta coyuntura la que ha venido a mostrar más claramente algunas diferencias, como el caso reciente del gobernador del (estado) Táchira –epicentro y bastión de las manifestaciones estudiantiles, además de fronterizo con Colombia– quien se desmarcó claramente de las medidas de represión ejecutadas por el gobierno central en su jurisdicción (que incluyeron el sobrevuelo en la entidad de aviones de guerra) y planteó la excarcelación de Leopoldo López, Iván Simonovis (comisario policial sentenciado por el golpe del 2002) y “todos los que estén presos por asuntos políticos” (es decir, habló de “presos políticos”) como base para el diálogo nacional; señalando de paso que él “no es parte del régimen”, en el sentido que fue “electo por voto popular”, que cuando estaba Chávez el mantuvo “autonomía de pensamiento y voz” y la mantendría ahora. Un ex gobernador chavista, dirigente del PSUV, Tareck Willian Saab, cuestionó la violencia pero también los “excesos” de la represión, llamando a investigarlos y castigarlos, planteó que está mal “llamar a un adversario político ‘apátrida’ o ‘vende patria’ porque tenga una idea distinta a la tuya” (en referencia a los calificativos del gobierno hacia la oposición) y declaró que “esta no es la hora de los extremistas, es la hora de los que queremos diálogo y paz, de los que queremos la no violencia y respeto para aquellos que puedan pensar diferente”.
Mucho también se especula sobre la posición de fuerza que Diosdado Cabello tendría al interior del gobierno, en desmedro de otros sectores, inclusive del propio Maduro. Ciertamente su nivel de exposición pública y centralidad en algunas acciones de gobierno no son “normales” para un régimen presidencialista y con fuertes elementos de bonapartismo. No hay que olvidar que Diosdado es, además de presidente de la Asamblea Nacional, el dirigente de mayor jerarquía en el PSUV –su jefe formal, pues–, ya que después de Chávez seguía él, y tiene importante ascendencia entre los militares retirados y activos, al ser uno de los oficiales que se alzó con Chávez el 4-F del ’92.
¿Se puede descartar por completo la posibilidad de un golpe de estado, teniendo en cuenta que ya lo intentaron en 2002 y 2003 y que EEUU históricamente quiso sacar al chavismo del gobierno?
De ninguna manera se puede descartar esa posibilidad, por esto que uds. dicen y, sobre todo, porque la etapa que se abrió con la desaparición física de Chávez es de inestabilidad y cambios bruscos, el tránsito a un nuevo régimen de dominio post-chavista no necesariamente será gradual y pacífico. Más aún con el agregado del agotamiento de todo un esquema económico que no puede sostenerse más: coincide la desaparición del líder de masas que colocó su impronta en el país y el régimen durante casi 15 años con el desarrollo de una fuerte crisis estructural de la economía.
No puede descartarse un escenario así ante una agudización de la crisis económica, una modificación en la correlación de fuerzas al interior de la oposición, mayores niveles de descontento social o irrupción del movimiento obrero con sus propias demandas haciendo más “ingobernable” el país, o que estos sectores “ultra” de la derecha logren socavar la unidad que hoy muestran las FF.AA., etc.
Un escenario ante el cual, sin lugar a dudas de ningún tipo hay que estar resueltamente en la primera línea de enfrentamiento al golpe, tal como de hecho estuvimos en 2002 y 2003 los militantes de aquí que años posteriores nos incorporamos a la FT, y la propia FT como corriente internacional.
¿Qué opinas de las últimas declaraciones de Heinz Dieterich (el ideólogo del “socialismo del siglo XXI”) que propone un gobierno de unidad nacional entre Maduro y Capriles?
Que son de una visión completamente derrotista, más propia de un académico –o “científico”, como dice él mismo– que de un político revolucionario. Pero además incluso en este terreno no son muy “científicas” tampoco, porque obvia elementos claves de la realidad como que el tránsito del chavismo al postchavismo no puede ser gradual y consensuado: no toma en cuenta los relativos niveles de independencia política que logró el país y que el imperialismo querrá revertir a como dé lugar; las expectativas de la clase obrera y el pueblo pobre con el chavismo, que no tolerarán pacíficamente perder ciertas conquistas económicas o los ataques al ya comprometido nivel de vida; el papel central de las FFAA en la vida política nacional ¡y en el control de importantes áreas de la economía en manos del estado!, un sector que tendría mucho que perder en un esquema más “neoliberal” y menos estatista, un sector que puede ser muy “patriota” de sus espacios económicos de poder; y otro varios elementos que no toma en cuenta.
De hecho Dieterich deja bien en claro qué es lo que estaría en juego, dice: “El ajuste y la reestructuración del sistema económico, conforme a las condiciones objetivas actuales, es un imperativo para cualquier fuerza política que se quede en el gobierno. No es una cuestión de querer, sino de tener que hacerlo. Y lo único que se debe negociar entre ambas fuerzas es, quién paga los costos sociales de la crisis. Es decir, qué clases y sectores sociales perderán en el ajuste”. Justamente, en “lo único” que hay que negociar está una de las imposibilidades de un acuerdo nacional que “evite la guerra civil” –el fundamento más claro de Dieterich para su propuesta–, pues implica “ponerse de acuerdo” en que la clase obrera y el pueblo pobre paguen los costos del ajuste, lo que no será aceptado sumisamente por un movimiento obrero que, si bien muy fragmentado y débil organizativa y políticamente, no ha sufrido ninguna derrota de magnitud en las últimas décadas.
Y también allí se muestra el talante totalmente ajeno a las necesidades de la lucha de los trabajadores y el pueblo que tiene la propuesta, por un lado porque pasa a aceptar sin más que los de abajo paguen los costos del ajuste, “para evitar la guerra civil”, y porque parece ver solo la posibilidad de un desborde de la situación por derecha, sin plantear la perspectiva ni apostar a una política clasista y revolucionaria donde los trabajadores hagan sentir su peso en la crisis y en la política nacional, dando batallas por inclinar la balanza del lado de los explotados, bregando por una poderosa alianza obrero-campesina-popular que muestre una vía de superación por izquierda al fracaso evidente del timorato nacionalismo burgués que encabezó Chávez.
Por último, ¿cuál es la política y el programa que están planteando desde la LTS?
Aquí venimos haciendo eje en mostrar claramente el contenido de estas movilizaciones, que hacen demagogia con los problemas del pueblo trabajador y pretenden abanderar el “descontento popular”, explicando también que el propio gobierno tiene una agenda de descargar la crisis económica sobre el pueblo trabajador, y haciendo énfasis por tanto en la necesidad de una irrupción en escena de la clase obrera con sus propias demandas y métodos de lucha, en contraposición a las demandas de la derecha y las propias políticas del gobierno.
El asunto clave es que ante la agudización de la crisis, el gobierno y los empresarios discuten y negocian los ritmos del ajuste, un sector de clase media derechizada hay salido con fuerza a presionar por una salida por derecha a la misma –tanto en cuanto a las medidas económicas como al carácter “destituyente” de las movilizaciones–, pero no aparece la clase trabajadora con sus propias demandas. Es una fuerza, potencialmente enorme, que asiste expectante, entre otras cosas por las burocracias sindicales, totalmente comprometidas con los respectivos proyectos patronales del gobierno o de la oposición, en la mayoría de los casos.
De manera que venimos discutiendo tanto la necesidad de un programa que apunte a afectar las ganancias imperialistas y de los capitalistas nacionales, como de la lucha que hay que dar desde las bases organizadas y en lucha de la clase obrera por sacase de encima esas burocracias enquistadas en las organizaciones de los trabajadores, que condenan a la impotencia a la clase social más grande y potencialmente más poderosa del país.
Estamos planteando entonces la coordinación de las muchas luchas que hoy se dan aisladas –y muchas veces por eso derrotadas-, el impulso de espacios de coordinación y unidad de las lucha en curso, de desarrollo de la solidaridad de clase, de encuentros obreros que unifiquen las demandas y que doten a nuestra clase de un programa ante la crisis nacional, que incluya la lucha contra el pago de la deuda externa y contra la succión de riquezas por los capitales imperialistas, contra la devaluación, por un salario igual a la canasta familiar y escala móvil de salarios, por un control de precios ejercido directamente por comités obreros y populares sin ninguna subordinación al gobierno, por la apertura de los libros de contabilidad de las empresas que aducen “pérdidas”, por la estatización sin indemnización y bajo administración obrera de los monopolios de la alimentación y las empresas responsables de la fuga de dólares, por el control obrero de toda empresa que despida o amenace con cerrar, por el monopolio del comercio exterior con base al control de las organizaciones obreras, campesinas y populares, entre otras demandas.
|