Ya llevan más de cuarenta días en una huelga que empezó por el despido de una trabajadora contratada. Primero paró su oficina de Correos en Rueil-Malmaison en las afueras de Paris. Esa oficina es conocida por ser un bastión de combatividad, donde ninguna de las llamadas reestructuraciones – en realidad ataques en regla contra las condiciones de trabajo – se pudo imponer desde el año 1999, gracias a una serie de luchas de resistencia de los trabajadores.
Alentada por el sindicato combativo Sud Poste de la zona (Hauts-de-Seine), que está dirigido por compañeros del ala izquierda del Nuevo Partido Anticapitalista, la huelga se extendió a otras oficinas y centros de distribución. Hasta un sector de trabajadores empleados especialmente para ser utilizados como “carneros” en caso de huelga se negó a hacerlo y también paró.
Se fueron así integrando otras reivindicaciones, de los distintos sectores, en su mayoría ligadas a la precarización laboral creciente en el Correos francés que fueron víctima de una privatización parcial hace unos años. La lucha se fue haciendo cada vez más política, ya que denuncia ese proceso y trata de demostrar como en el mismo momento en el que el gobierno “socialista” habla de la necesidad de un ajuste gasta cientos de miles de euros financiando la precarización laboral, ya que la mayoría de los contratos precarios están parcialmente financiados por el Estado. A partir de ahí se levanta un programa muy avanzado que es el paso a planta permanente del conjunto de los precarios, lo que permitió incluso ligarse a un sector de trabajadores ya despedidos que participa a las acciones de la huelga.
Por su parte, la dirección de Correos se juega a derrotar la huelga buscando debilitar a la combativa dirección del sindicato, a la vez que amenaza a los sindicalistas de sanciones y despidos. Varios de ellos ya fueron convocados por la dirección bajo acusaciones tan absurdas como la de “aterrorizar a los jefes”. También se viene usando la represión, con el envío de la policía para reprimir algunas de las múltiples acciones de los carteros en huelga, como tomas de edificios. También se suspendió el pago de una parte de los huelguistas, incluso más allá de lo que permite la ley francesa que impone el pago de un “mínimo vital”.
En ese marco, si la huelga se mantiene es en gran parte gracias la combatividad de los trabajadores y de su sindicato, pero también a la solidaridad de muchos trabajadores y estudiantes que vienen juntando dinero para el fondo de huelga y participando a las distintas actividades de la huelga.
Aunque limitada geográficamente, esta huelga constituye un jalón de combatividad importante en una situación en la que la mayoría de los trabajadores están más bien a la defensiva frente a la magnitud de los ataques que se vienen en el marco de la crisis. Pero sobretodo apunta a un programa alternativo a un problema central que es el hecho de que la patronal utiliza a los trabajadores precarios como variable de ajuste, despidiéndolos cuando le conviene, en la mayoría de los casos desgraciadamente con muy poca o ninguna reacción de los sindicatos. Un programa que permite unificar al conjunto de los trabajadores contra la voluntad de la patronal que es de dividirlos.
Constituye a la vez una pequeña demostración contra todos los que se ilusionaron con las teorías acerca del fin de la clase obrera que hay un “nuevo proletariado” que a pesar de atomizado, precario, a pesar de su poca tradición, se puede poner a luchar y participar a una recomposición del movimiento obrero de conjunto que lo ponga a la altura de los desafíos impuestos por la crisis.
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